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6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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Mensaje por Luna Kobayashi Miér Mar 02, 2016 10:24 am

Caso 1: El caso de Luna Kobayashi.


-Oye Luna, ¿cómo fue tu primer día de escuela en Japón?

Es una pregunta inoportuna. Molesta, también.

Pero no puedo negar que no es como si no lo recordase. El primer día de escuela en Tokyo.

El idioma no era problema, aunque como no hablaba, todo el mundo pensaba que sí lo era. Así que mucha gente me insultaba en mi cara, creyendo que sus caras amables y sonrisas me engañaban. Claro que me sentía abatida, nunca he sabido exactamente por qué me insultaban, al menos realmente, quizás porque tengo la apariencia de alguien débil y era fácil. Pronto, quizás influenciada por la tristeza y el asco que me daba que tuvieran la hipocresía de fingir que no eran culpables, defenderse e inculparse entre sí, terminé siendo alguien algo antipática, como lo soy ahora.

Sucesivamente siguieron pasando cosas malas. Ya no puedo confiar en nadie, incluso si lo intento; lo entenderías si te hubiera pasado lo que a mi. Mi desconfianza hacia la gente, me ha mantenido viva. Nadie se ha acercado a mi con buenas intenciones o sin sentimiento de condescendencia. Es un sentimiento que antes me reconfortaba algo, pero que ahora me es ácido. Era la extraña en la escuela, e incluso a los profesores les causaba rechazo. A veces me pregunto si realmente soy tan mala como para merecer todo esto. ¿A qué viene esa cara de sorpresa? Bueno, es cierto que no tengo un buen autoconcepto de mí, pero de ahí a merecer el acoso y derribo que sufrí y sufro, pues tampoco es justo.

Ah, pero la vida no es justa. Así que pasaron los años escolares, incluso pasé a la escuela secundaria y seguía siendo eso; una extraña.

Sinceramente, creo que no ha cambiado mucho.

Me conozco Tokyo, es cierto y he encontrado sitios por los que me gusta pasear. Pero aparte de eso, soy una extraña en esta ciudad, la misma extranjera que no supo encajar, sólo que ahora sé dónde están las cosas -más o menos, a veces aún me pierdo-. Al principio pensé que era por el país pero con pensarlo un poco me doy cuenta de que ese no es el problema; si me apuras, creo que me siento una extranjera de este mundo. Sigo siendo una extraña, allá donde vaya. Y allá donde vaya, me llevaré esta pesada carga conmigo. La carga de todos y cada uno de los desplantes de otras personas, la carga de no ser echada de menos -verídico; desaparecí unos meses la primera vez que fui al digimundo y nadie se percató-.

Tengo un padre. También sé que la familia de mi madre vive aquí en Tokyo, pero no me hablo con ellos. Por lo que, a efectos prácticos estoy sola -no creo que mi madre me esté cuidando desde el más allá-, en cuanto a lo que seres humanos se refiere. Creo que todo eso lo sabes mejor que yo. Es triste. Pero es la verdad. Floramon y Leonardo me quieren mucho, quiero pensar que ellos me quieren más de lo que mis verdaderos padres me han querido, pero dudo que puedan entender lo desamparada que me siento. Es muy probable que sea egoísta por mi parte decir eso. Pero es como lo siento.

Últimamente no me gusta lo que siento, en general, como apunte. Nunca me gusté, pero siempre tenía el comodín de sentirme superior moralmente hablando.

Quizás, seguir aquí incluso si ningún humano me extraña, quiere decir que en el fondo y de alguna manera, poseo cierta fuerza para preservar mi supervivencia más básica. O que soy demasiado cobarde, incluso para morir. Me inclino por esto último. La idea de desaparecer sin siquiera haber sido querida o sin haber sido útil me aterroriza demasiado como para cometer un suicidio; la diferencia entre aquella vez y esta es que cuando crecemos, se nos inyecta el deber de ser tan útil para el mundo como el mundo lo ha sido para nosotros. Ja. Si tuviera que pagar con la misma moneda, probablemente me convertiría en una sociópata, cada día me doy más y más cuenta de que odio todo y a todos. Siempre he estado sola contra el mundo, y a pesar de que ahora me encuentro entre un montón de gente -tamers y sus digimon- sigo estándolo, así que es muy probable que tenga que seguir sola. ¿Por qué tengo que seguir? Pues porque, simplemente, tengo miedo a morir. A veces me pregunto qué hago en los U.S. ¿Por qué pelear por un mundo que llevó a un intento de suicidio? Todo empezó porque quería encontrarme con mi padre, incluso si él me odia. Siguió por que no me pude negar ante la petición de Floramon. Terminará porque quiero, de alguna manera, que todo termine conmigo y, diantres, con quimeras digimon atacando, es más fácil que recluida en mi casa. Quizás ni me de cuenta. Además, los U.S no son tropas de guerra. He visto a los R.K en acción, he visto a la sublíder, y aunque le saco algunos años, ella es toda una mujer, una valkiria y mucha gente la admira; no sé por qué simpatizó con alguien que es tan poca cosa como yo. Aunque los U.S aseguremos que tenemos un gran territorio, y un gran escudo proteja la ciudad, si fue roto por un sólo digimon, eso de que somos un poderoso clan queda en entredicho, y lo sabes, creo que ya te lo dije. Mientras espero que me terminen aniquilando, que es más probable y realista que un milagro en mi vida, para seguir adelante, camino huyendo de ese miedo a morir. El prozac también ayuda. Flora es muy ilusa, ella cree que se tratan de pastillas para mi débil cuerpo. En el fondo, es una mentira blanca; son pastillas para tratar mi débil corazón, y realmente no me animan; ahora, son perfectas para dejarme fuera de combate y obligarme a dormir. Dejarlas me costó mucho, y sólo la idea de depender de ellas me alejó, pero eventualmente he tenido que volver a tomarlas, a escondidas, no sé muy bien de quien, porque a nadie le importa. Y no hagas como si realmente te preocupase, ambos nos ahorraremos esfuerzos y fustraciones.

Por tu cara, te preguntabas si no me dolería hablar del pasado.

¿Entiendes por qué no me duele tanto como temías, entonces? Porque la tormenta que empezó con la primera lágrima que derramé al nacer, no ha terminado. Yo no he terminado de llorar jamás, realmente.

Sé que estoy haciendo algo de trampa. Al fin de al cabo, he terminado no contándote detalles.


* * *

-Luna, me cuesta creer tanto que eres hija de Abraham… tu padre es un desalmado. Lo sabes. Sabes todo lo que ordenaba hacer para esa empresa, sin importarle si es correcto, si es cruel. Tú en cambio, siempre estás preocupada por intentar hacer lo correcto. Como todas las personas, a veces obras bien y otras mal, e incluso personalmente pienso que te presionas demasiado. ¿Por qué quieres tanto a tu padre? Tú eres alguien de bien y él sólo un manipulador malvado. ¿Hasta dónde llegarías por él? ¿Y por qué? No lo entiendo.

Yo haría todo por mi padre. Lo sé, sé que haría todo por él. También se que la mayoría de personas no pueden entenderlo. No sólo porque él ha causado  mucho dolor a otros, sino porque a mí también me ha hecho daño  a mí. Pero, ¿de qué me vale mentir? No me importa que me haga daño. Realmente si se sintiera más feliz, a ese precio, yo lo acataría. Me cuesta mucho más lidiar con que os haya hecho tanto daño  a gente ajena. Él ha causado mucho dolor a otros, como dije antes, y es imposible negarlo… en particular, a ti también. .. cuando lo pienso, me extraña que seamos buenos amigos, pero no es como si no me alegrase un poco de que se hayan dado estas coincidencias; tenemos personalidades tan distintas que de otra forma es muy posible que no nos hubiéramos encontrado  jamás, pero a pesar de eso… somos buenos amigos, ¿no?  

Me cuesta mirar a la cara a las personas que sé que han sufrido a manos de Digital I.N.C, siento como si yo tuviera parte de la responsabilidad. Es como si yo, al ser hija de mi padre, comparta sus actos y tenga que ver, aunque no sea así. Sé que es estúpido pero es que lo siento así. Una de las razones que me mantienen aún como miembro en los U.S a pesar de que me mandes a misiones peligrosas y seamos algo torpes como policías es que en la medida de lo posible quiero retribuir a los demás por lo que él está haciendo. Incluso si sólo es un poco… está bien. Quiero dejarlo todo tan intacto como estaba antes de que yo naciera. Lo cierto es que a pesar de que lo he intentado, he terminado haciendo tantas cosas mal que para lograr eso necesitaría… una vida completa. A veces pienso que sólo estoy intentando borrar mis propias huellas en un desierto, completamente en vano, pues borrar implica caminar y seguir dejando huellas. Es… complicado. Y a veces siento que es injusto. Yo no pedí estar aquí.

Ya no sé si quiero seguir aquí.

Yo no pedí nacer. A fin de cuentas empecé a llorar al nacer, como si hubiera tenido una premonición de mi futura melancolía. Como si supiera qué significaba ese momento. Verdad o no, justo o no, no puedo vivir sin intentarlo. La consciencia sobre las desgracias que he causado directa o indirectamente son tan reales… soy tan consciente… de todo lo que ha hecho Digital I.N.C, de todo lo que ha hecho mi padre…¿cómo podría dejarlo?

Tengo también la esperanza de que si soy responsable … si …si hago las cosas bien… entonces algo bueno ocurrirá antes de que muera. Sí. Que… que todo empezará a ir bien y que mi vida será algo más que una espera a que algo me mate, en vista de que no puedo hacerlo yo misma.

Que encontraré la voluntad de vivir, finalmente.

¿Ves? En el fondo es puro egoísmo, no soy tan buena. Sólo hago cosas por los demás para justificar mi existencia. Necesito que mi padre me diga que puedo estar aquí, que está bien que esté aquí.  Necesito sacarlo de Digital I.N.C. Hacerle entrar  en razón. No puede, no debe seguir hiriendo a todos.  

Sé todo eso. Sé que mi padre es malo. Pero pasa y resulta que, sea como sea, él es mi padre a pesar de todo. ¿Cómo podría renegar de él? Sería irracional, yo existo gracias a él. Sin Abraham, Luna no existiría en absoluto. Incluso si mi existencia es tortuosa, incluso si pienso que cualquier ánima del limbo merece más que yo el regalo de vivir, mi padre ha hecho que hoy pueda hablar contigo.

