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Ruido Blanco Evento10
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El descubrimiento de las ruinas del Monasterio Draco, tallado en lo alto de una desolada montaña en el valle de los dragones, ha despertado un gran interés por todo el Digimundo. Principalmente porque según los tallados de la pared exterior dentro de las ruinas se encuentra un obre mágico que contiene en su interior la data y poder del treceavo Royal Kinght, la cual sera dada a quien reclame dicho objeto. Según la historia grabada en los murales, el obre fue dejado allí por el mismo Royal Kinght en caso de que su poder sea necesario para derrotar al mal que se alce en el futuro...por desgracia semejante premio también a llamado la atención de quienes usarían el poder para sus propias metas egoístas. Por lo que esta aventura ahora se a vuelto una carrera por ver quien consigue el gran premio.
6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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Mensaje por Roku Ginshô Lun Abr 18, 2016 7:31 am

Aviso:

-Capítulo 1: Toc, toc-













No sé qué hago aquí. Me duele. Tengo frío y calor. No puedo ver nada. Sigue doliendo. Por más que intento recordar no viene nada a mi cabeza, arde. Quiero que alguien me diga qué pasa. Sigue doliendo. Intento mover algo, mi mano derecha reacciona, pero solo se mueven los dedos, y un poco. Repito la acción con la izquierda. Y el dolor viene con más fuerza que nunca.

Intento soltar un grito. Mi garganta se tensa y con gran esfuerzo trato de vociferar si hay alguien. Pero no. No solo nadie aparece. Tampoco puedo gritar. Oigo un lastimoso y apagado “ah...ah...”, y reconozco lo que suena como mi voz. No recuerdo cómo era, pero dudo que alguien que no quisiera desesperadamente pedir ayuda produjera ese sonido a posta.

Aún nada. Estoy inmovilizado, y la sensación sigue siendo horrible. ¿Qué me pasa? ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? Solo tengo preguntas y por más que pienso y pienso no hay ninguna respuesta. Tengo miedo. Miedo a quedarme así siempre. Miedo a que nadie venga. Miedo a que siga doliendo.

Pero lo que más miedo me da... Son las respuestas.

No puedo recordar quién soy, pero sé expresarme. Puedo componer frases y tengo concepción de existencia. Ergo, no soy un recién nacido y, si lo soy, tengo una inteligencia tremenda. Puedo saber cómo es un ser humano, los únicos que disponen de pensamiento. Por tanto, soy humano. O un animal único superinteligente. No, tengo pulgares oponibles y no siento cola alguna. Sí, soy humano. Lástima. Me hubiera gustado ser un koala. Al menos ellos están veintidos horas durmiendo por gusto, y no porque “algo” les pase...

¿Que cómo sé qué es un koala? Ni idea. Y eso me aterra.

No tengo concepción del tiempo. Contar de segundos a minutos y luego a horas me desespera más que el silencio. Ese terrible y eterno silencio de mi cabeza... Intento relajarme. Oigo algo, pesado y repetitivo, y lo acompaña una ligera presión en lo que creo que es mi pecho. ¿Estoy respirando? Vale, sí, respiro.

Estoy vivo.

Pero no le veo diferencia a estar muerto.

Luego oigo otro sonido, varios sonidos. Su sonido es claro si me concentro en uno, es como una nota, pero juntos conforman algo más complicado. Molesta. Es como tener un jaleo en el oído, pero puedo ignorarlo. Puedo hacerlo. Puedo si sigo pensando.

Pero, ¿en qué pienso? Todo lo que veo es negrura. Cómo sé el nombre de lo que estoy viendo si no sé ni cómo me llamo. ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien que pueda explicármelo? Por favor, que se calle ese ruido...

Calma, calma de una vez. No vas a solucionar nada preocupándote.

Pero tampoco hay solución factible aquí. “Factible” viene del latín, del verbo “facere”, y es un verbo auxiliar en muchas lenguas de occidente... ¿De dónde ha salido esto? Es más, ¿cuál es mi lengua? ¿Y cómo sé qué es factible y que no si no he hecho nada? Preguntarme todo esto es como efectuar un kyôka suigetsu, expresión japonesa que alude a la Luna al reflejarse en el agua y parece un elemento real, pero no lo es, y se usa cuando creemos que algo es cierto sin certeza de su posible inexistencia...

A partir de aquí empiezo a discernir imágenes. ¿Recuerdos? Son palabras en un espacio blanco... “Kanjis”, escritura oriental... Vale. Soy, soy de oriente. ¿Qué es oriente? La zona del mundo por donde el Sol inicia su recorrido en un día.

Sé algo de mí, pero no sé cómo he sabido esto. Sigo concentrado en eso, en los kanjis. Reconozco palabras, ideas y demás. No es entretenido, pero por lo menos ya no todo es oscuridad. Sigo teniendo preguntas, pero ahora hay algo.

Pero una idea acaba con todo esto, volviendo al punto inicial. Si no puedo demostrar que estoy vivo, entonces estoy viendo el reflejo de la Luna en el agua. Creo estarlo, pero es solo un espejismo. Nadie sabe con certeza qué es la muerte. Por todo esto hay una respuesta lógica a todo esto. Yo ya estoy muerto. Así que estó es el gran enigma.

