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6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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Maldito [Misión: Roku Ginshô]

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Mensaje por Luna Kobayashi Dom Ene 29, 2017 6:21 am

Mukuro consiguió aferrar aquella mano. Y como si las ánimas del lago pudieran notar que "la bendita" tomaba la mano de "el maldito", comenzaron a retirarse, siseando y deshaciéndose en copos de nieve que se amontonarían en el fondo del lago.

Higanbana ayudó a Mukuro a salir del agua, aferrándolo para darle la fuerza que sus músculos entumecidos por el frío no pudieran ejercer. La visión de aquel monstruo de larga melena negra completamente despeinada y la máscara nívea de grotescos rasgos negros hubiera aterrado a cualquiera, pero Mukuro sabía que quien estaba confinada bajo aquel traje era Higanbana. Junto con una túnica gruesa cuyo blanco era interrumpido por líneas rojas, se suponía que aquella era una prenda que la ayudaba a trascender los límites humanos para poder enfrentarse a aquellas bestias demoníacas con apariencia de lobos, pero ella le había contado muchas veces a Mukuro que "más bien parecía aislarla de todos".

Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 D-KABUKI06

Mukuro no lo dudaba. Era curioso ver que la jovencita a la que prácticamente adoraban para que les protegiera, le tuvieran tanto miedo cuando se ponía aqulla ropa. Mukuro observó que alguien apagaba la luz de una habitación del hospital y cerraba la ventana con premura, fingiendo no haber visto a ambos jóvenes como si tuvieran pánico al hecho de que se acercase. Higanbana intentó dirigir una mirada de súplica a quien quiera que estuviese tras esa ventana, pero fue inútil. Mukuro sentía que el frío realmente se lo quería llevar, y a pesar de la ropa, reconoció los ademanes nerviosos de la humana que había detrás. De poder hablar, Higanbana habría gritado por ayuda, pero sabía que no la recibiría. Miró temerosa al cielo, como si esperase que un rayo divino la fulminase por la idea, pero no tardó más de un segundo en quitarse parte del traje, en concreto aquella especie de túnica, bajo la que llevaba un kimono de aspecto raído blanco.

Mukuro sabía que si de veras había alguna divinidad vigilando Majinzawa, ver eso no le iba a hacer ningún tipo de gracia; probablemente Higanbana estaba rompiendo una larga lista de normas. La piel y el pelo interior de la túnica, junto al calor acumulado del anterior dueña, ayudaba a no congelarse, pero aún así, el frío parecía pinchar sus huesos con agujas de nieve y le costaba tanto pensar como moverse.

La sacerdotisa le hizo un gesto, tratando de evitar que se durmiera, pero sabía que eso iba más allá de la voluntad de Mukuro. Ella misma no podía evitar cerrar poco a poco los ojos cuando estaba aquejada por el frío en aquella montaña, incluso si sabía que probablemente jamás podría volver a abrirlos. Pero la nieve no le iba a ayudar, así que se echó como pudo el peso de Mukuro en un hombro, agarrándolo de la cintura, y arrastrándolo. Aunque el chico no podía reconocer nada aparte de un inacabable blanco, podía ver árboles. Estaba atajando por el bosque, a pesar del peligro que esto suponía, mientras que con la otra mano agitaba un palo con flores de cerezo que colgaban. Mukuro podía notar que de alguna manera, esa agitación provocaba que el pánico y la sensación agobiante que le había atacado cuando élmismo se había internado en el bosque se retirase. La presencia de Colmillo Blanco iba y venía, como si tratara de alcanzarles pero en el fondo, no pudiera.

—Mukuro, resiste... no puedes irte así...—le oyó decir Mukuro, a pesar de que no debía hablar. La imagen del templo encima de la colina, al final de unas largas escaleras se dibujó con las palabras de Higanbana. Mukuro trataba de ayudar a Higanbana moviendo las piernas para subir las largas escaleras.

Mukuro nunca había estado en el templo; dado a su condición de "maldito", pisar suelo sagrado no era bien recibido. Cuando el gran arco de madera junto con las encendidas farolas de piedra le dieron la bienvenida, de alguna manera la sensación de seguridad se hacía palpable.

Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Holidays-winter-in-japan-1

Cuando se despertó, estaba en una pequeña sala. Era un pequeño edificio anexado al templo que se usaba como almacén. Al igual que en el resto del templo, lamparillas colgaban de las esquinas, encendidas y dando una luz tenue y acogedora. No había ventanas y pudo ver que había leña, incienso y demás materiales, además de prendas de sacerdotisa dobladas y amontonadas ordenadamente.

Se sentía como si estuviera sumido en agua caliente. A su alrededor, completamente tapado con ellas, había toallas y sábanas que emitían vapor por el agua caliente con la que se les había empapado. Estaba prácticamente envueltos en ellas como una momia para contrarestar la humedad del agua gélida. Dentro, el ambiente era muy cálido, como si alguien hubiera estado caldeándolo, y la sensación era tremendamente agradable. Al lado del cojín que acomodaba su cabeza, estaban sus gafas.

Oía el sonido amortiguado de las campanas, suaves. ¿Habría amanecido? No podía saberlo, pero aquellugar inspiraba calma y seguridad. El ritmo de las campanas sonar parecía el ritmo en el que unos brazos lo mecían, unos brazos a los que no les importaba si estaba maldito o no. Las campanas pararon, pero parecía haber quedado el eco de su suavidad.

