Magnitud 10 [Mision]

Un viaje largo por una tierra seca y sin ninguna pizca de compasión para quienes decidieran atravesarla a pie. Eso era todo lo que el humano podía observar desde el tren en el que se había subido para viajar hasta una ciudad aparentemente subterránea. Falto de emoción por el viaje, simplemente observaba por la ventana de su vagón mientras esperaba a que su oponente hiciera la próxima jugada en un extraño juego de su celular. Escucho el sonar de una campanilla, indicándole que su oponente había realizado su jugada, por lo que llevo su atención al aparato electrónico, divisando en la pantalla lo que parecía ser un campo de batalla en 8 bits, con varias fichas con iniciales distintas y diversas barras de vida. En el centro de todo, se encontraba una ficha roja, la única que quedaba en el campo, y la que pertenecía al humano. El resto de fichas eran negras, y todas estaban con la mitad de sus barras de vida por la mitad, rodeando la ficha roja. En la esquina superior de la pantalla se veía la imagen de una robot femenina, la oponente del humano, una inteligencia artificial diseñada por el mismo para funcionar como su asistente personal.

El humano guardo silencio durante un momento y dejo en teléfono en la mesa, apoyándose en su asiento, con su mirada pegada al techo del vagón, aunque viendo mucho más lejos que eso; perdido en el infinito. Quería recordar como termino involucrado en lo que estaría por hacer, y por más que quería hacerlo, no encontraba una razón lógica que pudiera satisfacerlo. Sabía que su parasito lo había obligado, pero no sabía por qué… ¿Por qué él tenía el potencial para ayudar? Lo dudaba, apenas si sabía del digimundo, y por más que fuera un programador de calibre decente, ¿tendría sentido llamarlo a él? No, claro que no. Suspiro y giro la cabeza para ver al exterior.

Maya… ¿sabes que se supone que vinimos a solucionar…?
Si Señor
Dímelo en ese caso, si no es mucha molestia
Para Nada Señor, No Es Ninguna Molestia… Hemos Venido A Solucionar Y/O Encontrar La Causa De Un Problema De Terremotos Constantes En Esta Zona
Eso supuse… egh… -Froto su rostro por un momento, queriendo encontrar una solución a algo como eso, pero sin mucho éxito- también se supone que deberías encontrarnos con un tal “Deputymon” o “Revolmon” o como sea que se llame… pero… ¿tendrá caso? Los terremotos son fuerzas difíciles de predecir e imposibles de controlar…
En El Digimundo Parece Ser Que Las Reglas Físicas No Son Las Mismas, Señor
Si… y eso es lo que me molesta… porque solo basta con pensarlo como un juego… si las fuerzas de la naturaleza pueden controlarse… solo bastaría con acabar con aquel que las controla, ¿no es así?
En Efecto
Pero… ¿Qué pasa si nos acercamos mucho en ese intento de acabar con el responsable…? –Suspiro y volvió a sentarse derecho, tomando el celular para tocar su ficha, activando una opción de la misma. Espero unos segundos y el mapa comenzó a romperse, mientras se veía un cartel que decía “terremoto activado”, acabando con todas las fichas negras de una sola vez- … jaque mate…

Un cartel de victoria fue lo único que se veía en la pantalla. La inteligencia artificial “Maya” no respondió, no podía hacerlo; por más que comprendiera la pregunta, no se encontraba en posición de responder. El humano se encontraba en una crisis: ¿Qué hacer? Estaba de camino, pero no sabía qué hacer ni sabía cómo proceder. Sabía que, según el mensaje de solicitud, debía encontrarse con un digimon que parecía tener conocimiento de lo que estaba ocurriendo pero… de eso, a solucionar todo el problema, había demasiados obstáculos y variables. Un programa es fácil de crear si existen pocas variables. Cuanto más realista se desea, más difícil, porque deben tomarse en cuenta todas las variables, hacer todos los cálculos… y eso era lo que cruzaba por su cabeza. Tenía que crear un “programa” (Solución) sumamente realista para esa situación.