Obviamente, como todo el mundo, tengo una madre. Pero, para mí ella no es más que una figura desconocida y sin rostro. Que yo sepa, en casa no tenemos fotos de ella. No sé si ciertamente, no hay ninguna foto o simplemente mi padre se las llevó consigo, para estar con ella, incluso en el trabajo. Es gracioso que los días en los que me siento estar más hondo de mi tristeza, si recuerdo este tema, me invade cierta envidia. Ni siquiera lo sé, pero me siento celosa de que pueda tener la mirada de papá incluso si no está aquí. Como sea, procuro no pensarlo mucho. Ni siquiera sé su nombre, así que si está en algún lugar tras la muerte, dudo que me mire desde allí. Quizás ella está viviendo en otro lugar, haciendo su vida. Me parecería más lógico, más al menos que pensar que está muerta y que realmente nos cuida y vigila desde el cielo. No tener madre no fue algo que me diera tristeza, realmente. Por supuesto, agradezco que Floramon ocupe ese rol, pero ciertamente no era algo que me carcomiera.

Temo que mi papá me odie. No me haría a la idea de perderlo. Y es muy probable que mi padre me odie, que me deteste, que ni siquiera pueda soportar verme. Eso le daría bastante sentido al hecho de que nunca quisiera compartir tiempo conmigo. Si él tiene tales sentimientos hacia mi, siendo yo fruto de él, ¿qué sentirán otras personas que no estés bajo el yugo de la sangre? Es muy probable que, al igual que mi padre me odie, el resto de personas también lo haga. Por eso odio relacionarme. O más bien, me da miedo saber qué ven el resto de personas en mí. Quizás por eso que ven, todos me odiaban, incluso si yo creo que no había razones específicas para hacerlo. No lo sé. Lo que sí tengo muy claro es que aunque pueda poner en duda merecer el odio de otras personas, sí merezco el de mi papá. Seguramente mi madre se fue porque yo nací. Y le entiendo. Yo también odiaría sentir que alejan de mi lado al hombre que amo. Lo aborrecería. Sólo desearía que cosas malas le sucediesen. Quizás, yo alejé a mi madre de papá con mi mera existencia, incluso si yo no era consciente y no era más que un bebé.

Pero a pesar de ese odio, nunca me ha faltado qué comer, qué vestir, ni un techo. Papá realmente es muy bueno. Creo que sólo toma distancia de mí para evitar hacerme presa de su odio. Todos dicen que es un hombre malo. Pero si lo miras así, no lo es. Sólo se está alejando de una persona que tan sólo le produce odio para evitar lastimarla. Su ausencia me lastima mucho también, pero quizás el crea que su presencia me lastimaría aún más.

¿Entiendes ahora mi punto? ¿Entiendes por qué le defiendo?

Sinceramente, no sé si podría hacer lo mismo estando en su lugar. Apuesto a que tú piensas que sí, yo quiero pensar eso también. Gracias por pensarlo. Pero no creo que lleves la razón en eso de que favorezco demasiado a mi padre. Que no se merece mi ternura.

Le he visto pocas veces. Pero sé que él se siente roto, que está infeliz. Sólo me ha bastado esas pocas veces para saberlo. Él está tan roto como yo. Y quizás por mi culpa. Él necesita mi confianza, mi ternura. Quiero reparar ese daño que le hice. Quizás así no me odie. De veras quiero repararlo. Quiero devolverle a mi papá la felicidad que mi nacimiento le robó, quiero que si yo no puedo ser feliz, al menos él sí pueda. Pero no sé cómo curar su corazón roto.

Si pusiera fin a mi existencia ahora, sólo huiría. Es cierto que la molestia que supongo para tanta gente se desvanecería, pero en este punto soy algo egoísta; antes de morir o matarme, quiero reparar lo que le hice a mi padre. Quiero que cuando muera, no haya huellas de mis errores en este mundo, que nadie me recuerde porque sé que nadie me recordará para bien, por la simple razón de que no hay nada bueno en mí. Pienso que quizás si le alejo de Digital I.N.C él puede librarse de esa pesada carga que le impuse sin querer… al fin de al cabo, si se implicó tanto en ese horrible lugar, era porque tenía que encargarse de mí, costearme… así que a efectos prácticos, el daño que ha hecho mi padre lo he hecho yo también.

Quizás, si reparo lo que le hice a mi padre, él encontrará su propio camino. Quizas, entonces, mi padre me vea.

Y sólo entonces quizás haya una esperanza de ser reparada.


Última edición por YatterwaAgain el Jue Abr 14, 2016 5:46 pm, editado 7 veces
Luna Kobayashi

Luna Kobayashi
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Faltas :
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Champion


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Rango y Unidad :
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División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Flora
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Rango y Unidad Digi Aliado :
Leonardo
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Inventario :
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Mensaje por cadejo Miér Mar 02, 2016 9:38 pm

Pobre Lunita D:

pd: hey aun falta en la kp XD los US no son débiles solo que los CE atacaron rápido y con estrategia sobre el punto débil (anteriormente la "fortaleza" por semejante protección a kimeras, motivo por el cual las tropas de la ciudad no eran tan fuertes).
cadejo

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Mensaje por Sigrun Vinter Miér Mar 02, 2016 11:55 pm

Me encantó ^^

Uno puede comprender a Luna mucho mejor después de leer esto, la pobre sufre mucho. Además te lo has currado para escribirlo.

¡Quiero el caso 2! (??)
Sigrun Vinter

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Mensaje por Luna Kobayashi Dom Mayo 08, 2016 4:57 pm

Caso 0-El caso de Abraham Collins.
"Encinta"

Aún no habían visto a su bebé. Abraham llevaba rehuyendo el encuentro con la pequeña criatura semanas. Aunque pedía continuamente informes médicos sobre la situación de la pequeña,  no había visto el rostro de su hija. Ninguno de los padres de aquel bebé había visto el rostro de su hija, su progenitora había muerto y su progenitor era incapaz de mirarla. ¿Sería por eso que Luna tendría tan poca presencia en el futuro? ¿Sería porque ninguno de sus padres la miró que pasó a ser alguien cuya presencia era pequeña e innecesaria, casi invisible? Quién sabe. Lo cierto es que Abraham, aquel día, de nuevo, no fue capaz de ver el rostro de su hija, incluso si se había personado, como cada día después del trabajo en Digital I.N.C, en la sala de espera de la U.C.I.N, o lo que era lo mismo, la unidad de ciudados intensivos neonatales, donde se les proporcionaba a aquellos bebés que habían llegado demasiado pronto al mundo una atmósfera que les limitaba el estrés y que satisfacía sus necesidades básicas de calor, nutrición y protección para asegurarles un crecimiento y desarrollo adecuados. Abraham había estudiado medicina. Su especialización en medicina no era la concerniente a los partos, pero había entendido perfectamente lo que significaba que su hija hubiera nacido prematuramente, y las probabilidades que tenía de sobrevivir pesando tan poco. 60%. Él manejaba procentajes de fracaso o éxito médico a diario. Le espantaba estar insensibilizado y no ser como otro padre que pensaba que su hijo no podía morir, por la simple y absurda razón de que era “su” hijo.

Trató de dar un paso adelante para entrar en el pasillo, en el cual había una amplia ventana de cristal con las cortinas descorridas, en el cual se podía ver a U.C.I.N. Se obligó a que el intento se materializase, y se transformó en un paso pesado e inseguro, presionado por el deseo incesante de querer escapar.

Una parte de sí vaticinaba que presenciaría una transformación en su mundo. No era una falsa impresión. Y probablemente, lo normal sería pensar que el rostro de su pequeña bebé llenaría el hueco en el mundo que su esposa muerta había dejado. Que podría desterrar el concepto "muerte" que tanto le atormentaba, en relación con su esposa. Que la muerte, no existiría más en su mundo. Los bebés eran, al fin de al cabo, la expresión del amanecer de la vida, el comienzo. ¿Qué había más lejos del comienzo que el fin? Nada. Y nada podía estar tan lejos de la vida que la muerte. Se situó frente al cristal, observando la U.C.I.N. Aparatos y máquinas que emitían pitidos, respiraciones entrecortadas, hicieron que el corazón de Abraham quedase al borde del vacío. Todos aquellos bebés, dentro de incubadoras, con ropas tremendamentes parecidas, sin más signos identitivos que una pulsera de plástico en la muñequita con un número. Ganado. Se acordó de su infancia en la granja de sus padres en Estados Unidos, de cómo marcaban el ganado. De cómo se comentaba qué espécimen sería mejor. No ser capaz de distinguir el rostro de su bebé, lo arrastró a un ataque de pánico que precipitó a su corazón a caer al vacío en caída libre. No podía saber cuál de ellos era su hija.  Alguien tenía que decirle cuál de aquellos era SU hija.

Se suponía que había algo en los padres que hacía saberlo, una especie de instinto que les hacía reconocer a sus hijos. Pero él sólo veía a un montón de bebés indistinguibles. Veía un montón de crías, débiles, sin nombres. Sólo a los que sobrevivieran se les daría una “identidad”.

No aguantó ni siquiera cinco segundos mirando. La pesada sombra de la "muerte" seguía allí.  "Muchos de esos bebés podrían no conseguirlo. 60%, en el mejor de los casos. A cada complicación, el porcentaje se reduce" pensó, mientras apoyaba las manos en el cristal y caía lentamente hacia el suelo. "¿Cuáles de ellos tendrán nombre en la cabeza de sus padres? ¿Qué números serán aptos para el mundo? ¿A los débiles se les negará una identidad siquiera? ¿Sólo son un número?" atormentado por estas preguntas, golpeó los azulejos de la pared con los puños. Su estómago se puso del revés. Reprimió el impulso de taparse la boca. Ahogó una arcada, pero no pudo hacer nada. Dejó las blancas losas completamente manchadas. Un enfermero le ayudó a reincorporarse, y pidió que limpiasen el suelo antes de llevar a Abraham a la sala de espera, y ayudarle a sentarse; no consiguió arrancarle una palabra a Abraham, que parecía en trance. Cuando se quedó a solas, Abraham dejó caer sus lágrimas, notando que eran ríos de lava sobre la piel. Se desplomó en la silla de la sala de espera, y miró al techo.

