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El descubrimiento de las ruinas del Monasterio Draco, tallado en lo alto de una desolada montaña en el valle de los dragones, ha despertado un gran interés por todo el Digimundo. Principalmente porque según los tallados de la pared exterior dentro de las ruinas se encuentra un obre mágico que contiene en su interior la data y poder del treceavo Royal Kinght, la cual sera dada a quien reclame dicho objeto. Según la historia grabada en los murales, el obre fue dejado allí por el mismo Royal Kinght en caso de que su poder sea necesario para derrotar al mal que se alce en el futuro...por desgracia semejante premio también a llamado la atención de quienes usarían el poder para sus propias metas egoístas. Por lo que esta aventura ahora se a vuelto una carrera por ver quien consigue el gran premio.
6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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-Skin hecho por Hardrock de The Captain Knows Best.
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
Introduced Species. [priv. Gwyn]
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Introduced Species. [priv. Gwyn]
Narrador omnisciente.
El dispositivo en la zurda del muchacho estaba encendido pese a sus pensamientos de los últimos minutos. Sus manos estaban temblando, sus dedos manejaban las distintas pantallas de su único Digivice y la voz de un Digimon resonaba en su cabeza. Ansioso,
sus manos pulsaban los botones equivocados, cerrando y abriendo simultáneamente. Esto colmaba su paciencia, y la aguda voz de Éoo no ayudaba.
—¡Tenemos que volver y ayudar a los otros! ¡Quizás aún estemos a tiempo de...!
—¡Ya no se puede hacer nada! —interrumpió un enfadado Shimon. Sus azules ojos reflejaban el sentimiento de impotencia mientras recordaba el asalto de los Digimon caballeros junto a los dragones. —Todos están muertos, ¡Y no pude hacer nada para evitarlo!
—Nii-san...
—Yo... no quiero saber nada más.
Bajó la mirada al suelo de madera de su habitación. Su dispositivo mostraba una pequeña y apagada estatuilla que representaba a un gato de pelaje anaranjado, Coronamon, más conocido como Éoo, fue su DigiSpirit Rookie, el primero en su poder. Él representaba la actitud de un pequeño niño, y aunque no tuviera un cuerpo físico, ahora mismo debía estar triste, podía saberlo sin mirarlo.
Su mano derecha terminó por cubrir su rostro.
—Lo siento, no quise gritarte—se disculpó el de cabello rojo. No podía cargar con la culpa de haberle gritado al pequeño Diginon y encima, no romper a llorar por la pérdida de sus amigos.
—No te preocupes Nii-san, cualquiera respondería así luego de lo que pasó—dijo la sollozante voz de Coronamon. Había pasado con él seis años, algo de su actitud tuvo que habérsele pasado. —Igual, no haces nada con quedarte aquí.
Shimon suspiró. Sabía que no debía quedarse ahí, que la muerte de sus amigos era debido a su debilidad, pero sinceramente, eso no lo ayudaba.
Su dispositivo se encendió una vez más, mostrando cómo un pequeño fragmento denla estatuilla de Coronamon brillaba tenuemente.
—Parece que estoy recuperando mi poder.
—Muy de poco a poco—indicó Shimon, él solo quería acostarse y dejar las horas pasar, no quería saber nada de nadie.
Y su teléfono, en la mesa de noche, comenzó a vibrar.
Tomó la almohada y la enrolló alrededor de su cabeza para atenuar el retumbar del vibratorio sonido en sus oídos. Él teléfono rebotando contra la mesa terminó por caer al suelo, sobre un montículo de libros y notas que ahí habían quedado. Las superficies sobresalientes presionaron los botones adecuados en la pantalla táctil.
—¡Oye, Shimon! —sonó la voz de un compañero del pelirrojo. Takeshi estaba con él en la carrera de informática y se llevaba relativamente bien con él. —A buena hora que contestas, cabronazo. —insultó el adolescente mientras parecía alejarse del celular para hablar con otra persona. —Ya tiene el teléfono, cálmense/Oye, los chicos y yo estamos en una fiesta a las afueras de la ciudad y...
