Chas! y aparezco a tu lado (Fuji Raikomaru){CERRADO}

Era un día nublado, la chica avanzaba por las calles de Japón con su cámara en su funda, se dirigía a por un coche de alquiler que la revista para la que trabajaba, estaban haciendo un reportaje especial "Los políticos más jóvenes del año" y ella era la encargada de hacer las fotos, las entrevistas ya habían pasado, solo faltaban las imágenes.

Alanna se dirigía al coche sin demasiada prisa, ojeando las fotos de otros sitios que había sobre el chico que le quedaba por fotografiar, "¿Más jóvenes? Más guapos, tendría que decir el artículo" Pensó mientras abría el maletero, y no le faltaba razón, todos a los que había fotografiado eran muy guapos, pero, por lo que había podido ver, el que iba ahora se llevaba la palma. Piel pálida, ojos y pelo verde, sonrisa enigmática, definitivamente, era atractivo, y joven, era más joven que ella.

Dio un suspiro y cerró el maletero, no estaba conforme, una sesión de fotos tan típica... meh, no era interesante, para eso que hubieran llamado a cualquier otro fotógrafo, ella no quería hacer algo tan aburrido, le gustaba ser original, y unas fotos con fondo blanco... no le decían nada, eran tan vacías, tan aburridas, que si las publicaba acabaría por pegarse un tiro, esperaba poder personalizar un poco el lugar al llegar.

Encendió el motor del Mercedes, en la revista no escatimaban en gastos, y el coche que le habían dado era lo mejor de lo mejor, también le habían pedido, que, al ir a ver a alguien tan importante, se vistiera de un modo correcto, así que se había metido en un vestido rojo, unos tacones negros y una chaqueta de traje igual a los tacones y había salido de casa. No le gustaba tanto formalismo, pero no tenía más remedio que respetarlo, aunque, en cuanto empezara la sesión de fotos, sería ella quien dictase las normas.

Llegó frente a un enorme edificio en el centro de la ciudad, era grande, acristalado y tenía aparcacoches, la chica tomó todo lo que necesitaba del maletero y entregó las llaves al hombre, que la dejó cargada con pantalla, pedestal y maletín de cámara en los brazos. Entró al edificio y dijo su nombre en secretaría, estaba apuntada y la dejaron pasar.

Llamó al ascensor con la punta de la nariz y esperó tarareando, la gente la miraba como quien mira a un alien, estaba claro que una chica de esa guisa, llamando de modo tan raro al ascensor, no pasaba desapercibida. Entró en la cabina después de chocar tres o cuatro veces y, una vez dentro, pulsó el piso del mismo modo que había hecho bajar el elevador y esperó balanceándose sobre sus pies.

- Disculpe- dijo a la chica sentada tras una mesa al bajar en el piso que tocaba.- tengo cita, Alanna Tale- dijo sonriente.
- Pase, la está esperando- respondió ella mirándola mal, seguramente por lo cargada que iba.

La chica le abrió la puerta y ella pasó, una vez dentro, con la puerta ya cerrada, empezó a avanzar, tropezando con los cachivaches, dejándolos caer y yendo en dirección al suelo, se iba a pegar un buen golpe...

Los trastos no llegaron a impactar en el suelo, una especie de luz rapidísima apareció para recogerlos antes de que llegasen a tierra, y un brazo detuvo la caída de la chica, durante un instante Alanna se quedó mirando el suelo, enganchada a quien la había detenido, por un momento, se sintió tan torpe que incluso llegó a pensar que la moqueta era preciosa. Se había llevado tal susto que la cabeza le iba mal, pensaba que se comería esa mullida moqueta de color blanco pero no, una voz, casi un susurro, susurró aliviada, casi tan aliviada como se sentía ella.

El chico la ayudó a levantarse, y, tomando su mano derecha y alejándose de ella, le dio un beso en el dorso. Alanna pestañeó un par de veces sorprendida, y escuchó atenta la presentación del chico. Así que era el, claro, el mismo pelo, los mismos ojos dorados, si, sin duda, era él.