-Lo siento, Hanatsuki, lo siento tanto. Lo siento, Nadeshiko. Lo siento, todos, lo siento tanto...-susurró, llevándose la mano desde el abdomen hacia abajo. No podía quitarse aquella horrible imagen de la cabeza, tampoco la sensación de arcadas. Como el destello del inicio, desde ese momento, Abraham comenzó a gestar dentro de sí la idea, así durante un largo período de una novena de meses, al principio de manera imperceptible y somera pero que poco a poco crecería dentro de sí, siendo alimentada por él.

* * *

"Los humanos son débiles. No nos queda más salida ni más opción. Biológicamente hablando, el ser humano no evolucionará más allá del homo sapiens. Es la cumbre de nuestra biología, y a pesar de todo, somos débiles; algo tan pequeño como un virus puede matarnos. ¿Es el plan de "Dios"? ¿Como la muerte de mi padre? ¿Es un plan perfecto y los digimon son una respuesta divina?

No. Se descubrió recientemente que las computadoras son el "nexo" entre ambos mundo y especies, pero el mundo digital es tan antiguo como el nuestro. Estuvo ahí siempre. "Dios" no los ha enviado, no es una respuesta enviada de "Dios" para responder a nuestra necesidad de volvernos fuertes.

Pero sí son la respuesta a la pregunta de hacia dónde tenemos que caminar en la senda evolutiva.

Cuando consigamos dar ese paso, ya no habrá débiles y fuertes. Ya no habrá ni sanos, ni enfermos. Ya no viviremos porque se han dado coincidencias médicas y biológicas para que nuestro cuerpo funcione, viviremos porque seremos una especie superior que sólo necesita de su propia voluntad de vivir para hacerlo.

Este será mi legado para la humanidad.

Esto es el fruto de mis entrañas."


* * *

Abraham compartía despacho y oficina con Lissandro Coppola. Habían sido compañeros en la facultad de medicina, y aunque después de esto se habían separado, Abraham no paraba de oír su nombre, pues se convirtió en uno de los mejores cirujanos en Japón, de la misma manera que Abraham se había convertido en uno de los nombres recurrentes en la medicina nuclear -la medicina que utiliza radiofármacos, que son medicamentos que contienen materiales radioactivos y que en combinación con otros elementos obtienen imágenes que muestran como están funcionando los órganos y tejidos explorados o revelan alteraciones de los mismos a un nivel molecular-. Así que en vista de que podía ser un fichaje para el equipo médico muy bueno, fue él mismo quien lo recomendó a la empresa y se volvieron a encontrar años después. Poco a poco Lissandro consiguió que Abraham se mostrase menos hermético, por lo que podía considerarse que eran amigos.  En algunas ocasiones ambas parejas habían salido juntas a cenar. Era lo más parecido a “socializar” que Abraham disfrutaba, ya que Hanatsuki parecía contenta cuando esto sucedía. Y para Abraham, si ella estaba feliz, no le importaba compartir su tiempo con Lissandro y la esposa de éste. No tenía una mala opinión de él, igualmente. De hecho le sorprendía ver cómo el italiano lidiaba a la perfección con su faceta profesional y personal; su carrera de cirujano cada vez más exitosa estaba acompañado de un matrimonio perfecto.

Hacía un rato que había caído la tarde, y comenzaba a anochecer. A Lissandro le gustaba tener buenas vistas para trabajar, así que su despacho estaba en una de las plantas más altas y parte de la pared acristalada -como curiosidad, Travis tendría uno muy parecido, pues se quedó impresionado cuando Lissandro le mostró el despacho por primera vez-. A Abraham, la cuestión de tener vistas o no le daba lo mismo, como solía suceder con todo lo que había a su alrededor, así que no puso objeción. El cirujano estaba sentado en su escritorio, y había dejado el bolígrafo para observar la puesta de sol. Abraham seguía agachado en silencio sobre los informes, pero sentía que no podía concentrarse, así que tenía gesto ceñudo; se encontraba mal, y no paraba de sentir que había algo en su estómago que le hacía sentir arcadas y ceder a vómitos.

“Felicidades, su hija ya está en condiciones para abandonar la U.C.I.N. Le hemos concertado una cita con el materno para la semana que viene, pero no hay nada de lo que preocuparse.” Abraham había dispuesto todo para que el enfermero pudiera entrar en su casa, pues aquel día su turno se extendía hasta el final de la tarde.

-Dichosas horas extras, ¿eh?-comentó Lissandro, con una sonrisa. Al ver el gesto de Abraham, preguntó-¿Llamaron del hospital?

-Sí. Dieron de alta al bebé. Dejé todo en orden para que un enfermero pudiera traerla a casa y estar con ella hasta que termine por hoy-Lissandro estaba acostumbrado a la forma de hablar de Abraham. Solía responder de manera concisa y parca.

-Qué alegría que esa pequeña al fin pueda estar donde debe, en un hogar-dijo Lissandro, con cierto alivio. Se había preocupado bastante por la posibilidad de que, además de perder a su esposa, Abraham perdiera a su hija-¿No deberías irte entonces a disfrutar del retoño? Deberías pedir la baja por paternidad, y de paso, aprovechar para mirar qué tienes. Te he oído vomitar antes. Puede que sea el estrés, pero nunca se sabe.

-En cuanto a mi cuerpo, estaré bien; Hanatsuki en sus primeros meses estuvo mucho peor que yo. Y en cuanto a una baja por paternidad, es innecesaria. Sólo supondría retrasar la investigación-aseguró Abraham, sin dejar su tono de seriedad.

-Puede, pero hay muchas cosas que no sabemos sobre los monstruos digitales, así que esta investigación quizás nos lleve toda nuestra vida. Habrá que lidiar con muchas dificultades: de hecho la O.N.U está presionando a la empresa para firmar una especie de convenio en cuanto a lo que podemos y no podemos hacer. Con esto quiero decir, que irá para largo, y que es muy probable que ni podamos verlo realizado, y sean nuestros hijos quienes las completen.

-¿A dónde quieres llegar?-preguntó Abraham, mirando fijamente a Lissandro.

-A que antes de médicos somos personas. Y a que todo el mundo tiene derecho a una baja de paternidad para disfrutar de un tiempo con su retoño, y a que toda persona tiene derecho a descansar si está enferma-respondió el italiano.

Abraham volvió la vista a su trabajo, logrando concentrarse algo más en los informes que tenía delante. Lissandro suspiró, y volvió también al suyo propio, al ver que Abraham parecía zanjar el tema con aquel silencio.

-...he pensado darlo en adopción-dijo Abraham repentinamente. Lissandro observó a Abraham abriendo sus ojos olivas por la sorpresa. “¿Qué?”, preguntó, sin ser capaz de procesar lo que estaba oyendo.

Abraham se quedó unos segundos callado, y procedió a explicarse, con una calma y frialdad descarnada.

-No puedo ocuparme de ese bebé. Como médico sé curar enfermedades. Pero como persona, no sé cómo ciudar de otra, así que no estoy capacitado para cuidar del bebé.

Lissandro dejó los papeles, volcándose por completo en los temores de Abraham. Comenzaba a conocerlo, y sabía que Abraham tenía un carácter difícil si se trataba de asuntos que tocaran el calor humano, que era alguien sensible y frágil emocionalmente, incluso si era un completo profesional y un genio en la medicina. Superar una asignatura durante la carrera en la que se aprendía sobre mecanismos de empatía y trato de pacientes le había costado mucho, como si fuera incapaz de alcanzar la lógica de los sentimientos. Lissandro sabía que para las personas así, había que tener tacto y mucha paciencia.

-Entiendo que ser padre de esta manera te asuste. Pero no es como si tú fueras el único padre del mundo ni que estés solo ante esto. Mi esposa y yo estaríamos encantados de ayudar; tú y yo ya somos amigos desde hace tiempo, y a mi esposa le agradaba Hanatsuki-trató de convencerlo Lissandro. Tenía a partes iguales comprensión y extrañeza. Las circunstancias de la vida habían hecho que tanto Lissandro como Abraham tuvieran problemas para fundar una familia, y de hecho, fue Lissandro quien le recomendó a Abraham la clínica a la que el italiano y su esposa iban para que les ayudasen con sus problemas de concepción. Lissandro comprendía la fustración que se sentía, pero ahora que al menos su colega lo había conseguido, no podía permitir que renunciase a la niña que tanto habían esperado por simple miedo-Si tu situación con tu familia es irremediable, ¿la familia de tu mujer no podría ayudarte?

-Siempre les disgusté. No sólo por ser extranjero, sino por cómo soy yo. Una hija que esté manchada por mi debilidad les disgustaría también-explicó Abraham. Su suegra siempre fue la más crítica con él, por lo retraído y el poco carácter que tenía. Su suegro, sí era algo más comprensivo, y le respetaba por sensibilidad a los sentimientos de Hanatsuki-¿Y si la aborrecen porque piensan que ella asesinó a su madre?


Lissandro frunció el ceño. Sabía el trato que daban los japoneses a los extranjeros. Sumado a la mala impresión que Abraham causaba, no le extrañaba que la familia de Hanatsuki le repudiase, pero de ahí a rechazar a ese bebé sólo por ser hija de Abraham, era ir demasiado lejos.

-Es cierto que a los japoneses no les gustan los extranjeros, y es cierto que tienes un carácter difícil, pero definitivamente las complicaciones en el parto son cosas que pasan, no es como si el bebé tuviera la culpa sólo por el simple acto de nacer. Deben estar locos si realmente pensasen que el pobre bebé asesinó a su madre-Lissandro, al ver que Abraham volvió a apartar la mirada, lo examinó con una mezcla de miedo e incredulidad-Abraham... dime que tú no piensas una cosa así de horrible y absurda.

-Técnicamente, si ese bebé no hubiera nacido, ella seguiría viva-admitió Abraham, diciendo esto con tono gélido.

Lissandro se tomó unos segundos para dejar de escribir, levantarse del escritorio, y ponerse delante de su amigo, bloqueándole la vista al paisaje. No lo dejaría huir.

-Estábais esperando este día. Tanto ella como tú. Era vuestro mayor deseo. ¿Qué ha cambiado?

