El corazón sabe cuando está en casa ¿Los recuerdos no? {Priv. Fuji}

"Devimon, Löwemon, amigos míos... Conozco este lugar, pero no me siento en casa." Pensaba para sus adentros. ¿Cuanto tiempo llevaba fuera de ese lugar? Tal vez un par de días. Se había ganado un trabajo en una cantina como cantante de turno, no era un mal trabajo a menos que se decidiera quedar más de lo debido. Devimon siempre dijo que no todo lo malo se encuentra en el Dark Area, así como no todo lo bueno se encontraba en el mundo tocado por la luz... Poco a poco entendía a qué se refería. La Ciudad Central era un lugar muy familiar para ella, llegó ahí por sugerencia de un par de Gatomon que le comentaron la locación de la base principal de los Union Saver. Elluka estaba segura que esa organización podría dar respuestas sobre su pasado, pero no sabía por dónde empezar a buscar. Antes de darse cuenta, ya estaba establecida en una posada y tenía un trabajo. ¿Instinto de supervivencia, quizás?

Ese día no estaba usando su usual gabardina. Para trabajar usaba un vestido negro strapless de chifón que le proporcionó la dueña de la cantina, una tamer que tenía por compañero a Mamemon, y hoy era día de trabajo. El vestido era precioso, corto y de alta costura. El gran moño que tenía a cintura era bellísimo y hacía resaltar las curvas de la desarrollada Elluka. Sus torneadas piernas eran perceptibles, dado que lo único que cubría dichas extremidades eran un par de adorables tacones bajos de corchete. Un dije azul adornaba la distancia sobrante entre el cuello y el inicio del corte corazón de la ropa. Elluka se miró una vez más al espejo del intento de camerino y esbozó una sonrisa. Sí que se veía linda hoy, su cabello estaba más que perfecto -y eso siempre ha sido lo que más ha importado.
-¿Ya estás lista, Clockworker-san? -Comentó la mujer en yukata. Su cabello estaba perfectamente arreglado en una coleta sostenida por un kanzashi y su sonrisa era tan amable como pícara. A su mente vino la imagen de una mujer rubia muy parecida a ella.
-Sí, Madame Nishijima.-Respondió en una voz serena y tomó un respiro para ahogar el cosquilleo de los nervios.
La mujer soltó una leve y grave risita para después proseguir a caminar hacia el escenario. La de los cabellos rosados la seguía y esperó su turno al pie de los escalones que conectaban el suelo con el pequeño podio. Llegada la hora de su acto, se puso al centro del escenario. Su presentación estaba más que planeada, había ensayado mucho durante la noche anterior. Comenzaba a pensar que dedicaba demasiado tiempo a distraerse con el arte de ser intérprete y muy poco a descubrir quién era. Había hecho una promesa a Devimon que tenía que cumplir a todo costo... Pero no era el momento. Unas pocas miradas se centraban en ella, todas las demás estaban centradas en sus conversaciones o tragos, pero poco le importaba. Elluka sólo quería cantar y desahogarse, como cada día hacía en ese lugar. Extendió ambos brazos lentamente y con un movimiento coordinado de su vientre y hombros, dio inicio a la canción. Bailaba ligeramente con la entrada musical, hasta que por fin llegó la hora de dejar salir su voz. Por la duración entera de la canción, Elluka pudo olvidar todos sus temores. Cerraba sus ojos de cielo de vez en cuando para poder sentirse a sí misma mejor y cerraba los puños para no dejar ir la emoción del momento.

Terminó su primera canción en una reverencia, seguida de algunos aplausos animosos y otros más distraídos. La mujer de yukata anunció una segunda canción por parte de Elluka. La chica acomodó su larga cabellera durante los diálogos públicos entre Madame Nishijima y algunos de los espectadores, haciendo sugerencias para la siguiente performance. Su mirada trataba de descifrar un bullicio que se hacía notable en algunas mesas. Buscó en cada asiento hasta llegar al de un Tamer no muy menor a la de los ojos azules, pero algo joven para salir a dadas horas y más a una cantina, quién la saludaba enérgicamente con unas mejillas rosadas. La joven dama regaló una sonrisa al chico y continuó buscando la razón de cierta incomodidad en el ambiente, cosa que no podía realizar cómodamente ya que se sentían las miradas sobre ella, miradas que la obligaban a permanecer quieta y sonriente cual animal de circo.