La post-vida es un espacio negro donde a veces aparecen tus recuerdos. Y el ruido supongo que será mi cuerpo deteriorándose. Pero y el dolor. El dolor nace de los receptores sensitivos, si estoy muerto no funcionarían... Aunque... Hay casos donde una extremidad ausente aún se nota, “miembro fantasma” lo llaman.

Efectivamente, estoy muerto.

Nadie va a venir a ayudarme.

Me hubiera gustado saber qué hice en vida.

¿Fui una buena persona? ¿Tenía familia? Sé muchas cosas, pero no cómo usaba estos saberes... ¿Sirvieron a alguien o algo? ¿O solo cometí errores? ¿Hice daño a alguien? Bueno, si estoy muerto puede que la balanza se incline hacia lo segundo.

Supongo que si tuviera ojos funcionales estaría llorando.

Bueno. Sigo aquí, y la información que rememoro fluye. Algo relaja. Es mejor que el ruido o el dolor, ¿no? Ahora me intentaría reír. ¿A quién le estoy preguntando?

… ¿Qué es eso? Una “voz” en mi cabeza. Y no soy yo. ¿Qué haces? Piensa, piensa, ¿qué puede ser? No, idiota, mejor, ¿qué dice? ¿me conoce? No, no puedo hablar, no puedo preguntarle, pero ahí está, ¿no? Entonces, ¿estoy vivo?

No... Será un recuerdo. Uno muy vivido. A ver, qué dice. “Cuentos de los hermanos Grimm. Hoy te voy a leer La princesa cuervo, espero que te guste”. Aguda, con melodía, diría que hasta dulce. Una voz de mujer. ¿Mi madre? ¿Mi esposa? ¿Mi hija? No lo sé, pero es... Agradable.

El tiempo sigue avanzando, y he podido conocer historias nuevas. No sé si son recuerdos, pero si pienso en eso recuerdo que estoy muerto. Mejor sigo con la ilusión de que no, ¿vale? Quiero soñar una última vez. Por favor... Las historias ya van a más: El cantar de Roldán, El rey Arturo, Los Tuatha de Danann, Beowulf, Los tres Mosqueteros, El Vampiro, Cuentos de la madre Oca, Estudio en escarlata... Sigo sin saber cuántos días he estado así, pero el listado es cada vez más amplio.

Y lo mejor de todo es que mientras estas historias eran contadas, una voz nueva apareció. Grave, sentenciosa, fuerte. Creo que es de hombre. Igual soy yo, recuerdos más profundos. Me gusta su voz. Me hace sentir seguro. Esta voz me cuenta historias sin personajes, más bien parecen “datos”, informaciones relevantes unidas por un tema común: “historia”, “anatomía”, “lengua tradicional”, “matemáticas”, “latín”... Y se van complicando. No puedo recordar los títulos de todas las lecciones, me entretienen más las andanzas de Percival o Balar, hasta prefiero las andanzas de Athos aunque le siga personajes como Porthos o D'Artagnan. Pero algo queda, vocabulario y cosas con las que entender mejor las historias de la primera voz. Todo eso queda. Y me gusta.

Me siento como un niño pequeño al que sus padres le leen una historia.

Maldición, ahora vuelvo a sentir ganar de llorar...

El tiempo sigue. Aunque no sé si esto se le puede llamar tiempo. Espero que sí, lo que ocurre ahora es presente pero se vuelve pasado, y lo que no ha ocurrido es futuro. Pero claro, si en algún momento vuelvo al punto inicial supondría que es un bucle, una memoria cíclica. Y eso supondría lo que ya sé, que no estoy vivo. De hecho cuando recuerdo cosas que me han parecido interesantes o los momentos de mis personajes favoritos, me aterra que sean eso, un ciclo.

Piensa en positivo, hay algo, ¿vale? No dejes que el ruido o el dolor te alejen de las voces. No pienses en la soledad, hay mucha gente que ha hecho grandes cosas sola. Aunque Larra se pegó un tiro en la mandíbula, y Caravaggio fue de exilio en exilio. A Napoleón lo dejaron morirse en una isla... Dios... Ahora solo puedo pensar en muertos... De Date no se encontró nada, y de Nobunaga igual... A ellos se les recuerda si yo los puedo rememorar... Pero, ¿quién me recuerda a mí?



Las voces vuelven, pero me da miedo pensar, hablar, o lo que sea esto. Solo quiero escucharlas, aunque sean yo mismo recordando algo. Es mejor que la realidad. O al menos, eso creo.

No pienses, yo, no pienses, solo atiende y céntrate en lo que te guste... ¿Qué me gusta? Lo que me ayuda a no pensar, lo que es natural para mí. ¿Y eso qué es? No lo sé, aprende, ten nuevos gustos. Disfruta. ¿De qué? No-lo-sé, simplemente, atiende.

Blanco.

No hay negro, es blanco.

Siluetas.

¿Veo? Veo. Creo que estoy viendo. Hay figuras negras tras lo blanco. Siluetas. Estoy viendo. Los fotones de luz colisionan con objetos tridimensionales y mi ojo, que dispone de los medios, recoge dicha onda para proyectar una imagen en mi cerebro a través del nervio óptico. Es lo que puedo recuperar de la explicación sobre cómo funciona el ojo y la vista. ¿Pero a quién diablos le importa? Puedo ver. Eso significa, significa...

