小さな一歩、大きな世界 [Un pequeño paso, un gran mundo] (Libre)

Tan solo había dado un paso, pero parecía haber recorrido kilómetros y kilómetros con tan solo adentrarse en aquel portal. Del núcleo urbano donde se situaba su instituto había pasado a una foresta frondosa. De los tonos neutros y apagados que pigmentaban la ciudad que le había visto crecer pasaba ahora a un fuerte contraste de colores vivos. No pudo evitar pensar en aquella historia que siempre recordaba su abuelo del hombre en la Luna, alcanzar algo que hasta entonces solo podías ver pero no tocar, allí, suspendida en el cielo. Mezclaba este pensamiento con el surrealismo de Dalí, pues obviamente este nuevo mundo no respetaba la lógica que seguía el otro lado. Prueba de ello era la máquina expendedora que estaba enfrente de él, cuyas luces estaban encendidas a pensar de no estar conectada a ningún sitio.

El cambio había sido brusco. Demasiado. Pero no podía permitirse el privilegio de dudar. Estaba en un lugar desconocido, como el hombre en el espacio. Cualquier fallo podría llevarle a la muerte o, peor aún, sentenciar a sus compañeros a un aciago destino. Debía moverse con cautela, precisión e inteligencia. Cada acción debía servir a un único fin: obedecer a aquel individuo y garantizar la supervivencia de la clase.

Y por ello debía moverse con diligencia.

Se acercó a la máquina y le introdujo una moneda de cien yenes para sacar una lata.

Se tragó la moneda sin expulsar ni un solo refresco.

Tampoco devolvió la moneda.

Roku empezó a golpear la máquina hasta que esta dejó caer varias.

Aunque hiciera ruido, necesitaba una reserva de líquidos para su viaje, pues no podía saber cuándo encontraría algún arroyo en el que reponer fuerzas. Siguió deambulando sin rumbo guardando aquellas provisiones en su mochila, haciendo compendio de qué llevaba encima: algunos folios, material para escribir, su cartera y lo que quedaba de su boken. Le costó deshacerse de esto último por el valor sentimental que le tenía, pero no era práctico.

Tras todo esto continuó deambulando sin ningún rumbo en específico. Ni tenía ordenes ni idea alguna de a dónde debía dirigirse, así que solo podía andar. Su paso solo se detuvo cuando vio a un grupo de extraños animales con rasgos antropomórficos, como la posición bípeda en la que se encontraban.

Spoiler:

El trío se encontraba dialogando, y aunque Roku intentó ignorar su charla, no pudo evitar oírla de una forma superficial, sin entrar en muchos detalles. Claramente eran digimons, los cuales en su mayor parte dominan el lenguaje humano y viven en sus propias sociedades, y aunque se había enfrentado ya a algunos en el mundo humano, no quería atentar contra la intimidad de estos, aunque así lo hiciera por inercia.

-...Pues entonces deberíamos...
-Nonono, no puedes arriesgarte a perderlo, ya sabes que...
-¿Pero cuando vendrá?
-¿No te acuerdas? Dijeron que... Espera, ¿eso es un humano?

El pasar de largo evidentemente no había funcionado.

-Un humano en nuestro territorio... ¿Será otro tamer?-dijo el del centro, acercándose al muchacho.
-No creo hermano, él va solo. Igual se ha perdido...- aclaraba el de la izquierda, que parecía el más cobarde.[/color]
-Pues tendrá que afrontar las consecuencias, las duras consecuencias-declaró de forma sentenciosa el de la diestra, que parecía el más violento.

Pero todo esto le resultaba indiferente. Si pretendían intimidarle lo estaban haciendo terriblemente mal... Y por supuesto iba a aprovecharse.