-Nada. Yo sólo lo deseaba porque ella quería ese bebé. Yo simplemente traté de satisfacer ese deseo para ella, para pagarle el hecho de estar atada a un marido patético. Tan patético que ni siquiera ha podido evitar que un bebé la mate-susurró Abraham, bajando la mirada.

Lissandro Coppola era tenido por muchos como la criatura más calma, tranquila y bonachona conocida. Era tolerante, y si bien no dejaba sus propias convicciones, nunca había montado una escena o discusión. Era pura paciencia personificada, un hombre manso y calmado.

Pero en aquel instante, aferró a Abraham por el cuello de la bata, obligándolo a levantarse de la silla.

-¡Tu hija NO mató a tu mujer! ¡Es una criatura inocente! ¡“Ese bebé”, como tú lo llamas, es lo que te queda de tu mujer, es lo que REALMENTE te queda de ella: tu esposa murió! ¡Lo que está vivo es TU HIJA! ¡Y ahora, para seguir viviendo, te necesita! ¡Esa niñita necesita a su padre!

Abraham no demostró cambio alguno en la expresión de su rostro, simplemente se preparó para ser golpeado, como solía ocurrir; no sería la primera vez en ser golpeado por otras personas iracundas por su pasividad. Abraham se preguntaba cómo era sentir aquella ira contra algo real. Lissandro soltó a Abraham sobre la silla, y se limitó a añadir mientras firmaba unos papeles.

-Ve a casa. Me ocuparé de todo en tu ausencia. Puedes llamarme si te preocupa algo en particular o necesitas algo, aquí al despacho, a mi casa o a mi móvil personal.

* * *

"Si trabaja tanto, sería recomendable que contrasase a una niñera. Los bebés necesitan cuidados constantes" recomendó el enfermero, antes de retirarse. Entonces, Abraham se quedó en el vacío de su apartamento, mirando la cuna con rostro grave. La pequeña Nadeshiko -ese era el nombre que habían pensado por si era niña, en parte, por la costumbre de la familia de su mujer por nombrar a las mujeres de la familia con flores, y en parte porque Hanatsuki tenía la sensación de que era un nombre apropiado para que la niña terminase siendo toda una dama, al contrario que ella misma. El nombre aludía a Yamato Nadeshiko, considerada la expresión tradicional japonesa de una mujer ideal y perfecta, de ahí que el nombre hubiera gustado mucho a la abuela de la pequeña. Viendo a Luna en la actualidad, es dolorosamente irónico ver que está bastante lejos de eso, y que incluso no se ajustaría a la idea que su madre había querido, siendo, aún más, un fracaso como hija- estaba recostada, envuelta en una mantita de color crema de aspecto suave, dándole la espalda a su padre, acurrucada en sí misma, hecha un pequeño y suave ovillo. Sólo para unos ojos omniscientes a través del tiempo era palpable cómo Luna reviviría el gesto, una y otra vez, tratando de esconderse de todas las cosas malas que la habían llevado a llorar. Reviviría el hecho de estar sola y desprotegida, también. Bien tapada, y refugiándose en sus pequeños brazos, sus rasgos se escondían, y Abraham sólo podía distinguir una coronilla con pelo negro. El bebé parecía tranquilo y dormido, así que Abraham decidió dormir también, aunque fuera por unas horas.  Sentado en el borde de una cama que sentía demasiado grande, apoyando los codos en las rodillas mientras reclinaba la espalda en una posición encorvada, miró la cuna con una mezcla entre seriedad, odio y frialdad. Se dijo que debía ponerla más cerca de sí, para atender al bebé. Pasó un minuto y  aun no se movió.

Comprendió que era incapaz. De hecho, él que siempre dormía boca arriba, aquella noche durmió apoyándose en su costado, de cara a la ventana y dándole la espalda a la pequeña cuna.

Horas después despertó en esa misma posición, por la extrañeza que sentía su cuerpo al notar la posición tan ajena a la costumbre. Querría haberse movido para tomar una más cómoda, pero a pesar de que podía moverse perfectamente había un muro ideológico en su cabeza, parecido ese muro que todo el mundo suele tener y que por ejemplo impide pegar repentinamente a un desconocido, quitarse la ropa en plena calle, o saltar al encuentro de un coche en marcha. Volvió a quedarse dormido, por un período más corto que largo. Cuando volvió a despertar tenía la sensación física de inmovilidad, sólo sus ojos podían moverse en un campo de visión reducido. Por pura inercia y -triste- cotidianidad, intentó -y consiguió- tantear muy torpemente el espacio de su lado que solía solía ser ocupado por una figura. La de su esposa.

"Ya no está."

Siempre era capaz de tranquilizarse lo suficiente para frenar el pánico ante la parálisis del sueño si sentía su tacto, aunque fuera a modo de eco amortiguado. Era bastante frecuente en él tener ataques de parálisis de sueño. Como solía pasar durante estos episodios nocturnos, poco a poco, recuperaba la movilidad con el paso de los minutos. Se percataba de su alrededor y captaba los sonidos de su alrededor; el tic-tac de algún reloj, quizás el rumor del televisor encendido si los vecinos de al lado se habían quedado dormidos con la televisión encendida, el pasar muy eventual de algún coche, las sábanas cuando su esposa se movía...poco más.  Pero esta vez captaba algo más, que le molestaba. "Es desgradable. Es una molestia". No sabía concretar qué.  

Había veces que conseguía superar esos ataques él solo. Era médico, y al menos tenía el arma de la explicación clínica de lo que estaba pasando. El desconocimiento por sí mismo de lo que le sucedía, le habría supuesto la peor de las angustias, por encima de la propia parálisis. Otras veces sí necesitaba que se despertase, normalmente cuando también había alucinaciones de sombras acechantes, que parecían cernirse sobre ambos, y él sin ser capaz protegerla. “Siendo inútil cuando me necesitas. Quizás tu madre tiene razón” solía pensar, dándole la razón a los insultos de su suegra, que si opinaba que Hanatsuki no sería buena esposa, opinaba aún peor sobre las capacidades de Abraham como esposo -“¡Es una vergüenza que mi hija tenga que estar continuamente protegiéndote! ¡El deber de un esposo es cuidar de su mujer!”-. También como hombre -“¡Ya llevais mucho tiempo casados! ¿No pensáis ir a una clínica para ver dónde está el problema?”-. Al fin de cuentas, habían tardado mucho en tener un bebé, y encima éste había nacido débil. Se decía que su esposa tenía que ser la única mujer en el mundo a la que nada suyo le estorbaba, que él no era una carga. Abraham se sentía bien cuando se convencía de que eso era tan cierto como que el cielo era azul. A veces su inseguridad le hacía dudar. “Debe ser desagradable. Debe ser una molestia”. Pero, definitivamente, quería creerlo y consiguió ver a aquella presencia femenina como algo que le ofrecía seguridad, la única que no le hacía sentir que estaba a punto de hacerle daño. A punto de hacer que pusiera la mano sobre aquella plancha de hierro. Alargaba la mano hacia ella como podía, y ella despertaba por haber sido zarandeada por una mano de contacto áspero por la gran quemadura que se extendía a lo largo de la palma de la mano. Nunca le había recriminado nada, y aunque tuvieran que pasarse horas, simplemente él con la cabeza apoyada sobre sus rodillas, tratando de recuperarse del miedo - “¡Ya es un adulto! ¡No es propio que tenga miedo!”- y la culpa.

- Debo ser tan desagradable... debo ser una molestia-pensaba, cuando se veía obligado a perturbar el sueño de su esposa.

“No vendrá aquí a cuidar de su pusilánime marido."

Según la fuerza de las alucinaciones, tenía que pasar más tiempo a su lado, como un cachorro asustado; a veces sólo eran presencias escondíendose tras los objetos de la habitación -Abraham tenía la fijación de que aunque no podía fijarse en ellas, eran claramente femeninas-, y los peores días las alucinaciones hipagógicas también incluían a una figura masculina, mirándolo con una mezcla entre seriedad, odio y frialdad.

"Pero ya no está. Hanatsuki no está. Mi querida esposa ya no está aquí, ni para ayudarme ni para que yo pueda ayudarla."

Se había despertado, presa de un ataque de parálisis del sueño. Trató de movese levemente, aunque fuera un poco, pero apenas recuperaba la movilidad. Aún tenía la esperanza de que sólo estaba proyectando aquellas cosas -esas cosas que parecían humo de ánimas, que supuraban de todas partes como una desagradable miasma- porque su cerebro estaba en un estado de hipersensibilidad ante el peligro de no poder moverse. Aún seguía pensando como un médico, diagnosticando su propio caso, explicándose qué estaba pasando, pero se sentía demasiado agotado mentalmente como para mantenerse fuerte y alejar a aquella figura.

Abraham de alguna manera sentía que al menos, esa figura que él percibia como masculina, era la misma siempre. Como un ente pegado a su espalda, que buscaba su flaqueza, y se inclinaba sobre él en sus ataques de parálisis de sueño. Aunque no podía verlo, podía percibir que sus rasgos estaban torcidos en un rictus de furia. Había algo que no le perdonaba y podía notar que su comportamiento más que siniestro como otras veces, ahora era violento. Normalmente sólo se le quedaba mirando, cerca, muy cerca. Pero esta vez no. Abraham lo supo antes de que la sensación de estrangulamiento llegase; aquella cosa le quería matar.

Aún tenía la esperanza de que sólo estaba proyectando aquellas cosas porque su cerebro estaba en un estado de hipersensibilidad ante el peligro de no poder moverse. Todo estaba en su cabeza, que estaba infectada por esa enfermedad en el corazón llamada miedo. Notó una mano, claramente femenina, acariciándole el brazo, de una manera particular. Algo primitivo dentro de su faceta más humana, en la que no era un médico ni ateo, rezó porque fuera su esposa, que al menos, siguiera en su corazón dándole la fuerza que necesitaba.

-No tengo por qué tener miedo. Todo saldrá bien, al final-consiguió musitar. Por un instante se sintió lo suficientemente fuerte para velar por Nadeshiko. Hanatsuki seguía allí, y lo estaba confortando en esos instantes.

Pero entonces se percató de que estaba malentendiendo algo. Abraham giró unos centímetros la cabeza, hacia el brazo, para ampliar su rango de visión. La mano provenía de debajo de la cama, y no le estaba confortando. Lo estaba sujetando para que no se resistiera a ser estrangulado.