Que estoy vivo, joder, estoy vivo... Tenía miedo, tanto miedo. Pero sigo aquí. Soy algo, soy alguien. Existo. Noto algo húmedo donde deben estar mis ojos. Lloro. Debería ser algo triste, pero no. No puedo ser más feliz. Estoy vivo.

Los días pasan. A veces entran siluetas y me hacen volver a lo negro, pero aunque la primera vez pensé que estaba muerto de verdad, así que estas pausas no me molestan. Bueno, vale, la primera vez volví a llorar, creo, pero luego uno se acostumbra. Las voces que me cuentan cosas también tienen silueta, es más agradable que los que me hacen “apagarme”, aunque no sé si esta expresión es correcta.

Puedo oírlas a veces sin verlas, y es raro, pero me da igual. Estoy vivo.

Supuestamente debería alterarme por no poder moverme ni salir de aquí, de donde quiera que esté. Pero no. de no tener “nada” he pasado a “tener”. Si pudiera mover la boca sonreiría. Mas no creo que esto sea factible. Cuando hablo con estas palabras aprendidas me siento raro. ¿Será que no las usaba cuando me movía? ¿Eso será lo normal o soy raro? Bueno, no importa.

Un día las siluetas discuten. Creo que es discutir porque uno grita, habla fuerte, y tiene aspamientos, se mueve muy violentamente. Los otros mantienen la distancia, pero uno de ellos le responde.

-...Ya le hemos dicho que él no le oye. El traumatismo fue muy grande, y aunque ya esté operado no sabemos cuántos daños hay en el cerebro. Podría ser un vegetal y estar así toda su vida, ¿lo entiende?-creo que no se refiere a que soy una verdura, sino a que estoy en coma- Venir cuando puede a leerle no va a servirle de nada. No va a despertarse antes-aunque durmiera con esos gritos no podría dormir, silueta nº1.

-¡Y yo le he dicho que se calle!¡¿Quién paga el maldito tratamiento?! ¡¿Quién se cree que costea el puñetero hospital?! ¡¿Usted?!¡No, yo!-vaya, menudo vozarrón, silueta nº2... Y me quieres sonar, pero ahora ando adormilado y no caigo...-¡Aunque esté muerto ustedes aceptaron tratarlo, por eso se costruyeron estas instalaciones, por eso lo van a seguir operando y por eso les pago el sueldo que les pago! ¡Y si quiero venir a leerle, ustedes se callan y se dedican a sus vidas, a otros pacientes, o a zascandilear por ahí, me importa una...!-un momento, es la segunda voz, sí, es su timbre, y esa última palabra no se utiliza, o por lo menos las madres dicen a los niños que no la usen.

-Cálmese, por favor, y sea razonable-yo habría huido a esos gritos, silueta nº1-. Ya le explicamos la memoria de trance y la posibilidad de que él los escuche y pueda aprender de las lecturas. Pero esta solo se aplica si las conexiones están bien. Un daño severo, un fallo en el riego cerebral, y aunque lo mantengamos vivo ni podrá aprender, ni despertar. ¿No quiere entenderlo? ¿O es que cree que un día va a levantarse solo -eso duele, no puedo moverme- y va a decir “oh, mira, recuerdo todos los días y puedo volver a mi vida norm...”

La segunda silueta tumba a la primera con lo que parece un soberbio puñetazo. Esta empieza a hablar, pero el timbre va decayendo, tiembla, como si dudara o... O como si estuviera llorando.

-¡No soy estúpido, sé muy bien cómo está! ¡Pero aunque sea un 1%, o menos, aún puede volver, ¿entiende,-otra palabra malsonante, esta es de las grandes-?! ¡Si un día despierta, si puede recordar algo, no quiero que vea que no vinimos ni una sola y -esto creo que se llamaba censura- vez a verle! ¡Ya lleva aquí cerca de dos años, y me da igual que su estado siga siendo crítico, me da igual que cualquier día su corazón falle o su cerebro se apague! ¡Sigue siendo mi hijo, y hasta que no vea que sus constantes están en cero, hasta que no venga un -...censura...- forense a decirme que está muerto, que no se puede hacer nada, yo y mi mujer vamos a seguir viniendo. ¿entiende?! ¡Si se despierta y quiere ser médico, policía, astronauta, veterinario o un maldito payaso de circo es lo que va a serlo, y el tiempo aquí no le va a quitar su sueño, ¿lo ha entendido?!¡Pues recoja sus bártulos y salga de este hospital, puedo encontrar otro médico igual de capaz que gustosamente aceptaría el mismo contrato que usted firmó en su día!

-... Es usted un demonio incapaz de escuchar la buenavoluntad de...

-Se lo repito por última vez. Soy padre, y me importa bien poco su opinión. Yo pago el hospital, yo mando. ¡FUERA! ¡¿Cree que me importa que me considere un demonio?! Ojalá dar mi vida bastara para que mi hijo volviera, pero no es así...