-No, no, no. Así no lograreis extorsionar a nadie-declaró adoptando una posición de decepción plena-, ¿os habéis fijado en vuestro estilo? No tenéis técnica ni carisma.
-¿Cómo dices?-respondieron los tres casi al unísono.
-Mi origen o situación no os interesa, a ver, ¿sois guías o algo así?
-Pueees... No.
-Entonces, ¿queréis ver si porto algo de valor para quitármelo?
-Si eres un tamer y portas un digivice es un valioso recurso, así que sí, nos interesa saber qué llevas encima-aclaró de nuevo el presunto líder.

Así que un "tamer" es un "usuario de digivice", como el que él tenía. Por suerte estaba resguardado en su bolsillo trasero, pues temía que la humedad de las latas lo estropeara. No podía permitirse el lujo de perderlo, y menos con unos aprendices de macarra. Se le ocurrió cómo culminar su estrategia y le costó disimular una sonrisa.

-Para saber eso podéis hacer que salte. Si me preguntáis si llevo alguno encima me negaré, pero si algo hace ruido podría ser el digivice.
-¿Y por qué nos dices esto?
-Porque me apena ver que os faltan técnicas y quiero ayudar. Y os digo ya que no tengo ningún digivicio o como se diga.
-Pues entonces salta.

Y así lo hizo, sabiendo que las latas harían el suficiente bullicio para llamarles la atención. Como había predicho, el trío le quitó la mochila y la inspeccionó, encontrando los refrescos guardados en ella. Suplicó porque no los bebieran ya que eran sus únicas provisiones, pero esto era una mentira: sabía que intentando intimidarle las abrirían, y al haber saltado el gas haría que el líquido les saltara imprudentemente en la cara.

-¿¡¡Pero qué diablos!!??

Fue lo último que pudieron decir, pues antes de poder reaccionar Roku cogió al líder de un brazo y lo estampó contra un árbol, aprovechando este para golpear con la cabeza del digimon la dura madera hasta que este dejó de quejarse, signo de que estaba inconsciente. Cuando se giró pudo ver que tenía razón: uno de ellos se estaba alejando, temeroso, pero el otro se disponía a realizar un ataque, acumulando energía en sus fauces.

-ALIENTO PARALIZ...

Antes de terminar su frase el pie de Roku ya se cercioraba en la quijada del animal, cerrando su boca e impidiendo continuar su técnica. Aturdido como estaba no pudo defenderse de una sencilla presa que lo inutilizó en tierra, posición que aprovechó el humano para impactar la cabeza del digimon contra el suelo varias veces, sabiendo que el restante no se atrevería a atacar, pues sabía que no habría posibilidad contra alguien que había derrotado a sus hermanos.

-No sois los primeros digimons a los que me enfrento-sentenciaba el muchacho mirando fijamente a su oponente-.Ni siquiera se os puede considerar amenaza,pues habéis caído en todas mis artimañas. Coge a tus hermanos y largo.
-P-pero este es nuestro territorio.
-No agotes mi paciencia... Lo repetiré solo una vez más...

Y antes de acabar su amenaza cargó a sus compañeros y huyó como podía. Y menos mal, pues era un farol. Se habían resistido bien a sus presas y el forcejeo le había debilitado, pero lo peor era su pierna, pues estaba adormecida la haber recibido parcialmente el último ataque.

Pero descansar no entraba en sus planes. Sacó su digivice, contemplando el valor que este tenía tanto para él, único aval de la seguridad de sus compañeros, y para los digimons de la zona. Durante un instante sintió miedo de la responsabilidad y riesgo de la situación.

No obstante, no se detuvo. Y con el primer paso de su pierna herida, teniendo que hacer más fuerza que nunca para andar, dejó su primera huella en el digimundo: su primer combate, su primera herida, y su primera misión se habían producido de forma simultánea. Era un pequeño paso para el joven llamado Roku, pero un gran paso para el ideal que pretendía alcanzar.