—¿Quieres que haga un pirateo en la computadora de Yoshikage? —preguntó intentando anticiparse. Antes había activado varios troyanos en la computadora de sus profesores de turno, Yoshikage era su víctima más común. —No me siento con ganas, la verdad.
—En realidad no es eso. —dijo la persona al otro lado de la línea, sorprendiendo de sobremanera al ex usuario de DigiSpirit. —Nos falta alguien que aporte buena música y haga excelentes mezclas, además, nunca sales con nosotros.
—¿Estás llamándome antisocial?
—Los dos sabemos lo que eres, viejo.
—Eso me dolió. —intentó bromear, ocultando la tristeza en su voz. —Bueno, ¿dónde estás?
—Es un pueblo entre Tokio y Saitama. —indicó Takeshi. —algo desértico, estamos a base de datos móviles y minutos de llamada. ¿Crees que puedas manejar estar en un lugar sin Wi-Fi?
—Tch, claro que puedo, ¿piensas que soy un hikkikomori?
—Ya veremos.
Shimon había alargado bastante la conversación, y no en vano. Antes había instalado un GPS en el teléfono de Takeshi, y durante la llamada lo había estado rastreando, temiendo un momento como este.
Takeshi, y los demás estudiantes estaban en un área peligrosa que él mismo había marcado. El pueblo de Hoshi entre Tokio y Saitama era un lugar donde se quedaban los Digimon que, por alguna casualidad, lograban pasar al mundo humano desde su propio mundo. El peligro era evidente, siendo estos de rango Rookie para arriba, unos cuantos humanos sin el más mínimo conocimiento sobre esas criaturas podían, si es que no eran cazados por los seres digitales, alertarían a las autoridades sobre estos.
—Eres consciente del revuelo que eso causaría, ¿cierto? —le habló Coronamon.
Shimon solo calló mientras tomaba su espada ceremonial, un morral y una caja de primeros auxilios dentro de este. No podía creer que aunque sus amigos habían sido asesinados, debía mantenerse en contacto con aquel mundo que tanto daño le había causado.
Apenas comenzaba su verdadera aventura, y el por qué no podía mantenerse alejado del mundo digital le sería revelado.
sus manos pulsaban los botones equivocados, cerrando y abriendo simultáneamente. Esto colmaba su paciencia, y la aguda voz de Éoo no ayudaba.
—¡Tenemos que volver y ayudar a los otros! ¡Quizás aún estemos a tiempo de...!
—¡Ya no se puede hacer nada! —interrumpió un enfadado Shimon. Sus azules ojos reflejaban el sentimiento de impotencia mientras recordaba el asalto de los Digimon caballeros junto a los dragones. —Todos están muertos, ¡Y no pude hacer nada para evitarlo!
—Nii-san...
—Yo... no quiero saber nada más.
Bajó la mirada al suelo de madera de su habitación. Su dispositivo mostraba una pequeña y apagada estatuilla que representaba a un gato de pelaje anaranjado, Coronamon, más conocido como Éoo, fue su DigiSpirit Rookie, el primero en su poder. Él representaba la actitud de un pequeño niño, y aunque no tuviera un cuerpo físico, ahora mismo debía estar triste, podía saberlo sin mirarlo.
Su mano derecha terminó por cubrir su rostro.
—Lo siento, no quise gritarte—se disculpó el de cabello rojo. No podía cargar con la culpa de haberle gritado al pequeño Diginon y encima, no romper a llorar por la pérdida de sus amigos.
—No te preocupes Nii-san, cualquiera respondería así luego de lo que pasó—dijo la sollozante voz de Coronamon. Había pasado con él seis años, algo de su actitud tuvo que habérsele pasado. —Igual, no haces nada con quedarte aquí.
Shimon suspiró. Sabía que no debía quedarse ahí, que la muerte de sus amigos era debido a su debilidad, pero sinceramente, eso no lo ayudaba.
Su dispositivo se encendió una vez más, mostrando cómo un pequeño fragmento denla estatuilla de Coronamon brillaba tenuemente.