Una vez que la mujer del kanzashi se fue del podio, la música inició tan repentinamente que le dio poco tiempo a Elluka de prepararse. Fue algo notable, supuso, puesto se escuchaban un par de risitas graves. Decidió ignorarlas y trató de animar al público alzando su brazo libre y moviéndolo como un metrónomo al ritmo de la canción. Se sumergió a sí misma en un trance artístico en el que mezclaba su suave voz con fuertes y cortos movimientos de sus extremidades, creando una burbuja impenetrable de tranquilidad para Elluka. Para cuando cayó en cuenta ya estaba en el coro de la canción y decidió alargar un poco sus movimientos. Su mirada se cruzó un momento con Madame Nishijima, quién sonreía de una manera muy misteriosa mientras hablaba con un hombre mayor no muy lejano de su edad. Tendría quizás unos veintidós o veintitrés años. Por un momento se preguntó si así como existían tantos niños en el mundo digital también existían adultos. Una nota alta sostenida y un giro marcaron el climax de la canción, atrayendo por un segundo todas las miradas del lugar. La fuerza y sentimiento con los que solía interpretar la canción en un principio volvieron al cuerpo de Elluka, trayendo consigo una voz angelical, digna de un espectáculo para la Reina de Inglaterra -Quién Elluka suponía era importante, dentro de ella.

Se hubo terminado la canción, esta vez los aplausos eran intensos. Dedicó una reverencia más al público. La cara de Elluka estaba satisfecha, por lo menos así se mostraba. Bajó del podio de una manera elegante y agraciada, pudo escuchar entre murmullos las palabras "noble". La palabra se le clavó en el cuerpo, provocándole un escalofrío. Noble... Ella era una noble... ¿De qué o quién? Suspiró. No sabía qué era más frustrante: la parte que no recordaba o la parte que sí recordaba y la inquietaba. Su mirada se posó en un hombre con uniforme militar y la sangre se fue a los pies. Ese era el hombre que había visto en sueños, el que tanta fuerza le había dado para seguir adelante. ¿Qué debía decirle? Ni siquiera sabía su nombre, mucho menos si la reconocería. Había llegado a la cumbre de su madurez biológica en un lugar que posiblemente había alterado su crecimiento, sus ojos ni siquiera eran del mismo color. Su respiración se volvió pesada. Necesitaba ir hacia el hombre y hacerle demasiadas preguntas, no le importaba si la arrestaba por acoso. Se dispuso a dar un paso hacia el hombre, pero Madame Nishijima la llamó.
-Elluka-san. -Escuchó, era la primera vez que Nishijima le llamaba por su nombre de pila.
Caminó hacia la dama con aspecto de geisha y sonrió a su acompañante, el hombre con el que hablaba durante su segunda canción.
-Es un honor, señorita Clockworker. -El hombre besó su mano y dedicó una sonrisa extraña a la adorable Elluka. Ella sabía que ese no era el modo en el que se hacía, no había nada de elegancia o porte en ese intento de saludo. Le hizo enojar eso, le causó repulsión e incluso se indignó. "Un insulto a la gracia" Sólo asintió al hombre como forma de saludo y pidió una explicación a la mujer.
-Es muy simple el asunto, linda. -Comenzó a acariciar el cabello de Elluka como si se tratase de una niña... No, como si se tratase de un bien valioso. Elluka no tenía un buen presentimiento sobre el simple asunto.
-Vendrás conmigo, negociamos un rato y tú ama te acaba de vender. -Las palabras del hombre eran simples y nada inocentes. Las mejillas de la de los ojos de zafiro ardían de furia.
-Yo no tengo ninguna ama. -Miró fulminantemente a la mujer, quién se encogió de hombros.
-Jefa, ama, es lo mismo por estos rumbos. -Continuó el hombre, quién tomó un mechón de cabello de la chica y lo llevó a sus labios. Elluka retrocedió con una mirada despectiva y altanera. Tomó un paso de regreso hacia el hombre con el que quería hablar desde un principio, sin embargo fue detenida por la mano brusca del intento de elegante caballero en su brazo.
-¿Quién te crees que eres? ¡Estás tocando inapropiadamente a la nobleza de Francia, a la hija menor del último duque existente del país, a Lou...! -Se detuvo en seco. ¿Qué estaba diciendo? Esos gritos orgullosos salieron de su boca por inercia, ni siquiera pensó en lo que hablaba... ¿Estaba a punto de decir su nombre verdadero? ¿Cuál era?