Era completa y absolutamente diferente a como se solía sentir en Majinzawa. Se volvió a quedar dormido.

El calor de las toallas y sábanas empezaba a escapar, y eso lo despertó. Por lo que podía ver, la puerta estaba cerrada con llave.

Al oír pasos, creyó que sería Higanbana. Sin embargo, no esperaba oír su voz tomada, ni que una objeción fuera interrumpida antes de que algo golpease fuertemente la puerta. Era como si la hubieran lanzado contra ella.

Silencio.

Tras unos segundos, la oyó sollozar, pero tras unos minutos, la puerta se abrió, y ella traía entre las manos una muda de ropa y una pila de toallas y sábanas humedecidas. Mukuro vio a Higanbana como estaba acostumbrado. Tenía que seguir vistiendo con ropa de miko, y aún Mukuro recordaba cuánto le había costado a la sacerdotisa conseguir que sus instructores -era así como ella llamaba a sus padres- le permitiesen llevar esa pequeña horquilla con el adorno de una calavera.

Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Image_2017_01_29__2__by_yknox-dax3moj—Sabía que podía confiar en ti. Sabía que si te lo pedía, no te irías—fue lo que dijo, con lágrimas en los ojos. Probablemente estaba afectada por lo que fuera que había pasado, pero también se le veía feliz por ver a Mukuro despierto.

Hizo el ademán de abrazar al muchacho, pero desvió la mirada, como si algo lo impidiera. Mukuro pudo fijarse en que tenía un moflete algo enrojecido, y al hacer este ademán de abrazarlo, Mukuro pudo observar arañazos y heridas sangrantes que enrojecían levemente el lino de la prenda.

*    *    *
Off: Para este post deberás incluir un recuerdo de la falsa vida de Mukuro que se centre en el hecho de intentar entrar al templo y no conseguirlo (que alguien te lo impida, algo sobrenatural, o lo que se te ocurra).

Quisiera que durante el tiempo que ha estado Mukuro en el almacén, reflexionase sobre lo ocurrido, tuviera sueños o aquello que te inspire más para rolear. En función de qué enfoques le des, tendrás cambios en los medidores de cordura y consciencia. Puedes meter recuerdos falsos de la vida de Mukuro, relaciones de lo que está pasando con otras vivencias que el Roku de veras ha tenido, pesadillas, lo que quieras.

También puedes preguntarle a Higanbana lo que necesites.

Por ahora no hay palabras prohibidas.

Imagen de referencia de Higan

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Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Empty Re: Maldito [Misión: Roku Ginshô]

Mensaje por Roku Ginshô Lun Ene 30, 2017 7:21 am

Durante el trayecto, podía pensar. No mucho, no en profundidad, pero ya daba lo mismo. Estaba vivo, y el estarlo me permitía dicha acción. El dolor lacerante, el frío, el agua intentando salir de mis pulmones, no obstante, eran impedimentos a mi propósito. Mas, por una broma de esa meta, del destino o de los “dioses”, aquello que buscaba vino a mí: Higanbana. Quería ver si estaba bien, y así era, estaba bien, allí, en el ¿lago? ¿Qué hacía ella allí? Tenía que controlar a los animales, aplacar a los dioses. ¿Qué hacía perdiendo su valioso tiempo conmigo? No... Me alejaba del hospital, al bosque, pero... ¿No sé supone que en ese lugar podrían atenderme? Mantas, estufas, correas para que no me mueva... ¿Por qué me aleja...Qué pasa?

¡¡El libro!!

El resto de cosas da igual, pueden recuperarse, son herramientas, pero eso era “suyo”. El agua debe haberlo estropeado, a no ser que con algo de suerte cayera antes de precipitarme al lago... Pero ni puedo moverme ni indicarlo. No puedo moverme. No, ni un músculo. Nada.

Simplemente, nada.

Recordar, recordar. Recuerdo, un caso semejante. Sí, lo recuerdo. Era un festival, podía, podía llevar máscara. Nadie me reconocía, para todos era igual. Podía correr por la ciudad, divertirme, ser uno más, pero. Pero el festival se acabó, y yo no quería. No quería volver a la soledad, a ser Mukuro, a ser un Maldito. Por eso, no quería irme a casa, y corrí. La gente poco a poco se iba, y las calles se quedaban vacías, igual que cuando sabían quién era. Y no me gustaba. Finalmente, no pude corrar más, y medio dormido, mi padre me cargó a casa. Creo que acabé llorando, y procuraba pensar que al siguiente año podría disfrutar de nuevo. No fue así.

Spoiler:

Trajeron una máscara, una especial para mí. Servía para que la gente supiera quién era, pues no querían implicarse, sin saberlo, con el Maldito. La idea me desagradó, y más sabiendo que el animal escogido era un monstruo, un lobo salvaje, que acecha en la noche para devorar a los niños que no hacen caso. Sin alegría alguna, fue uno de los peores días de mi vida, ya que nadie quería jugar conmigo, y en los puestos me atendían de mala gana. Hasta que hubo una excepción, otra persona enmascarada.