La luna estaba puesta majestuosamente en el cielo digital. Por primera vez en años su percepción del mundo era algo hermoso. Lekismon saltaba de edificio en edificio, la luna llena le hacía muy feliz, era como medicina para su corazón roto. No podía dejar de pensar en los amigos que dejó detrás... Löwemon y sus enseñanzas cada día, que tanto hacían feliz a la pequeña Elluka-chan. Siempre se hizo notable el hecho que era una chica hambrienta de conocimiento, todo el tiempo estaba preguntando algo nuevo al oscuro león humanoide. Devimon por el contrario, era más obstinado en lo que respecta al aprendizaje pero siempre era elegante y sarcástico -de una buena manera-. Ambos eran la alegría de todos los días. Su sostén, su soporte en la oscuridad. ¿Cómo estarían ahora? Lekismon suspiró. No faltaba mucho para que lágrimas se pintaran y desbordaran de sus enormes ojos rosados, pero la inspiración fue interrumpida por un escándalo cercano. Frenó en el techo de un establecimiento y pudo observar mejor el alboroto. Las habilidades que poseía como digimon eran mucho más útiles en un momento así.

El escándalo resultó ser una pelea callejera entre un grupo digimon y un Tamer. Desafortunadamente, Lekismon no estuvo a tiempo de detener la disputa. El único sano de los tres que no eran humano se llevó a sus compañeros. La sangre comenzó a arder dentro de la de los ojos rosados. Bajó del techo en un gran salto, tratando de cortar el camino del Tamer que también parecía levemente herido.
-¡Deténte! -Ordenó el digimon lunar. -¿Qué libertad te tomas para herir a esos indefensos? -Sentenció abruptamente y se cruzó de brazos. Acercó el paso hacia el hombre y lo miró de pies a cabeza. Parecía ser fuerte siendo humano, así que conluyó que lo mejor sería mantenerse en Human Spirit un rato. Tal vez si viese un digimon de nivel más alto que esos pobres se intimidaría un poco más que si fuese su forma humana. -Sea cual sea el caso, la violencia sólo trae más violencia. -Frunció el entrecejo. Trataba de verse lo más ruda posible para que nada saliera mal, pero siendo un conejo mutante rosado súper desarrollado probablemente sería algo complicado.

Roku cerró los ojos y se ensimismó durante unos instantes. Solo quería ignorar el dolor creciente de la pierna herida, y para ello necesitaba ocupar sus pensamientos con otros, pero el recuerdo de los hombres armados amenazando a sus compañeros y la extorsión de aquel tipo no ayudaban ni a su ánimo ni a su estado. Se centró en la brisa nocturna que iba recorriendo el bosque ahora en calma. Le recordó a su hogar, y eso le animó ligeramente.

Pero antes de poder proseguir su marcha, un agudo sonido perturbó su calma.

-¡Deténte!-le decía un conejo humanoide que esperaba fuera otro digimon y no un humano disfrazado-¿Qué libertad te tomas para herir a esos indefensos? -el hecho de que no se refiriera a los apaleados como "digimons" le hizo pensar que sería también un monstruo digital, pero sin relación alguna con los otros -Sea cual sea el caso, la violencia sólo trae más violencia.

La línea de pensamiento pacifista del ser le sentó como un puñetazo en la boca del estómago. No es él quien encañonó a sus compañeros, ni quien intentaba intimidarlo hace unos segundos. Solo se había defendido, dando la casualidad de que había ganado en la contienda. De todas formas, se tranquilizó. Pensó que en el otro lado pasaría lo mismo: si un digimon atacara a un humano los espectadores preconcebirían que el altercado lo empezó el monstruo. Tras respirar profundamente alzó las manos, adquiriendo la posición típica de aquellos que iban a ser detenidos:

-Ya estoy quiero, y no he he tomado ninguna libertad -afirmó intentando pensar alguna justificación de sus acciones- Mira las latas de ahí... Ellos intentaron robármelas y solo me defendí. Son mías, examina mi mochila si no me crees, hay más en ellas-para asegurarse de que la examinara se desprendió de ella arrojándola sin apenas fuerzas a los pies del digimon, ya que un impulso mayor podría ser considerado un ataque-¿Ves?

Pero antes de que aquel conejo antropomórfico se fijara en el contenido, otra persona irrumpió en la escena.

