Wolff [Ficha]

Es un muchacho de estatura media (1,76 m.), tez pálida, ojos de color azul claro, y cabello castaño oscuro que suele llevar medianamente largo y desprolijo. De complexión delgada, su vestimenta más habitual consiste en una camiseta blanca, una chaqueta negra, pantalón vaquero azul y zapatillas deportivas negras y blancas. En general, suele optar por ropa que le resulte práctica o cómoda para estar listo para todo tipo de situaciones. Su rostro tiende a reflejar expresiones apacibles o despreocupadas, aunque cuando no se siente observado puede cambiar su expresión por una nostálgica o turbada. Su voz, ni muy grave ni muy aguda, es suave y a veces algo apagada. Su forma de hablar es pausada, casi nunca eleva la voz y prefiere escuchar o actuar antes que hablar.

No es muy difícil adivinar que en el pasado cometió un error y que esto lo atormenta, por mucho que intente ocultarlo, dado que parece dedicarse constantemente a compensar aquello con buenas acciones. Intenta dar una imagen despreocupada, desinteresada, pero a la vez actúa de forma solidaria y protectora, incluso cuando no son evidentes las razones para obrar de ese modo. No pretende llamar demasiado la atención, únicamente se dedica a disfrutar la vida a su manera y ayudar a quien lo necesita. Intenta ser comprensivo con todo el mundo, incluso esforzándose por entender el punto de vista de las personas más extremistas, lo que puede llevar a considerar que no tiene una forma definida de pensar, sino que apoya a quien tiene a su lado en el momento. No obstante, tiene convicciones definidas que ha decidido demostrar mediante sus acciones, por lo que entender su forma de pensar requiere de tiempo y observación. En el momento en que debe confrontar una ideología opuesta o dañina, muestra una gran disposición para dialogar e intentar razonar, dejando el uso de la fuerza para casos extremos en los que el diálogo haya resultado imposible o infructuoso. Su pasatiempo simplemente consiste en observar y escuchar, ya sean paisajes, formas de vida, culturas, y todo aquello que crea que puede enseñarle algo.

Nació en Nuuk, Groenlandia, por lo que siempre estuvo acostumbrado a una vida de ciudad pequeña entre las frías montañas. Nunca fue una persona que destacase demasiado, considerándose uno más del montón y creciendo como un niño aparentemente normal. Su padre, danés, solía viajar a menudo a Dinamarca, mientras que su madre, de origen canadiense, permanecía en Nuuk con su hijo para no interrumpir sus estudios. No tuvo hermanos, pero podría decirse que ha tenido un importante compañero de vida: un perro de raza alaskan malamute al que llamó Zeed. Este llegó a la familia cuando Liam tenía 4 años, conviviendo con él durante 12 felices años, hasta que enfermó debido a su avanzada edad y falleció. Liam tenía en ese momento 16 años y simplemente no era capaz de afrontar su vida sin su fiel compañero, por lo que su personalidad se vio severamente alterada, convirtiéndose en una persona depresiva, pesimista e irascible.

Es así que un día escapó de su casa tras discutir con su madre, y al cruzar una ruta corriendo, sin mirar a ambos lados, sintió el fuerte sonido del claxon de un camión, y al voltearse, dos luces blancas lo enceguecieron. Al abrir los ojos, se encontraba en un sitio que no lograba reconocer: un paisaje helado lo rodeaba, y frente a él, pudo ver la entrada de una cueva. Al ingresar, encontró una pared rocosa donde había grabado un símbolo. Liam, confundido, puso su mano sobre aquel glifo, y al separarla de la pared de la cueva, un brillo en su mano pareció surgir de allí y se materializó como un extraño artefacto. Entonces, oyó una voz que no supo si provenía de su interior, del artefacto, o de la cueva misma, que le habló sobre dicho dispositivo, que al parecer era un digivice, y sobre el Digimundo, que supuestamente era el sitio en el que se encontraba. Aquella voz lo invitó a buscar algo llamado Digispirits, y le prometió poder a cambio de la responsabilidad de proteger ese mundo.

Fue cuestión de tiempo para que Liam se habituara a la idea de que, de alguna forma, ahora sería parte de un mundo completamente distinto al suyo. Los meses pasaron y el muchacho logró reunir tres Digispirits, pero el poder que transformarse en un digimon le otorgaba comenzó a desviarlo de aquella responsabilidad de proteger aquel mundo, tomando una actitud cada vez más tiránica y poniendo a su servicio algunas aldeas de rookies de aquella región fría de la que nunca había salido. Llegó un punto en el que prácticamente había olvidado que alguna vez había vivido en otro mundo, con una familia, y con su fiel compañero, Zeed. Jamás hubiese imaginado que aquellos días de adquirir poder y someter a los más débiles acabarían, y en efecto ese fin llegó cuando un MetalGarurumon llegó a la zona, advertido por algunos rookies que habían emprendido un viaje en busca de ayuda para luchar contra el tirano que los sometía, y enfrentó a Liam. Como resultado del combate, el joven quedó inconsciente.

Al abrir sus ojos, se encontraba en la cama de un hospital. Su madre estaba junto a él, en una silla, dormida. Cerró los ojos un momento y volvió a oír aquella voz, que esta vez le dijo: «Tienes una segunda oportunidad, todos merecen una... No la desperdicies...». Abrió los ojos y solo alcanzó a decir una palabra, que era lo que más deseaba en ese momento: «Zeed». Al oír eso, su madre despertó. Luego de la emoción inicial, y del reencuentro con sus padres, Liam se enteró de que había estado en coma por un año. La idea de haber rozado la muerte volvió a significar un gran cambio en su personalidad: ahora sus prioridades eran disfrutar de su vida y proteger todo aquello que considerara importante. Que, en definitiva, pensaba él, era lo que Zeed hacía. Así pasó los siguientes tres años dedicándose a terminar sus estudios secundarios, recuperando el tiempo perdido, e investigándose a sí mismo para conocer su vocación. Del Digimundo no volvió a saber nada, y no pudo saber si todo lo que había vivido allí había sido real o producto de su mente durante el coma. Creyó que jamás volvería a saber nada de aquellos tiempos, hasta que un día, a sus 20 años, encontró en un cajón de su ropero el digivice. Sorprendido, lo tomó y la pantalla se encendió, con lo que volvió a oír esa voz que tanto tiempo llevaba sin escuchar: «¿Piensas aprovechar tu segunda oportunidad? Necesito tu ayuda... Para proteger mi mundo... Nuestro mundo... Busca el Trailmon, ven a buscar los digispirits una vez más...».