- Oh, es usted el primer ministro- sonrió como quien acaba de encontrar las llaves.- soy Alanna Delteria, me mandan a hacerle fotos. Perdón por la entrada.- comenzó a hablar y se dirigió hacia sus cosas con toda la calma del mundo como si estuviera en su propia casa- Verá es que soy muy torpe, siempre me voy cayendo por todos lados- comentó abriendo el estuche de su cámara- gracias por ayudarme, si no llega a ser por usted, me habría dado un buen golpe.- agradeció despistada, buscando una lente- ¿dónde la he metido?- murmuró agachándose como podía con ese incomodo vestido justo y los tacones para buscarla por el suelo.- vaya, siempre lo pierdo todo.- siguió murmurando.- ¡ah, aquí está!- exclamó al encontrarla dentro de su funda.- Verá, no me gusta mucho hacer fotos en oficinas, me parece todo demasiado frío, pero me lo han mandado, así que, me toca, a no ser que usted me diga lo contrario, o a mi se me cruce un cable.- Metió la lente en la cámara y ajustó el objetivo, apuntó con la lente al chico y apretó el botón.- m....- apartó la cara de la cámara y miró la foto- esto no me inspira...- murmuró molesta.

Miró a su alrededor, no definitivamente ese sitio era demasiado impersonal, no decía nada, nada del chico, ni nada de la fotógrafa, no podía estar allí fotografiando de forma fría, inaceptable, eso no era arte. Frunció el ceño y miró por la ventana, el cielo comenzaba a despejarse, no perdía nada por intentarlo...

- Vámonos, creo que tengo una idea perfecta para las fotos- sonrió tirando de la manga del hombre.

Como siempre, y como era normal en el carácter de la chica, hablaba con todos como si fueran iguales, como si los conociera de toda la vida, y por mucho que tratara a ese hombre de usted, seguía con el mismo comportamiento, por ello, simplemente se colgó la cámara al cuello y tiró del hombre, era hora de crear.

Alanna salió del despacho llevando al hombre a rastras, este iba seguido por su secretaria, Alanna se había dado cuenta de que la chica podría ser tan buena modelo como el hombre. Si se los miraba juntos, parecían un par de estatuas griegas, altos, esbeltos, la mujer voluptuosa, el atractivo, ambos de aspecto juvenil, sano, poderoso, caras finas y los ojos, los ojos para Alanna siempre habían sido la parte más importante de una persona, sobretodo si iba a modelar, si un modelo no tenía buenos ojos, si no sabía transmitir, no valía la pena, pero los ojos de ambos hablaban de ellos, de su seguridad en si mismos, era muy probable, que fuera esa mirada la que había hecho que el hombre llegara donde había llegado. Pero solo los artistas se fijaban en esas cosas, los demás, las pasaban por alto. Si lo quisieran, ambos tenían las caracteristicas para ser unos grandes modelos.

La chica llamó al ascensor que se abrió al instante, y entró esperando que los otros dos la imitaran, apretó el botón y comenzó a palparse, buscando las llaves, concentrada, tocó su digivice, que de poco le servía hasta que no encontrara a su espiritu digital, su movil, que, como solía pasarle, se le había olvidado encender, la cámara en su cuello, pero nada más, se puso pálida un instante, hasta que, al abrirse la puerta del ascensor en la planta baja, recordó que las tenía el aparcacoches.

Salió de la recepción sin percatarse de las miradas que seguían a los que cruzaban por el centro de la sala, la inspiración le había llegado, y eso hacía que no viera nada más que las futuras fotos, ya imaginaba el paisaje, el objetivo de la cámara sobre el y al modelo destacando entre el fondo. Ya lo tenía todo decidido, ella lograría lo que los otros fotógrafos no habían logrado.

Al salir, el aparcacoches corrió a por el coche mientras Alanna, concentrada quitaba todos los filtros que tenía la cámara, no queria trucos, el hombre llegó y le cedió las llaves que la chica tomó para subir al coche y bajar la capota, había sido buena idea al final, que le prestaran ese coche. Abrió la puerta del copiloto y los invitó a subir.

- Vamos, arriba, nos vamos al campo- sonrió emocionada con su idea.- no tardaremos demasiado, una media hora en ir y otra en volver si no encontramos tráfico.- explicó- en ese tiempo, puedes preguntarme lo que quieras, no tengo secretos.- le dijo al hombre mientras esperaba a que subieran para arrancar.

