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El descubrimiento de las ruinas del Monasterio Draco, tallado en lo alto de una desolada montaña en el valle de los dragones, ha despertado un gran interés por todo el Digimundo. Principalmente porque según los tallados de la pared exterior dentro de las ruinas se encuentra un obre mágico que contiene en su interior la data y poder del treceavo Royal Kinght, la cual sera dada a quien reclame dicho objeto. Según la historia grabada en los murales, el obre fue dejado allí por el mismo Royal Kinght en caso de que su poder sea necesario para derrotar al mal que se alce en el futuro...por desgracia semejante premio también a llamado la atención de quienes usarían el poder para sus propias metas egoístas. Por lo que esta aventura ahora se a vuelto una carrera por ver quien consigue el gran premio.
6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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-Skin hecho por Hardrock de The Captain Knows Best.
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
Ficha de Alanna y Campanella
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Ficha de Alanna y Campanella
Tamer
-Nombre: Alanna Tale
-Sexo: Mujer
-Edad: 20
-Digivice: IC. Digisoul color azul pastel.
-Apriencia: De complexión delgada, Alanna se puede describir como una chica delicada, cuello largo y delgado, brazos finos y fuertes, piernas largas y estilizadas, piel clara y labios rosados, da todo el aspecto de una delicada muñeca de porcelana. De busto abundante y dedos largos, su cuerpo esta entranado para ser naturalmente elegante, por contradictorio que esto resulte. Goza de una buena resistencia física y gran elasticidad por las clases de ballet a las que asiste desde niña. Su pelo largo hasta algo más allá de los hombros, se ondula con gracia aniñado su rostro fino con los reflejos rubios de esos mechones castaños. Sus ojos, que parecen, en ocasiones, demasiado grandes para alguien tan pequeño —mide 1'60— destacan en su cara de mejillas rojas y naricilla respingonacon ese característico color ambarino. A pesar de que usualmente se la ve con vestidos y faldas, algo que o le desagrada pero que empieza a aborrecer, adora vestir vaqueros y chaquetas de cuero. No soporta los tacones excesivamente altos y odia profundamente la ropa rosa y con volantes. El pelo lo tiende a llevar semi-recogido, no obstante adora no sentirlo en las mejillas, en cuanto tiene oportunidad se ata una cola alta y se olvida de él, aunque lo que menos le gusta son los moños de bailarina que se ve obligada a usar en sus ensayos, ya que al estar tan tensos le provocan dolores de cabeza. En contadas ocasiones lleva lentillas, especialmente a la hora de acudir a las carreras ilegales, para las que se pone, además, tintes vegetales que se quita al día siguiente con agua, todo con tal de que no la reconozcan con facilidad. Ademas, sus faldas no suelen ir, nunca, mucho más arriba de la rodilla, sobretodo para ocultar el diminuto tatuaje del interior de uno de sus muslos, una mariposa minimalista con lineas claras en negro que tiene intención de colorear con tinta de tonos azules en cuanto se sienta capaz.