Pasaron las horas y el tren finalmente se detuvo en mitad de la nada. Esa era la parada del humano, el cual bajo en la pequeña y minúscula estación del tren, observando un cartel que decía “bienvenidos a Mother Earth”. Claramente no había nada, pero el humano ya se había informado de que se trataba de una ciudad subterránea. La alegría irónica cubría su rostro mientras avanzaba por la estación de trenes, siguiendo unos carteles hasta llegar a lo que parecía ser un elevador. Entro y descendió hasta donde el elevador se lo permitiera, siempre con esa alegría irónica en el rostro. Fueron unos 20 minutos de bajada sin pausas hasta llegar a su destino. Las puertas se abrieron dando paso a una caverna iluminada con faroles típicos de una mina, cuyo final daba a una inmensa ciudad que resplandecía en la oscuridad del subsuelo.

… bueno, terminemos con esto… -Fue lo único que se dijo mientras comenzaba a caminar hacia la ciudad-

Durante su caminata a lo largo de la ciudad, el humano sintió aquellas miradas de sospecha, temor y desconfianza por parte de sus habitantes. Al igual que un pueblo rustico tradicional, la llegada de un extranjero debía ser algo poco visto, y seguramente, a su vez, desagradable. Lo cierto es que el no entendía ese pensamiento rural antiguo… ¿Por qué no aceptar a los extranjeros? ¿Eso no reduciría las posibilidades de sobrevivir? ¿O no llevaría a conflictos morales en algún momento? Porque las parejas se acabarían y todos serian parte de una misma familia de un modo u otro, generando así una irremediable sensación de reproducción entre familiares… vamos, bodas entre primos. Pero aun así, no le dio demasiada importancia a eso, al fin y al cabo, el mismo aceptaba lucir sospechoso, ya fuera por su ridícula vestimenta o porque su cabello no era precisamente algo normal y natural. Literalmente se tomaba cerca de 2 horas para peinarse de ese modo, día tras día… algo parte de su rutina y que sin duda, lucia muy agotador. No obstante, nada de eso le importaba. El aceptaba que lucía extraño y que solo estaba allí por trabajo, mas no por interés real en lo que sucedía. Comprendía que si la situación era como el la imaginaba, estaría muerto en poco tiempo; pero quería intentar ser positivo… creer que su parasito lo ayudaría a sobrevivir el tiempo suficiente.

Al final ocurrió lo que él se esperaba. Un temblor azoto la ciudad repentinamente, logrando no solo hacer preocupar a los habitantes, si no que también puso en riesgo a varios. Alzo la cabeza y se fue bajo techo lo más rápido posible. Pudo presenciar con sus propios ojos como las rocas caían y se hacían añicos con total facilidad, así como algunos edificios viejos o poco preparados cedían ante la fuerza del terremoto para caer sobre sí mismos. La verdad es que todo le parecía peor de lo que imaginaba, y eso no le gustaba ni un pelo. En cuanto todo termino, salió de su refugio para ver el techo de la caverna gigante. Para el, la opción más fácil sería mover toda esa ciudad a la superficie y sufrir muchos menos daños de los que sufrían bajo tierra, pero tampoco iba a decirles cómo vivir a esos digimons. Suspiro resignado y tomo una fotografía al techo de la caverna, queriendo tener una constancia de cómo lucia antes y después de cada temblor; quizás con eso sacaría alguna pista o conclusión en el futuro, pero por ahora, no lo podía asegurar.

Se quedó observando el techo fijamente, hasta que la voz de alguien más lo interrumpió. Se volteo para ver de quien se trataba, pero una aclaración nuevamente se hiso presente, de parte de la misma voz. “Aquí abajo”. Ryu bajo su mirada para ver al pequeño armadillo hablarle, con un tono de voz bastante serio. El arqueo una ceja, incapaz de creer que una bestia como el pudiera hablar de ese modo, es decir, intentando imponer respeto. Suspiro resignado, frotándose las sienes con suma molestia; no le gustaban los animales, ni los digimons con forma de animales. Los consideraba demasiado… ¿primitivos? Como para poder razonar con ellos, pero claro, los digimons no lo eran completamente… “Y una bolsa de basura”, pensaba el al respecto. Prefería hablar con cualquiera que tuviera un aspecto más humanoide, pero nadie parecía dispuesto a acercarse para hablar en pos del pueblo. No tuvo más remedio que aceptar lo inevitable. Se agacho para estar a la altura del armadillo y lo miro fijamente, dudando por un momento si continuar, pero al final no tuvo más remedio.