Se emborronan las imágenes. Debo estar llorando. Todo este tiempo ha sido mi padre. Todo este tiempo a estado a mi lado, incluso cuando no podía pensar. Tengo familia. Y me quieren. ¿Y todo esto es por mí? Levántate, cuerpo. ¡Me están esperando! ¡Reacciona, muévete de una maldita vez! ¡Vamos! ¡No quiero que ellos lloren! ¡Me da igual lo que duela, alza la mano, grita, haz algo! ¡Por favor, se preocupan, por favor! Si Dios existe tiene un extraño sentido del humor...

Porque de verdad... Quisiera gritar... Pero no tengo boca.

Sigo aquí. Encerrado. Pero vivo. No estoy muerto. Ahora más que nunca sé que no. Mejora. Recupérate de lo que te pase. Gana fuerzas. Crece. Aprende de mamá y papá, de sus visitas y lecturas. Ignora el dolor. No te rindas. No estás muerto. Estás vivo. Grítalo. Diles que sigues aquí, que estás bien, que vas a volver, ¡por lo que más quieras, grita!

-Ah...ah...-¿a eso llamas grito? Normal que estés en una cama porque eres penoso...-Ah.. ¡ah!-intento moverme pero nad... El brazo derecho reacciona, vamos, mueve los dedos, o algo. Golpea... Un poco más fuerte... Creo que viene alguien...

Una silueta ve mi peculiar intento y va a buscar a alguien. Otras siluetas vienen y me retiran lo que me tapaba los ojos: muchas, muchas vendas. Todo brilla demasiado. Me pasan una luz por los ojos. Confirman que tengo respuesta ocular, mi pupila se dilata. Unos se quedan, otros corren. Mis ojos se acostumbran al entorno. Veo. Me hablan, pero apenas presto atención. He vuelto, de donde quiera que estuviera, he vuelto... Pero una mujer trae un espejo muy grande.

-Bueno, hijo-tú no eres mi padre, quiero ver a mi padre-, llevas dormido mucho tiempo, tal vez demasiado. Hemos hecho lo que podíamos, pero...

Veo mi reflejo. Por primera vez me veo. Estoy... Estoy mal. No tengo pelo, y el lado izquierdo de mi cara está inmóvil; mi ojo no se abre. Soy... ¿Soy tuerto? Luego mis brazos están descompensados. Uno es normal, pero el otro... Qué me pasó... ¿Qué diablos me pasó?

No soy un adulto, solo soy un pequeño niño. ¿Por qué no puedo recordar qué hago aquí? ¿Qué me arrastró al hospital?

-Llevas aquí desde los cinco años. Tras el accidente te operaron de urgencia, te estabilizaron... Pero no se pudo hacer más. La medicina legal no podía con tus lesiones. Y por eso tus padres costaron este hospital, sin ninguna restricción legal, para pacientes urgentes. No se acogen a ninguna ley que limite el trabajo médico, y por eso para curarte hemos... Hemos hecho cosas que de saberse aterrarían a la comunidad científica.

-¿Qué... decir?-hablar cuesta muchísimo, pretendía soltar “¿qué quiere decir con eso?”.

-La mayor parte de tus partes dañadas han sido estirpadas y sustituidas por... Bueno, por... Mejor preocúpate en curarte. ¿Vale? Has sido el primero de muchos. Gracias a tus padres hemos salvado vidas condenadas. ¿Entiendes? Digan lo que digan, son héroes.

-Sí... Héroes...-es lo que puedo mascullar; claro que son héroes, vienen siempre. Siempre.

Los días siguientes me hacen más pruebas. Al parecer recibí un golpe casi letal en la cabeza. Para preservarse del daño entré en coma casi al instante, pero unos centímetros más y habría sido una muerte instantánea. “Milagro” era lo que más repetían cuando se referían a mi caso. Desde entonces habían estado sometiéndome a operaciones para intentar restaurar el daño, pero nunca conseguían establecer un progreso en mi recuperación, por lo que debían volver a empezar de cero interviniéndome una y otra vez... Durante dos años.

Dos años “muerto”.

Aún asimilaba la idea mientras observaban que las últimas operaciones no producían rechazo alguno por mi parte. Así que había despertado en el momento justo. Otro “milagro”. Sí, soy afortunado. Pero lo que siento ahora mismo en mí es dolor. No del físico.

Me duele el corazón.

¿Qué me paso para estar así? ¿”Un traumatismo”?¿De qué magnitud? ¿Dos años siendo operado? ¿En un hospital pagado por mis padres? ¿Quién soy? ¿Y por qué tantos esfuerzos en mantenerme vivo? ¿Era un nuevo comienzo? ¿Sigo siendo yo o ahora soy “otro”? No podía recordar nada anterior al accidente, solo eran imágenes difusas y borrones.

Por suerte alguien vino a verme. Él tendría respuestas. Pero no era mi padre... Papá, y tampoco mamá. Era un tipo alto, de pelo y ojos castaños y una cicatriz en la mejilla. Iba con un curioso traje, lo que parecía una espada de... ¿Madera? Y una especie de mochila.

-Hola peque, tanto tiempo-decía canturrenado-. ¿Estás bien? ¿Te han tratado como corresponde en el hospital? Venga, cuéntame qué se siente o si necesitas algo.

-Disculpa...-aunque me habían mirado la garganta y me la estaban tratando con terapia, aún costaba hablar- Pero no tengo idea de quién eres.