Spoiler:

Aunque solo era una única excepción, logró sacarme de un pozo de desesperación y angustia nacida del rechazo. Era una mano amiga, una tenie luz en esa oscuridad que amenazaba con arrastrarme al vacío, a la nada. Sabía ya quién era, pese a la máscara. Cogí su mano, y caminamos juntos. Como hasta hoy, supongo. Higanbana siempre ha sabido cómo cuidarme. Aquella vez ocurrió algo, que me hizo recordar. Al igual que yo, no quería que la noche acabara, pero finalmente el cansancio la pudo, y como hizo mi padre conmigo, cargué con ella hasta el templo.

Sabían quién era, por supuesto. Y cuando la retiraron para que durmiera, una mano, no tan amiga, me golpeó en la cara, arrancando la careta de cuajo. Era un niño, no entendía esa violencia, solo sabía que dolía, y no solo en la zona del golpe. Dolía dentro.

-No vuelvas a acercarte a ella, monstruo.

No, no podía entender aquello. Solo quería ayudarla, devolverle lo que ella hacía por mí, ¿acaso eso era malo? No me gustaba... Años más tarde sí entendí parte de esa ira. La idea de la máscara llegó a ella, por supuesto, pero se empeñó en confeccionarla ella. La imagen de un lobo negro, a juego con la suya, un lobo blanco. Así, en el festival, siempre podríamos encontrarnos. Todos sabrían quiénes somos, pero esa noche debían hacer la vista gorda. No podían dejar que la sacerdotisa hiciera un sacrifico más, y tenerme encerrado solo lograría que ella se enojara, y pudiera amenazarlos con su integridad física.

Integridad que veo ya dañada. ¿Sangre en sus brazos? Mi cuerpo aún anda recuperándose, y mi mente no está tan despierta como querría. Puede que buscando calor, o puede que por una preocupación más seria, aferro esa tela y hago que venga a mí. Cuesta hablar, pero lo intento, hablando a su oído.

-¿Quién te ha hecho eso? ¿Qué te lo ha hecho? ¿Irme? ¿A dónde?

Aún estaba confuso, herido, pero mi mente no estaba rota. Todavía no.

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Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Empty Re: Maldito [Misión: Roku Ginshô]

Mensaje por Luna Kobayashi Sáb Mar 11, 2017 4:21 am

—Al más allá. Pensé que te irías al más allá—fue lo que respondió Higanbana, entrecerrando los ojos, y con una sonrisa al notar un cosquilleo en el oído. Mukuro sabía que a Higanbana le gustaba reírse, pero que a medida que crecía era un privilegio que le había sido robado—Y no quiero perderte.  

Al oír la pregunta de Mukuro, se miró, aún sin soltarse del abrazo, no se había percatado de el leve tono rosado que tomaba el lino mezclado con la sangre. Ella enrojeció, como si hubiera cometido un desliz terrible.

—Mi instructor se enfadó mucho conmigo, así que me abofeteó en el rostro—era obvio que decir abofetear era un eufemismo; había tenido que ser un puñetazo dado con fuerza, precisión y mala intención—El resto me las hice yo misma como penitencia. Seguro que has oído algo de eso: que la puerta de la cámara sellada se haya abierto es... es algo muy malo, Mukuro. Es una señal de que algo muy malo va a pasar en el pueblo, o que simplemente las deidades de Majinzawa no sólo me rechazan, sino que me odian por haber cometido un pecado horrible. De no ser porque soy hija única y mi madre no puede engendrar otros hijos, habría sido asesinada por mi instructor.

Procedió a explicarse, aunque era obvio que no era por gusto. Mukuro estaba bastante seguro de conocer a Higanbana lo suficiente como para saber que ella no se heriría así voluntariamente y que todo eso era obligado por las normas de sacerdotisa. No tenía opciones de rehuirlas.

—En teoría, hacerme esto y aplicarme luego la sal bendecida, ayuda a que las deidades interpreten que deseo fervientemente convertirme en sacerdotisa, pese a mis errores—pareció recitar algo de manera literal—“Verán la voluntad en su sangre”. Es muy humillante tener que hacerme algo así yo misma, cuando yo no creo en nada de ello. Pero era peor cuando lo hacía mi instructor.

Lo dijo con tanta resignación que a aquel que tuviera un mínimo de empatía, le habría transmitido cierto sentimiento. Era una cuestión curiosa, como poco. ¿El rojo de la sangre tapaba la clara mentira a unos ojos divinos y omniscientes?

—Como era comprensible, de pequeña no podía aplicarme yo misma estos castigos, así que él lo hacía. Ahora, evidentemente, debo hacerlo yo para que se interprete como un gesto de mi voluntad—Mukuro notó el pico de tensión de su amiga al ver que ella le daba leves tirones en la manga de la camiseta mientras mantenía la mirada baja—Creo... creo que él lo disfrutaba o algo así...

Tras ese momento de duda, las cejas de Higanbana se arquearon, estaba preocupada.

—No sé qué es, Mukuro. Vi cómo el anciano te arrojaba al lago, sin ninguna razón. No tengo ni idea de lo que esté sucediendo, pero algo se ha despertado, y... es como una avalancha. Cosas malas empiezan a sucederse, y sólo espero que... sólo espero que nada ni nadie esté intentando matarte. Quiero... quiero que te cuides, porque yo ya no podré...

Se quedó mirando a Mukuro a los ojos por un momento, como deliberando si debía hacer algo.