La joven Elluka estaba tan ensimismada tratando de recordar exactamente lo que dijo hacía unos segundos que le tomó por sorpresa el saludo del hombre de cabellos esmeralda. Su nombre fue tan escalofriante para ella, lo conocía a la perfección.. Desde el primer título que nombró, ya conocía el resto y lo repetía en su mente al unísono de las palabras de Fuji. "conde Francés, caballero de la corona Británica y Holy Knight of the Deadly Rose de los Royal Knight..." No había duda alguna que sabía quién era ese hombre galante. Dirigió la mirada hacia la hermosa acompañante del hombre, no podía recordarla en lo absoluto pero conocía esa mirada por igual. Fue desterrada de sus pensamientos con la acción de la bella digimon al tirar el contenido de un vaso. Esbozó una pícara sonrisa y entendió las acciones del dueto. Regresó su mirada a la Madame geisha, unos ojos decepcionados y enfurecidos se habían pintado en la cara de la adorable Elluka. Nishijima estaba aún pasmada probablemente por los títulos del hombre o quizás por la poderosa aura que emanaba la acompañante digimon. Una sonrisa mezclada se formó en los labios durazno de la joven al ver al intento de galán que la trataba de comprar en el suelo. ¿No estaba mal ser mala con la gente mala? Era un pensamiento que le punzaba a veces, no lo creía del todo y sin embargo pasó por encima del hombre siguiendo al de los ojos de oro. Volteó su mirada ligeramente al hombre, viéndolo con ojos misericordiosos y esperanzados.
-Espero la redención de ambos. -Sentenció en una voz fría y disgustada que contrastaba con sus ojos llenos de piedad y ternura.

Saliendo del lugar volvía a ser prisionera de sus pensamientos. ¿Qué debía decir? Un agradecimiento era poco para lo que acababa de suceder. No podía preguntar directamente sin dar las gracias antes, no era su estilo. Sin embargo, su pasado era muy importante también. Ahora estaba a la disposición de dos personas muy probablemente conocidas que no parecían reconocerla. ¿Cómo debería empezar? Llevó su fina y suave mano al dije de su cuello y lo comenzó a mover por alrededor de la parte de la cadena que se acercaba más a su pecho en señal de ansiedad.
-Monsieur Fuji, le agradezco su gentil gesto. -Inició con una voz tímida y aguda. Un ligero acento francés comenzaba a denotarse en las palabras de la joven de cabellos rosados. -Mi nombre... -Titubeó un segundo. -Mi nombre es Elluka. -Arrastró dichas palabras con inseguridad. Sentía como si le mintiese al hombre y eso le causaba un dolor más grande que no recordar nada. Dirigió una reverencia igualmente a la bella acompañante. Movió su mirada hacia el cielo nocturno y suspiró a la luna con nostalgia, llevó su mano a la faja que desenlazaba en el lazo del vestido, tocando el digivice por encima de la ropa. Debía tomar valor para preguntar, por el bien de ella, por el bien de -Lune. -Murmuró y miró determinadamente al hombre, tratando de que la reconociese por su rostro en un intento desesperado por no tener que decir nada.

La suave y blanca piel de Elluka se erizó por completo al descubrir la positiva al nombre que inconscientemente susurró a la luna. Una tormenta de emociones se generó al escuchar las palabras del hombre. Estaba feliz y triste al mismo tiempo; estaba enojada, pero quería reír con ganas; quería llorar tanto de depresión como de felicidad.
-Hay alguien arriba buscándote, en el mundo humano o digital. -Fueron las palabras de Löwemon ese día. Elluka aún era pequeña, pero su cara comenzaba a ovalarse y afilarse, al igual que sus atributos femeninos eran diferentes a los de un año atrás.
-Si tanto me buscan, ¿por qué no me encuentran? -Fue su reproche. No sabía lo que decía en ese entonces... Estaba enojada porque ya se había cumplido un año en el Area Oscura. Sin cama, sin descanso. La suave voz del hombre estaba llena de sentimientos por igual y los podía desmenuzar uno a uno, lo entendía a la perfección. Podía leer su expresión melancólica tan sencillamente como podía contar del uno al diez. Definitivamente quería a ese hombre, debió haberlo querido demasiado como para que una persona como ella quisiera entender a alguien más.
-No sé quién es Lune -Confesó y se llevó una mano al cuello, pasándola por entre la nuca y su cabello de seda. Desvió la mirada y la llevó hasta la oscura y silente dama. Le daba la impresión de que ella conocía el lugar de donde venía, el Área Oscura. Aún así no pudo sacar conclusiones y miró al suelo. -Vengo de un lugar muy oscuro, donde hay digimon crueles y sadistas... Desperté en ese lugar sin recuerdo alguno, pero había un nombre en mi cabeza, Lune. -Dejó caer su mano gentilmente sobre el digivice propio y lo mostró. El dichoso aparato era blanco como la nieve y tenía detalles de plata, era un aspecto lunar hermoso. -Devimon es mi amigo, él me cuidó durante todos estos años. -Su voz se tornó algo melancólica y un suspiro silencioso salió por su nariz. ¿Dónde estarían ahora? ¿Qué habría ocurrido con ellos después de ese día? -Devimon supone que la relación entre Lune y yo debió ser cercana, puesto era el único nombre que recordaba en ese entonces. -Prosiguió tomando valor y clavó la mirada cerúlea en los ojos de oro con unos propios suplicantes por conocimiento. -Él me llamaba Tamer en un principio, pero son demasiadas cosas que no termino de entender. Son huecos en mi cabeza... Conocer todos los conceptos y aún así no poder describirlos. No sé quién fue Lune para mi, pero sé que la conozco.

