La Caza del Tesoro [Libre; Cupos Libres: 1]

El muchacho de cabellos plateados había viajado desde la Ciudad Central en la que había logrado conseguir su nueva fuente de poder. Aún no había tenido ocasión de probarla, pero estaba deseando de hacerlo, por lo que una sonrisa se había dibujado en el rostro del muchacho, mientras abandonaba New Atlantis, la ciudad más modernizada y el núcleo de la población residente en Atlantis, una de las zonas más sagradas y misteriosas del Mundo Digital. Ésta estaba liderada por Ophanimon, quien se decía que era la reencarnación de uno de los Tres Grandes Ángeles, de la misma especie que la susodicha.

Y exactamente... ¿Por qué hemos venido a Atlantis?- mientras caminaba, colocando sus manos en los bolsillos de sus pantalones, una nueva figura mental, representada por un dragón espiritual de color blanco puro, cuyos colmillos luminosos formaban una sonrisa, apareció en la mente del muchacho que portaba el Digivice en el que aquél draco residía.

Si no recuerdo mal... Resulta que hay una zona, llamada Dark Atlantis, que alberga grandes tesoros en él... Y, por supuesto, varios Digimon salvajes que, en lugar de formas de vida con conciencia, parecen animales salvajes. Serán un buen ejercicio de entrenamiento para que pongas a prueba a esa nueva forma evolutiva- el Digimon espectral sonreía de forma traviesa, mientras se frotaba sus garras superiores, imaginándose las posibilidades que podrían encontrar allí.

Bien, si eso es cierto... ¿Por qué no hemos probado en otro lugar? ¿Qué tiene de especial esa zona?- preguntó Vali, mientras se ajustaba su flequillo y respiraba profundamente. Debía reconocer que el aire que se respiraba era bastante más refrescante que el respirado en la Ciudad Central o en cualquier ciudad del mundo Humano.

Porque hay un montón de tesoros valiosísimos... ¿Quién te dice a ti que no vamos a encontrar algún objeto que nos permita ser más poderosos de lo que ya somos? Aún te queda mucho para llegar a tener mi fuerza, niño.- una nueva sonrisa se dibujó en el rostro reptilíneo del dragón luminoso de color blanco, sinónimo de que había logrado sembrar la duda en su discípulo y recipiente humano, sabiendo que era un muchacho muy curioso y que se lanzaría sin dudarlo a descubrir qué tesoros encerraban aquella zona.

Me has convencido, Albion...- el muchacho le devolvió la sonrisa a su compañero, mientras se desvanecía la conversación mental que se había formado entre maestro y alumno, espíritu digital y recipiente humano. ¿Qué tesoros albergaría esa misteriosa y abandonada zona?

El cabello grisáceo del muchacho se deslizaba en el aire, de una manera suave, como si estuviese realmente vivo, tuviese conciencia o fuese independiente del resto del cuerpo del huérfano que allí se encontraba, saliendo de aquella enigmática ciudad a la que había accedido únicamente como enlace para el lugar de destino que Albion previamente había planeado. Él, como su discípulo, tan sólo seguía sus indicaciones. Debía hacerlo si quería ser mucho mucho más fuerte de lo que ya era que, en palabras de Albion, no era nada comparado con la fuerza original que el caballero draconiano poseía antes de ser encerrado en el Digivice D-Scanner que poseía Vali desde hacía ya unos meses. Escuchó entonces algunos gritos a lo lejos y sonidos suaves.

Tras un buen rato caminando, siguiendo las indicaciones del antaño Dynasmon, llegó a lo que parecía ser una gruta. Se enfundó su mochila, que contenía todo lo que, según Albion, podría necesitar, y se quedó durante un momento contemplando la entrada a aquella caverna, la cual parecía la boca de un inmenso Digimon dinosaurio o dragón. Imponente era, no había dudas de ello.

¿Impresionado? ¿Te vas a echar atrás?- preguntó el draconiano, volviendo a aparecer como un espectro en la mente de Vali, a lo que el chico negó con la cabeza.