-Personalidad: De carácter alegre y algo taciturno, Alanna siempre a tenido un doble rasero a la hora de que la juzguen, al hablar poco, puede considerarse tímida aunque realmente no lo es para nada, no le cuesta hablar en publico ni moverse lejos de la multitud, aunque si le resulta algo difícil tratar de tu a tu a causa de los años aislada, psicológicamente hablando. Mantiene un silencio reflexivo observando a los demás para intentar dilucidar algo sobre ellos. Su comportamiento, de gestos y voz delicados, muestran esa parte femenina que siempre parece patente en su carácter. Si no se habla con ella puede parecer soberbia por su postura regia, pero al intercambiar palabras pronto se ve que es una persona amable y considerada que escucha atentamente y que, a pesar de los intentos de su madre por distanciarla de todo, no es clasista ni prepotente, que si orgullosa, pero eso tarda más verse. Sonríe con facilidad y si logra superar los primeros momentos de nerviosismo y cuando coge confianza ríe a carcajadas. Es realmente estudiosa, se esfuerza mucho en todo al punto de resultar ridículo ―lloraba si no sacaba dieces en los exámenes a pesar de esforzarse hasta el punto de no dormir la noche anterior; razón esta por la que nunca llegaba al diez― sin lograr, aun así, que su madre la apruebe. Con el tiempo, a causa de la tensión acumulada y gracias a Campanella, ha logrado encontrar una vía de escape para toda esa tensión, la fotografía y las carreras ilegales de motos. Aun con todo, cree profundamente en los cuentos de hadas y la magia defendiéndolo a capa y espada y relacionando todo lo inexplicable con las hadas y resultando sorpredentemente enérgica en estos temas, así como cuando se entusiasma con algo. Odia las matemáticas, pero aun así estudia económicas con grandes resultados, que siguen sin complacer a la madre, cuya sombra parece perseguirla aun estando lejos. En resumen podría decirse que su personalidad tiene dos vertientes definidas, sin ser bipolar, esa parte seria que busca la aprobación de la única persona que debería estar a su lado incondicionalmente y no lo está, y esa chica que intenta revelarse siendo ella misma sin ataduras a recuerdos dolorosos. Además, odia profundamente la lluvia y, sobretodo, el fuego.
-Historia:
La lluvia repiqueteaba en los cristales de la chiquilla que miraba las gotas resbalar por la ventana. Con diez años que tenia, esos ojitos castaños, grandes y con luz temerosa habían visto más de lo que deberían haber visto. Nada sabía de su padre, de su madre, solo que agradecía sus ausencias. No se atrevía a cerrar los ojos por la noche, temblorosa por la simple idea de que la mujer que se hacía llamar madre entrase por la puerta.
Se removió odiando con todas sus fuerzas la lluvia, que bloqueaba el sonido, sin dejar que el posible taconeo se oyese tras la puerta cerrada en su modesto dormitorio en el que a penas podían distinguirse: una cama escasa de mantas para la fría noche Noruega, un espejo diminuto, un armario con más ropa de adulto que de niña, un peluche hecho jirones en una esquina y una silla y una mesa con un único libro encima, Peter Pan.
Aly siempre soñaba con el país de Nunca Jamás, con los niños perdidos, ese lugar que era un refugio para los pequeños que habían escapado de casa, que no se sentían queridos o que, sencillamente, extraviaban su rumbo, en el Árbol de ahorcado encontraban el sitio al que pertenecían realmente. Esa historia era su búnker, nada ni nadie entraba en su cabeza cuando se sumergía en esas primeras y simples palabras.
Era ya pasada la media noche cuando la familiar cantinela sonó por los rincones más recónditos de su mente: "Todos los niños crecen, menos uno". Aun a su corta edad Alanna era consciente de quién era el malo de la historia: no los piratas que sufrían las travesuras de los niños perdidos, no Wendy que se veía arrastrada a un cuento que no parecía el suyo, no Campanilla que solo tenía miedo y su único modo de expresarlo era pagándolo con Wendy, no los niños perdidos que se veían arrastrados a locuras, no los indios que vivían manipulados. El titiritero era Peter Pan, el amado niño, ese que lo tenía todo y egoístamente lo lanzaba por la borda. Alanna odiaba a Peter, nadie habría sido malo si no fuera por él, Wendy y sus hermanos no habrían huido, Campanilla no habría intentado dañar a Wendy si no tuviera pánico de que Peter la desechara como un trapo viejo, los niños perdidos serían solo niños sin Peter en el cuento. Al final, solo importaba él.
Los párpados ojerosos comenzaron a cerrarse cuando la noche aclaraba y se durmió sin tapar con la cabeza sobre el libro, su frente reposando en el dibujo de Campanilla, que buscaba, desesperada, la sombra de Peter, como si para ella jamás fueran a existir más que fantasmas.