Ya desearía ser yo un visitante… pero no estoy aquí para cumplir mis deseos, desgraciadamente –aclaro con un tono de voz molesto, principalmente por con quien estaba hablando- sí, vine a hablar con el loco ese… y yo que tu no le diría loco… los mayores genios de la historia, al menos la historia humana, han sido locos… y todo porque ven las cosas de una forma subjetiva que les permite destacar entre las mentes más sencillas… y normalmente son quienes los llaman “locos” dichas mentes más sencillas –comento observando de reojo al armadillo, solo para volver a pararse firmemente- como sea… ¿sabes dónde puedo encontrarlo? Quisiera terminar con esto cuanto antes… no es que tenga mejores cosas que hacer, pero no quiero que una piedra me rompa el cráneo

El humano permaneció en su sitio, esperando a que el pequeño animal le indicara donde ir, mientras tanto, miraba de reojo a su alrededor, notando como una gran cantidad de digimons se reunían. No le agradaban mucho las multitudes, pero en esa ciudad, tendría que soportarlo.

El humano estucho al pequeño armadillo pero sin mucho interés. A él solo le importaban las indicaciones por lo que paso prácticamente de todo comentario no relacionado a ella. Espero y espero hasta que finalmente, el digimon le indico a donde dirigirse, no sin antes adoptar una forma mucho más grande y “tonta”, según el criterio del humano. Ya no sabía si estaba hablando con un animal, o con un animal BRUTO, solo por esa apariencia que tenía. Se froto las sienes y empezó a caminar una vez obtuvo la información que deseaba; no iba a seguir escuchándolo, principalmente porque no sabía si sería capaz de decir algo que no fuera una pérdida de tiempo. Respiro profundamente para intentar calmarse y se dispuso a avanzar todo lo que los movimientos sísmicos se lo permitieran, ya que parecía que aún no iba a comenzar ningún nuevo temblor, lo cual lo beneficiaba. Observo a la multitud dispersarse rápidamente, lo cual le alegro bastante, ya que le permitió sacar su celular para empezar a considerar opciones. Se detuvo en la esquina frente al primer bar que le indicaron, no porque quisiera esperar a que aquel al que buscaba saliera o entrara, sino porque se quedó demasiado inmerso en sus pensamientos.

Para comenzar: la razón de los temblores. Si bien parecía ser algo normal en toda la zona, había algo que no terminaba de encajar en todo eso. La idea de una ciudad subterránea no era descabellada, pero que se dedicada a vivir de la actividad minera y que no hubiera problemas de verdad si le parecía extraño. Pensar en una ciudad minera bajo tierra no era algo sencillo, en especial si sus habitantes esperaban tener una vida tranquila. Por un momento considero que la culpa de todo, no era por un individuo molesto o que no fuera consciente de que sus bromas o travesuras tenían graves consecuencias como había pensado en un inicio, si no que todo era culpa de esa ciudad y de cada uno de los habitantes de la misma. Pensar que todos trabajaban excavando y minando para conseguir distintos minerales y/o joyas, le daba sentido a que ellos mismos estuvieran provocando todos sus problemas. Claro que primero tenía que averiguar la teoría del tal Revolmon para formar una hipótesis mejor y más concreta, pero hasta el momento, la ciudad era la culpable de su propia autodestrucción según el humano. No obstante, si se quedaba quieto en el mismo sitio todo el día registrando sus ideas en el celular, jamás llegaría a ningún sitio. Suspiro levemente y cruzo la calle, esperando que ningún temblor apareciera de pronto, y para su buena fortuna (Que no suele ser muy grande) no ocurrió.

Cruzo la calle y antes de entrar al bar, se dispuso a iniciar una pequeña conversación mental, solo para confirmar algunas de sus sospechas.