—Necesito decirte algo. Es importante. No puedo retrasarlo más—debía serlo, se atropellaban sus palabras—El deber de una sacerdotisa es servir a los dioses, en cuerpo y en alma. Darle a ellos todos sus sentimientos e interceder para que bendigan nuestro pueblo. Es el destino de mi familia, en concreto de las mujeres de mi familia. Mi madre sirve a este “noble” fin.

Curioso el cambio de nombre para referirse a uno u otro de sus progenitores.

—Ahora ella está alejada de las distracciones materiales y sensoriales, bajo el abrazo de las divinidades. Lo que, en otras palabras quiere decir que la tienen encerrada sin contacto con nadie. Él único contacto que tiene es con el sacerdote, para servir al fin de engendrar hijos, en ciertas ocasiones.

Aquello era un secreto grande. Mukuro estaba seguro de que nadie más estaba enterado; la creencia popular era que la madre de Higanbana vivía en el templo familiar. Lo peor era que se podía vislumbrar qué iba a decir Higanbana.

—Me... me impondrán ese destino. Es por eso que yo no podré... verte nunca más...—estaba a punto de echarse a llorar y temblaba ante la perspectiva de la existencia que iba a tener. Tras unos segundos, pudo recuperarse y usó ese semblante frío—Será en mi próximo cumpleaños. Tendré el “honor” de ocupar su lugar. Eso dice él. Que ya estoy preparada y que una nueva y joven esposa, les hará sentir complacidos, que podré ayudar a mi pueblo y... a ti.

Sonaba a un mal intento de conformarla. Higanbana volvió a mostrarse desolada.

—Tú lo sabes todo, ¿no? ¿Qué clase de divinidades son estas? Intento entender. Pero de veras, aunque lo intento, sólo puedo terminar preguntándome lo mismo. ¿Qué clase de demonios gobiernan este lugar? Por favor, Mukuro, dímelo... dime lo que no alcanzo a comprender.

Ella suspiró, y se quedó mirando las gafas de Mukuro, mientras susurraba.

—Mukuro, seguro que recuerdas cuándo es mi cumpleaños.
Cómo no acordarse de aquellas dos máscaras y el festival.

La afirmación quedó en el aire, como si fuera Mukuro quien tuviera que atar los cabos de lo que trataba de decirle. ¿Se estaba despidiendo y disculpando por no poder pasar el festival juntos? ¿O le estaba pidiendo como buenamente podía que se fueran de allí juntos?

Dándole tiempo para pensar, y como si hubiera dicho una nimiedad, ella cambió de tema para no ceder al llanto. Era un esfuerzo titánico, dado el panorama.

—Pude recuperarlo—ella levantó el libro justo delante de la cara de Mukuro, con gesto jovial, agitándolo antes de dejarlo junto a las gafas del chico—La tinta se ha emborronado un poco, pero nada más. ¿Te ha gustado? ¿Te ha gustado? Las flores han sido fáciles de ilustrar, pero los pájaros no tanto.

¿Pájaros y flores? ¿De qué estaba hablando?

* * *
Cordura y Consciencia:
-Cons: 50-20=30
-Cord: 55+10=60

Off: Si quieres y necesitas material adicional para el post, puedes salir del cobertizo y dar una vuelta por los jardines, los cuales quedan a tu interpretación. Así mismo le puedes preguntar lo que quieras a Higan.
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Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Empty Re: Maldito [Misión: Roku Ginshô]

Mensaje por Roku Ginshô Mar Abr 04, 2017 5:50 am

No tenía ningún sentido. Por más que pensaba en ello, no, carecía de lógica, ya fuera científica o mística. No pensaba en el arranque del anciano, que casi se cobra mi vida, pues atendiendo el caso, era normal dicho comportamiento. Soy el maldito de este pueblo, una calamidad viviente, por lo que un ataque hacia mi persona, lejos de ser un enigma, tenía una respuesta más que clara. Simplemente era tomarse la justicia por su propia mano, aunque mi crimen era el mero hecho de nacer. ¿Me culparía de su estado? No creo, la senectud no es dependencia mía. ¿De su trato en el hospital? ¡Ni que yo lo gestionara! ¿Lo que ocurrió con su familia?

Espera, ese punto, más incoherencias, pero a cuáles debo atender... Higanbana está aquí, me está hablando, y es parte de estas dudas. Sí, primero atenderé a lo que me dice. Es la sacerdotisa, puedo entender la necesidad de mantener su linaje, y por ello que le impongan un matrimonio, pero entonces, ¿por qué esos tratos? Azotes, amenazas de muerte, sal en las herida, meditar hasta caer enferma...

Su madre no podía tener más hijos, y el cargo es hereditario. Hasta que ella no dé a luz, es el único lazo que el pueblo tiene con los dioses. ¡No pueden permitirse su maltrato! No ya para garantizar su conexión, o para que aprenda cuál es su sitio, ¡sino porque su muerte o merma supondría el fin de este sitio! Era estúpido, tremendamente estúpido. Ya no por lo personal, el maltrato reiterado a una persona, sino por la situación. Higanbana debía “detener” al Colmillo Blanco, ya fuera la tormenta misma o a los lobos que se habían escapado. Entonces, ¿por qué los azotes, y la sangre fresca? La sal seca, las heridas deberían estar mínimamente cicatrizadas.