El cuarto estaba en penumbra cuando una débil luz llenó la estancia con ese suave azul bebé. La pequeña figura alada y etérea flotó revoloteando y sonrió al ver a la chiquilla durmiendo sobre el cuento de hadas. La niña parecía frágil, sus hombros delgados, sus mejillas rojas, sus parpados ojerosos, esas manos ligeramente callosas y esos pies con vendas ensangrentadas, que tanto contrastaban con ese pelo largo y bien cuidado, tan brillante y suave la hacían tener dudas. ¿Podría alguien tan pequeño soportar toda la responsabilidad que implicaba entregarle ese digivice? No era tan sencillo llevar ese peso, y una espalda tan fina fácilmente podría romperse al cargarlo, pero entonces la vio, esa ligera sonrisa que murmuraba desde los labios entreabiertos de la chiquilla "Yo creo" susurraba con voz dulce, hundida, probablemente, en ese libro que la acunaba. Aun con esas heridas, y las que ese ser con alitas aun no había visto, sonreía, creía, aunque solo fueran cuentos.
Con cuidado, apartó el cuento y acostó bien a la niña, la cubrió con las sábanas y dejó junto a ella la terminal. Sonriendo, apartó un mechón de pelo y miró los ojos lagrimeantes de la niña dándole un ligero beso en la frente.
― Pronto te ayudaré a creer de verdad, recuérdame, porque yo seré tu hada, tu Campanella.
Nueve años después:
―¡Campanella!―gritó la bailarina mientras salía apresurada del estudio, bolsa a cuestas, dispuesta a llegar a las lecciones de piano. ―¡Campanella, llegaré tarde!―se quejó al encontrar al hada danzando de lado a lado sobre el reproductor de la sala de baile. ― Vamos, vuelve al bolso, si no nos damos prisa no podré llegar a piano, y si me retraso mamá se enfadará.―Acogió a la pequeña en sus manos cuando esta voló hacia ella.
―Deberías tomar tiempo para ti― Protestó la hada cuando se adentró en la bolsa y cogió una galleta.― De todas formas tu madre siempre está en Inc, no se enterará.― aseguró con un bufido, cansada de la continua presión a la que estaba sometida su niña perdida.
Una suave sonrisa cansada cubrió el rostro de la joven que se apresuró a forzarla para que esta llegase a los ojos. Corrió y se subió en esa motocicleta que su madre jamás debía saber que tenía y usaba, como aun menos debía tener conocimiento de sus escapadas nocturnas para competir en pequeñas carreras clandestinas con esta, la mataría de saberlo. Pronto acabó la tarde y llegó, agotada, a ese piso del que cada día, desde hacía dos años, habían empezado a desaparecer más y más cosas de la mujer que la había obligado a entrar en economía, llevaba ya casi dos años de tortura en esa carrera por orden y mandato de su señora madre y ni con las mejores notas de la promoción lograba que esa mujer se dignase a mirarla como a alguien dino de respeto o, siquiera, amor.
Abrió la puerta con una pequeña esperanza, tal vez el piso no estuviera, ese día, frío y solitario. Pero, una vez más, se equivocaba. Con un tintineo cerró la puerta a sus espaldas y se adentró en la casa llamando a su madre sin obtener respuesta. Dejó a un lado zapatos y bolsas y no se molestó en despertar a Campanella, que dormitaba en el maletín de cuero, entre partituras para piano y violín. Se miró los dedos, hacía mucho que ya no le sangraban cuando apretaba las teclas o presionaba las cuerdas, esos más de trece años de práctica al final tenían frutos. Regresó a la entrada y miró el zapatero, había cartas.
Sonrió, había ido, llevaba cerca de un mes sin notar la presencia de su madre en esa casa, en ocasiones era un alivio, seguía temiendo a esa mujer, por eso no podía deshacerse de su yugo, pero, al final, una madre era una madre, y no podía evitar añorar, en ocasiones, su presencia. Pero ese día había ido, había recogido el correo, se había acordado de ella, de su cumpleaños. Miró las cartas, anuncios, cosas del banco y dos cartas a su nombre, una del gobierno, otra escrita a mano. Curiosa, abrió aquel sobre de caligrafía casi robótica, demasiado calculada y fría, y leyó atentamente sin entender. ¿Un puesto de despacho en la milicia? Reconocía la forma distante de su madre, ni un felicidades, ni un cariño, nada, pero al menos se había molestado en mandarle una carta.