¿Y supuestamente eres tú el que mejor me conoce?- una sonrisa divertida apareció dibujada en el rostro del muchacho, antes de internarse en la tenebrosa cueva que parecía estar dispuesta a comerse a todo aquél que se acercase a la zona, como si de la caverna de las maravillas del cuento de Aladin se tratase... ¿Dónde estaría Jafar? Maquinando alguna trama... Aunque claro, después de todo lo que había hecho en su pasado, el propio Lucifer era el que más papeletas tenía de hacerse llamar el "Jafar" de esa historia... Aunque, de ser así, le faltaba algo indispensable: una vara que le concediese poderes y un loro parlante. Oh, claro y vivir en el desierto.

Claro estaba, no era un loro lo que poseía, sino que más bien era un dragón. Un dragón espectral que le dotaba de diversos poderes: transformarse en un niño con aspecto de repelente volador, un ángel macizorro y un ser que era medio ángel y medio demonio y que parecía tener ciertas inclinaciones que en diversos lugares del Mundo Humano era suficiente motivo como para ser enjuiciado y, lo que era peor, asesinado. En parte, era una de las cosas con las que quería acabar, con la prohibición de la libre orientación sexual en distintos países. Puede que sus tácticas o sus actos fuesen demasiado crueles, pero bien sabía que, para llevar la justicia a su mundo, no debía andarse con memeces en el mundo en el que vivían, donde los valores se quedaban en nada al lado de otros gigantes como el dinero.

Te noto distraído- mencionó el antaño Digimon caballero dragoniano, quien sacó de su ensimismamiento al muchacho de cabellos plateados, quien ya se había adentrado levemente en la caverna con entrada monstruosa que, a más de uno, asustaría.

Oh, no te preocupes. Repasaba una película que veía de pequeño a menudo y he acabado repasando las evoluciones que hemos desbloqueado hasta ahora.- mencionó el chico, pasando por debajo de lo que parecía ser un techo que se había hundido con el paso de los años, como si fuese la campanilla de aquél monstruo.

¿Un hechicero y una gruta maravillosa? Oh, tenemos que ver esa película. Seguro que es emocionante.- sugirió Albion mientras profería una sonrisita con su pesada y grave voz, ante lo que su pupilo sonrió levemente.

¿Seguro? Es una película de dibujos animados para niños. ¿No eres demasiado "machote" para ello?- advirtió el chico, que descendía por unas escaleras, como si se tratase del esófago de una criatura convertida en piedra maciza.

Poco me importan esos detalles sin importancias. La premisa suena bien.- aun sin tener un cuerpo físico bien definido, Vali se imaginó a su maestro encogerse de hombros, ante lo que el chico sonrió, divertido.

Como gustes- sentenció Vali, mientras observaba a sus alrededores. Lo cierto era que había los suficientes orificios, unos más grandes que otros, como para que la luz del Sol traspasara la caverna y la iluminase, al menos lo necesario como para que pudieran ver todos los allí presentes. A su alrededor, Digimon tales como Pipismon pululaban por la zona, como si de murciélagos se tratasen. Cada vez ese lugar le gustaba más, incluso pensaba en establecer allí su base, si dispusiera del capital necesario, claro está.

El castaño suspiró, sentado en un banco, con las pies uno sobre el otro. Tomó su D-Scanner, dándole un vistazo rápido antes de volver a guardarlo.

— ¿De qué está hecho? — Pensó mientras se levantaba, notando un leve punzón en su pierna derecha. — Demonios, creo que me desgarré un músculo.

Intentó no estirar mucho la extremidad, mientras caminaba, levemente cojo, por las deshabitadas calles de aquel barrio comercial, aún sin saber la razón de ello. Miró el banco durante un rato, mientras a ambos lados aparecían en forma de espectros, invisibles a un ojo que no fuera el suyo, los Digimon que actuaban como sus estados evolutivos.

— ¿En qué piensas, chico? — Indagó Leomon, mientras su fantasmagórica cabeza flotaba a su alrededor. El Digimon de pelaje naranja observó la melancólica mirada del de ojos pardos.

— No mucho, es que llevo como… ¿dos meses en este mundo? Creo que el anciano está preocupado o algo.