“...hubiera preferido morir yo...”

Como un vaso de cristal al que se le aplicaba presión de manera paulatina,  la mente de Abraham se estaba quebrandoe. La grieta se hizo más grande y larga, acercándolo más al punto de quebrarse en mil pedazos. Abraham emitió un alarido; angustiantemente largo y desgarrado, de tal fuerza y desesperación que espantó la parálisis y desintegró a aquellas cosas, también a la figura masculina que estaba mirándolo con una mezcla entre seriedad, odio y frialdad, pero también desintegró un poco más de la cordura de su mente.

“Soledad. Quiebre. Esposa. Embarazo. Te necesito. Hija. Padre. Responsabilidad. Carga. Su cara. No puedo ver. Inútil. ¿Por qué no me cuidas? Te odio. Ausencia. Culpa. Quiero morir. Yo no te puedo proteger. Te maté. No sé cuidar de personas.  Soledad. Quiebre. Esposa. Embarazo. Te necesito. Hija.Flores. Es niña. Tendrá nombre de flor. Será una maravillosa niña. Padre. Responsabilidad. Carga. Su cara. No puedo ver. Inútil. ¿Por qué no me cuidas? Te odio. Ausencia. Culpa. Quiero morir. Yo no te puedo proteger. Te maté. No sé cuidar de personas. Soledad. Quiebre. Esposa. Embarazo. Te necesito. Hija. Padre. Responsabilidad. Carga. Su cara. No puedo ver. Inútil. ¿Por qué no me cuidas? Te odio. Ausencia. Culpa. Quiero morir. Yo no te puedo proteger. Te maté. No sé cuidar de personas.  Soledad. Quiebre. Esposa. Embarazo. Te necesito. Hija.Flores. Es niña. Tendrá nombre de flor. Será una maravillosa niña. Padre. Responsabilidad. Carga. Su cara. No puedo ver. Inútil. ¿Por qué no me cuidas? Te odio. Ausencia. Culpa. Quiero morir. Yo no te puedo proteger. Te maté. No sé cuidar de personas.”

-...¡está llorando!-su propia voz cortó el bucle de pensamientos que se sucedía, rápido, con tanto significado y tan poco que sentía que le explotaría la cabeza y el alma.

Tardó unos segundos en percatarse y oír el llanto que había inundado la habitación. La urgencia y las profundas inspiraciones del bebé denotaban que probablemente llevaba un rato llorando en la oscuridad de la noche, sin que Abraham se despertase -o más bien, sin que pudiera salir de todo aquello que se había formado en su cabeza-.  Se acercó a la cuna, aferrándose a la baranda de madera. La pequeña pareció notarle, y se movió para quedar boca arriba, y al fin Abraham pudo ver la cara y dotar de facciones al bebé; tenía los mofletitos y la carita roja de tanto gritar y llorar, y Abraham se preguntó cuánto tiempo llevaba así. Se sintió despreciable, y reculó un par de pasos de la cuna por la impresión, pero se acercó de nuevo lentamente, extendiendo nerviosamente la mano poco a poco, sin saber qué hacer para consolar a su pequeña, sin poder reaccionar, incluso si aquel sonido le parecía desagradable, una molestia.

La pequeña dirigió la mirada hacia Abraham con cautela. Era como si el pequeño recién nacido tuviera mayor entendimiento y supiera que finalmente, alguien que debía haberla mirado hacía ya mucho, estaba allí.

-¿Estás triste y lloras porque mamá no está? ¿Lloras porque tu papá tampoco ha estado aquí?-le preguntó Abraham, con el hilo de voz que le quedaba.

Abraham acercó un poco más la mano. Se sintió reconfortado al ver que no era el único que estaba asustado ante la idea de haber perdido a Hanatsuki. Sentía que aquel bebé podía comprender su tristeza.

-Yo también... la extraño mucho. Yo sólo soy tu papá, tu inútil papá. En tu corta vida, ya te he fallado al esquivarte. No sé qué decirte, ni qué hacer...

El instinto primario del bebé fue aferrarse al calor de la figura humana, por lo que la pequeña estrechó el dedo de su padre entre la manita y cesó en el llanto. Abraham sintió que le estaba diciendo que no pasaba nada. Que le estaba perdonando.



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Off:Todo esto fue inspirado por esa imagen.


Última edición por YatterwaAgain el Dom Mayo 08, 2016 11:07 pm, editado 15 veces
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Mensaje por Luna Kobayashi Dom Mayo 08, 2016 5:04 pm

Gracias por los comentarios y tomaros la molestia de leerlo, significa mucho para mí. Y bueno, como ves, no va ordenado ni numérica ni cronológicamente, para que sea como un puzzle -mentira, es para poder escribir lo que me apetezca (???)-. Me ha costado algo de tiempo, pero me ha gustado cómo ha quedado. Así el padre de Luna no queda tan deshumanizado.
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Mensaje por Roku Ginshô Dom Mayo 08, 2016 11:22 pm

Ya saben cómo soy en cuanto a opiniones y eso, pero lo prefiero a decir simplemente "está bien/está mal". Entonces, no es necesario que esto lo lea alguien más aparte de la autora, ya que al fin y al cabo, es mi opinión sobre lo que ha escrito. Intentaré ser lo más específico posible, a ver qué sale:

-Caso 1: El caso de Luna Kobayashi.

No sé por qué la gente dice "pobre Luna", si al acabar la historia conserva todas sus extremidades. En sí, el relato expone las conclusiones del personaje tras sus diferentes vivencias en el mundo. Si bien no expone casos concretos (o al menos, yo no he visto que rememore temas existentes) sí lo hace bien por ceñirse al "cómo se siente" tras esto, y me gusta porque se explora la fragilidad del personaje, más desde la perspectiva tamer, desde su visión como "humana". La similitud entre su vida "antes de los digimons" y "después de los digimons", y cómo ella ve la misma situación dice mucho del personaje en cuanto a sus experiencias, ciertamente falta "algo", y es el motivo de esta historia.

El sentido lo tenemos en la segunda parte del escrito, donde gana fuerza la figura del "padre". Luna comienza a reiterar una y otra vez su situación familiar, abarcando varias ideas sobre su relación con este, con su madre y, lo más importante, consigo misma, cómo ella ve la situación. Lo más importante, a juicio personal, es que Luna defiende la idea de que ella no es estúpida, me refiero, que sabe perfectamente en qué mundos vive, cómo está la sociedad y, lo más importante, cómo ella y los suyos han participado en esto.

Defendiendo a su padre, es así como concluye la historia, pero no deja de ser un pensamiento cíclico donde el personaje se machaca una y otra vez. Al no introducir otros personajes de una forma más clara (como Flora o Leo y si estos le han hecho cambiar de verdad), ciertamente no existe un cambio en su forma de sentirse, presentando al final la misma idea que al principio. Aunque esto en sí no me convence, no quita que se explote un tema que a Luna le tortura a cada segundo: cómo la ve la sociedad y, más importante, cómo la ve su padre.

-Personajes: 2/5-Únicamente se enfoca en Luna, y aunque esto no sea malo, extiende una misma idea a lo largo de mucho texto. Si al hablar de la sociedad o de su situación familiar se centrara más en cómo han afectado su vida en lugar de la idea imperturbable de sí misma creo que la historia mejoraría.

-Narración: 4/5- La primera persona le hace MUCHO bien a la historia, pues deja ver cada una de sus neuras. A ver, esto se llama "pensamientos" y es obvio que lo que se quiere es indagar en la mente del personaje. Y se consigue gracias al estilo introspectivo (vamos, que nos centramos más en "cómo se siente" que en lo que está haciendo), pero (gracias al cielo) no ocupa solo esto, y el hecho de que Luna se esté medicando a escondidas remata perfectamente su drama personal, al ser esto la consecuencia física de todo el procedimiento mental.

-Trama: 2/5- Aunque ya en la narración (que técnicamente atendería al estilo, pero es lo que creo que es menos importante en cuanto a que a faltas y eso no hay algo que te haga morir; la redacción es sobresaliente) he dejado ver detalles de la historia, aquí he de decir que el texto miente: Luna no responde a las preguntas que se le hacen. Aunque sí recoge otras ideas interesantes (ya comentadas antes), yo como lector me siento engañado, esperando que aquel que está formulando las preguntas detenga la narración, recapitule, y le diga a Luna "¿por qué te sientes así? ¿qué pasó para que pensaras así? ¿es por alguien o por algo?". No lo he metido en personajes porque solo tiene dos frases, y probablemente sea una voz off de la propia Luna... Pero el que la trama no se encauce por preguntas, sino por divagaciones de Luna creo que no le hace bien a la historia.

Nota final: 3/5 (soy de letras, así que mis matemáticas son dictaminadas por si me ha gustado o no)- Si bien proyecta casi a la perfección cómo es el mundo interno de Luna, que la historia no tenga una estructura más acorde a una estructura "pregunta-respuesta" hace que la propia muchacha no sepa muy bien qué responder. Sí, es cierto que tenemos de fondo el "pathos" griego, la sensación de que podemos sentirnos como Luna y empatizar con ella, pero la extensión del texto y la aparición de las mismas ideas rompe este efecto. ¿Es un buen escrito? Sí, pero a mi juicio le faltan cosas... ¡Hasta que llegamos al capítulo de Abraham!



-Caso 0: El caso de Abraham Collins.

Mi reacción cuando vi esto fue "Buff, episodio 0, esto no va a aportar nada al ser algo del pasado". Comprendedme, Fairy Tails Zero es basura (aunque irónicamente Naruto Zero y Fate Zero son mejores que las originales...), y muchos autores aprovechan los flashbacks para introducir unas historias que, aunque cronológicamente estén en el pasado, no aportan nada al presente (vamos, que las suprimes y la historia sigue igual)...

Pero esta pseudonorma no se aplica aquí.