La dobló guardándola en el bolsillo de su falda y sonrió abriendo la otra, la esperaban en el cuartel a la mañana siguiente. Claro, diecinueve años, servicio militar obligatorio. Sacó la carta de su madre. Ni siquiera eso podría hacerlo de forma normal, no podría correr ni empuñar un arma, y aunque quisiera pensar que su madre lo había hecho por ella, sabía que no, que lo que no quería era que se alejase del camino que le había marcado.
Desplomándose en el suelo, lanzó un suspiro y dejó que el pelo le cubriera la cara, no quería nada de eso. Quería coger su cámara, montar en su moto y huir donde ni esa mujer ni nadie pudiera alcanzarla. Decidida a pasar esa noche de libertad como más gustase, corrió a su dormitorio y rebuscó en el arcón hasta encontrar su preciada cámara. Poco le importó despertar a Campanella, que preguntó qué sucedía sin obtener respuesta y siguió a la chica hasta la moto, escondiéndose entre los huecos de la chaqueta de cuero que Aly ni siquiera se había molestado en abrochar.
Las afueras de la ciudad eran hermosas, el cielo refulgía bañado en plata y la cámara comenzó a disparar en el silencio como una metralleta, hasta quedar sin memoria borrando la desazón. Con el cansancio y la pena a flotando, intentando elevar el vuelo, un suave brillo pareció distinguirse en la mirada de la chiquilla.
― Campanella ―musitó la joven mirando las fotos del cielo nocturno ― ¿crees que pueda alejarme de aquí? ¿que algún día pueda visitar tu mundo?, quiero irme, apartarme de mi madre, Campanella, quiero creer en los cuentos. ― sonrió alejando la cámara.
Y por primera vez en años la tinkermon pudo reconocer la esperanza real en los ojos de la joven, no entendía que había pasado en la cabeza de su tamer, pero parecía haber tomado una decisión, por primera vez, esa niña que siempre le había parecido más sombra que persona, más reflejo que realidad, parecía corpórea y tangible, parecía haber dejado de ser una parte perdida de Pan, para ser Wendy.
Poco tardo, tras su llegada al cuartel, en hacer amistad con altos cargos, y el día de su cumpleaños veintiuno, la trasladaron a una base en japón, su trabajo era el mismo, pero por primera vez en su vida, estaba lejos de las garras de su madre.
― Parece que decidí bien, pronto, muy pronto, volveré a casa Petermon, espérame hasta entonces. ― pidió en un susurro surcando el cielo azul de un parque abandonado en medio de esa gran ciudad.
―¡Campanella, vamos! Llegaré tarde al cuartel, y no quiero fastidiarla ahora, ya no queda casi tiempo. ― la apresuró Alanna con una sonrisa, girándose para esperarla, mientras el viento le revolvía el pelo.
Al ver los mechones, relativamente cortos, enredarse en sus ojos, sonrió. Alanna jamás antes había podido llevar el pelo por encima de media espalda, al llegar a Japón se lo había cortado y a penas le pasaba los hombros. Poco a poco la oscuridad de su progenitora se iba disolviendo dando paso a la luz; poco a poco, la niña perdida, volvía a casa.
Digimon
-Tipo de Digimon:Tinkermon
-Personalidad: Alegre y maternal, tiene un enorme sentido de la responsabilidad. Es dura a pesar de su apariencia tierna, imposible de manipular, se muestra madura y leal, es una idealista empedernidad, que se molesta en distinguir el bien del mal sin calcular demasiado la escala de grises. Se siente responsable del mundo, y, aunque no lo deja entrever, realmente le afectan las palabras crueles, y las situaciones de tensión. En resumen, es una chica dura con un corazón de oro.
-Apariencia:
-Linea evolutiva: https://digimonadventure-rol.superforo.net/t5715-tinkermon-hudiemon
-Nombre: Alanna Tale
-Sexo: Mujer
-Edad: 20
-Digivice: IC. Digisoul color azul pastel.