—Parece que estoy recuperando mi poder.
—Muy de poco a poco—indicó Shimon, él solo quería acostarse y dejar las horas pasar, no quería saber nada de nadie.
Y su teléfono, en la mesa de noche, comenzó a vibrar.
Tomó la almohada y la enrolló alrededor de su cabeza para atenuar el retumbar del vibratorio sonido en sus oídos. Él teléfono rebotando contra la mesa terminó por caer al suelo, sobre un montículo de libros y notas que ahí habían quedado. Las superficies sobresalientes presionaron los botones adecuados en la pantalla táctil.
—¡Oye, Shimon! —sonó la voz de un compañero del pelirrojo. Takeshi estaba con él en la carrera de informática y se llevaba relativamente bien con él. —A buena hora que contestas, cabronazo. —insultó el adolescente mientras parecía alejarse del celular para hablar con otra persona. —Ya tiene el teléfono, cálmense/Oye, los chicos y yo estamos en una fiesta a las afueras de la ciudad y...
—¿Quieres que haga un pirateo en la computadora de Yoshikage? —preguntó intentando anticiparse. Antes había activado varios troyanos en la computadora de sus profesores de turno, Yoshikage era su víctima más común. —No me siento con ganas, la verdad.
—En realidad no es eso. —dijo la persona al otro lado de la línea, sorprendiendo de sobremanera al ex usuario de DigiSpirit. —Nos falta alguien que aporte buena música y haga excelentes mezclas, además, nunca sales con nosotros.
—¿Estás llamándome antisocial?
—Los dos sabemos lo que eres, viejo.
—Eso me dolió. —intentó bromear, ocultando la tristeza en su voz. —Bueno, ¿dónde estás?
—Es un pueblo entre Tokio y Saitama. —indicó Takeshi. —algo desértico, estamos a base de datos móviles y minutos de llamada. ¿Crees que puedas manejar estar en un lugar sin Wi-Fi?
—Tch, claro que puedo, ¿piensas que soy un hikkikomori?
—Ya veremos.
Shimon había alargado bastante la conversación, y no en vano. Antes había instalado un GPS en el teléfono de Takeshi, y durante la llamada lo había estado rastreando, temiendo un momento como este.
Takeshi, y los demás estudiantes estaban en un área peligrosa que él mismo había marcado. El pueblo de Hoshi entre Tokio y Saitama era un lugar donde se quedaban los Digimon que, por alguna casualidad, lograban pasar al mundo humano desde su propio mundo. El peligro era evidente, siendo estos de rango Rookie para arriba, unos cuantos humanos sin el más mínimo conocimiento sobre esas criaturas podían, si es que no eran cazados por los seres digitales, alertarían a las autoridades sobre estos.
—Eres consciente del revuelo que eso causaría, ¿cierto? —le habló Coronamon.
Shimon solo calló mientras tomaba su espada ceremonial, un morral y una caja de primeros auxilios dentro de este. No podía creer que aunque sus amigos habían sido asesinados, debía mantenerse en contacto con aquel mundo que tanto daño le había causado.
Apenas comenzaba su verdadera aventura, y el por qué no podía mantenerse alejado del mundo digital le sería revelado.
Re: Introduced Species. [priv. Gwyn]
▬ ¡No te acerques! ▬
▬ ¡No! No puedo dejarte sola. ▬
▬ Gwyne, por favor, por tu bien. Ahora, quédate escondida aquí. ▬
~~~~~~~~~~
Esa era la última vez que vi a mi madre, desde ese entonces la aldea de los Dragones en la zona volcánica perdió a la mitad de los habitantes por unos cazadores furtivos de Digimon. La aldea fue atacada durante una noche oscura, aquellos humanos no habían tenido piedad en matar a los guardias que estaba vigilando las salidas de su hogar, junto a unos Digimon que parecían ser sus servios para ese acto de maldad.