-Vaya... Bueno, sales de un coma tras una lesión cerebral... Es normal que tengas lagunas...-dijo rascándose la nuca nerviosamente-Así que debería actuar de modo maduro como corresponde... Soy tu hermano mayor, Kenichi Ginshô. El mayor de todos, pero como somos muchos papá y mamá me dijeron que viniera a verte yo, para no saturarte...

-¿Y ellos? Papá y mamá...-así que tenía hermanos, que bien, aunque me bastaba con padres una familia grande era una agradable sorpresa, pero me apenaba haber preocupado a más gente...

-Trabajan, y no pueden venir. Pero tranquilo, nada más se enteraron de que te has despertado están cambiando su planning para venir a verte, pero claro, vienen del extranjero y son varias horas de vuelo, sin contar que no pueden faltar a según qué citas... ¡Pero vendrán!

-¿Y por qué tú no has venido... A verme? Pude ver cómo ellos venían y me leían cosas, algo recuerdo... Pero no recuerdo hermano alguno...

-¡No nos dejaban entrar! ¡Ya costó que papá y mamá pudieran venir! No veas cómo se pusieron cuando les dijeron que nada de visitas... Y aún más cuando papá se empeño en leerte para ver si con estímulos positivos te despertabas antes... Casi mata a más de uno. Mamá reaccionó peor...-se tapó la boca como su hubiera dicho algo que no debía- Este... Pero ahora es distinto, podemos venir-sonrió aún más si cabía-. Y en unos meses ya vendrás a casa y podremos hacer las cosas de antes. Bueno, cómo estás.

-No lo sé, no recuerdo nada. Ni cómo son papá o mamá ni a vosotros. Duele. Pensaba que estaba muerto.

Kenichi puso ojos llorosos. Mi hermano mayor era muy sensible... Pero no salió lágrima alguna, o al menos no aprecié ninguna. Saco un paquete de algo pastoso en láminas y empezó a mascar uno ruidosamente. Suspiró y volvió a sonreír.

-No lo estás. Sigues vivo. Y como hermano no volveré a dejar que NADA -esto lo dijo tan fuerte que me dio la impresión de que la habitación tembló- vuelva a hacerte daño. Soy el primogénito de los Ginshô, y mi deber es proteger a Japón y, más que nada, a ti.

-Gracias... ¿Y esa espada?-me daba curiosidad, no sabía que existían palos con esa apariencia.

-Ah, soy campeón regional de kendo juvenil. En unos meses me presento al nacional, a ver si gano el trofeo-esta vez se sonrojó un poco-. Por lo que se ve soy bastante bueno. Cuando tuviste el accidente no sabíamos qué hacer, así que cada uno se volcó en algo. En mi caso, para darte un buen ejemplo si volvías, me volqué en todo.

-¿Y eso qué significa?

-Primero de mi promoción. Siempre. “Don Perfecto” me llaman. El día del accidente recibí esta cicatriz, y eso solo ha incrementado mi atractivo. Las tengo a todas locas y...-se quedó un rato pensando- TÚ ERES MUY JOVEN PARA TENER NOVIA, ¡eres casi un bebé, aunque hables como un señor mayor!

-Vale, no me interesa eso ahora... Tengo otras cosas de las que preocuparme. Debo recuperar la movlidad, musculatura y seguir aprendiendo,¿no?

-...Oye, que eres un niño, también debes divertirte y eso...

-No, os he preocupado mucho, y no quiero volver a ser... Esto-dije intentando señalarme-, así que voy a ser como tú, Don Perfecto.

-...Que en serio, no era esa mi intención, solo quería que cuando te despertaras dijeras “Oh, que hermano más cool tengo, seguro que es genial ser él” o algo así...-se iba poniendo más nervioso ante mis asentimientos- Pero ahora debes descansar.

-Quiero que me enseñes a usar la espada cuando pueda moverme. Si tú me proteges a mí yo también quiero proteger algo.

-¿El qué?-dijo con una cara de curiosidad tal que parecía un niño pequeño.

-Vuestras sonrisas, las de la familia... Y... ¡Y no dejar que ninguna familia pase por algo así!¡Proteger a todos!

-...-no sabía si se contenía la risa o si iba a llorar por algo- Vale, vale, yo te enseño kendo cuando salgas de aquí, ¿algo más, peque? ¿te traigo algún libro, comida, juegos...?

-No, aún estoy a suero y no sé por qué libro podría decantarme... Pero... ¿Me das de eso que comes? Tengo curiosidad.

-¡Ah, nononono!¡Ni hablar!¡Son mis chicles superespeciales de hermano mayor, y solo yo puedo comerlos!¡Tú eres muy pequeño!¡Prohibido!¡Te lo prohibo como hermano mayor! Pero puedes pedirme otra cosa.

-...Vale, creo que la otra petición es más simple, Kenichi Ginshô.

-Para tí es solo Kenichi, Ken, o “hermano mayor”. Vamos, pide lo que quieras, peque. ¡Salvo mis chicles!

-¿Cómo me llamo yo?

-Ah, es verdad, que no recuerdas nada. Tienes un bonito nombre. ¡Pero el mío mola más! Tu nombre es ¿¿¿¿????

Y un súbito dolor se apoderó de mí. ¿Por qué? ¿Por qué mi nombre supone el ruido más molesto de todos? Duele. Duele otra vez...