¿Quienes son?- inquiría un joven que portaba una ropa desgastada, siendo prueba de ello la polvorienta capa que ondeaba por el viento.

"Un humano", pensó, "y por el estado de su vestimenta debe llevar aquí más tiempo que yo...". Mientras pensaba si era o no un posible aliado para reducir al digimon, observó que en su hombro reposaba otro digimon. "Tamer" asoció rápidamente, un aliado de los digimon portador del digivice. Aún tenía el suyo encima, podía usarlo para apaciguar al digimon conejil. Pero eso no serviría para responder a lo que preguntaba el recién llegado.

-Soy Roku Ginshô, estudiante presuniversitario y miembro del club de kendo del Hakuryû Gakuen de Tokio y...

Antes de acabar la frase otro tamer menos discreto apareció. No podía disimular su condición por el mayor tamaño de su compañero que, siendo un reptil de rasgos humanos poseía un azul tan vivo que en aquel paraje nocturno resaltaba como una luciérnaga posada en un árbol de ébano.

-Pasa Algo? Puedo ayudarlos?- preguntaba el chico nuevo mientras calmaba a su compañero subiéndolo a sus hombros, pues no parecía cómodo con esa situación. Por primera vez sintió empatía con un digimon, pues él tampoco encontraba el panorama agradable-Calma Veemon...todo esta bien-

No, no estaba todo "bien". No hacían más que preguntar una y otra vez algo obvio. Era un humano perdido sin ningún acompañante digital, ¿tan difícil era de entender? Su paciencia se estaba acabando, pero gritar no le serviría de nada. Calló unos segundos y ojeó alrededor para ver si algún otro, tamer o digimon, pensaba también acudir para efectuar otra pregunta obvia... Pero no fue así.

Entre la maleza divisó unas extrañas luces, que podrían ser los ojos de alguna bestia, algún tipo de lumbre o cualquier otro tipo de "digicosa". Lo evidente era que era producto de alguien, puede que acompañantes de los "perros" a los que alejó hace unos instantes, o incluso algo más grande y peligroso atraído por el jaleo del grupo que allí se había reunido.

-Como decía, soy Roku Ginshô, soy un tamer-afirmaba mostrando el digivice que le fue entregado- y no estamos solos.

Con su mano libre señaló a aquella presencia acechadora.

La pierna ya no dolía, pero estaba paralizada.

No podría huir.

Lekismon chasqueó la lengua ante la actitud altanera del joven al arrojarle la mochila. En cualquier otro caso hubiese montado un espectáculo tratando de darse su lugar como dama, pero un par de factores la detuvieron. En primer lugar, el chico parecía ser inocente como decía -a pesar de que no le parecía correcta la forma de defenderse.- y en segundo... Ella hubiese hecho algo parecido en su lugar. Esos desplantes de sutil arrogancia y autoestima alta los conocía perfectamente bien, puesto Lekismon... No, Elluka, igualmente daba lugar a acciones similares. "Aunque más elegantes, debo admitir." pensó para sí misma. Según la información que acababa de recibir del monsieur Fuji Raikomaru, solía ser una Union Saver, una cadete de la justicia en el mundo digital. Se sentía obligada a reponer los daños al joven, sin embargo, justo cuando adelantó un paso hacia el herido llegó una segunda persona preguntando por sus nombres. Era un joven Tamer con un pequeño Frimon.
-Roku... -Repitió para sí misma en un murmullo casi inaudible y así no olvidar. La acción que perturbó a Lekismon fue la falta de modales del Tamer al exigir una presentación sin antes dar una propia y era notable en la conejuna expresión de su rostro. Pero aún más perturbadores fueron unos gruñidos que pudo escuchar a la distancia. Eran casi imperceptibles y podía estar segura que difícilmente se darían cuenta los demás. Ignoró por completo al segundo par de Tamer y digimon y cortó la frase del muchacho herido con un grito de guerra.
-¡Tear Arrow! -Exclamó con una melodiosa voz al tiempo que generaba un par de lanzas de hielo en sus manos y las lanzaba hacia los arbustos más próximos. De la brumosa maleza verde emergieron un par de Gururumon, bestias digimon que solo merodean en la noche, quienes gruñían con profundo disgusto. -¡Derrière moi! -Exigió a los jóvenes en un francés nada intencional. Cuando se ponía nerviosa ocurrían cosas así, hablaba en francés o comenzaba a balbucear. -¡Detrás de mi! -Se corrigió, pero el acento francés seguía presente. Corrió a paso acelerado hacia ambos digimon bestia y dio un salto enorme para evadir una garra que trataba de zarpar en ella. -¡Moon Night Kick! -Aterrizó en uno de los lobos digimon con una potente patada mortal. La luna le favorecía de una manera que no terminaba de entender. No pudo prever el segundo zarpazo del otro Garurumon, por lo que fue derribada al suelo. No estaba muy herida, se pudo poner en pie sencillamente... Pero su preocupación no era su persona. Dirigió una mirada suplicante a los jóvenes. -¡Corran! -Gritó mientras trataba de saltar de las garras de los siniestros. Necesitaba captar la atención mientras los jóvenes huían. Era su deber, esa era su misión: defender al inocente, proteger al malherido, ayudar a los novatos. Todos parecían tan nuevos en el mundo digital que no podría soportar que perdiesen la vida sin ver las maravillas que ella quería recordar.