¿Me está ocultando la verdad? Su deber sigue siendo regresar esos lobos al recinto. ¿La sangre es para atraerlos? ¿No sería más sencillo un cebo? Da igual que sean más agresivos, como dijo el doctor, cualquier tipo de carne serviría, incluso podrían usar ganado vivo. ¿Prefieren delegarlo todo en sus manos? Ella es fuerte, me ha traído hasta aquí a rastras, pero sigue siendo una chica, prácticamente una niña. ¿Y la exponen a una fuerza de la naturaleza?

Luego, el hospital, más incoherencias. La enfermera afirmó que los parientes de ese viejo, ¿Takeshi? Se fueron. El doctor luego afirmó su muerte a manos de los lobos, ¿no? Entonces, los cuerpos en el lago, ¿quiénes eran? Demasiado similares a la fotografía del anciano. ¿Se deshacen asi de las víctimas? ¿El ataque de colmillo te impide un entierro digno por estar “sucio”? ¿Son los lobos una excusa para asesinar a los no creyentes que amenazan con partir del pueblo? ¡¿Es que nadie en este sitio sabe decir una maldita verdad?!

Tendré que ver entre esas medias verdades, captar las incoherencias, sus propias equivocaciones, y seguir ese fino hilo de luz que es la verdad en esta densa oscuridad. Definitivamente, el agotamiento físico y mental de estas horas me hace caer ya en un deje metafórico innecesario, ¡piensa! No es momento para distracciones. Aunque todo sea un intento de ocultar la verdad que esconde este podrido lugar. Higanbana me habla del libro, mencionando elementos que no recuerdo, no, que no vi. No tiene sentido que ella afirme haber incluido unas ilustraciones que luego prescindiera. Entonces...

-Espera, espera -debo mostrarle que no miento, por lo que cojo el libro y lo abro, las páginas en blanco no deben tener ni rastros de la tinta que se ha corrido- ¡Mira! No hay esos dibujos que dices, solo esta parte...-la historia de Benkei, y solo su inicio- ¿Ves? -las páginas se pasan poco a poco, para mostrarle la carencia de dibujos- Nada.

Le doy tiempo para que lo contemple ella misma. Soy el Maldito, no me sorprende que, de llegarme un regalo, pasara por una “justa” censura. O que fuera un intercambio completo, a saber. Eso explicaría los nombres de quienes me visitaron, “amigos” según se dijo. Jeh, soy un paria, dudo que vinieran a verme por gusto. Es más, siendo lo que soy, ¿por qué mantenerme vivo? ¿Soy un chivo expiatorio? ¿Acaso mi existencia solo se debe al hecho de señalarme con el dedo y culparme de que haya enfermedades, dolores, achaques y demás? Probablemente, pero entonces, mi accidente también estaría velado, edulcorado a sus intereses. Pero, ¿los intereses de quién?

-Higanbana, ¿cabe la posibilidad de que el texto original siga en el hospital? En algún lugar, como mis registros, o puede que en algún despacho o sección -quiero saber la historia, y quiero saber si de verdad existe el manuscrito- ¿O lo habrán destruido? ¿Es posible que una propiedad tuya sea erradicada? Y de ser así, ¿lo que queda es tuyo? Cubierta, ilustraciones, texto... ¿Elegiste tú la historia de Benkei?-independientemente de esto, ese lugar guarece más secretos de los que he podido comprobar- Creo que debemos ir allí. No solo por el libro, sino por el Colmillo Blanco. Afirman de que hay víctimas de estos animales, y que las heridas son letales por la forma de las fauces, pero hay cadáveres en el lago -¿no había cementerio acaso?-. Y me sorprende que, si se han escapado los lobos cautivos, y tú estás aquí, no haya más revuelo por el pueblo: ¿no hay partidas de caza? ¿no supervisan tus tareas? Son animales enfurecidos, en un entorno urbano. El hospital debería estar plagado de heridos, ¿no? -intento que la ira de sentirme engañado no se note en mis palabras- Y con todo esto, dudo que aquí haya un buen instrumental para esos cortes. Por lo menos allí algo podremos hacer.

No es el único destino a visitar, pero es sin lugar a dudas más simple que mi segunda meta. Ya sabemos por dónde infiltrarnos en el hospital, a diferencia del otro rumbo: la madre de Higanbana. Quiero saber cómo enfrentó ella al Colmillo en el pasado, si sabe de la situación de su propia hija o de las mentiras que se mantienen en cara a unos intereses que desconozco. ¿Se beneficia “al pueblo”, solo a familias concretas, o más concretamente a los cercanos a las sacerdotisas? Y de ser así, ¿quién o qué determinó mi condición de apestado? Perdón, “maldito”. Contra más se acerque la noche, más simple será acceder a ella, supongo. Debo recoger las herramientas que hayan sobrevivido al lago, de algo me podrán servir. Aunque creo que el teléfono debe estar en las últimas, claro que, ¿de qué me iba a servir? ¿llamar para pedir ayuda? ¡¿a quién?!

-Claro que recuerdo tu cumpleaños -miento, no del todo-, pero no lo sé todo. No puedo explicarte por qué tienes esta condición de “sacerdotisa” ni yo esta de “maldito”. No sé si son los dioses, o los hombres. Yo solo puedo responder lo que entiendo, y mi entendimiento nace de la documentación. La “fe ciega” no me va. Yo vuelvo al hospital, puedes quedarte aquí si así lo estimas, pero si vienes, me gustaría saber TÚ opinión del Colmillo, o qué recuerdas de este incidente en el pasado -tiendo mi mano hacia ella, con cuidado, mientras que la otra recoloca mis gafas, por fin, en su sitio- ¿Vienes conmigo?