Fukushu… dime… ¿tú que crees sobre todo este incidente con los temblores? ¿Crees que valga la pena ayudarles? Lo más probable es que sean ellos mismos quienes se estén autodestruyendo por su propio método de vida, incluso no descartaría que lo saben pero quieren buscar alguna otra cosa a la que culpar para no caer en su propia incompetencia…
Tú sabes que mi opinión no es válida en asuntos tan triviales como este, ya que solo existo para utilizar tu cuerpo como mi recipiente, mientras mi alma crece lentamente, y mi veneno acaba con tu débil mente; todo para poder encontrarlo, enfrentarlo, asesinarlo, destronarlo y finalmente asimilarlo; acabar con la esperanza de sus fieles, y levantar el sentimiento de los seres reales
Lo sé, pero ya que te diste las molestias de meterme en este asunto, mínimamente podrías querer ayudarme… además, si algo me pasa, estarás solo y sin nadie más que pueda servirte de recipiente… asique vamos, dime, ¿tú que crees?
Sin duda alguna eres una molestia, solo por pedir mi opinión por esta ciudad sumida en la inoperancia… egh… son solo animales insignificantes, esperando su salvación inminente, ignorantes de la cruda realidad, e indispuestos a querer mejorar; solo buscan algo a lo que culpar, para así creer que hacen bien en su andar
En resumen, crees lo mismo que yo… que ellos están destruyéndose así mismos pero que están dispuestos a no hacer nada para solucionarlo… bien… supongo que esta pequeña charla no fue una pérdida de tiempo como hubiera pensado en un principio… aunque, estoy obligado a preguntarlo de nuevo… ¿Cuándo dejaras de hablar en rima?
Cuando tu armadura este lista, entonces quizás deje de hablar en rima, aunque no creo que llegue ese día, pues adoro esta molestia, ya que fractura tu cabeza
Sin duda, eres peor que el cáncer…

Una vez finalizada su “objetiva” charla con su espíritu parasitario digital, el humano entro en el bar. Comenzó a buscar con la mirada al digimon con el que debía hablar, mientras se adentraba en el lugar. No tenía dinero, no podía pagar ninguna bebida, mas nada le impedía entrar y ver los menús de lo que fuera que ofrecieran.

Con solo ver aquella silla volar y escuchar las risas de borrachos, así como sus gritos, el humano inmediatamente estuvo a punto de retirarse; de hecho, se habría dado la media vuelta sin haber puesto un pie dentro del recinto. La única razón por la cual seguía en ese sitio, o por lo menos en su entrada, era porque debía localizar al Revolmon que tanto buscaba. Para su mala suerte, no parecía encontrarse entre los canticos de los borrachos ni en sus peleas, una mala elección, aunque de todos modos podría sacarle provecho a su visita. Su vista se dirigió a lo que parecía ser el barman del local, y su pequeño tic se hiso presente. Un hombre león… ¿otro animal? ¿Qué le pasa a la gente de esa ciudad? ¿Por qué dejar animales a cargo de las cosas? Hubiera preferido que el ogro verde fuera el vestido de traje y fuera el león quien estuviera peleando con otros clientes; pero ni modo, tendría que soportar otro dialogo con un animal.

Suspiro con pesar y comenzó a avanzar por el bar, esquivando sillas, botellas e incluso clientes voladores. No se molestó en ver a nadie ni comprobar que aquellos que salieran volando de sus sillas para matarse entre si estuvieran relativamente bien; simplemente avanzo hacia la barra y se sentó en un taburete mediatamente limpio. Apoyo sus brazos en la barra y observo las bebidas que habían detrás del hombre león con cierto desinterés; el humano era más de cigarrillos que de alcohol, y eso que solo fumaba una o dos veces por semana. De cualquier forma, se quedó esperando un momento y decidió pedir algo, aunque sea para tener una excusa para hacer preguntas; él había visto películas y sabía que, en sitios como ese, a menos que comprara algo, nadie tendría una charla tranquila, como en cualquier lugar pensándolo detenidamente.

¿Qué es lo más suave que tienes? Y no, no quiero eso, solo es una pregunta… si puede ser, un vaso de agua, y si estoy obligado a pedir alcohol para hacer un par de preguntas de entrometido, lo más suave… -Comento tranquilo, mientras apoyaba su barbilla sobre la palma de su mano izquierda, mientras la derecha movía sus dedos rápidamente como si estuviera tocando un piano invisible-
¿Sabes que mi veneno es potente, lo suficiente como para aguantar el alcohol más fuerte? –pregunto el fantasma que solo podía ser visto por los ojos del humano, mientras se sentaba a su lado- estas muriéndote a paso lento, y ni siquiera un levanta muertos pondría fin a tu sufrimiento
Lo sé, pero me da igual, odio el alcohol, su simple aroma me repudia… estar aquí me repudia, pero tengo que averiguar dónde puede estar metido ese tal Revolmon para obtener la información que necesitamos… -Pensó mientras veía de reojo al fantasma que tenía a su lado- por otro lado, ¿se puede saber porque decides proyectar tu forma fantasmal en lugar de quedarte tranquilo en mi cabeza?
Es un bar, un excelente lugar, el alcohol es el veneno de esta gente, y por eso he decidido hacerme presente –Añadió tranquilamente, mientras veía a los borrachos pelear- que adorables criaturas, ¿pero porque tan pocas fracturas?, en serio no sé qué pensar… ¿quizás los deba matar?
No –dijo abruptamente en su mente- solo quédate quieto y mira el espectáculo, porque nos iremos en cuanto haga las preguntas que deba para localizar a Revolmon