— Hm, tienes razón, volver al mundo humano debe ser prioridad. Pero primero, tenemos que terminar de obtener mis datos y activar el Spirit.

— Si, es cierto, ese es el objetivo principal, por ahora. — Admitió el muchacho, mientras asintía. — Ahora, debería salir de este lugar, se llama ‘Atlantis’, ¿no?

— Afirmat…

La voz de un niño le hizo salir de su ensoñamiento, identificándola como la del Spadamon de antes, quien se veía enojado, además de estarlo apuntando de forma acusadora. Estaba exigiéndole que sacara al “falso Sven”, ¿quién sería ese?

— ¿Habla en tercera persona?

— ¿Quién se cree que es este niño? Tch, deberíamos darle su merecido. — Mencionó Spadamon.

— Sabes que no podemos, como yo, sientes el resonar de otros Spirit’s. — Dijo ahora Leomon, serio.

Spadamon asintió, mientras que Ragna observaba al Digimon analíticamente.

— Es un niño, sí, pero se nota que puede respaldar lo que dice…

Tomó el D-Scanner y una cadena de luz apareció en su diestra, para luego chocar ambos objetos.

— Rookie Spirit Evolution… — Pausó mientras la luz engullía su cuerpo. — ¡Spadamon!— Gritó, finalizando la transformación.

El joven seguía descendiendo por lo que, de ser un monstruo real, sería su aparato digestivo. El silencio, más allá de los ligeros ronquidos de los Digimon que allí habitaban, así como el de la respiración de los mismos, era sepulcral. Únicamente varios ruidos de goteos podían permitir que el chico de cabellos platinados se distrajera. Esto era una consecuencia del agua que caía de las estalactitas directamente al suelo. Dado que los residentes ya se encontraban acostumbrados, no parecían molestarles, pero Vali no podía evitar sentir cierto rechazo... Cabía la posibilidad de que esa incomodidad solamente durase unos instantes hasta que, al igual que aquellas criaturas, se acostumbrase.

Una vez descendió las escaleras, pudo visualizar un enorme portón ante sus ojos. Entre su posición y el portón, se encontraba una especie de altar, con una esfera de color amarillo en el centro. El chico, sin poder evitarlo, se acercó hacia dicho altar y se quedó contemplando dicha esfera, que poseía varias muescas, como si de runas se tratasen.

Hmmm, que interesante... ¿Para qué servirá esta esfera?- preguntó Vali a su compañero de aventuras que residía en su interior, materializándose en su mente como un dragón espectral de color lechoso nuevamente.

Parece una de las esferas de Baihumon, una de las Cuatro Bestias Sagradas. A ese Digimon también se le conoce como El Tigre Blanco del Oeste... Las razones son más que obvias ¿no?- se rió el ser draconiano mientras se dirigía hacia su receptor.

Supongo que eso es porque es un tigre blanco enorme... No hay que ser muy inteligente para averiguarlo- suspiró Vali mientras hacía rodar sus ojos, sabiendo que acababa de decir una obviedad.

Y es del Oeste porque protege la parte oeste del Mundo Digital. Azulongmon, El Dragón Azul protege la parte este, mientras que Zhuqiaomon, El Ave Bermellón, protege el sur y Ebonwumon, La Tortuga Negra, protege el norte. También se dice que existe una quinta bestia sagrada, llamada Huanglongmon, más poderosa que las cuatro anteriores juntas. Es denominado el Dragón Amarillo del Centro pero, personalmente, no se sabe mucho de ella... Al menos cuando yo estaba vivo y tenía mi propio cuerpo no averigüe gran cosa de Huanglongmon... Claro que tampoco me interesaba mucho, mi objetivo era, es y será derrotar a ese bastardo Ddraig- informó Albion mientras terminaba con un "Hmph" que pretendía dar más fuerzas a sus palabras.