Con tal descripción del hombre Elluka estaba segura que cualquiera se hubiese aterrado. Pero más allá de que en el fondo supiese que era un buen caballero, ella reconocía que sus historias eran muy similares. Sintió empatía por el hombre y una conexión aún más profunda que la que ya suponía que tenía con el susodicho. Mientras él hablaba, Elluka tuvo la libertad de admirar las facciones del hombre. Era tal como en sus sueños había visto: alto, de buen porte; cabello largo de esmeralda y ojos bañados en oro. Su cara era fina y elegante, pero no dejaba de lado la virilidad. Era un hombre hermoso. Cada parte de la historia de Monsieur Fuji encajaba en los huecos del rompecabezas de su mente. Su corazón fue acongojado tras notar los ojos cristalinos que trataban de retener perlas lagrimales. Una parte de Elluka sabía que nunca había visto algo así. Quería abrazarlo y decirle "Soy yo", pero sabía que no era quién esperaba. Seguramente Fuji esperaba de regreso a la niña Elluka. La de los ojos rosados, la de la figura infantil, la del largo cabello de algodón de azúcar. No estaba segura de quién era en realidad. Louise Françoise Le Blanc De la Vallière era definitivamente su verdadero nombre, ella estaba a punto de decirlo en el interior de la taberna... Y sin embargo sentía que ya no era esa persona. Apretó el digivice en su mano y su expresión melancólica se mezcló con una llena de dolor.
-Monsieur... Creo que alguna vez fui esa niña que tanto afirma querer. -Lágrimas comenzaban a brotar de sus mejillas silenciosamente, lágrimas que no afectaron la firmeza de su voz. -Pero no sé quién es Louise, no sé quiénes fueron sus amigos ni mucho menos qué quería ella alguna vez. -Llevó la mano a su pecho para evitar que su corazón no se saliera. Latía tan rápidamente que sentía que explotaría en cualquier momento. Dio un paso cercano hacia el hombre y le regaló una sonrisa apenada adornada por una cadena de lágrimas. Se sintió con la libertad de tocar la cara del hombre a mano entera con la diestra, aun después de afirmar lo anterior. -Aún así, hablando con usted es la primera vez que me siento en casa... Quisiera tener todas esas memorias preciosas que usted tiene conmigo, pero no las tengo. -La fuerza en su mano decreció a modo que la dejó caer a la altura del cuello del hombre. Se sentía desanimada, pero necesitaba decirlo en voz alta. -Louise ha muerto, pero Elluka vive. -Fue su sentencia con una voz que flaqueó en el último momento. La cascada de lágrimas se hizo más potente. Después de tantos años tratando de buscar a su antiguo yo, cuando tenía todas las respuestas frente a ella cayó libremente a la realidad.