Era extraño, normalmente la gente desconfiaba de ella por su personalidad acelerada, sobretodo cuando le llegaba la inspiración, sin embargo, Fuji Raikomaru, aun siendo una persona tan importante, parecía encantado, tal vez si que había sido un soplo de aire fresco, el hombre incluso se había tomado la molestia de cancelar todas sus citas, lo que indicaba que, cuanto menos, había llamado su atención.

Cuando la puerta del coche estuvo cerrada, la chica se abrochó el cinturón, y con una sonrisa, arrancó el coche, la ciudad parecía tranquila, esquivó las calles más transitadas y con paciencia, llegaron a las afueras, en a penas cinco minutos habían salido del alboroto para llegar a un paisaje más calmado, ahora tenía que encontrar el que le llamase y la hiciera detenerse.

- La fotografía ha sido mi vida desde siempre, podría decirse.- comentó la chica con una sonrisa, sin apartar la vista de la carretera.- de pequeña ya hacía fotos con el telefono, cuando me regalaron mi primera cámara, se me abrió el cielo. En realidad, estoy acabando mi licenciatura en arte, tengo 20 años, acabo con un año de antelación.- confesó, era algo que pocos sabían, pero había prometido responder las preguntas con sinceridad- Este año me dan la licenciatura, pero la fotografía es mi vida, y como tu has dicho, mi pasión y profesión.- miró de reojo al chico, por un momento, esperando ver alguna reacción, aunque teniendo la camara colgada al cuello, no era buena idea, cuando veía algo que valía la pena fotografíar, le importaba poco el momento, se encendía su radar, y como si fuera un automata, hacía una foto.- ¿y tu?- Preguntando al recordar que había pedido que lo tuteara.- ¿siempre quisiste ser una persona así de importante?- rió un poco, decir eso podría considerarse un aufemismo.

Siguió conduciendo, esperaba ver pronto algún paisaje que le inspirase, tenía una idea base, buscaba algo... dorado, tan dorado como los ojos de quien sería su modelo. Tal vez, con algo de suerte, encontrase un campo de lirios, de girasoles, o de maiz, cualquier cosa le vañia, incluso algunas ojas amarillas caidas por el cambio de los árboles en otoño, lo que fuese.

Los paisajes eran bonitos, y los colores se sucedían, pero buscaba algo muy concreto, algo que hicira resaltar la autentica personalidad de Fuji, no esa fría oficina, no, quería algo real, algo palpable, quería lograr lo que ningún fotógrafo había logrado hasta ese momento, mostrarle a la gente el alma oculta tras el puesto, la realidad detrás de la frialdad de una oficina, la luz, detrás de la sombra.

Alanna sonrió mientras escuchaba hablar al hombre, contenta de ser aceptada, sin embargo, quería demostrar su habilidad, no solo habñar de ella. Asintió en señal de agradecimiento y siguió atendiendo al hombre, que esta vez respondía a su pregunta, lo cierto es que no había leido demasido de él, no le interesaban las entrevistas, no le daba la impresión de que fueran una buena forma de conocer a alguien, siempre se hacían las mismas preguntas, y siempre se daban las mismas respuestas, en ocasiones, falsas. Lo mejor era hablar con las personas cara a cara, y, si se tenía la oportunidad, mirar sus ojos en una fotografía, un momento, un sentimiento inmortalizado.

- Eso suena bien, suena... a libertad- comentó la chica- mi sueño es crear eternidad, inmortalizar momentos, sueños y esperanzas en imagenes.- respondió girando el volante, acababa de ver un lugar perfecto.- y, ahora mismo, quiero inmortalizarte a ti, si me dejas.- sonrió aparcando el coche y sacando una foto desde su asiento al chico que iba a su lado.

Apagó el motor y se desabrochó el cinturon. Abrio la puerta y salió del vehiculo estirándose, no le gustaba conducir, pero el paisaje merecía la pena. Un enorme campo lleno de flores amarillas y tallos verdes iluminado por el sol que empezaba a salir por entre las nubes. Se estiró mirando hacia el cielo, daba la impresión de que sería un buen día. Era el sitio perfecto, nubes blancas, flores amarillas, cielo azul, y tallos verdes, justo igual que el modelo.