La información es escasa, confusa, y puede que errada. Por ello, debo saber bien en quién puedo confiar. Ella me ha traído hasta aquí, me han hablado de ella, e incluso está herida. ¿Qué gana salvándome? Nada, entonces, su comportamiento nace de un deseo. Desea acabar con esto, ganar la libertad que de pequeña le ha sido negada por un “fin superior”. Es justo lo opuesto a mí, el “fin inferior”, la molestia. Somos contrarios, deberíamos odiarnos, yo culparla de mi rechazo, y ella de sus obligaciones. E irónicamente, queremos lo mismo. Pero debo aprender más de estos jirones que llamo “memoria”, saber lo que mínimamente pueda de todo lo que me ocultan.

Y así, quizás, solo quizás, logre conocer la clave de todo, una clave que podría, de nuevo con metáforas, ser la llave para escapar de este sitio, su fanatismo, y sus engaños. Una llave que, por supuesto, no me importaría compartir. ¿Por qué obligar a alguien permanecer aquí? ¿Viviendo una mentira, temiendo a los dioses y manipulados por quienes de verdad conocen lo que es cierto? Me niego. Y puede que esta sea mi maldición: no poder vivir en la comodidad que me ofrecen. ¿Sería más fácil aceptando lo que me dicen? Puede, pero no sería mi vida, sino la que han orquestado.

¿Qué me garantiza que mi accidente es como me han dicho? Nada, nada en absoluto. Y por ello, necesito saber qué pasó. Quizás desde ese punto de partida, pueda enfocar mis recuerdos, localizar mi objetivo. Y aunque en estos casos se suela acabar esperando el beneplácito de los dioses, creo que seguiré pensando en mi propio raciocinio, y en mi propia opinión.
Roku Ginshô

Roku Ginshô
Tamer
Tamer

Faltas :
Una por cada double.

Prueba de Rol :
A

Digi Puntos :
1060

Ficha :

NPCs :

Nivel On Rol :
Ancient spirit

Nivel On Rol de los Digi Aliados :
Sven-Hyper Spirit

Icono :
Union Saver: Organizacion mundial e interdimencional destinada a proteger, mantener el orden y justicia en ambos mundos

Rango y Unidad :
Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Rango y Unidad Digi Aliado :
Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Inventario :
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Mensaje por Luna Kobayashi Miér Abr 05, 2017 4:45 am

Cuando Mukuro agitó el libro, Higanbana lo examinó, con los ojos muy abiertos. Eso respondía claramente que ella había escrito otra cosa y que el libro había cambiado por sí solo. Higanbana aseguró conocer la historia de oídas. En ese momento, el rosario volvió a caer al suelo. Higanbana en ese momento lo recogió, y echó la mirada a un lado. Mukuro pudo ver que justo al lado de Higanbana había una espada, la misma que parecía haberse perdido en el fondo del lago.

Tras unos instantes pensando, la sacerdotisa enrolló el rosario en la mano hábil del muchacho, por la zona de la muñeca. Lo hizo con suavidad y lentitud y aunque al principio podía parecer un gesto cariñoso, al ver cómo hacía un profunda inclinación sosteniendo la espada con las palmas de las manos y se la ofrecía, era más comprensible que aquello era un gesto con un poco de sentido ritual. No había podido fijarse antes, pero era un prodigio en detalles, a pesar de ser de madera. Además, al empuñarla tenía la sensación de estar perfectamente equilibrada para él.

-Es un tesoro del templo. Perteneció al guerrero de esa historia, y creo que lo del libro es la señal definitiva de que, a quien le pertenezca, ya sea en sentido material o espiritual, es a ti, Mukuro-explicó Higanbana-Se llama Shiratori-maru. Empúñala con la mano en la que tienes atado el rosario.

Comenzó a responder a las preguntas de Mukuro.

-Bueno, el único que podría romper algo de mi propiedad sería mi instructor. Mi instructor suele ser quien me supervisa, y lamento haber aprendido tan tarde que podía haber hecho que lo apaleasen por golpearme. Debe estar furioso porque yo esté ahora aquí y no cumpliendo con mi deber, pero al fin y al cabo, soy la sacerdotisa. Y no tengo miedo a admitir que por encima de este pueblo en el que tengo adoradores aterrados, estás tú, Mukuro. Me ayudaste cuando nadie lo hizo por miedo a enfadar a los dioses; no lo olvidaré, incluso si tú lo haces. Además, tengo más libertad que nadie aquí, al menos hasta dentro de dos semanas... no sé si te has percatado, pero es el tiempo que tengo para irme o para resignarme a pasar el resto de mi vida como mi madre, justo el día del festival, que es la celebración de mi cumpleaños. Pero, como decía, las reglas divinas me obligan a pasar una larga penitencia por no cumplir mi deber, pero no me obligan a hacer algo en contra de mi voluntad. Las duras penitencias son, precisamente, para disuadir a las sacerdotisas que hagamos siempre oídos sordos a nuestro deber.

Al empezar a tratar el tema de Colmillo Blanco, la seguridad e incluso arrogancia de Higanbana sobre su posición de sacerdotisa se fue apagando.

