El misterio de los Digitamas desaparecidos [Libre]

Liam no pudo evitar reír ante las situaciones que se generaban entre Runari y Haku, aunque no se percibía burla en ello, sino más bien simpatía. El dúo le caía bien, al menos a priori, aunque nunca se puede estar seguro, pero él refería apostar a lo mejor de la gente. —Es una historia interesante sin duda.— Dijo, aunque por dentro se preguntaba cómo era posible que un digimon apareciese en el mundo del que venía él. Jamás había presenciado cosa semejante, y suponía que de darse el caso, sería noticia internacional que criaturas totalmente fuera de lo común se presentaban como si nada en medio de las ciudades. ¿Serían solo ciertos humanos, los "tamers", los que podían verlos? Cuando Liam llegó al Digimundo por segunda vez, creyó que ya sabía lo básico al menos sobre él y las criaturas que lo habitaban, pero ahora veía lo mucho que le faltaba entender.

Se volteó a ver a Zack, y en ese momento se percató de que había creado una situación incómoda para él mismo: si todos respondían su pregunta, eventualmente llegaría su propio turno, ¿y qué les diría? Llevaba allí unas horas, pero no se explicaba cómo no se sorprendía por cada cosa que veía. Tendría que reconocer que ya había estado allí antes. Pero no quería recordar aquellos tiempos. Tampoco deseaba mentir. La historia de Zack tomaba otro rumbo, más asociado a lo digital. Por lo que podía deducir, existían varias formas en las que el Digimundo se manifestaba en el mundo humano, por decirlo de alguna manera. —¡Vaya! No sabía que los digimons pudieran manifestarse de esa forma en nuestro mundo. La verdad hay mucho que no sé aún.— Parecía conforme: vivir con esas dudas no lo atormentaba, confiaba en que tendría mucho tiempo ara comprender todo lo que aún desconocía.

La pregunta de Zack no tardó en llegar, aunque para sorpresa de Liam, era acerca del digivice. Para responder, simplemente sacó el dispositivo del bolsillo de su chaqueta y lo mostró. —Te refieres a esto, ¿verdad?— Luego dedicó una pequeña pausa a mirar su propio artefacto, como si esperara que este le diera las respuestas. —Lamentablemente no estoy en condiciones de mostrarles cómo funciona. Llevo muy poco tiempo en el Digimundo y hay muchas cosas que no comprendo, pero por lo poco que sé, tengo que conseguir los Digispirits para hacer funcionar este digivice.— Quizás era demasiado vago en sus palabras, y por ello, luego de una breve pausa, decidió ser más claro con la idea que intentaba expresar: —Pero sí, se supone que en cuanto los consiga, tendría que poder transformarme yo mismo en un digimon. Imagino que ustedes tendrán otros digivices diferentes, que funcionan conectándolos con un digimon en lugar de convirtiéndolos en uno, ¿verdad? Deben tener una especie de conexión con ellos... Digo, quizás no se cruzaron por casualidad, quizás hay algo de verdad en las palabras de Jijimon y ahora mismo no estamos aquí por lo que creemos que estamos... Es como si de alguna forma el Digimundo tuviese cierto control sobre algunos eventos.— Su tono de voz estaba lleno de dudas, aunque parecía disfrutar de la incertidumbre.

Los minutos pasaban y nada más que la brisa nocturna parecía agitar el ambiente calmo. —¿Creen que deberíamos elaborar algún plan? Digo, por si comienzan a desaparecer los Digitamas... Para serles sincero, dudo mucho que se trate de simples desapariciones. Quizás alguien se los lleva. Quizás si nos ve aquí vigilando, decida no aparecer esta noche, y regrese en cuanto nos marchemos... ¿Sería prudente escondernos?— Había bajado el tono de su voz, como si quisiera evitar ser escuchado por alguien ajeno al grupo de tamers y sus digimons. Sabía que tres cabezas (cinco, contando a los digimons) piensan mejor que una, por lo que formuló preguntas en lugar de dar órdenes, para que entre todos armaran la mejor estrategia, tal como lo habían hecho antes de recolectar los Digitamas para reunirlos en un sitio único, en torno al árbol gigante.