-Apriencia: De complexión delgada, Alanna se puede describir como una chica delicada, cuello largo y delgado, brazos finos y fuertes, piernas largas y estilizadas, piel clara y labios rosados, da todo el aspecto de una delicada muñeca de porcelana. De busto abundante y dedos largos, su cuerpo esta entranado para ser naturalmente elegante, por contradictorio que esto resulte. Goza de una buena resistencia física y gran elasticidad por las clases de ballet a las que asiste desde niña. Su pelo largo hasta algo más allá de los hombros, se ondula con gracia aniñado su rostro fino con los reflejos rubios de esos mechones castaños. Sus ojos, que parecen, en ocasiones, demasiado grandes para alguien tan pequeño —mide 1'60— destacan en su cara de mejillas rojas y naricilla respingonacon ese característico color ambarino. A pesar de que usualmente se la ve con vestidos y faldas, algo que o le desagrada pero que empieza a aborrecer, adora vestir vaqueros y chaquetas de cuero. No soporta los tacones excesivamente altos y odia profundamente la ropa rosa y con volantes. El pelo lo tiende a llevar semi-recogido, no obstante adora no sentirlo en las mejillas, en cuanto tiene oportunidad se ata una cola alta y se olvida de él, aunque lo que menos le gusta son los moños de bailarina que se ve obligada a usar en sus ensayos, ya que al estar tan tensos le provocan dolores de cabeza. En contadas ocasiones lleva lentillas, especialmente a la hora de acudir a las carreras ilegales, para las que se pone, además, tintes vegetales que se quita al día siguiente con agua, todo con tal de que no la reconozcan con facilidad. Ademas, sus faldas no suelen ir, nunca, mucho más arriba de la rodilla, sobretodo para ocultar el diminuto tatuaje del interior de uno de sus muslos, una mariposa minimalista con lineas claras en negro que tiene intención de colorear con tinta de tonos azules en cuanto se sienta capaz.
- imagen:
-Personalidad: De carácter alegre y algo taciturno, Alanna siempre a tenido un doble rasero a la hora de que la juzguen, al hablar poco, puede considerarse tímida aunque realmente no lo es para nada, no le cuesta hablar en publico ni moverse lejos de la multitud, aunque si le resulta algo difícil tratar de tu a tu a causa de los años aislada, psicológicamente hablando. Mantiene un silencio reflexivo observando a los demás para intentar dilucidar algo sobre ellos. Su comportamiento, de gestos y voz delicados, muestran esa parte femenina que siempre parece patente en su carácter. Si no se habla con ella puede parecer soberbia por su postura regia, pero al intercambiar palabras pronto se ve que es una persona amable y considerada que escucha atentamente y que, a pesar de los intentos de su madre por distanciarla de todo, no es clasista ni prepotente, que si orgullosa, pero eso tarda más verse. Sonríe con facilidad y si logra superar los primeros momentos de nerviosismo y cuando coge confianza ríe a carcajadas. Es realmente estudiosa, se esfuerza mucho en todo al punto de resultar ridículo ―lloraba si no sacaba dieces en los exámenes a pesar de esforzarse hasta el punto de no dormir la noche anterior; razón esta por la que nunca llegaba al diez― sin lograr, aun así, que su madre la apruebe. Con el tiempo, a causa de la tensión acumulada y gracias a Campanella, ha logrado encontrar una vía de escape para toda esa tensión, la fotografía y las carreras ilegales de motos. Aun con todo, cree profundamente en los cuentos de hadas y la magia defendiéndolo a capa y espada y relacionando todo lo inexplicable con las hadas y resultando sorpredentemente enérgica en estos temas, así como cuando se entusiasma con algo. Odia las matemáticas, pero aun así estudia económicas con grandes resultados, que siguen sin complacer a la madre, cuya sombra parece perseguirla aun estando lejos. En resumen podría decirse que su personalidad tiene dos vertientes definidas, sin ser bipolar, esa parte seria que busca la aprobación de la única persona que debería estar a su lado incondicionalmente y no lo está, y esa chica que intenta revelarse siendo ella misma sin ataduras a recuerdos dolorosos. Además, odia profundamente la lluvia y, sobretodo, el fuego.