-¿¿¿???,¿qué te pasa?-le miro, pero la imagen se hace borrosa-¡Que venga alguien!-es lo último que oigo antes de volver a la negrura.

¿Por qué lo que más me duele en el mundo es solo una palabra? ¿Y por qué no puedo recordar mi nombre? Cada vez que lo oigo solo noto una opresión, pero a los pocos minutos olvido cómo es... Algo va mal en mi cabeza, lo sé. Pero no encuentro el motivo de esto.

¿Qué me pasa?

Volvemos a las pruebas. Saben que falla algo, pero es normal. Las lesiones siguen ahí, pero no son esas las que atienden ahora. Vienen tipos para ver qué ocurre. Kenichi... Mi hermano mayor, se queda a mi lado, atendiendo a lo que dicen. Ya no sonríe, está serio. Prefiero cuando sonríe, no me gusta verle así. Quiero saber qué me ocurre, qué falla.

-De acuerdo, dime, qué ves aquí-me dice enseñándome una lámina con manchas-. Qué te sugieren las imágenes.

-Veo “algo” con cuernos, parece un rostro humano, pero poco más...

-¿Y aquí?

Las punzadas vuelven, esta vez con náuseas. Por lo visto en esos manchurrones inconexos se encuentra “parte” de mi nombre, y ya basta para inducirme este pánico. Una mezcla de miedo y desesperación que despierta mis receptores del dolor, causando... Esto.

Hablan de una asistencia médica adicional, de ayudarme a superarlo. ¿Superar el qué? ¿Que ni siquiera puedo saber cómo me llamo? Es completamente ridículo. Pero al parecer han encontrado la fuente del problema. O eso dicen, pero las pruebas siguen. Intentan llegar a la fuente de mis traumas, a los recuerdos que se han quedado dentro de mi memoria. Pero apenas hay con qué trabajar. Solo recuerdo distorsiones, imágenes difusas... Con papá y mamá, algo de la escuela, mis hermanos... Pero nada concreto.

Miento, sí hay un recuerdo perfecto. Volvió al poco de empezar a recobrarme. Luces y una piedra que me aplasta. Pero más, hay algo más. “Alguien” a mi lado mientras me sepultan, pero quién. Quién es esa persona. Me dice una palabra. Y lo entiendo, es mi nombre. Pero quién es esa persona. ¿Y por qué duele?

Siguen tratándome. No hay rechazo físico. No más operaciones. Ahora solo queda que se repare, mi cuerpo debe regenerarse solo. Pero mi cerebro no, no sé qué falla. Ellos se intuyen algo. Empezamos con tratamiento y pastillas. Irónico. Me retiran la medicación del cuerpo, pero me dan para mi cabeza. No sé qué pensar. ¿Son los fármacos, o ciertamente ya no me queda nada que pensar?

Kenichi sigue viniendo. Me ayuda a recordar. Me habla de mis hermanos, de casa, de papá y mamá. Él dijo que estarían aquí en unos días, pero ya han pasado semanas. ¿No vienen porque siguen trabajando? ¿O no quieren ver a un hijo que está roto? ¿Y si me odian? Estas ideas no me dejan dormir, pero no quiero preocupar a mi hermano. Solo quiero saber qué me pasa.

Todo esto sigue sin un rumbo fijo. Vienen médicos, me hacen preguntas, respondo, y seguimos igual. Parece que encuentran la respuesta, que saben qué me ocurre, pero no me lo dicen. Sigo igual. Y duele. Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, me siento enfermo. Me dijeron que iba a estar bien, que saldría de aquí, pero me mantienen encerrado, y no dejan que nadie venga a verme. Ya ni Kenichi puede entrar, me dicen de que hay un “rechazo” por mi parte. ¿Qué rechazo? ¿Piensan que quiero seguir estando solo? Por favor, que lo dejen entrar... Los segundos se hacen horas, largas e interminables horas.

Las cuatro paredes comienzan a agobiarme, así que miro por la ventana. Pero la imagen no podría ser más deprimente, pues loque veo es una libertad que yo no tengo. ¿Estaré aquí para siempre? ¿Me han abandonado? No puedo recordar nada, no sé qué hice antes de despertar aquí... Pero debió ser algo muy malo. Quizás este es mi sitio, quizás no deba salir. Tal vez no debería haber despertado nunca. Así papá y mamá no tendrían que molestarse en haber venido y Kenichi no fingiría que todo va bien, ¿no? ¿Entonces por qué? ¿Por qué sigo aquí?

Quiero salir, pero no de la habitación. Solo quiero que alguien me diga qué debo hacer para arreglar las cosas... O que me expliquen por qué estoy mal.

A veces me imagino que alguien me habla. Esa persona no existe, lo sé. Pero es agradable que una persona viene a verme y hablamos. Curiosamente, hace lo contrario que Kenichi y los médicos. Me habla de muchas cosas, pero nunca me pregunta cómo estoy, o si estoy bien. Puede ser raro, pero me relaja. No me recuerda todo el rato que algo va mal, que no voy a salir, que nadie va a entrar, que no hay pastillas o inyecciones de por medio. Es algo enfermizo, mortuorio... Pero me relaja.