- Adelante, sigamos hablando mientras hacemos las fotos, puedes hacer lo que prefieras, tirarte al suelo- dijo haciendolo ella, y rodando para dar un ejemplo práctico.- saltar- volvió a levantarse y saltó alzando los brazos hacia el cielo.- bailar- comentó dando una vuelta, y, al haber ido tan aprisa en sus gestos, se mareó y terminó por perder el equelibrio, callendo al suelo- o caerte- rió- aunque mejor no te caigas, no quiero que mi modelo se haga daño- bromeó desde el suelo.

- Me alegro de haber acertado- sonrió la chica desde el suelo, aceptando la mano que le tendía el chico- no se si se captar la esencia, o tengo ojos certeros, solo se que cuando me llega la inspiración, he de tomar al toro por los cuernos e ir a por ello.- comentó sacudiendose el polvo y las flores que se había quedado enganchadas a su pelo y su vestido.

Se concentró en su cámara mientras el chico hablaba a su secretaria, y, cuando finalizó, comenzó a tomar fotos, pidió que simplemente fuera natural, que hiciera lo que le viniese a la mente, no quería posturas forzadas, no quería mentiras, solo quería que él fuese él, sin la presión del trabajo, sin la presión de finjir ser otra persona, quería ese ¡Chas!, ese chasquido ese click que oía en su cabeza cuando notaba el brillo autentico de una persona, sentir que había logrado llegar a conectar con la persona a quien fotografiaba.

Al principio todo iba bien, sin embargo algo no acababa de convencerla, sentía que faltaba algo. Bajó la cámara y miró a su alrededor, miró al chico sin el objetivo de por medio, con la cabeza algo torcida, observando, indagando que era lo que sentía que estaba mal, frunció el ceño y sen sentó entre las flores, estuvo unos cinco minutos cavilando en silencio hasta que lo entendió.

- Perdón, ¿poéis posar juntos?- preguntó.

Sin esperar respuesta empujó con suavidad a la secretaria hacia fuji, y, al tenerlos juntos, todo encajó, se notaba que se llevaban bien, estaba segura de que Fuji se sentía más comodo con gente de confianza cerca, hizo una sola foto de ambos, y luego volvió a pedir que se separasen, retomó las fotos hasta que se escuchó un estruendo que hizo temblar la tierra.

El temblor la hizo perder el equilibrio y, por cuarta vez en un día, se fue al suelo. "¿Un terremoto?" se preguntó, no podía ser, esas cosas solían avisarlas por la televisión o por internet, pero no habían dicho nada. Un nuevo temblor, ¿que podía ser? Se asemejaba a lo que había notado cuando encotró al falso gatomon ese día de lluvia, ¿un Digimon?

Cuando Lily fue casi empujada hacia él para la fotografía, simplemente dejó escapar una leve risa con calma al verla, su risa era el momento perfecto para fotografiarlo debido a su naturalidad y a su vez, por la modestia que mostraba. Lily en cambio bajó la mirada, con rubor tiñendo sus mejillas, y se alejó tras unos segundos hasta portarse detras de Alanna, para observar todo. - Debes relajarte Lily, no estamos en la torre de cristal, ni en la zona volcánica, no hay motivo de estar a la defensiva -Dijo a su tamer tras acariciar los cabellos de la mujer, como si fuese una mascota. Esta solo sonrió ante aquella caricia.

Tras unos segundos, un terremoto se presentó, un ligero temblor que generó que Fuji se mantenga impavido sin perder el equilibrio a pesar de su carencia de pierna. - ... -Observó el horizonte con calma, pero su expresión cambió, sus ojos dorados se agudizaron y sus cejas se fruncieron levemente, señalando con la diestra el automovil de la joven. Conocía esos temblores como si fuesen cosa de todos los días, mas aun puesto los árboles de la lejanía no habìan siquiera movido sus copas. - Mi D-Scanner, Lily -ordenó, tras estas palabras, la "asistente" se movió hacia el automovil en el que habìa llegado, y en cuestión de un par de segundos, traía el digivice del peliverde desde la guantera.

Se lo entregó, y este lo sostuvo en la zurda, llevando su mirada a la joven con una sonrisa adornando su rostro como hasta hace unos segundos. - Nada de que preocuparse, estamos en Japon, las placas tectonicas son traviesas por aquí, ¿cierto? -bromeó riendo, antes de, inadvertidamente, observar los alrededores, mas valía prevenir que curar.

