atrapado como un Tsukaimon[Priv. Alanna]

Miró su reflejo en el espejo mientras ataba con más fuerza su pelo, dejando que los bucles de las puntas golpeasen su espalda. Estiró su camiseta azul deportiva y se agachó para cubrir los calcetines cortos y blancos con sus medias negras y atar sus zapatos. Alzó la cabeza de golpe, notando como el pelo le golpeaba la espalda y salió del baño. Cogió su teléfono, se colocó los cascos en las orejas y, mientras Fireflight comenzaba a sonar, tomó su botella, el digivice y una toalla y salió de su apartamento cerrando la puerta con llave.

Metió las llaves, y el teléfono en el bolsillo de su brazo y enganchó el digivice a su cintura para, al instante empezar la carrera hacia el parque. Eran a penas las cinco y media de la mañana, normalmente se levantaba antes, ese día había remoloneado un poco, y ni tiempo para hacer la cama había tenido. Eso le había costado una bronca de Cat, que, como siempre, estaba pejigosa, quisquillosa y quejica. La paciencia de Alanna, aunque grande, acabaría por ceder en algún momento. Las pullas ya no le hacían gracia, los comentarios ya no podía pasarlos por alto, y sospecha que era por ese carácter odioso por lo que aun no había logrado convertirse en Digimon.

Estaba claro que Cat no la consideraba suficiente, no era la tamer que ella había buscado y lo dejaba claro en cada palabra, gesto o mirada, por eso, aun a sabiendas que, en ese momento, la gatomon estaba hablando con ella, no se dignaba a quitarse los cascos por mucho que notase la vibración del digivice en su cintura. Le importaba poco si pasaba algo importante, quería correr, dejarla lejos, a ella, al trabajo, a su madre, los estudios, el digimundo, y, solamente, correr. El ejercicio era para ella un remanso de paz. Bailar, correr, patinar, era lo que ayudaba a que se olvidase de sus heridas, físicas y psicológicas, a olvidar que estaba sola en una ciudad desconocida, a olvidar que, sin comerlo ni beberlo, la habían metido dentro de una aventura que no había buscado, pero que había aceptado gustosa, al menos, hasta saber que su digimon la consideraría una total y completa inútil, hasta saber que no sería más que una bolsa de basura donde Cat tiraría toda su bilis.

Mientras avanzaba soltando vaho por la carrera, vio, frente a ella, un patamon morado, y comenzó a detener su avance, se detuvo frente al pequeño digimon que parecía de peluche y se agachó frente a él, quitándose los cascos de los oídos. Apagó la música y dejó los auriculares en el bolsillo del móvil y suspiró sonriendo un poco.

- Ey, ¿te has perdido?- no esperaba que fuera a contestar, por lo que, con un dedo, le pinchó en la mejilla suavemente.- ¿No encuentras a tu tamer?- giró un poco la cabeza expectante.
- Déjalo Alanna, que se apañe.- reguiñó Cat desde su Digivice.
- Está en problemas, si no, no fingiría ser de peluche.- le contestó.- Vamos, te ayudaré.- sonrió tomando en brazos al pequeño Digimon.- Ahora si que parecerás un peluche.- rió un poco.- ¿Cómo te llamas? Yo soy Alanna, y la protestona del Digivice es Cat.- Se presentó con calma.
- Como sea peligroso no pienso ayudarte.- refunfuñó su digimon, mientras Alanna la ignoraba.

Mientras andaba esperaba que el digimon le dijera donde encontrar a su tamer o le guiase para dejarlo en el lugar al que quisiera ir. Sin embargo, pronto entendió que estaa confundida, no era un digimon que hubiera perdido a su Tamer, o que fuera en su busqueda, al igual que debería suceder con ella, se había convertido en su Digimon, era un Tamer con Digispirit. Se detuvo dispuesta a soltarlo o mirarlo para seguir con las preguntas, porque, aunque llevase ya cerca de dos meses con Cat, aun no hbaía logrado adquirir forma de gatomon, por mucho que lo hubieran intentado en casa.

El digivice se encendía, un anillo de datos rodeaba su mano, podía escanearlo, pero, en el momento en el que debería ver desde una estatura baja, seguía siendo ella misma. En realidad, solo encontraba tres razones para esto, o bien ella no era la adecuada para Cat, o bien no estaba preparada para que Cat entrase en su cuerpo y descubriera todo sobre ella, o era Cat quien se negaba a que pudiera saberlo todo sobre ella. Aunque, probablemente, fueran ambas quienes tuvieran dudas. No era fácil abrirse, dejarse conocer, permitir que otra persona hurgase en los rincones más recónditos de tu mente, que conozca todo de ti, tenía más secretos de los que le gustaría admitir, y mucho que no conocía nadie, le gustaba guardarse todo para si, sobretodo lo malo, nadie tenía que soportar su dolor, más que ella, porque nadie estaba nunca ahí para echar una mano.

Cada quien tenía sus preocupaciones, y aunque ella estuviera dispuesta a ayudar, si había llegado sola hasta donde estaba, seguiría igual. Comprendía que Cat pensaba como ella, eran demasiado parecidas, en ciertos aspectos, como para poder llegar a entenderse, aunque no iba a dejar de intentarlo. Iba a lanzar su pregunta, cuando una voz sonó a su frente haciendola alzar la cabeza. Un trío de patanes, con las mejillas rojas, andares tambaleantes y voz gangosa se acercó a ella. Pero el pequeño Digimon que llevaba en brazos soltó a penas dos puyas y los hizo salir con lágrimas en los ojos.

Alanna pestañeó un instante, y escuchó la voz de Gatomon desde su cadera. Soltó al patamón y tomó su Digivice para ver a Cat, que, algo tensa comenzó a explicarle que había pasado. Tenía suerte de tener a Cat cerca, esa digimon parecía una enciclopedia con patas, todo lo ignorante que era ella sobre el mundo digital, lo era Cat de inteligente. Al igual que, que todo lo que desconocía Cat del mundo humano, lo conocía ella.

- No es un Patamón, es Tsukaimon, y lo de ahora ha sido parte de su ataque, "mal mensaje", hace llorar al oponente, por tonto que sea lo que diga...- explicó sin olvidarse de criticar.
- Vaya...- comentó Alanna.- Un placer Tatakai, así que eres un Tamer con Digiespirit, eres el primero que conozco con un digivice como el mío.- afirmó.- y por cierto, gracias por espantarlos. Am... ¿te puedo ayudar de algún modo? No se, ¿te dejo en algún lado? Ir por ahí de Digimon no es demasiado discreto, si te haces pasar por peluche puedo dejarte en algún lado donde puedas estar hasta que sepas como volver a ser... bueno, tú.- comentó extendiendo los brazos a modo de explicación.