-Yo también creo que debemos ir al hospital. Tengo que... si lo que has visto no es una alucinación, todo el asunto es peor de lo que me lo habían pintado. En cuanto a Colmillo Blanco... es una tormenta de proporciones catastróficas que suelen coincidir con grandes desastres. Como te imaginas, están directamente relacionadas; la última fue cuando éramos niños, y coincidió con la muerte de la familia de Takeshi. Y esta que se va a suceder... coincide con el hecho de que se ha abierto la puerta del templo. Ha permanecido cerrada desde que tenía memoria... no sé si alguien la haya intentado abrir o algo así... pero tengo mucho miedo, Mukuro. Sobre todo porque yo más o menos sé que Colmillo Blanco es ALGO más. No se trata de denominar a algo inanimado como un monstruo para luchar contra ello. Colmillo Blanco SIEMPRE está en Majinzawa. En la nieve. En el aire. En el cielo oscuro... si miras directamente no lo verás, pero cuando creas que estás sólo, sientas un vaho en la espalda y mires de reojo, verás en el cielo dos puntos rojos y columnas y arcos de hielo. Sé que suena... disparatado.

Higanbana agarró la camisa de Mukuro y tiró de ella muy nerviosa, mientras susurraba:

-Es otra de las razones por las que quiero irme de aquí. Este lugar me hace tener ese tipo de pensamientos invasivos, aterradores. Sólo quiero ser feliz, lejos de Majinzawa.

Higanbana soltó y carraspeó, recuperando la compostura.

-Si lo que buscas es el texto original de la historia, está aquí, en el templo. Conozco la historia de oídas, pero nadie ha podido leer el manuscrito, aunque lo tengamos aquí. Ahora lo entenderás, espera aquí.

No pasaron más de unos minutos hasta que Higanbana trajo consigo dos cajas atadas con cordel del color violeta.

-El manuscrito, en teoría, está en esta caja. Es preciosa...-Higanbana desató el cordel violeta y separó la caja de madera negra y remaches dorados, dándosela a Mukuro para que él mismo la pudiera ver. El tacto de la caja ya le trasmitía a Mukuro que era una pieza de artesanía antigua, hecha con mucho mimo en tiempos muy remotos.

Escéptico o no, no se podía dudar que gran parte de esas cosas que aquellos aldeanos creían firmemente y esos objetos rituales, eran historias y objetos que tenían cierto valor cultural para el folclore de Majinzawa. Examinando los relieves, se percató de que para abrirla había una especie de disimulado y estilizado candado en forma de cabeza de samurái. Sin embargo, faltaba algo muy importante: el adorno de media luna menguante en su casco.

-Su gemela es esta de aquí-Higanbana señalaba a la otra caja que el cordel mantenía unidas. La gemela era muchísimo menos impresionante, quizás por la gama de colores escogidos (madera roja y remaches de color acero, mucho menos puntillosos y elaborados), aunque probablemente, estaba hecho a drede teniendo en cuenta que seguramente sólo servía para custodiar la llave de la caja negra. De hecho, la media luna dorada era sostenida por el relieve metálico de la cara de un samurái, dando el efecto de que el astro estaba incrustado en la boca del samurái.

La caja roja sí se podía abrir. Dentro de ella había tres pequeñas cajas adosadas a la roja -es decir, no se podían sacar-, cuyas tapas poseían un simple hueco en forma rectangular, dentro del cual había pequeñas tablillas de madera -tres tablillas de madera, una por caja-, donde podía leerse: “oro”, “incienso”, “incienso y oro”. Higanbana le señaló a Mukuro que en el reverso de la caja roja había una tabla atornillada, justo debajo de un mecanismo que mantenía la llave fija en su lugar.

-Te lo leeré. Parece bastante antiguo.

“El guerrero errante se preparó para los caminos de aquel mundo que había perdido sus astros. Hizo una plegaria para que los astros le guiasen en sus seis viajes, desde donde quiera que estuvieran. Subió a la montaña más alta para ofrecerles presentes y recordardarles que aún en ese mundo de demonios, alguien podía acordarse de ellos y extrañarlos.

Ofreció oro al refulgente sol, cuya luz pura había dado verdor a la hierba y color a las flores.
También ofreció un presente a la luna, cuya luz suave había sido el refugio de aquellos que han sido abandonados.
Las estrellas no quedaron exentas, pues la luz de estas motivaban a los corazones a brillar por sí mismos.

¿Qué presente ofreció el guerrero errante a la luna?

¿Qué presente ofreció el guerrero errante a las estrellas?”

-Por si te lo preguntas, la montaña más alta, antaño, estaba aquí. Por eso se construyó el templo en esta colina-dijo Higanbana, tratando de forzar el mecanismo. Se tuvo que rendir, la luna estaba incrustada y por mucho que tirase de ella no podía desprenderla.

Mukuro pudo ver que había un sobre. El papel indicaba que aunque era antiguo, no lo era tanto como las propias cajas. Higanbana lo abrió, diciendo que parecían instrucciones y leyéndolo en voz alta. Higanbana puso gesto consternado. Conocía esa letra, era la de su madre, y suponía que a quien debía referirse con “madre” era su abuela.

[Madre intentó resolver el acertijo, pero no lo consiguió. Es una lástima, tener registros escritos de ese misterioso guerrero errante que aparece en varias historias hubiera sido muy interesante. Aunque no lo resolviera se dio cuenta de algunas cosas útiles. Para evitar complicaciones a quien trate de resolverlo, se lo legué a mi marido de la misma manera que se encontró originalmente. Espero que puedas usar esto para resolverlo:

-Las etiquetas están colocadas erróneamente desde el principio. El objetivo de este acertijo es reordenarlas mediante la deducción.