Lekismon se puso en pie tras el misterioso favor. Una tentación enorme a regresar a su forma humana la invadió, pero no terminaba de confiar en los favores gratis.
-¡Roku Ginshô! -Llamó al chico cuando se percató de su intento por escapar. ¿Qué debería hacer ahora? Si bien, era peligroso dejar a un herido solo, no podía dejar a los otros dos chicos y sus digimon al merced de un digimon de bando dudoso. Saltó al frente del Tamer que se aproximaba al cyborg digimon. Posó su firme brazo en una inclinación al suelo, cerrando el paso del chico de cabellos púrpuras y con una expresión fría cual hoja afilada de una daga, negó con la cabeza en silencio. Alzó su mirada hacia el bestial cibernético y mostró su blanco D-Scanner. Los detalles de plata del mismo relucían a la luz de la luna, complementando los intensos y enormes ojos rosados del conejuno digimon.
-Union Saver -Se presentó con esas dos palabras. No tenía idea de cómo razonaría con un digimon que parecía meramente salvaje. Sus nervios hicieron que las primeras palabras salieran en un acento francés bastante fuerte, cuál turista sin práctica del idioma local. Aún a pesar de tener las de perder, se mantuvo firme. -Gracias por detener a esos dos. -Dirigió su mirada a los digimon que huían de la escena, aterrados por la presencia del híbrido dragón. Siendo Lekismon, las palabras salían con dificultad de su boca, y cuando lo hacían bien, eran cortantes y, quitando el color de la voz, poco dulces. Mientras es Elluka, el léxico es algo tan simple y sencillo como respirar ¿Por qué era tan difícil cuando es Lekismon? Había leído ya que los DigiSpirit tienen en muchas ocasiones su propio juicio y los tamer se ven ligeramente afectados por ello. ¿Sería esa la razón?

-¿¿¡¡U-UN MONSTRUO ENORME!!??¿¿¡¡AMENAZA!!?? ¡¡PELIGRO, PELIGRO!!- el digimon tren escupió la mangera y empezó a vociferar- ¡A TODOS LOS DIGIMONS CIRCUNDANTES! ¡LES HABLA EL TRAILMON Nº 20639! ¡CORRAN A UN LUGAR SEGURO, AMENAZA, AMENAZA!

Aquel tren viviente empezó a acelerar mientras seguía gritando el mensaje de alerta. Roku, habiendo cerrado el maletín, respiraba con más calma. La pierna seguía doliendo, pero al menos se había guarecido del peligro. El problema ahora radicaba en dos partes: la primera era que tanto las personas como los digimons no se habían desplazado lo más mínimo, y en segundo lugar que el ruido solo llamaría la atención de más digimons agresivos.