-Historia:
La lluvia repiqueteaba en los cristales de la chiquilla que miraba las gotas resbalar por la ventana. Con diez años que tenia, esos ojitos castaños, grandes y con luz temerosa habían visto más de lo que deberían haber visto. Nada sabía de su padre, de su madre, solo que agradecía sus ausencias. No se atrevía a cerrar los ojos por la noche, temblorosa por la simple idea de que la mujer que se hacía llamar madre entrase por la puerta.
Se removió odiando con todas sus fuerzas la lluvia, que bloqueaba el sonido, sin dejar que el posible taconeo se oyese tras la puerta cerrada en su modesto dormitorio en el que a penas podían distinguirse: una cama escasa de mantas para la fría noche Noruega, un espejo diminuto, un armario con más ropa de adulto que de niña, un peluche hecho jirones en una esquina y una silla y una mesa con un único libro encima, Peter Pan.
Aly siempre soñaba con el país de Nunca Jamás, con los niños perdidos, ese lugar que era un refugio para los pequeños que habían escapado de casa, que no se sentían queridos o que, sencillamente, extraviaban su rumbo, en el Árbol de ahorcado encontraban el sitio al que pertenecían realmente. Esa historia era su búnker, nada ni nadie entraba en su cabeza cuando se sumergía en esas primeras y simples palabras.
Era ya pasada la media noche cuando la familiar cantinela sonó por los rincones más recónditos de su mente: "Todos los niños crecen, menos uno". Aun a su corta edad Alanna era consciente de quién era el malo de la historia: no los piratas que sufrían las travesuras de los niños perdidos, no Wendy que se veía arrastrada a un cuento que no parecía el suyo, no Campanilla que solo tenía miedo y su único modo de expresarlo era pagándolo con Wendy, no los niños perdidos que se veían arrastrados a locuras, no los indios que vivían manipulados. El titiritero era Peter Pan, el amado niño, ese que lo tenía todo y egoístamente lo lanzaba por la borda. Alanna odiaba a Peter, nadie habría sido malo si no fuera por él, Wendy y sus hermanos no habrían huido, Campanilla no habría intentado dañar a Wendy si no tuviera pánico de que Peter la desechara como un trapo viejo, los niños perdidos serían solo niños sin Peter en el cuento. Al final, solo importaba él.
Los párpados ojerosos comenzaron a cerrarse cuando la noche aclaraba y se durmió sin tapar con la cabeza sobre el libro, su frente reposando en el dibujo de Campanilla, que buscaba, desesperada, la sombra de Peter, como si para ella jamás fueran a existir más que fantasmas.
El cuarto estaba en penumbra cuando una débil luz llenó la estancia con ese suave azul bebé. La pequeña figura alada y etérea flotó revoloteando y sonrió al ver a la chiquilla durmiendo sobre el cuento de hadas. La niña parecía frágil, sus hombros delgados, sus mejillas rojas, sus parpados ojerosos, esas manos ligeramente callosas y esos pies con vendas ensangrentadas, que tanto contrastaban con ese pelo largo y bien cuidado, tan brillante y suave la hacían tener dudas. ¿Podría alguien tan pequeño soportar toda la responsabilidad que implicaba entregarle ese digivice? No era tan sencillo llevar ese peso, y una espalda tan fina fácilmente podría romperse al cargarlo, pero entonces la vio, esa ligera sonrisa que murmuraba desde los labios entreabiertos de la chiquilla "Yo creo" susurraba con voz dulce, hundida, probablemente, en ese libro que la acunaba. Aun con esas heridas, y las que ese ser con alitas aun no había visto, sonreía, creía, aunque solo fueran cuentos.
Con cuidado, apartó el cuento y acostó bien a la niña, la cubrió con las sábanas y dejó junto a ella la terminal. Sonriendo, apartó un mechón de pelo y miró los ojos lagrimeantes de la niña dándole un ligero beso en la frente.
― Pronto te ayudaré a creer de verdad, recuérdame, porque yo seré tu hada, tu Campanella.