Como su madre había ordenado, se quedo escondida en un pequeño sótano que había construido su padre para guardar la comida, ahí se quedo, horrorizada sin saber que hacer. Los digimon de la aldea estaban gritando, de agonía, siendo cazados por esos viles humanos, mientras que a otros, para hacerlos callar borraban sus datos. Aquel sitio empezó a convertirse en el infierno mismo, y no podía hacer nada para impedirlo. La fase evolutiva de la zona dragón era muy baja, muchos no pasaban del champion, sin contar que el líder apenas era una mega, con facilidad pudieron llevarse a algunos dragones, hacía el mundo humano. Al cumplir su objetivo, partieron del mundo digital, dejando la aldea de la pequeña dragona destrozada.
Más de 20 horas se quedo encerrada en ese lugar, de todas formas no lo contó, estaba muy cansada y aterrada con lo que podría haberle sucedido a su madre, por suerte alguien entro en el sótano, su padre X-Vmon. - Gwyne... - No, su padre no era de los que lloraban, pero en ese instante sus ojos reflejaban tristeza, y unas pequeñas lágrimas caían en silencio de sus mejillas. No dijo nada más y se acerco al Babydmon, para así tomarlo en brazos, dándole un abrazo. Podía sentir el miedo, la impotencia y tristeza de su padre, de haber perdido a un ser amado. - Tu madre se ha ido de nuestro lado. Los humanos se la han llevado. -
El pequeño Babydmon se aferró a él, no quería creer esas palabras. - ¡Ella es fuerte! ¿Cómo puede haber sido capturada por los humanos?! Nosotros nunca le hicimos nada a su mundo, ¿Por qué?!! -Miraba fijamente a los ojos rojos que poseía aquel dragón humanoide. La tensión estaba en el ambiente, nadie decía nada, ni la pequeña, ni su padre, todo era confuso y doloroso al mismo tiempo.
- Escúchame, te conozco bien y se que harás una tontería. Hasta que volvamos a construir la aldea te quedarás aquí, y ni se te ocurra ir al mundo humano, ¿Me oíste? -
Sí, su padre la conocía bien y como la conocía bien, iba ignorar el hecho de que la prohibiera ir al mundo humano. Sabía donde había una puerta al mundo humano en la zona volcánica y como abrirla, solo era cuestión de tiempo, un poco de suerte también en que se abriera, ya que pocas veces ocurría ese acontecimiento en el mundo digital.
Tuvo que esperar durante una semana para que su padre no sospechara de ella o sobre sus planes. Durante esa misma noche se escapó de casa, evadiendo a los guardias que cuidaban las puertas de entrada en su pequeño hogar, cuando tuvo la oportunidad se acercó a la puerta digital. Había rumores que se puerta se abría durante la noche, a la media noche, ya que los humanos hacían una especie de mantenimiento entre la comunicación de su mundo con el mundo real. La suerte le brillo en ese momento, la puerta al mundo humano se abrió, dejando vía libre a la pequeña Babydmon, sin pensarlo dos veces salto al portal.
Cuando se quiso dar cuenta, ya estaba en el mundo humano, una zona donde había bastante digimon. - ¿Habrán llegado aquí como yo lo hice? - Se escondió de los demás por su seguridad, no quería que la descubrieran, después de todo ni siquiera ella podía decir a ciencia cierta si esos Digimon eran hostiles o amigables, de igual manera no había tiempo para eso, debía buscar información sobre su madre o una pista de donde los cazadores furtivos la habían llevado.
Estaba cansada, así que iba a dejar la exploración para mañana, no tuvo más remedio que esconder en unos arbustos y dormir, era un bebé Digimon, completamente normal en el nivel de entrenamiento que estaba en esos momentos, necesitaba recuperar fuerzas para seguir.
Los rayos del sol la despertaron de su letargo sueño, era la primera vez que convivía sola y más aún en el mundo humano, había zonas parecidas en el mundo Digimon así que la estructura no le impresionaba tanto. Con un poco de pereza se levanto, y entonces se acordó, que no había traído nada de comer - Tengo hambre... - Miro al cielo, pensando que podría hacer, no tenía más opciones, así que empezó por flotar por los alrededores, en busca de alguien o algo que pudiera ayudarla en ese mundo desconocido para ella.
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