El sendero del espíritu [Priv. Kehio]

- Admítelo, nos hemos perdido... - Un suspiro resignado escapó de sus labios. - ¿Cómo se te ocurre venir así de golpe?
- No nos hemos perdido, estamos exactamente... em... - Dejó de caminar para echar un vistazo a su alrededor, finalmente miró hacia arriba y sonrió ampliamente - Estamos exactamente bajo el sol. ¿No te vale? - Volvió a avanzar con paso alegre y ligero. - Además, no disimules, tú tenías tantas ganas de venir como yo.
El Wanyamon, que caminaba dando saltitos al lado de Kehio, infló las mejillas, pero no se molestó en responder.

Hacía un par de horas que habían llegado al Digimundo por pura casualidad. Marchando a hacer la compra de la mañana se habían topado con un portal bastante inestable, que parpadeaba cada poco, como amenazando con desaparecer en cualquier momento. Kehio, tan impulsivo como siempre, había saltado dentro antes siquiera de que su compañero pudiese abrir la boca para protestar.

Se encontraban en un bosque muy amplio, de árboles viejos, altos y muy extraños. Apenas se oía nada aparte de los resoplidos de Ronro, pero su compañero humano no tenía ganas, ni manos, para cargar con él, ya que aún tenía en brazos la bolsa de la compra de esa mañana, aunque no era una bolsa muy cargada. Llevaba un par de refrescos, un brick de leche y una barra de pan.
Hicieron una parada para desayunar y que el digimon descansase un momento.
- Te estás volviendo fofo y vago ¿Eh? - Comentó con una risita, arrancando un trozo de pan y cediéndoselo a Ronro. - Tendré que ponerte a hacer ejercicio y a dieta, y...
- ¡Yo estoy en forma! No necesito nada de eso. - Hablaba con la boca llena de miguitas de pan, así que no sonaba muy convincente.

Tras la pequeña pausa se pusieron de nuevo en camino, aunque esta vez con Ronro marcando el paso y la dirección, ya que estaba convencido de que, aparte de caminar en círculos, Kehio no estaba buscando el portal de vuelta al mundo humano.
Al final llegaron al linde del bosque, quedando justo en frente de una cordillera enorme. Las montañas estaban tan cercanas al bosque que con apenas diez pasos ya se podían tocar las rocas.
- ¿Te parece que subamos? - Preguntó mirando hacia una de las cimas.
- ¿¡Eeeh!? ¿Pero qué dices? - Miró alarmado a su compañero. - Ahora si te has vuelto locooo... ¿¡No pretenderás escalar con la bolsa de la compra!?
Kehio suspiró, ahí tenía que darle la razón a Ronro. No había forma de escalar todo aquello con las manos ocupadas. Giró sobre sus talones para orientarse aunque fuese un poco, luego, con un cabeceo empezó a seguir el borde de la montaña, como si tuviese intención de rodearla.
- ¿Pero a dónde vas...? ¡Por ahí no hemos venido! Tenemos que encontrar el portaaal... - No se movió del sitio, simplemente seguía con la mirada a Kehio, que se alejaba cada vez más y más.
- ¿No te fijaste como estaba el portal ese cuando entramos? - Se volteó y le hizo una seña a Wanyamon para que le siguiera. - Ese portal no estará ya, torpe.
Ronro se quedó quieto unos segundos más, recapacitando. Al final, como siempre, terminó siguiendo a su tamer.

"¿Habrá alguien por ahí... ahí... ahí...? ¿Habrá... brá... brá...?" El eco de esas palabras resonó por toda la cordillera, pero Kehio era demasiado despistado como para darse cuenta de ello a pesar de que todo estaba en silencio. En cambio, el Wanyamon si lo escuchó con claridad.
- ...¿Eh? - Se detuvo en seco y alzó las orejas, moviéndolas hacia todas direcciones, como si fuesen un radar. - ¿Escuchaste esooo? ¡Creo que hay alguieeen!
Kehio, que aún estaba algo adelantado con respecto al digimon, se giró hacia este con cara de aburrido. - Hm... No, yo no he oído nada. - Bostezó justo en el momento que empezó a soplar un fuerte viento.

El vendaval zarandeó las hojas de los árboles, haciéndolas susurrar y levantó un puñado de arena y polvo que terminó golpeándole en toda la cara a Kehio, haciéndole cerrar los ojos. Se frotó el rostro, intentando librarse de la arena, cuando algo más chocó contra su cara y le hizo caer de culo, algo que, desde luego, era mucho más grande que unos granos de polvo.
- ¡¡Nos atacaaaan!! - Exclamó Ronro alarmado, dando vueltas alrededor de su compañero antes de lanzarse a morder la boina que había traído el viento. - ¡Te o ije! Te ije gue había egjuchado argo. - Hablaba con la boca llena de tela y difícilmente se le entendía.
- ¡¡Ay!! Estate quieto, leñes, que me estás mordiendo la nariz. - Se quejó.

Apartó al Wanyamon, que sostenía con la boca el gracioso gorro y se frotó la nariz para después levantarse. Observó la boina con detenimiento. Estaba claro que era un gorro común y corriente, no tenía aspecto de digimon.
- Anda, suelta, exagerado. ¿No ves que solo es un cacho de tela? - Daba tironcitos de la boina, pero Ronro parecía negarse a soltarlo.
- ¡Nooo! ¡Egtá egpegando a gue o sjoltemos fara atajarnoz! - Soltó un pequeño gruñido y zarandeó el sombrero, como si fuese un perro de caza con su presa agarrada.
- Dios, no te entiendo... trae, yo lo sujetaré fuerte fuerte para que no nos ataque, ¿Vale? - Logró quitarle la boina y mantenerla alejado de los pequeños colmillos del Wanyamon, que intentaba recuperarla desesperadamente, asegurando que era un digimon camuflado.

- Es raro... ¿Qué hace un gorro por aquí perdido? - Miró hacia arriba antes de gritarle al viento - ¿¡Hola!? ¿¡Alguien!? ¡¡Tenemos su gorro!! - El viento menguó hasta volverse una agradable brisa veraniega.
Volvió a examinar la boina, se encogió de hombros y, con una risita, se la puso en la cabeza al digimon, que con un bufido comenzó a girar sobre si mismo, intentando llegar con la boca a la boina. Una tarea bastante complicada, por no decir imposible.
Unas piedrecitas resbalaron por la ladera de la montaña y, tanto Kehio como Ronro, miraron hacia arriba. Era difícil distinguirlo a esa distancia, pero en la lejanía se veía una silueta que, en principio, parecía humana. Kehio sujetó con un brazo la bolsa de la compra y levantó el otro, intentando llamar la atención de lo que fuese que había allí arriba. - ¡¡Ey!! ¡Aquí abajo!