-Aunque algunos tengan raciocinio todos se comportan como bestias... En menudo embrollo me acabo de meter...

Pensaba el muchacho mientras se incorporaba. Si el tren pasaba al lado del grupo que había dejado atrás hace unos minutos quería darles la opción de saltar al vagón. Se aferró a la maleta abandonada y abrió el lateral del tren mientras este seguía incrementando su velocidad. Al hacerlo reparó en una cosa, y es que había una especie de “plano” indicando la carga de los vagones adherido al lado de la posible entrada: él estaba en “pasajeros y cargas”, pero le preocupó lo que ponía en el último vagón: “cárcel”.

¿De verdad en el digimundo se colocaba en un mismo transporte a los civiles y a los PRESOS? Era como soltar a un grupo de niños en un laboratorio. Se invitaba al desastre. Cuando vio al grupo, en el cual el dragón había sido sustituido por un hombre de cabello esmeralda, dedujo que probablemente este sería un tamer con más experiencia que habría exterminado o espantado a la criatura, pero aún así seguían en peligro.

-¡OÍD, TENÉIS QUE SALIR DE AQUÍ O SI NO...!

Su voz quedó opacada por el sonido de un disparo que retumbó metálicamente en la parte anterior del tren. Asomándose Roku vio cómo el último vagón se había separado del Trailmon y, peor aún, los disparos continuaban liberando su contenido. El japonés quiso advertir de que ese no era el único peligro, ni tampoco el francotirador, sino que habría más digimons a la espera para asaltar el trn y robar el contenido “olvidado” en el vagón donde él gritaba inútilmente.

Pero la lluvia de balas y la carrera del tren viviente impidió este propósito, haciendo que las palabras de Roku se las llevara el viento. Solo pudo ver fugazmente cómo dos demonios salían del vagón destrozado y cómo las imágenes de los tamers y sus aliados se iban haciendo más pequeñas a medida que el digimon seguía su vía.

Roku se aproximó a lo que pensaba que era la cabeza y empezó a gritar:

-Ey, ¡¡EY!!¡¡RETROCEDE, LOS HAS DEJADO ATRÁS!! ¡¡ADEMÁS, ESTA VÍA NO ES SEGURA, TE QUIEREN EMBOSCAR, VAMOS, RETROCEDE!!  

El Traillmon dirigió las pupilas de sus faros al humano y, asintiendo vagamente, se alzó en posición vertical, haciendo que Roku tuviera que agarrarse rápidamente al lateral. El digimon rotó para cambiar su dirección y luego se desplomó sobre su propio eje. La fuerza del movimiento zarandeó al chico que chocó brutalmente contra el suelo, pudiendo amortiguar, en parte, el golpe gracias al maletín.

-Vaya, vaya, hermano, por fin libres, ¿eh?-dije estirando las alas mientras esperaba que me respondiera
-Ya te digo. Que bien sienta salir de esa caja metálica y sembrar un poco de caos... Esperemos no habernos oxidado mucho... OH, MIRA-me gritó señalando con su garra a un grupo de humanos y digimons- QUE LINDO, UN LIOLLMON. ¿Hace cuánto que no afilamos nuestras uñas en la piel de un rookie?
-Y por partida doble-le sonreía mientras mi cabeza apuntaba a aquel grupito-, mira que ir acompañando a un Veemon. Carne joven y fresca... ¡Y SIN TENER QUE BUSCARLA!
-Pero fíjate, fíjate BIEN hermano-ya por los tics de su cara sabía que estaba impaciente y conteniéndose la risa-...Humanos... Nunca hemos, ya sabes... Hundido las garras... En un humano... HOY ES EL DÍA DE SUERTE PARA LOS HERMANOS DEVIMON.
-Sí, enseñémosles por qué nuestras cabezas se valoran en 120. 000 Bits... ENSEÑÉMOSLES EL TERROR.

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