Las palabras de Monsieur Fuji hicieron que el corazón de Elluka se desbordara de las emociones que trataba de retener. No estaba tratando de convencerla de ser Louise, le había dado la bienvenida a una nueva persona, podía asegurarlo con la mirada de oro tan compleja y a la vez tan sencilla del contrario. Correspondió al abrazo del hombre con la misma suavidad con la que fue tomada en brazos y su mente comenzó a volar entre pensamientos dulces. La capa en sus hombros la hacía sentir como si un monarca la acabase de nombrar miembro de la corte. ¿Era así? Fuji Pierre Raikomaru Roseworth, primer ministro de Japon, conde Francés, caballero de la corona Británica y Holy Knight of the Deadly Rose de los Royal Knight La estaba nombrando como parte de su vida, Elluka Clockworker, sobreviviente del vacío de el Dark Area. Se sentía bendecida, se sentía querida... Se sentía en casa, en su verdadera casa. Sus pensamientos regresaron al hombre de la cabellera de verde gema, podía estar equivocada, pero ella tenía el presentimiento de que estaba tratando de ser fuerte. Se percató de la dureza de sus palabras anteriores. Le había dicho que la niña tan fuerte y con ideales que tanto quería había muerto, muchas veces no piensa lo que dice cuando está así de emocional. Se sintió tan mal consigo misma que de manera involuntaria apretó el abrazo, su interior quería que el hombre se percatara de que a pesar que Louise había muerto, Elluka estaba ahí para él. Quería ser esa luz de salvación nuevamente. Quería ver la sonrisa del hombre una vez más.
-No me iré. -Prometió apoyando la cabeza en el hombro contrario. No se iba a ir ahora que encontró su hogar. No más. No lo quería dejar ir, durante tres años esperó el momento para resolver sus dudas con el hombre que tanto aparecía en sus sueños y ahora el resultado fue mucho mejor. No había muchas dudas resueltas, pero podría decir que se encontró a sí misma... Y a su hogar. -Pero prometa que no me dejará sola, por favor. -Su voz flaqueaba menos, pero el sentimiento era igual. Necesitaba asegurar de voz el que no la abandonarían. La promesa que hizo a Devimon no sería en vano, pero primero debía arreglar sus asuntos internos antes de poder tomar acciones. -Hace algún tiempo hice una promesa. -Comentó sin despegarse un centímetro del hombre. -Prometí a Devimon que me encontraría a mí misma y dirigiría las tropas del bien... Y luego lo sacaría de ese lugar. -Continuó con una tranquila voz, mucho más relajada que antes. Contarle a alguien más de esa promesa le traía una sensación de autosuficiencia. -Y sé que Lune, quien quiera que sea, me está esperando también. -El digivice de plata colgaba del agarre de la mano de la ingenua. -Hay mucho por hacer... -Suspiró.

Una duda más fue aclarada a la joven de cabellos rosados. Era cierto que recordaba esa organización, pero no sabía quiénes era . En aquel tiempo supuso que trabajaba para ellos, por eso fue tan crucial el haber llegado a la Ciudad Central. Ya no quedaban dudas sobre ese tema, podía resolverlas directamente con la organización, sin embargo aún faltaban muchas cuestiones para aclarar. Se preguntó si era correcto atacar al hombre con una cascada de preguntas. Estaban en mutua confianza, ¿No? No se molestaría si le hacía un par de preguntas en ese momento. Llevó en tal caso la mirada al hombre, pero en cuanto tomó el valor y fuerzas para hablar, el de los ojos de oro tomó la palabra. Pronunció palabras dulces y pérdidas sobre ella mientras extendía la mano hacia la luna. Se sintió tentada a ver el astro que trataba de alcanzar la mano ajena, pero era prisionera del hermoso perfil del hombre. ¿De verdad pensaba eso de ella? No pudo evitar sonrojarse y trató de esconder su vergüenza desviando la mirada. No quedaba duda alguna que el hombre era un galante gallardo. Con esa apariencia y ese verbo no podría no tener todas las mujeres que quisiera, pero Elluka no sentía que fuesen palabras vacías. De cierta manera, eso la hizo feliz. ¿Es normal ser feliz con tus propios pensamientos? Salió de ellos llamada nuevamente por la voz del hombre, tardó un par de segundos en reaccionar.

Elluka negó la cabeza ante la última oración del hombre.
-Está bien. -Esbozó una sonrisa al tiempo que volvía a desviar la mirada. No podía verlo a los ojos después de aquellos pensamientos. -Me gustó lo que dijo, lo hizo sonar como la más extraña y fina de las poesías. -Reconoció y se llevó la mano al pecho, tratando de no dejar ir tan bello sentimiento. Miró de nuevo su digivice, ahora contra la luz de las lunas usando un alzar de mano. Era blanco como la nieve y plateado como las estrellas de la noche. Regresaron a su cabeza las palabras del gallardo Fuji. "Capaz de darme paz con tu sola presencia." Repitió nuevamente esa frase en su cabeza. Lo volvió a hacer, y lo volvió a hacer. No importa cuánto lo repitiese como un eco en su cabeza, siempre venía la misma imagen de Lunamon a su mente. -Lune era capaz de darme paz con su sola presencia. -Afirmó con una voz suave y una mirada centrada en el digivice a la luz de la luna. -¿verdad? -Preguntó en un momento de debilidad y rió levemente. -Probablemente sí, y ahora me está esperando en algún lado. -Se respondió a sí misma y realizó la primera pregunta de su entrevista al hombre. -¿Quién es Lune? ¿Cómo es? -Miró de nuevo al contrario con unos ojos serenos y una tenue sonrisa. Si la mirabas con detenimiento e ignorabas sus ojos ligeramente hinchados por el llanto, fácilmente podría ser un hada de fantasía o una sirena que esperaba el mínimo error para destrozarte con sus suaves palabras. Con una apariencia tan complicada y a la vez tan tranquila, nadie podría pensar en las lágrimas que derramó hacía unos minutos.