Nueve años después:
―¡Campanella!―gritó la bailarina mientras salía apresurada del estudio, bolsa a cuestas, dispuesta a llegar a las lecciones de piano. ―¡Campanella, llegaré tarde!―se quejó al encontrar al hada danzando de lado a lado sobre el reproductor de la sala de baile. ― Vamos, vuelve al bolso, si no nos damos prisa no podré llegar a piano, y si me retraso mamá se enfadará.―Acogió a la pequeña en sus manos cuando esta voló hacia ella.
―Deberías tomar tiempo para ti― Protestó la hada cuando se adentró en la bolsa y cogió una galleta.― De todas formas tu madre siempre está en Inc, no se enterará.― aseguró con un bufido, cansada de la continua presión a la que estaba sometida su niña perdida.
Una suave sonrisa cansada cubrió el rostro de la joven que se apresuró a forzarla para que esta llegase a los ojos. Corrió y se subió en esa motocicleta que su madre jamás debía saber que tenía y usaba, como aun menos debía tener conocimiento de sus escapadas nocturnas para competir en pequeñas carreras clandestinas con esta, la mataría de saberlo. Pronto acabó la tarde y llegó, agotada, a ese piso del que cada día, desde hacía dos años, habían empezado a desaparecer más y más cosas de la mujer que la había obligado a entrar en economía, llevaba ya casi dos años de tortura en esa carrera por orden y mandato de su señora madre y ni con las mejores notas de la promoción lograba que esa mujer se dignase a mirarla como a alguien dino de respeto o, siquiera, amor.
Abrió la puerta con una pequeña esperanza, tal vez el piso no estuviera, ese día, frío y solitario. Pero, una vez más, se equivocaba. Con un tintineo cerró la puerta a sus espaldas y se adentró en la casa llamando a su madre sin obtener respuesta. Dejó a un lado zapatos y bolsas y no se molestó en despertar a Campanella, que dormitaba en el maletín de cuero, entre partituras para piano y violín. Se miró los dedos, hacía mucho que ya no le sangraban cuando apretaba las teclas o presionaba las cuerdas, esos más de trece años de práctica al final tenían frutos. Regresó a la entrada y miró el zapatero, había cartas.
Sonrió, había ido, llevaba cerca de un mes sin notar la presencia de su madre en esa casa, en ocasiones era un alivio, seguía temiendo a esa mujer, por eso no podía deshacerse de su yugo, pero, al final, una madre era una madre, y no podía evitar añorar, en ocasiones, su presencia. Pero ese día había ido, había recogido el correo, se había acordado de ella, de su cumpleaños. Miró las cartas, anuncios, cosas del banco y dos cartas a su nombre, una del gobierno, otra escrita a mano. Curiosa, abrió aquel sobre de caligrafía casi robótica, demasiado calculada y fría, y leyó atentamente sin entender. ¿Un puesto de despacho en la milicia? Reconocía la forma distante de su madre, ni un felicidades, ni un cariño, nada, pero al menos se había molestado en mandarle una carta.
La dobló guardándola en el bolsillo de su falda y sonrió abriendo la otra, la esperaban en el cuartel a la mañana siguiente. Claro, diecinueve años, servicio militar obligatorio. Sacó la carta de su madre. Ni siquiera eso podría hacerlo de forma normal, no podría correr ni empuñar un arma, y aunque quisiera pensar que su madre lo había hecho por ella, sabía que no, que lo que no quería era que se alejase del camino que le había marcado.
Desplomándose en el suelo, lanzó un suspiro y dejó que el pelo le cubriera la cara, no quería nada de eso. Quería coger su cámara, montar en su moto y huir donde ni esa mujer ni nadie pudiera alcanzarla. Decidida a pasar esa noche de libertad como más gustase, corrió a su dormitorio y rebuscó en el arcón hasta encontrar su preciada cámara. Poco le importó despertar a Campanella, que preguntó qué sucedía sin obtener respuesta y siguió a la chica hasta la moto, escondiéndose entre los huecos de la chaqueta de cuero que Aly ni siquiera se había molestado en abrochar.