Sin embargo, empiezo a saber dónde está el problema. Es muy simple. Cada vez que la conversación se dirige a mi nombre, un ruido molesto resuena en mi cabeza. Si me concentro, veo imágenes borrosas, interferencias. Hay... Hay una persona, me está llamando, pero algo va mal. Voy hacia ella cada vez que lo pronuncia, pero no... No sé, algo ocurre. Un golpe y todo se apaga. No sé qué paso, todo es confuso, solo es un sonido y los restos de una imagen.

Entonces por qué, ¿por qué cada vez que intento recordar duele tanto? Los latidos de mi corazón hacen que las sienes retumben, duele. Contra más pienso en ello, contra más intento recordar, mi cuerpo parece rechazar el esfuerzo con mayor violencia. ¿Quién es? ¿Por qué me está llamando? Por qué... ¿Por qué demonios me siento tan mal?

De pronto una sacudida hace que no pueda pensar más. Nace en el estómago y acaba en mi boca. Estoy vomitando. Al parecer lo hago de un modo extremadamente sonoro, pues ya empiezan a venir el equipo de enfermería, y, de nuevo, los doctores. Empiezan a medir y registrar mis constantes, pura rutina, pero veo preocupación y urgencia en sus ojos. Al poco, lo entiendo. Mis ojos están cubiertos de lágrimas, me sangra la nariz, y al ver mis manos he apretado tan fuerte que mis uñas están descarnadas, con finos hilos de sangre en algunas zonas. Y es curioso. No lo siento, no me importa. Lo único que puedo experimentar en ese momento, es impotencia.

La impotencia de no saber quién soy.

Continúan evaluando mi estado, y las preguntas continúan. Ya han encontrado el foco del problema, mi nombre, pero no saben qué pasa. Indagan en mí, quieren respuestas, pero cómo van a encontrarlas si ni yo sé qué me pasa. Solo puedo decirles que origina mi mal, pero no sé... No sé cómo solucionarlo. Vamos, lo primero que he recibido cuando desperté fue mi nombre. ¿Cómo puede ser tan dañino mi primer regalo? O al menos, el primero que puedo recordar.

Pasa el tiempo, y finalmente me exponen lo que ocurre. Mi cerebro conserva algunos recuerdos del accidente, de lo que me dejó en coma. Todo el dolor del momento, todas las emociones, se han conectado a una memoria, sirviendo mi nombre como “estímulo” para reavivarla. Al no poder comprenderlo todo, mi cuerpo colapsa. Una curiosa reacción para un caso curioso.

-Entonces, ¿qué puedo hacer? ¿Cómo puedo vivir sin un nombre?

No saben responderme, pero me dicen que en unos días tendré la respuesta. Espero. No tengo otra opción. De nuevo el silencio, la soledad, el dolor, el miedo, o, en otras palabras, mi rutina. El día llega, o así me lo hacen saber, y él aparece. Alto, recto, serio, un hombre de ademanes severos y una presencia brutal. Cuando abre la puerta, lo hace con calma, pero la fuerza con la que sostiene el pomo hace que cada tornillo, cada bisagra, resuene al únisono cuando hace acto de presencia, como si esta se subyugara ante su voluntad. Y esa misma habilidad penetra en la habitación, pues sin apenas mediar palabra todos los presentes, el equipo médico, se preparan para desalojar la sala. Y esto con frases cortas y una simple mirada, como si fuera un rey y cualquier muestra de rebeldía se castigara con la muerte.

El hombre se sienta, con una postura tan rígida y solemne que parece una estatua, y puedo sentir cómo sus pupilas recorren mi cuerpo, como si examinara en busca de algún mal. Con rapidez y aplomo alza su mano, como si esta pudiera extirpar cualquier mal o problema de mí, pero lo que hace a continuación me deja sin palabras. Simplemente posa su palma en mi cabeza y acaricia mi pelo, con una ternura y delicadeza impropias de alguien de su complexión y dimensiones. Noto un atisbo de sonrisa en su rostro, y con una voz profunda y seria declara con la misma seriedad que un juez dictaminando sentencia:

-Te ha vuelto a crecer el pelo, y estás más alto desde la última vez que te vi...- mientras retira su mano permanece mirándome- Crecéis tan rápido que me sorprende que, bueno, ya sabes... Seáis mis...-antes de terminar la frase ha deparado en algo- Tiene ojeras, ¿duermes bien? ¿necesitas algo? Lo que pidas lo tendrás, yo me encargaré de eso. Todo este sitio existe solo para atenderte, así que no te preocupes en el gasto, es mi deber como... Ya sabes... Yo soy...

-...-como si algo hiciera “click” empiezo a recordar; esa voz la he escuchado antes, pero aquel que hablaba siempre de forma clara y poderosa empieza a titubear, y sin embargo la deducción era tan simple-¿Tú eres mi papá?

El hombre, una vez más, se mueve con movimientos secos, precisos y poderosos. Se levanta de la silla y va hacia la ventana y se apoya en el marco. Parece una ilusión, pero en sus ojos percibí una humedad propia de una lágrima, pero esta no llega a completarse. Simplemente suspira e inicia su discurso:

-Si, hijo mío. Soy Ryutaro Reiji, actual patriarca de la familia Ginshô, tendrás muchas dudas, pero antes de responderlas solo quiero que sepas -de nuevo ese suspiro que parece durar años- que tu madre y yo nunca perdimos la esperanza de verte de nuevo así. Hemos invertido años de esfuerzos en que llegara este momento y solo puedo decirte... Que lo siento. Siento haber sido un mal padre incapaz de protegerte en aquel accidente. Siento haberte relegado a una cama durante estos años. Siento no haber podido hacer más. Pero también siento orgullo de ser tu padre, de que estés aquí, y de poder decirte con todo el orgullo del clan: bienvenido a casa, hijo.