Como ya era costumbre, apenas el humano recibió lo que quería, comenzó a nadar en sus propios pensamientos, ignorando casi por completo al hombre león. Si bien no lo ignoraba absolutamente, era por el hecho de que tuviera la capacidad bípeda de habla, además de que estaba vestido, a diferencia de muchas otras especies que había visto; eso le daba puntos a su razonamiento, los puntos necesarios para que ser un animal no resultara tan estúpido. Bebió el agua tranquilamente, sintiendo un sabor amargo, pero típico y al que ya estaba acostumbrado. Las cosas que no tenían sabor, ganaban un sabor amargo y acido, producto de su sentido del gusto afectado por su espíritu. Miro de reojo por todo el lugar, buscando al fantasma que había desaparecido de un instante a otro. Esperaba que no fuera a matar a nadie realmente, aunque no se imaginaba como, después de todo, era un fantasma incorpóreo que solo podía hacerse visible frente a otros en contadas ocasiones. Fuese como fuese, en cuanto escucho que era su “día de suerte”, decidió prestar ligeramente más atención al hombre león. Lo observo de reojo mientras este le día que Revolmon a veces se pasaba por ese bar. Eso resulto ser una grata sorpresa para el humano, por lo que no debería de esperar demasiado para que el dichoso digimon finalmente llegara.

No está de más mencionar que apenas escucho eso, ignoro al hombre león, centrando su vista en la puerta para poder actuar de inmediato al momento en que Revolmon llegara. No obstante, el sentir aquel movimiento tan leve le hiso darse cuenta de 2 cosas relativamente importantes. La primera era que en ese bar estaban tan acostumbrados que simplemente lo ignoraron por completo, y la segunda era que había encontrado a su espíritu; parado entre los borrachos decaídos como si de un campo de rosas se trataran. No le sorprendió. Para Fukushu, el alcohol era un veneno más del cual se sentía a gusto de tener cerca; aunque el caballero digimon, al menos según sus palabras, jamás había probado alcohol. Fuese como fuese, en cuanto estuvo por dar un sorbo al agua, observo el polvo que había caído dentro. Era algo quisquilloso de su parte, sí, pero no tenía la menor de las ganas de beber agua con polvo; para eso podía abrir el grifo de su casa y beber el agua con sarro de las tuberías. Exhalo con pesadez, dejando el vaso de agua a un lado mientras veía a los borrachos pasar de pelear a ser los mejores amigos.

Como se nota que el alcohol solo es un veneno más que Fukushu disfruta de ver en acción… -Pensó tranquilo, mientras sacaba su teléfono para ponerse a jugar un juego de trivia sencillo para matar el rato- … ¿Cómo se llama a aquel que disfruta de consumir alcohol con amigos? … –Alcanzo a responder “Idiota” en la pantalla, aunque el juego marco la respuesta como incorrecta. Claro, eso era obvio, pero al humano no le importaba- egh… más vale que ese sujeto no se tarde demasiado, o al final todos terminaran muertos bajo tierra –Menciono tranquilo, mientras seguía jugando su trivia-

Aun cuando no le importaba escuchar al hombre león, no pudo evitar hacer una ligera mueca cuando lo escucho agradecer su “preocupación”. Lo cierto es que el humano si estaba preocupado, pero más por sí mismo que por el pueblo. Fue arrastrado por su venenoso y parasitario espíritu a la fuerza, sin consultar sus capacidades; simplemente acepto el primer aviso que recibieron y ahora estaban allí. No quería morir; su tiempo de vida ya se había reducido aproximadamente 30 años por culpa de la aparición del espíritu oscuro, por lo que intentar prolongar su vida era una prioridad. No obstante, no dijo nada al respecto, simplemente continuo jugando su juego mientras las risas de los borrachos inundaban el ambiente. Pero claro que ninguna escena tan pacifica puede perdurar, mucho menos en un bar de esas características y con el espíritu de la venganza y el veneno presente. Una patada abrió la puerta del local, captando la atención de prácticamente todos los presentes, incluyendo al humano que inclino ligeramente la mirada para ver la puerta, simplemente por curiosidad de ver quien tendría que pagarle al Leomon la pintura, barniz y otras cosas que pudiera necesitar la puerta luego de aquella entrada tan típica de las películas del viejo oeste. El único que se abstuvo de mirar fue el espíritu, el cual comenzó a jugar con las mentes de algunos borrachos para incitarlos a pelear de nuevo, pero no hubo caso; tenia demasiadas cosas en que dividir su poder como para lograr algo así.