Off: Perdon por la tardanza. <3

Alanna obervó como el terreno no se movía un apice, pero los temblores se dieron por segunda vez. La chica tomó su cámara, y se llevó una mano al bolsillo de su vestido, deseando tener ya a su compañero, el digivice le daba cierta seguridad, hacía que supiera que su compañero estaba por algún lado, buscandola, esperando por ella, y ella, lo buscaba y esperaba por él, a su vez.

Era algo reciproco, y, por lo que había visto, los lazos se volvían más fuertes cuando los digimons y sus humanos se unían, luchaban juntos, se compenetraban, pero en ese momento estaba con un civil, un civil importante, por si fuera poco, y no tenía modo alguno de protegerlo, tal vez, lo mejor sería salir de allí, tomar el coche y... ¿y qué? ¿Dejar que un digimon lo destrozase todo?, no, no podía hacer algo así.

Miró como la secretaria de Fuji corria al coche y le entregaba una especie de agenda electrónica mientras el decía algo de placas tectónicas... Alanna asintió, cierto, tal vez solo fueran temblores de tierra, ¿no?, Un nuevo temblor sacudió el suelo, pero ni flores ni árboles se movieron, no, eso no era un terremoto. Pocos segundos pasaron hasta que, por el fondo del vaye, cerca del pueblo que había algo más allá, una especie de erizo amarillo, con pinchos, y un bolardo metálico en la cola e acercaba con pasos firmes,últimamente se había empezado a interesar por los digimons, desde que sucedió lo de Sigrun, y, si no se equivocaba, eso era un anquilomon.... ¿qué haría en un lugar tan lejano?

- E...- No sabía que decir, el digimon se acercaba al pueblo, y ella no tenía modo de detenerlo, ni podía dejar las cosas así, tampoco saía que decir para que Fuji no lo viera, así que, sin más, se lanzó de cabeza a correr hacia el anquilomón, aun sabiendo que de nada le valdría.- Se que es raro, y... no puedo hacer nada pero.... bueno, tampoco me voy a quedar quieta- medió explicó a los otros dos presentes, empezando a avanzar, cayendose a los pocos metros por un nuevo temblor.

Tras iniciar la carrera, escuchó que el chico le intentaba dar una justificiación que era, cuanto menos, igual de tonta que lo que ella había dicho, ¿unos efectos epeciales de televisión? El señor primer ministro debía haber pensado que ella no sabía nada de retoques, efecto o... cámaras, irónico, dado que era fotógrafa, en otro momento, se habría reido, ese tipo de despistes, tan diferentes a los suyos, que eran mucho más graves, le resultaban encantadores, pero en ese momento, la situación era demasiado seria.  No podía permitirse reir.

Contempló como dos cadenas de datos rodeaban la mano del chico, y, tras pasar un digivice muy similar al suyo, pero de diferente color, los datos pasaban a rodearlo a él y lo trasformaban en un digimon con armadura negra y pelo dorado. Desde el suelo miró como el digimon se alejaba y le ordenaba quedarse rezagada junto a la secretaria. Con ojos abiertos como platos, y la boca formando una O, vio alejarse con una enorme velocidad al chico.

- ¿Un dígimon?- preguntó en a penas un murmullo.- ¿Fuji es un tamer?- se giró a preguntar a la secretaria- eso tengo que verlo- comentó saliendo disparada detrás de él, con un paso mucho má lento en comparación al del chico.

Sacaría fotos, pero no la spublicaría, eso no sería ético, pero no podía perder la oportunidad, además, ya se haría ella cargo de que él no se enterase hasta el último momento. Empezó a avanzar hacia el espectáculo, que se olía iba a montarse a las afueras del pueblo, solo deseaba que no saliera nadie herido, ella no podía intervenir, no tenía fuerza, aunque si alguien se hería, tal vez pudiera aplicar primeros auxilios.

Pensando en eso, se giró y corrió hasta su coche, abrió la puerta de atrás y sacó un botiquin de bajo del asiento del conductor, lo tomó en brazos y, tras cerrar, volvió a salir corriendo, al menos podría ayudar de algún modo, aunque fuera una inutil luchando, podría ayudar de algún otro modo.