Al acabar mi reacción fue tal, que no hay emoticon para expresarlo (ni dynas puede). Es, aunque la imagen es difícil de ver, un puzzle bien hecho. Todas las piezas van encajando a la perfección, y esto no es lo normal. Lo normal es ver un puzzle destrozado, con piezas encajadas a la fuerza y que el dibujo que plasman dista mucho de ser estéticamente bueno. Aquí sin embargo, partimos de un buen personaje (¡es el maldito antagonista!), le dan un giro que probablemente nadie haya pensado (¡es el padre de Luna! ¡vale, eso ya lo sabíamos! ¡pero no qué implica esto!), y alargan esa idea hasta que se concluye. No se añade "relleno", y sí, al igual que el anterior las ideas se repiten (de hecho el propio Abraham colapsa en una sucesión constante de conceptos), pero atendiendo al hecho de que no sabe qué hacer.

Abraham es un "inútil" como humano: no sabe plasmar sentimientos, no sabe relacionarse, es un robot... Y aquí lo vemos "romperse". Su mente lógica dice "basta", y pese a que es una persona brillante, un genio, no sabe qué hacer. Y te transmite esa desesperación. A ver, a lo largo de todo el pensamiento te da los datos, las explicaciones y todo lo que debería tranquilizarnos... Para luego vomitar porque... Ni el propio personaje sabe por qué.

Poco a poco esta situación va empeorando (aunque parezca que el vómito del principio es lo peor, creo que las escenas donde intenta centrarse en el trabajo para olvidar el dolor y a su propia hija o donde sufre su enfermedad nocturna agravan su estado), y la causa no podía estar mejor elegida: el nacimiento de Luna, ya no como personaje, sino como ser humano. Toda la paranoia de la joven que hemos visto en el capítulo anterior se explica ahora por cómo su padre la ha evadido todo este tiempo. ¡Ahora tiene sentido!

Sin embargo, y aunque duela, esta vez Luna no nos interesa (Luna: Sad ), porque aunque sea la causa que origina toda esta trama, Abraham es quien la está viviendo (y cómo la vive, por Yggdrassil). Desde que nace, Abraham intenta calmarse con datos, que si tiene un porcentaje de sobrevivir, que si puede pagar una niñera, que en el peor de los casos está la adopción... Pero nada de esto le calma, pese a que es la forma en que ha dirigido su vida. En su lugar, solo vemos una desesperación que se hace más y más grande, porque ahora está solo.

En un mundo triste de números, cifras y demás, surgió un "brote" que añadió color a ese mundo gris. Ese "brote" era la madre de Luna, y al no estar ya, Abraham vuelve a su rutina de siempre, pero la grieta que abrió esta sigue ahí, agrandándose más y más a lo largo de la historia (especialmente, por la noche), llegando a una manifestación tanto física, como onírica y también psicológica. Su enfermedad, sumada a la debilidad que ha demostrado a lo largo de todo esto (su dolor de estómago) le hace tener unas horribles visiones que solo reiteran la idea que más le duele: él es un inútil.

El "pathos" que Luna que no me llegó aquí me ha dado un puñetazo en el estómago, pero de los fuertes. Porque con todo esto, ¡Abraham se levanta! se acerca a su bebé y, reconociendo que no es un buen padre, que no tiene fuerzas para seguir... Deja que el bebé se aferre a su dedo, y comparten un momento que creo que es de los más bonitos de toda la historia del mundo humano (porque en el digimundo hay más fuego, explosiones, quimeras, y esas cosas): Luna lo reconoce como su padre, y lejos de achacarle su abandono, solo quiere sostener ese dedo en la oscuridad... Y Abraham lo permite, pidiendo perdón.

A ver, es un bebé, no comprende qué está pasando. Pero su padre está ahí, cuando cualquier otro en esa situación habría gritado al bebé, lo habría llevado a otra habitación o se habría pegado un tiro. No es tan mal padre, tampoco el mejor, pero hace el esfuerzo de moverse.

Y en esto se parece a Luna. Ambos, pese a todo el dolor (independientemente de su fuente: física, mental o cualquier otra), acaban moviéndose, acaban haciendo "algo"... Aunque duela. Y eso es de admirar. Si esto fuera un top 10 Villanos del foro, Abraham sería el nº 1, aunque dudaría porque MasterJokermon también está ahí-ahí. Vale, este puede permitir la entrada de quimeras en una ciudad fuertemente protegida, pero aquí tenemos a un hombre destrozado por una pérdida que sigue investigando cómo hacer que el ser humano deje de sentirse débil ante cosas como la enfermedad o la muerte.

Y este rasgo lo humaniza y a la vez lo deshumaniza de un modo tal que ni una quimera puede plasmar.

-Personajes: 5/5-Esta vez hay más de un personaje. Tenemos al personaje central, que indudablemente es Abraham, pero también están los enfermeros (sin nombre, genial, porque así se les resta importancia), que dejan ver "lo normal", cómo debería actuar para ser "un buen padre" a ojos de la sociedad, su compañero italiano Lissandro, que lejos de atender a lo "correcto" desde el punto de vista social intenta comprender la situación de Abraham e intenta ayudarle, pero ayudarle de verdad, su suegra que solo empeora su estado... Y luego Luna y su madre, que no hablan, no hacen nada (bueno, Luna llora), pero lo que aportan a la historia es inmejorable. Hanatsuki no está, y es su ausencia lo que hace que todo se eleve un nivel más, y siendo el elemento que debería unir al bebé con el padre, esto no puede producirse por su muerte, y por ello, la bebé llora... Como suele hacer Luna en todas sus empresas... Pero esta vez, tiene una mano (un dedo) que se aferra a ella, y la calma. Todos los personajes hacen algo, todos se relacionan, y todos afectan al protagonista, Abraham.

-Narración: 4/5- Rompe la técnica de la primera persona para apostar por un narrador externo que comprende a los personajes. Si bien esto alarga la trama, es necesario. Abraham solo permitiría párrafos tremendamente breves y oraciones del tipo "Me duele", "sí", "ajam"... Sería aburrido. Aunque el narrador nos machaque con una descripción pormenorizada del estado del protagonista, esta vez alterna bien entre "qué ocurre" y "cómo afecta al personaje".

Y lo mejor es la estructura en tres partes. Primero se nos expone qué ha ocurrido y los primeros dolores de Abraham. Atendiendo más a cómo le afecta, es una introducción necesaria, pero no es lo importante aquí. En la segunda parte seguimos con esto, pero al meter diálogo se enriquece el texto, al ser un personaje completamente opuesto a Abraham, e incluso el narrador y el protagonista se sorprenden al no golpear este al desdichado padre (y eso es bueno). Pero la tercera parte es lo mejor, sin duda. Ya podemos deducir que a la autora le encanta el plano psicológico de los personajes, pero aquí mezcla eso con el culmen de las dolencias físicas y las alucinaciones, que si bien se repiten es porque quiere que sintamos la angustia del personaje, reiterando el dolor que siente. ¿Y cómo concluye esto? Con un suspiro, dos líneas, y la imagen. Mejor imposible.

-Trama: 5/5- Ya me he alargado suficiente, seré breve. Abraham es dios y los demás deberíais agradecer que os use como las cobayas que sois.

Vale, no es tan así. La trama es simple:nace Luna. Pero al escoger como foco de la acción no al bebé, sino al propio Abraham, se consigue ver el plano más humano de este: su desesperación. Sumado al resto de personajes ("la sociedad", "sus amistades", "su familia"...) vemos que hay una progresión, una terrible progresión. Cada vez se siente peor, más inútil, más prescindible, más raro...

Y aún así, saca las fuerzas para ver a quien ha asesinado a su mujer, a lo único bueno que le ha pasado en su vida... Y le pide perdón por pensar así, por tratarla así. Toda esta paranoia, dolor, enfermedad, acaba con una imagen entrañable, un gesto que nos deja ver que la redención, tanto para Abraham como para Luna, es posible.

Yo no sé vosotros, pero ahora apoyaré a este señor en todo.

Y si dispara a Sigrun, algo habrá hecho.

Nota final: 5/5- Abraham merece otra cuenta, ser el presidente de Digital INC, tener a todos los RK's canon y MÁS. Haber humanizado a un villano, y peor aun, a uno que se esfuerza por no serlo es algo realmente difícil...Pero esta vez yatter lo ha conseguido. Y por ello le doy el máximo número de dp's que puedo con esta opinión.

Ya veremos si esto baja con las siguientes historias.
Roku Ginshô

Roku Ginshô
Tamer
Tamer

Faltas :
Una por cada double.

Prueba de Rol :
A

Digi Puntos :
1060

Ficha :

NPCs :

Nivel On Rol :
Ancient spirit

Nivel On Rol de los Digi Aliados :
Sven-Hyper Spirit

Icono :
Union Saver: Organizacion mundial e interdimencional destinada a proteger, mantener el orden y justicia en ambos mundos

Rango y Unidad :
Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Rango y Unidad Digi Aliado :
Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Inventario :
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Mensaje por Luna Kobayashi Jue Nov 24, 2016 3:04 am

Caso 5-El caso de Ezzio Coppola.
"Mi libre albedrío"

Simplemente, era imposible dejar de correr. Él siempre había sido una persona intuitiva, incluso en su más tierna edad, así que en su interior podía saberlo; recular no era una opción. También había sabido que aquel "regalo" que el hombre decía ofrecerles, era una mentira; ellos no eran dueños de su nuevo don, dino que más bien su don era pertenencia de aquel hombre.

Recordó de nuevo cómo aquel hombre se había percatado de que el chico vislumbraba más allá del engaño. Su mirada lo decía y el chico jamás experimentó tan arduamente querer deshacer el hilo de su lógica y volver a la feliz ignorancia. El hombre lo quebró, y vaya que sabía cómo hacerlo; al observar de que los fuertes fármacos o las ayunas que requerían los experimentos no suponían en aquel sujeto el molesto suplicio que a los otros, supo que la mejor manera de castigar al adolescente era hacerle bajar a la altura de la inmundicia. El muchacho podía mostrar fuerza física, sí, pero algo tan sencillo -y a la vez, tan retorcido- como negarle la higiene más básica, hizo que se deshiciera en lágrimas acurrucado en su agonía y asco.

Eso casi consiguió matar su alma. Y cuando hicieron que su cuerpo cambiase a esa forma monstruosa que ellos llamaban "monstruo digital" supo que ese cascarón que era su cuerpo, les pertenecía. Todo de él. Le moldearon a su antojo; no querían a una persona, sino a un león. Tatuarle en el dorso de una mano la cabeza de un león era el recordatorio constante de que ahora tenía que ser eso, "el león". Los domadores de animales salvajes dicen que primero "hay que romperles el alma". Y resultaba.  