Fuese como fuese, regresando a la vista del humano; poco podía decir al respecto. Se sentía bastante decepcionado de que no fuera un digimon del tipo humanoide el que había entrado, pero igualmente se sentía agradecido de que no se tratara de un animal más. Regreso la vista al teléfono para seguir con su juego de trivia, ignorando los gritos de “alegría” del nuevo cliente y el hecho de que se sentara junto a él. Estiro una mano para tomar el vaso de agua que Leomon había limpiado previamente al percatarse de que no iba a beberlo, sabiendo todo esto por el hecho de que al levantar la vista, también vio la barra con el vaso con menos líquido y cambiado ligeramente de sitio. No agradeció ni dijo nada porque hasta ese momento no se había fijado, pero muy seguramente lo haría… si no fuera por ese disparo. El disparo al techo que realizo su “vecino de asiento” logro dos cosas; la primera, mas tierra en su agua; la segunda, un casquillo de bala en su vaso. Suspiro levemente y deslizo el vaso lentamente hacia Leomon.

Oye genio, si vas a jugar a los disparos, mejor coge unas botellas viejas, latas y una foto del brabucón de la escuela, vete donde no molestes a nadie y diviértete –Dijo directamente, ignorando el hecho de que estaba, por así decirlo, insultando a un digimon armado. No le importaba del todo, al fin y al cabo, tenía alguna chance de que Leomon lo defendiera; y si no, siempre podría correr y esconderse en un barril de ser necesario- “Personajes típicos de películas del desierto. Habitualmente montan a caballo y son hábiles con las pistolas” –Miro de reojo al digimon y suspiro levemente- “Vaquero” –Respondió y presiono el botón, mientras el teléfono daba la señal de que había acertado- típico…

~[Narrador]~

El humano se negó a darle una sonrisa al digimon como este lo pedía. Simplemente guardo silencio e ignoro el hecho de que el digimon revolver le diera palmadas en la espalda como si estuviese molesto o estresado (cosa que si estaba, pero prefería ignorar completamente antes dejarse llevar en un sitio donde cualquiera podría matarlo). Suspiro bastante cansado y algo decepcionado, puesto no se esperaba que ese digimon fuera como era. Le resultaba bastante irritante, pero bueno, nadie (Según él) le había advertido de aquello, pero debió de suponerlo si frecuentaba bares y tabernas. Suspiro levemente y se dedicó a seguir jugando trivia en su celular mientras esperaba a que el revolver andante terminara su, ¿leche…? Definitivamente el humano no quería saberlo.

Finalmente cuando el revolver pareció terminar, el humano levanto la mirada por primera vez del teléfono y giro la cabeza para ver al digimon que tenía a su lado. Escuchar aquella pregunta le hacía querer hacer tantos comentarios irónicos y sarcásticos, que simplemente no tenía gracia hacerlo. Era un desperdicio de “ingenio” en un digimon que obviamente, era demasiado feliz y despreocupado como para captar la ironía. El fantasma, por su parte, se acercó y observo al revolver; preguntándose si podía hacerlo perecer en ese instante, pero claro, no podía y aunque pudiera, no debía, después de todo, siempre venía bien tener a alguien para usar de escudo en algún momento. Ryu respiro profundamente y exhalo después, solo para intentar calmarse y prepararse mentalmente para el día que le tenía preparado ese revolver sin sentido.

Sí, soy un humano… buena deducción, ahora –Guardo su teléfono y se cruzó de brazos, manteniendo su mirada bastante estática y sin ánimo de estar allí- ¿podemos comenzar rápido con la operación “Adiós Terremotos”? No sé si llegue a notarse, pero no siento muchos ánimos de estar aquí y que sea un terremoto lo que termine matándome
Se ve que aunque tu muerte sea inminente, aun quieres ser un superviviente eficiente –Rimo como siempre el espíritu oscuro-
Cállate Fukushu, intento sobrellevar toda esta tontería –aclaro mentalmente mientras esperaba la respuesta del revolver-