Por alguna razón sentía que la descripción de Lune era acertada. Su corazón se acongojó y su expresión facial se volvió un tanto más melancólica. Entonces Devimon tenía razón, Lune era su compañera en este mundo. Necesitaba recordar aún más de ella, quería saber dónde estaba y cuidarla. Comenzó a sentirse un poco ansiosa, el tono del hombre se notaba algo distinto. Mucho lejos de parecer contento, parecía igual de melancólico que Elluka. ¿Sería que también extrañaba a Lunamon? Tomó el hombro del contrario y le sonrió con unos labios de durazno que trataban de transmitir energía positiva.
-No se preocupe, le prometo que la encontraré. -Su voz se modelaba a modo que entrara suavemente en la cabeza del contrario cual canción de cuna para un recién nacido. Era como una sirena que no buscaba más que entregar paz.
Acomodó la vista hacia el digivice que aún sostenía. Sí, en efecto había usado su aparato para transformarse en Lekismon, pero no entendía la relación entre ambas cosas. Seguramente era un tema de conversación... Aunque si se trataba de transformarse en digimon, ¿Lunamon dejó de ser su compañera? Su silencio era frío e incómodo. ¿Qué había pasado entonces con Lune? Un escalofrío recorrió de nuevo su espalda. Necesitaba encontrarla rápido. Estaba a punto de preguntar una vez más al monsieur, pero la voz del hombre la hizo callar.
- ... Cambiando de tema, el clan al que pertenezco, los Royal Knight seremos homenajeados en unos días... -Elluka siguió al hombre que comenzó a caminar, notando la desaparición de Lilithmon. Podía recordar esa organización, los caballeros de Yggdrasil. Había algún detalle que no le daba buena espina a Elluka en ese grupo, pero no podía recaer en cual, mucho menos cuando un hombre tan bueno estaba con ellos. - Habrá una fiesta en conmemoración a los miembros que fundaron el clan hace ya mucho tiempo, y me preguntaba si esta bella señorita gustaría de unirse como mi acompañante -El rostro de Elluka enrojeció por completo. Se atrevió a verse a sí misma como un árbol de cerezos, con su cabello como las flores y su cara como el fruto. Se sintió completamente halagada, a pesar de que había sido muy poco tiempo de "conocer" al hombre. Asintió casi sin pensarlo y sonrió ampliamente mientras juntaba sus dos manos en señal de gusto.
-¡Me encantaría! -Agradeció con una pequeña reverencia y aceptó la bella flor con su diestra. Ya tenía todo un plan por delante, debía recuperar su puesto con los Union Saver y obtener información básica sobre sí misma, tendría una fiesta importante a la cual ir y tal vez encontrar a personas que le puedan ayudar, podría contactar a Fuji para cualquier duda. Y fue en ese instante que todo se derrumbó. ¿Cómo encontraría de nuevo al hombre? -Pero, ¿cómo me contactaré con usted para entonces? -Preguntó. Ciertamente no podía evitar ese punto ¿cómo volvería a encontrarlo? Por alguna extraña razón, le parecía aún más descabellada la idea de que existiesen los medios de comunicación en un mundo completamente digital, mucho menos tenía alguna especie de teléfono celular o correo electrónico al cual dejar un mensaje. Tal vez si diese la dirección de la posada en la que se quedaba... Sí, esa podría ser una solución apropiada. -Me estoy hospedando en una pequeña posada, al centro de la ciudad, no muy lejos de aquí... -Comenzó a hablar pensativa. -Es mucho más cómoda que el suelo del Área oscura. -Bromeó con elegancia, llevando la rosa a sus labios para cubrir una tenue risita juguetona.