Bueno, veamos qué pasa si hago esto- el chico, sonriendo traviesamente, extrajo la esfera del altar correspondiente, haciendo que el portón que se encontraba ante ellos se abriese muy lentamente, como si alguien increíblemente fuerte, estuviese abriendo esa entrada aparentemente inamovible- Pesa menos de lo que me esperaba- dijo, refiriéndose a la esfera que se encontraba en su mano y que el propio muchacho hacía botar ligeramente, mientras se dirigía hacia el portón, con intención de adentrarse en el mismo.

— Hijo de...

— ¡Pero muévete! — Gritaron Leomon y Spadamon al mismo tiempo, apareciendo a ambos lados del transformado adolescente. Ragna obedeció e intentó esquivar los feroces y violentos ataques de Sven, pero el dolor en su pierna derecha solo le dejó agacharse.

— Esto no puede ser bueno —dijo antes de tomar su pequeña arma en la diestra y hacerla brillar con un increíble resplandor. Movió el arma hacia arriba, intentando un corte ascendente y saltando con su pie izquierdo, ignorando el dolor en la otra pierna.

El primer ataque finalizó con el rápido movimiento de la hoja del cuchillo volteándose hacia el suelo, producto del abrupto giro del mango de esta. Se precipitó con fuerza hacia el suelo, donde el arma se hundió y terminó por estallar el Aurora Blazer antes invocado.

Del humo emergió rápidamente el adolescente bajo los efectos del Rookie Spirit, con su mano izquierda emanando estelas de vapor frío, producto del Sugar Punch que hacia acto de presencia en la zurda.

Pese a que parecía un movimiento predecible, su mano se dirigió al brazo de Sven que empuñaba el cuchillo que la especie Spadamon llevaba como arma, listo para apresar su muñeca y dejarlo libre a más ataques.

— Sugar Catch!

El chico, mientras continuaba su camino hacia aquél enorme portón que se había abierto, examinaba aquél orbe. Era precioso, brillante y ligero. Pero no le transmitía ningún sentimiento de majestuosidad, poder o respeto, algo que se esperaba de unas bestias destinadas a proteger el Mundo Digital, Las Cuatro Bestias Sagradas, como las había llamado Albion minutos antes.

Probablemente sea una esfera falsa.- intervino el dragón blanco después de percibir los pensamientos dubitativos de su recipiente, ante lo que el chico contempló la esfera con más detenimiento.

Es posible... Quiero decir, ¿qué haría una esfera, una auténtica, de una de las Bestias Sagradas en un lugar tan abandonado como éste?- preguntó Vali sin recibir respuesta por parte de Albion, con lo que deslizó su mochila hacia delante de si mismo y, con un movimiento, abrió la mochila desde la cremallera y colocó el orbe en el interior- Bueno, supongo que puedo quedarme con esta esfera. Es decir, es bonita y puede decorar mi futura base secreta- dijo el chico mientras seguía avanzando y unos ojos de color ámbar brillantes le observaban desde la oscuridad.

Te desaconsejo quedarte con esa esfera- advirtió el Digimon, mientras un a figura rocosa aparecía desde la oscuridad, con intención de atacarle.

Angry Rock!- una roca, expulsada desde la cabeza del ser compuesto de rocas y minerales de color gris fue despedida hacia la cara de Vali, quien la esquivó por los pelos.

¿¡Qué demonios?!- preguntó el chico de cabellos plateados, mientras se llevaba su mano al bolsillo y extrayendo su Digivice.

Bienvenido a Dark Atlantis, lugar con muchos tesoros... Y Digimon salvajes. Disfruta del entrenamiento, niño- dijo el Digimon espectral, mientras desaparecía de la mente de Vali, quien era atacado nuevamente por Gotsumon, mientras que un haz de datos aparecía en su otra mano.

¡Espíritu Digital Rookie! ¡Digievolución!- el haz de datos fue leído por el Digivice D-Scanner de Vali, que, inmediatamente lo transformó en un ser más diminuto que él, con varias alas blancas a su espalda y un aire de superioridad en su rostro. Gracias a la disminución de tamaño, pudo evitar el ataque rocoso del Digimon enemigo- ¡Lucemon Child!- el chico se cruzó de brazos, esperando a que su enemigo reanudase el ataque para esquivarlo y cargar contra él.