Aún así, llamémoslo milagro o último envite, por combustión instantánea -pues cualquier cosa que pudiera significar estimular sus pulsiones se evitaba-, el chico recordó que sólo era una persona a la que habían arrancado de una vida feliz. Sólo pretendían que creyera ciegamente que era una posesión, pero se negaba a creerlo. Se negaba a pertenecer a nadie más que a sí mismo.

Incluso tras años de cautiverio, este pensamiento le hizo fuerte. A los otros sujetos se les había olvidado lo que era el mundo más allá de las jaulas; le aterraba llegar a ese punto, pero el paso de los meses no había perdonado y ya no recordaba tan claramente el sabor del aire, el color del cielo o siquiera lo que hacía antes de estar allí. Se difuminaba. Su empeño en procurar no olvidarlo, era su rosario. Además, siempre había sido un chico listo, así que, durante muchísimo tiempo -casi medio año-, urdió paso a paso cómo escaparía. Paciente, observaba y esperaba al momento indicado, pues sabía que la desesperación podía perderle. A base de ímpetu en el momento adecuado, consiguió lo que ninguno de esos otros sujetos había conseguido.

Pasó de ser "el león" a ser "el que escapó".

Admirabe, y unos ejercicios de madurez avanzados para un adolescente, pero a pesar de eso, una vez pisó fuera del complejo de Digital I.N.C, empezó a tener tanto miedo como un niño pequeño al quedarse a dormir solo, pues ahora el mundo parecía, incluso, un poco inhóspito. Pero aún así, la libertad da las alas más ligeras. El aterrorizado muchacho se arrojó sobre una marquesina de un establecimiento cerrado, golpeando con insistencia el aliminio, mientras gritaba. Su propia voz era como una lija rasgando su garganta, sin ser capaz de decir nada con sentido. Se temió no encontrar esas palabras que necesitaba, temió que se hubieran volatilizado de su memoria. Socorro. Ayuda. Pero aparecieron, quizás como compañía de la angustia y de fuerzas para proferir el mayor grito de su vida. En tiempo inocentes, se habría tapado la boca y reído por chillar así, pues era algo que los adultos consideraban tremendamente maleducado pero esos tiempos... habían quedado a años luz.

-¡SOCORRO!

Nadie parecía oírlo, lo cual era extraño dado al grito que había dado. Si había sacado a alguien de la cama, probablemente no querían arriesgarse ante su aspecto: pinchazos por brazos y piernas, mirada desquiciada y desorientada... eran signos de algún yonki en mitad de la ansiedad, y nadie quería meterse en problemas en aquel modesto barrio familiar. Además ¿quién -que fuera medianamente una persona decente- caminaría a esas horas por allí?

El chico emitió un sollozo, dejándose caer sobre la marquesina; "Por favor... que alguien me ayude...". Se notaba demasiado cerca de quebrarse del todo. Sin embargo el sonido de un tacón y la luz de un poste opacándose le hizo girarse. Era otro de esos monstruos.

-Sabía que nos darías problemas. "El león", ¿eh?
-musitó la demonesa, mirando la mano del joven, antes de lanzar una orda de murciélagos hacia el chico, que se tiró al suelo y comenzó a mover las manos para apartar a las desagradables criaturas que le mordían con esos colmillos pequeños, y tiraban, formando pequeños surcos de sangre allí donde encontraban carne. El chico había hecho bien en dejar que sólo encontrasen sus brazos, pues aleteaban frenéticamente y tenían un apetito voraz. En los pequeños segundos que un aleteo no le cortaba la visión, pudo captar que la demonesa se acercaba. El sonido de los tacones era opacado por los chillidos de los pequeños murcielaguillos. Pero pudo notar que el sonido de algo rayando el suelo, se acercaba, y al ver cómo la demonesa alzaba el brazo, el chico rodó para esquivar a tiempo el mortal arma y sin perder un instante, corrió todo lo que las piernas le daban. La demonesa, sorprendida gratamente, alzó el vuelo, pero sólo para cortarle el camino. Por un nanosegundo, desesperación; sus posibilidades de dejar atrás su cautiverio eran un cerillo que la presencia de la demonio había apagado de un soplido.  "¡No, no!" pensaba, muy alterado, al ver que el milagro escapaba.

No. Ezzio no estaba dispuesto a volver. No iba a recular. No estando tan cerca. Era lo último que tenía, se notaba demasiado cerca del desfallecimiento. Pero Ezzio Coppola no iba a desfallecer llorando.

-...antes muerto... joder, antes muerto que volver...

Echó el torso hacia delante como su fuera a embestirla, y flexionó los codos, preparado para apartarla a codazos si hacía falta. La digimon emitió una risita. El chico dio un grito, y sin ser del todo consciente, su cuerpo se volvió mucho más grande, musculoso, y tomó la contextura exacta de un león bípedo de largas y doradas melenas.

-¡Imposible!-la transformación entre flamas que surgían de aquel tatuaje seguía, y su piel se recubría de pelaje anaranjado. El chillido se convirtió en un poderoso y largo rugido.

Nada se iba a interponer entre su libertad y él.  

La demonesa se apartó con rapidez de aquel tren de llamas que se dirigía en su dirección. A pesar de eso, el sólo estar cerca hizo que algunas llamas saltasen a su brazo y le arrancaron un chillido. Al mirarlo, la visión de datos, piel muerta y carne le arrancó una maldición hacia el chico, que como si lo hubiera dejado todo en esos instantes, cayó sobre sus propias rodillas como un peso muerto, tambaleándose. Aún así, las flamas seguían rodeándolo como un halo de protección, así que la demonesa no tuvo más que hacer que retirarse. De no ser por esas llamas, sería presa fácil, pues su cuerpo volvió a ser el de un adolescente de ojos marrones. Tenía un notorio estado de cansancio y aturdimiento, con una respiración resollante y la piel bañada en sudores, como si le aquejase la más fuerte de las fiebres, pero aún así, se levantó y reanudó su carrera agónica entre temblores y con la sensación de no ser capaz de pararse. ¿Correría hasta el amanecer? ¿Hasta morir? Se dijo que si hacía falta, por supuesto. Se arrojó desde el callejón a una calle más ancha, directamente a la desierta carretera para cruzarla. El asfalto sería su mudo testigo. Ezzio era un tierno adolescente con la cabeza mejor amueblada que la mayoría, dispuesto a todo por escapar a pesar de que a este punto sus temblores eran más parecidos a espasmos y estaba al borde del colapso. Lo único que tiraba un cuerpo de trapo, era su voluntad.  "Todo o nada", si la demonesa volvía todo acabaría, porque dudaba ser capaz de hacer eso otra vez. Irónico que el haberlo convertido en una bestia digital le acabase de salvar. Mucho de batín -el cual era su única prenda de ropa y se parecía a los que los pacientes en los hospitales llevan- estaba ennegrecido y humeante. ¿Quién podía culpar a Ezzio de no darse cuenta de la impresión de su aspecto? En su cabeza sólo deseaba que alguien le oyera, como si la presencia de una persona bastase para que la demonesa no decidiera volver.

-¡POR EL AMOR DE DIOS, NECESITO QUE ME AY...!

El resplandor que dejó a sus cansados ojos -pues estaban completamente nublados y poco acostumbrados a incluso a la luz tenue de la noche en la ciudad- completamente atónitos le hizo girar la cabeza, y sus pensamientos palidecieron y se entumecieron. Fue rápido, en esencia, pero Ezzio habría necesitado minutos y minutos para percatarse de algo simple: estaba siendo atropellado. Todo porque era incapaz de procesar y acordarse de que, usualmente por la carretera, pasaban cosas como camiones, motos y coches. De hecho, en algún rincón muy lejano de la mente recordó que antes de todo le encantaban los coches de juguete y que tenía por costumbre deslizarlos por circuitos imaginarios.

"Echo de menos jugar con Tempesta. Rojo, era rojo. Ninguno le po-"

El cuerpo del chico impactó contra el capó, con un golpe seco como un muñeco lleno de arroz. La luna recibió un manchón de sangre que él pudo captar a la par que su cuerpo daba una vuelta de campana para rodar por el techo del coche.

"No, este tono de rojo no..."

Su desorientado hilo rojo de pensamientos se cortó ahí. El conductor viró con un volantazo violento que sirvió para evitar la muerte segura de Ezzio, una muerte horrible en la que su cuerpo sería despiezado por esos neumáticos que chirriaban y se quemaban por la fricción, dejando un característico olor. El conductor no podía creer que aquel peatón se le hubiera, prácticamente, tirado encima. Al principio creyó que quizás se quería quitar la vida, nadie en su sano juicio se habría arrojado así.

-...a...ayu...-fue lo último que dijo, mientras la punta de sus dedos se contraían.

Somnolientos vecinos se asomaron desde sus balcones, muy confusos ante los ruidos y el griterío, pero al ver lo ocurrido, muchos bajaron, formando un pequeño corrillo en torno al lugar. El propio conductor trataba de explicarlo, visiblemente afectado mientras alguien llamaba a la ambulancia. Dirigió una mirada hacia aquella estampa, sin estar seguro de que una ambulancia pudiera hacer nada. El sonido de ésta al llegar terminó de despertar a la sorprendida barriada, que comentaría el hecho días posteriores, elucubrando y maquinando con los detalles y adiciones de datos a la historia. Lo que hoy se conoce como habladurías y chismes. Era muy chocante, que teniendo en cuenta que se llegó a dar el escabrozo y quasiverídico detalle de que "al chico se le salían los sesos por las orejas del golpe", el mismo joven de aquel momento estaría sentado en la silla de una oficina en la base principal de los Union Savers mientras rellenaba uno de los tantos presupuestos teóricos para el clan el próximo trimestre, y que un flexo de luz demasiado potente serviría como un lazo de tiempo con los focos del coche que atropelló a Ezzio Coppola aquella noche. Estos días amargos conectaron con este joven de veintipocos años cuyo nombre era Travis. Se cubrió los ojos para alejar el aturdimiento que años atrás lo cegó, gruñiendo de cansando y resentimiento por haberse autoinducido -de manera involuntaria, claro- a una mal llamada pesadilla. Y decimos mal llamada porque era un recuerdo, desnudo y tal cual ocurrió: nada de confusiones o adornos oníricos. Eso habría sido menos estresante para él, siempre prefería esperpentos nocturnos, ya que era consciente de que se trataba de una pesadilla y, eventualmente, se tenía que despertar: pero esos recuerdos tan exactos tomaban tanto realismo que se olvidaba de que ya no estaba en ese punto de su vida. Si sabía que era una pesadilla, seguía teniendo cierto control.