Runari cuestionó su plan inicial, que en definitiva, era lo que esperaba que sucediera: quizás ella tenía razón y sería demasiado obvio desaparecer todos de repente, si alguien los observaba desde algún sitio, se daría cuenta rápidamente de que se trataba de una trampa. Como no podía asumir qué tan inteligente y precavido sería el "ladrón de huevos", decidió apoyar a la mayoría: harían guardia por turnos. —Tienen razón, esa idea es mejor. 45 minutos me parecen bien, ¿alguien tiene un reloj? Tendrá que prestármelo cuando me toque hacer guardia, porque yo no traje ninguno.— Dijo, y sonrió, casi como disculpándose por su torpeza. Luego, sin más, se recostó con parte del torso recargado en el tronco del árbol gigante, al igual que el Jijimon. —Despiértenme cuando sea mi turno.— Dijo mostrando confianza. Pero lo cierto es que no pensaba dormir ni un minuto. Cerró los ojos y se dispuso a oír los sonidos del entorno, mientras comenzaba lo que podría llegar a ser un largo hilo de pensamientos filosóficos sobre el Digimundo, sobre la entidad que se comunicaba con él a través del digivice, y sobre él mismo y su papel en toda esta historia.

No pasó mucho tiempo, tal vez unos quince minutos, hasta que uno de los arbustos cercanos al sitio donde se habían escondido Runari y Haku, se movió de forma totalmente antinatural, como si hubiese dado un paso a un costado, y el sonido llegó perfectamente a los oídos de Liam, que si bien no pudo ver lo sucedido, abrió los ojos para corroborar que no se tratase de ninguno de sus compañeros de guardia nocturna. Buscó a ambos con la mirada para sigilosamente llevarse el dedo índice izquierdo a la boca, en una señal que cualquiera reconocería como un "guarden silencio". Luego extendió la palma y la bajó en una nueva señal: "quédense quietos". Por último, miró fijamente hacia la zona de la que creía que provenía el sonido. No estaba seguro de estar en lo cierto, pero creía que posiblemente alguien intentara llegar a los huevos, utilizando los arbustos como escondite. Si estaba en lo cierto, bien pudo haber sido visto al hacer las señales, y el "ladrón de huevos" posiblemente ya estaría planificando una retirada. Pero, contra toda lógica imaginable por Liam, un arbusto entero, pequeño, dio un nuevo paso hacia los Digitamas.

Esta vez, Liam sí pudo ver el suceso, y no hizo más que arquear una ceja con incredulidad: ¿de verdad alguien se disfrazaba de arbusto para robar Digitamas? Con Jijimon tan profundamente dormido como para roncar, era evidente que este villano se salía con la suya fácilmente todas las noches. Pero esta vez no le sería tan fácil, y menos con lo descuidado que parecía ser, a priori. El arbusto dio un paso más. Era pequeño, quizás del tamaño de Haku. Liam giró despacio su cabeza para ver a los otros tamers. Sentía curiosidad y quería ver qué tan lejos podía llegar ese "arbusto", quería observarlo y luego seguirlo quizás hasta su posible guarida para ver qué hacía con los Digitamas que robaba, no le bastaba con capturarlo in fraganti, quería saber los detalles del asunto. Pero no conocía a los jóvenes que lo acompañaban en esta aventura y temía que uno de ellos se lanzara a la caza del arbusto incluso antes de que este llegue a los Digitamas. ¿Cómo les expresaría aquellas ideas sin alterar el curso natural de las cosas? Se resignó y solo observó al arbusto, en silencio, mientras intentaba elaborar alguna estrategia secundaria por si uno de los tamers actuaba antes de tiempo. ¿Cómo podrían asegurar que él se llevaba los Digitamas si no lo veían hacerlo? ¿Cómo averiguarían dónde estaban los Digitamas robados si no lo seguían hasta su guarida? Él no podía imaginarse intimidando o amenazando a nadie, mucho menos utilizando la fuerza, en un interrogatorio para conocer la verdad sobre los Digitamas desaparecidos...