Las afueras de la ciudad eran hermosas, el cielo refulgía bañado en plata y la cámara comenzó a disparar en el silencio como una metralleta, hasta quedar sin memoria borrando la desazón. Con el cansancio y la pena a flotando, intentando elevar el vuelo, un suave brillo pareció distinguirse en la mirada de la chiquilla.
― Campanella ―musitó la joven mirando las fotos del cielo nocturno ― ¿crees que pueda alejarme de aquí? ¿que algún día pueda visitar tu mundo?, quiero irme, apartarme de mi madre, Campanella, quiero creer en los cuentos. ― sonrió alejando la cámara.
Y por primera vez en años la tinkermon pudo reconocer la esperanza real en los ojos de la joven, no entendía que había pasado en la cabeza de su tamer, pero parecía haber tomado una decisión, por primera vez, esa niña que siempre le había parecido más sombra que persona, más reflejo que realidad, parecía corpórea y tangible, parecía haber dejado de ser una parte perdida de Pan, para ser Wendy.
Poco tardo, tras su llegada al cuartel, en hacer amistad con altos cargos, y el día de su cumpleaños veintiuno, la trasladaron a una base en japón, su trabajo era el mismo, pero por primera vez en su vida, estaba lejos de las garras de su madre.
― Parece que decidí bien, pronto, muy pronto, volveré a casa Petermon, espérame hasta entonces. ― pidió en un susurro surcando el cielo azul de un parque abandonado en medio de esa gran ciudad.
―¡Campanella, vamos! Llegaré tarde al cuartel, y no quiero fastidiarla ahora, ya no queda casi tiempo. ― la apresuró Alanna con una sonrisa, girándose para esperarla, mientras el viento le revolvía el pelo.
Al ver los mechones, relativamente cortos, enredarse en sus ojos, sonrió. Alanna jamás antes había podido llevar el pelo por encima de media espalda, al llegar a Japón se lo había cortado y a penas le pasaba los hombros. Poco a poco la oscuridad de su progenitora se iba disolviendo dando paso a la luz; poco a poco, la niña perdida, volvía a casa.
Digimon
-Tipo de Digimon:Tinkermon
-Personalidad: Alegre y maternal, tiene un enorme sentido de la responsabilidad. Es dura a pesar de su apariencia tierna, imposible de manipular, se muestra madura y leal, es una idealista empedernidad, que se molesta en distinguir el bien del mal sin calcular demasiado la escala de grises. Se siente responsable del mundo, y, aunque no lo deja entrever, realmente le afectan las palabras crueles, y las situaciones de tensión. En resumen, es una chica dura con un corazón de oro.
-Apariencia:
- tinkermon:
Última edición por Alanna Tale el Jue Feb 22, 2018 11:55 pm, editado 12 veces
- Tamer & Digimon
- Digi Puntos :41Ficha :Cronologia :Nivel On Rol :Rookie Spirit
Alanna Tale
Re: Ficha de Alanna y Campanella
Ficha aprobada
No obstante, recuerda que hasta los 10 DP's, Tinkermon se encuentra bloqueada. Así que durante los primeros diez post que compongas procura que no haga acto de presencia, para evitar tener que recomponer la historia cambiando el hada por una baba.
=Evoluciones Especiales=
[click en las imagenes pequeñas, son spoilers]
►Petermon (Cambio de Genero)◄
Tipo: Hada
Atributo: Data
Técnicas:
- Snipe Sting: Ataca con su espada con veloces movimientos a los puntos vitales del enemigo.
- Twinkle Shoot: Lanza su espada y esta persigue al enemigo hasta clavarse.
- Midnight Fantasia: Mediante susurros puede manipular la mente de los jóvenes siempre que estén dormidos.
- Tamer
- Faltas :Una por cada double.Prueba de Rol :ADigi Puntos :1060Ficha :NPCs :Nivel On Rol :Ancient spiritNivel On Rol de los Digi Aliados :Sven-Hyper SpiritIcono :Rango y Unidad :Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleRango y Unidad Digi Aliado :Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleInventario :
Roku Ginshô
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