-Y menos mal-dijo esto sin querer, sin pensar en las palabras que articuló. De haber pensado en ellas, no se habría permitido decirlas. No se permitía muchas cosas; "está prohibido beber y conducir", "está prohibido perder el tiempo", "está prohibido lamentarse", "está prohibido tener miedo".

Instintivamente se llevó una mano a la cabeza con el fin de apartar su rebelde pelo castaño-rojizo, esperando encontrar una amplísima brecha abierta de la que emanase sangre entre su pelo -en el momento de la huida, estaba rapado al cero, pues era otra de las cosas que habían hecho, cortar el pelo a todos los sujetos-, re-abierta por el golpe revivido. Por supuesto -y casi ríe por su propia sorpresa al no encontrar la sangre- las yemas de sus dedos tan sólo rozaron una cicatriz larguísima que trazaba un arco desde su frentre hasta casi, perderse en su nunca. A fragmentos creía recordar cuán malo les había parecido a los médicos, aunque sinceramente, él creia que eran más imaginaciones suyas. Y era cierto; tal gravedad impedía cualquier otra acción que no fuera su cerebro intentando sobrevivir y había estado a punto de morir. Pero parecía que su hora no le había llegado, y sólo se llevó de secuela una cicatriz. Allí estaba, para poder emitir un suspiro mezclado con una risilla, pero tan nervioso que se se había tenido que los primeros botones de la camisa color crema y aflojarse la corbata. Al hacerlo, sus ojos se escontraron rápida y fugazmente con aquella marca en su mano; encontrarse con aquel tatuaje era agridulce porque le desagradaba que fuera poco discreta y acordarse porqué se la había hecho, pero por otro lado le hacía sentir orgulloso y como un ganador haber conseguido que ese marca, pensada como signo de humillación, fuera su estrella polar personal. Cuando la miraba, sentía que podía recuperar el control y el rumbo.  "Sólo la muerte puede detenerme, y no pienso morir tan joven.", pensaba.

La desagradable sensación se iba gradualmente, pero decidió disiparla del todo con un enjuagado de cara en el pequeño aseo de la oficina. Cuando se miró al espejo, no pudo evitar pensar que tenía un aspecto horrible, y que a pesar de reír, sus ojos estaban serios. Miró hacia abajo, moviendo el cuello levemente, reuniendo fuerzas, tranquilizándose. " Ya pasó y no permitiré que vuelva a pasar." Sonrió para recordarlo.

-No te olvidaste de cómo se vive. Aquella vez pensabas que no recordarías cómo se pedía ayuda, y luego, temiste no recordar cómo se vive. Pero estás haciéndolo, Travis. Estás viviendo.

Sí, definitivamente después del cautiverio y escapar  se temió ser incapaz de volver a vivir. Quizás tener una infancia feliz le había ayudado a que eso reposase en su memoria, durmiendo y esperando a la libertad. Tal y como no se olvida el cómo montar en bicicleta, una vez se hacía, uno no podía olvidar cómo vivir; si acaso, hacerlo de manera más torpe hasta acostumbrarse de nuevo. Diablos, se estaba recuperando. Incluso creía que no le hacían falta esas visitas al psicólogo, pero era un acto de reafirmación para sí mismo de que tenía el control.

El psicólogo que debía mirarse esa obsesión por el control. Pero Travis prefería ser un control que volver a esas épocas donde su vida era poco menos que caótica; obsesionado con el temor a ser incapaz de saber vivir fuera de su jaula, de no poder ser un chico normal, se arrojó a noche de desenfreno y gastos en cantidades insultantes del dinero que sus padres le legaron.

De este error entendió que estar fuera de la jaula en libertad no le devolvía automáticamente el control. De hecho en esa época sus miedos, sentimientos, y como resultado su vida, iba de aquí a allá.  "Y yo tonto de mí, me engañaba diciendo que eso era vivir al máximo". Fuera por trauma o por simple disfrute Ezzio -o ya en esos momentos, Travis- se aprovechaba de su atractivo para no enfrentarse a dormir solo, como si conservara el miedo infantil a que en cualquier noche sería arrastrado a la jaula, y esta vez, para siempre. Así que aprovechó muy bien su imán para atraer al sexo opuesto y su carisma para conquistarlas. Esta cadena se convirtió en un remolino de cuerpos y aromas distintos al otro lado de la cama -o del lugar que le resultase interesante, según lo travieso que se sintieran- así como nombres que no podía recordar -y al final, tampoco importaba recordarlos o no-. El recuerdo no era necesario para ninguna de las partes, que firmaban un contrato tácito de uso mutuo con horas de caducidad cuando se desnudaban.

Era una montaña rusa, a velocidad luz subía y bajaba: podía sentirse como si estuviera llevando una vida de ensueño en un segundo, y en el siguiente sentir que sólo era un fracasado con dinero. Alegría y tristeza en un furioso vendabal de alcohol y compañías. Agobiante. Y refrescante. No se podía decidir. Le hacía sentir vivo, pero también sentía que le quitaba sentido a vivir. ¿Disfrutaba de ese estilo de vida? Sí. ¿Lo odiaba? También.

El momento de la resaca mental era lo peor. Se ponía a pensarlo y llegaba a la conclusión de que en el mejor de los casos, sólo había rellenado por unos instantes el vacío existencial de alguien, en el mejor de los casos. Y en el peor, era enfermizo analizar qué había sucedido en esa cama.  Se preguntaba si sentirse ejecutor y víctima era el precio a pagar. A pesar de que todo era consentido por ambas partes, sabía que era reprochable usar y dejarse usar así. Su padre le habría apalizado. Las memorias sobre cómo eran sus padres estaban formadas por las fuertes impresiones del pequeño Ezzio y las charlas con su tío -pues al contrario que el resto de la familia, no evitaba hablar del padre de Ezzio-. Traje impecable. Risa sonora. Actitud desgarbada pero todo un caballero. Travis quería parecerse a él. Su padre podía ser un galán -sin duda Ezzio heredó el rasgo- pero adoraba a las mujeres de manera humanística también. Se preguntó qué pensaría el padre de Ezzio si se cruzase con Travis.

Eran unos sentimientos tan nocivos que terminó por sentar la cabeza y parar la espiral de manera gradual. Se le había dado una nueva vida y decidió que quería usarla para trabajar con los U.S, ya que ellos buscaban, entre otras cosas, acabar con Digital I.N.C. Acabar con aquel hombre. Abraham.

Sí, debía vengarse, así que se dedicó en profundidad a prepararse para una guerra personal. Le consumía, pero a la vez aquella catarsis completa era sublime gracia. Ni la mejor de sus amantes podía apartarlo cuando decidía que era hora de reanudar su guerra. No era mentira decir que la venganza le había dado un propósito más allá que despilfarrar pero tampoco era mentira decir que destruía cada relación amorosa que forjaba.

La amistad era un extraño que había llamado a su puerta disfrazado, y que ahora, pululaba por su alma. Ese extraño tenía ojos azules y nombre de astro sin luz. Travis pensaba que, personalmente, no había otro nombre más acertado, por muchas razones. Ante aquel extraño, Travis no opuso resistencia, incluso si sus intenciones eran deshonestas. ¡Hija de Abraham, ni más ni menos! Pagó a un tamer detective y su digimon para que la investigara, y resultaba que incluso tenía una digimon. Fue entonces cuando se lo planteó; atraerla al clan y tenerla cerca de sí para poder vengarse de Abraham. Su tío por la hija de Abraham.

Pero no pudo. O más bien no quiso. Luna había conseguido hacerle bailar -y con gusto- a su compás. Era un misterio que Travis no podía fechar ni explicar. Hasta el momento -a excepción de su familia, claro- toda presencia femenina con la que había tenido contacto acababa en su cama. En cambio esta vez, la idea le hacía considerar que debía pegarse contra el pico de una mesa hasta quedar inconsciente con tal de evitar que ella cayera en sus propias garras. Una parte de sí mismo tenía ganas locas de que esa excepción a la guerra se disipase y que al final, quien ganara aquel pulso entro los dos fuera él, pero sabía por qué quería evitarlo a toda costa; podía ser la senda que los elevase al séptimo cielo o la senda que les llevase de cabeza al infierno. Quedarían muy tocados si al final todo se torcía, y hundidos. Resultase como resultase, no había retorno, sobre todo para Luna. Él podía volver, con heridas, pero podía volver. Ella quizás no.

Se podía dar cuenta de eso al ver cómo la ausencia de Abraham era un vampiro emocional que había absorvido toda la luz del astro, dejando a Luna fría y pálida. Travis sabía que por su propio bien y por el de Luna, tenía que matar a Abraham, y le dolía la idea de ganarse el odio de su única amiga, o lo que fuera que Luna representase para él. Pero no le importaba soportar ese odio si tenía la certeza de que Luna podría ser un astro con luz.

Todo convergía en el mismo punto para Travis; la muerte de Abraham en sus propias manos. No podía ser de otra manera. Quizás porque, en el fondo y a pesar de todo, Travis sabía que su ser no pertenecía a nada -ni al amor, ni a la amistad...-, sino que aún seguía perteneciendo a Digital I.N.C. La única manera de poder ser dueño de sí mismo, de liberarse, era matar a Abraham Collins.

Luna Kobayashi

Luna Kobayashi
Tamer & Digimon
Tamer & Digimon

Faltas :
1

Prueba de Rol :
A

Digi Puntos :
402

Ficha :

Nivel On Rol :
Rookie

Nivel On Rol de los Digi Aliados :
Leonardo
Pensamientos Gaomon
Champion


Icono :
Union Saver: Organizacion mundial e interdimencional destinada a proteger, mantener el orden y justicia en ambos mundos

Rango y Unidad :
Luna Naitoenjeru
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Flora
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Rango y Unidad Digi Aliado :
Leonardo
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Inventario :
Pensamientos Yd10
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