Y antes de poder decir nada sus brazos me rodean en un abrazo. Puedo notar una calidez a la que no estoy acostumbrado. Por primera vez en mi vida puedo oír unos latidos que no son los míos. Y me gusta la sensación. Aún sin saber por qué empiezo a llorar, pero esta vez las lágrimas son igual de cálidas que la sensación, y me gusta. Ojalá cada vez que mis ojos empiecen a verter ese dolor líquido sintiera así de... Bien.

-Bueno, hijo mío, te lo he prometido y un Ginshô siempre es hombre de palabra. Dime, ¿qué te perturba?

-Pues...-ciertamente no sabría por dónde empezar- Por qué no dejaban a Kenichi venir a verme cuando empecé a sentirme mal.

-No podíamos arriesgarnos a que tu delicada condición empeorara. Hasta que no se pudiera identificar el origen de tu mal ni tu madre ni yo queríamos que nada te enturbiase. Igual pecamos de precavidos, pero te perdimos una vez, y no podíamos pasar otra vez por eso.

-Pero-llevarle la contraria ciertamente daba miedo-, pero estaba solo, y me sentía mal...

-Ya sé que no obramos del modo correcto, pero te prometo... No, te juro, que nunca más volveremos a permitir que nada te haga daño. Y eso, por supuesto, incluye la soledad.

-Entonces, ¿vendrá Kenichi a verme?

-Vendrá toda la familia. Si bien tu madre aún no puede venir por motivos de trabajo, en cuanto solventemos tu dolor organizaremos horarios de visitas para que los conozcas, por supuesto-de nuevo, la forma en que lo dice parecen más órdenes que una conversación-. Si no te importuna, dime: ¿qué te aflige?

-Pues -cuesta contárselo de un modo directo, pues parece una estupidez- mi nombre, el problema es mi nombre. Algo falla, y no sé el qué podrá ser. Cada vez que lo escucho o pienso en él duele, y no sé por qué..

-Entiendo, pero no acalles tus temores. Estoy aquí para buscarles solución.

-Hay algo que no entiendo, y me da miedo. Kenichi me habló de mis hermanos, y en total somos seis. Él es el mayor, y por eso se llama Ichi (“uno”), luego el resto poseen un nombre que contiene una partícula que alude a un número: “dos”, “tres”, “cuatro”... Pero yo soy el quinto, pero es intentar pronunciar Gô...-la náusea de nuevo- No puedo, siento que mi nombre está mal, que no es mío... Ni puedo pronunciarlo.

-Hijo mío. Yo soy Ryutaro (“niño del dragón”) Reiji ("ley", pero su kanji puede ser leído también como "número cero"), adquirí el apellido de los Ginshô al casarme por tu madre -el hombre apoyó su mano sobre mi cabeza, acariciándola con un tacto que solo podía definir como, ¿paternal?-. No soy un Ginshô de pura sangre, así que en mí no se aplica la tradición de los números. Eres un chico listo, ya te habrás dado cuenta de que "Reiji" puede leerse como cero. Tu abuelo gastaba esa broma de que era un "cero a la izquierda", pero yo nunca me sentí así. El nombre es solo una etiqueta de quienes somos. Antes que nada, soy vuestro padre, y estoy aquí para procurar vuestro bien.


-Aunque sea solo una etiqueta -dolía- ¿por qué me sigue ardiendo cada vez que pienso en él? Es una sensación desagradable, no me gusta...

-No te preocupes, hijo mío. No permitiré que nada ni nadie vuelva a hacerte daño-verle sonreír era raro, pues en un primer momento parecía carecer de esa habilidad, pero ahí estaba ese gesto-. Tomaremos medidas para esto.

-Pero es imposible vivir sin un nombre, y nada se puede hacer para evitar este hecho...

-Claro que se puede. Buscaremos un nuevo nombre. Puedes contar sin malestar alguno, ¿no?



-Siguiendo la tradición, me gustaría ser...


-Dime. no tengas miedo.


-Me gustaría ser el "seis","Roku".
Roku Ginshô

Roku Ginshô
Tamer
Tamer

Faltas :
Una por cada double.

Prueba de Rol :
A

Digi Puntos :
1060

Ficha :

NPCs :

Nivel On Rol :
Ancient spirit

Nivel On Rol de los Digi Aliados :
Sven-Hyper Spirit

Icono :
Union Saver: Organizacion mundial e interdimencional destinada a proteger, mantener el orden y justicia en ambos mundos

Rango y Unidad :
Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Rango y Unidad Digi Aliado :
Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Inventario :
Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10 Ruido Blanco Data10Ruido Blanco Data10
Ruido Blanco Digitr10 Ruido Blanco Digitr10 Ruido Blanco Digitr10 Ruido Blanco Digitr10
Ruido Blanco Cupo_d10 Ruido Blanco Cupo_d10
Ruido Blanco Cupode10


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