-Las cajas tienen un mecanismo para sólo poder abrir una de ellas.Incluso si intentamos abrir una segunda, sólo conseguimos que el mecanismo se cierre y bloquee por un periodo de meses]


Higanbana hizo uno de esos gestos que nadie más que Mukuro veía, ya que nadie se interesaba en conocerla más allá de ser sacerdotisa. Emitió una risita con expresión risueña, como excusándose:

-¡Se me dan fatal los puzles! Por un momento me siento como si hubiéramos retrocedido en el tiempo y estuviéramos jugando a buscar el tesoro, Mukuro. ¿No es agradable?-acordándose repentinamente, añadió- ¡Cierto! ¿Quieres que te traiga algo para comer mientras piensas en cómo resolverlo? ¿Algo que te apetezca en concreto?


DISPOSICIÓN ACTUAL DE CAJAS Y ETIQUETAS

*Oro-CAJA A

*Oro e Incienso -CAJA B

*Incienso-CAJA C



Off:

1) Si no quieres resolver el puzzle, puedes dejarlo. Para conseguir pistas para los puzles que vayas encontrando, tienes que ir sacrificando consciencia: -5 la primera pista, -10 la segunda pista y que esta se reduzca a 10 automáticamente si quieres la solución directamente. Si resuelves un puzle sin pistas, como incentivo y recompensa, se te añaden 5, 10, o 15 puntos en alguno de los dos parámetros, o dividir la recompensa como tú prefieras entre ambos parámetros. Si fallas el puzle no hay penalización más allá que te pierdes lo que haya dentro.

2) Puedes usar los puntos de consciencia para sonsacar información. Por 10 puntos de consciencia el personaje con el que estés hablando TIENE QUE RESPONDERTE CON LA VERDAD a la pregunta que tú decidas -para destacarla del resto del texto, utiliza una fuente más grande, o quizás un subrayado-, o puedes usarlos para presionar sobre un aspecto concreto de algo que el personaje haya mencionado. Por 5, debe decirte un sí o un no a una pregunta que pueda ser contestada de tal manera. Ten en cuenta que el personaje te contará la verdad de lo que sabe, así que si no sabe nada del asunto son puntos perdidos.

3) Ahora que tienes la espada, sacrificando cordura puedes usar el ataque “Corte Maldito” (-15 de cordura) o “Shotgun Sword”(-10 de cordura) de tu etapa de Musyamon siempre que lleves esa espada.  Puedes hacer golpes normales que afecten a los digimon -es decir una estocada normal- (-5 de cordura).

4)Si la característica que tienes más baja no llega a superar la mitad del número de la más alta, sólo puedes utilizar la más baja.

(Un ejemplo práctico en este caso. Tu cordura como ves es 65. La mitad de 65 (Cordura) es 32.
Como tu consciencia es mayor de 32 (35), ahora mismo no tendrías problemas en usar las ventajas de todas, pero si fuera menor a 32 (30, por ejemplo) no podrías sacrificar cordura para utilizar la espada, sólo las pistas para puzles)

5) Si lo indicas con algún tipo de signo (puede ser fuente en otro color, cursivas, * * *), esa parte del post la tomaré en cuenta para modificarte la cordura -sanidad mental de Mukuro- y consciencia -grado de cercanía a aceptar que Mukuro no existe, sino que es Roku- según cómo la rolees.

6) Seguimos sin palabras prohibidas hasta nuevo aviso.

-Cons: 30+5=35 -por las sospechas de que algo pasa en el pueblo-
-Cord: 65

Espero que te resulten divertidas las nuevas mecánicas. Recuerda no llegar a 0 y sacarles partido a las características.
Luna Kobayashi

Luna Kobayashi
Tamer & Digimon
Tamer & Digimon

Faltas :
1

Prueba de Rol :
A

Digi Puntos :
402

Ficha :

Nivel On Rol :
Rookie

Nivel On Rol de los Digi Aliados :
Leonardo
Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Gaomon
Champion


Icono :
Union Saver: Organizacion mundial e interdimencional destinada a proteger, mantener el orden y justicia en ambos mundos

Rango y Unidad :
Luna Naitoenjeru
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Flora
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Rango y Unidad Digi Aliado :
Leonardo
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Inventario :
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Mensaje por Roku Ginshô Mar Abr 11, 2017 4:53 pm

-Un momento -en todo aquello solo podía percibir un sentimiento confuso -, dame unos segundos. Son demasiadas informaciones -y ninguna que satisfaga mis inquietudes, pues solo despertaban más cuestiones- y necesito un poco de tiempo para pensar... -qué diablos ocurría en este pueblo, qué intereses pretendían atender, y lo que verdaderamente despertaba mi ansiedad, nacida del desconocimiento pleno- ¿Qué es Majinzawa? -qué papel cumple cada uno de nosotros en este plan, sea el que sea- Me refiero, a qué se debe tanta ceremonia y boato, si luego nadie es feliz. Ni Takeshi, ni tú, ni mucho menos yo. Sé que te someten a duras pruebas, y esto ya es una privación absoluta de tu opinión, pero en mi caso esto avanza: para esta gente yo no soy una persona, soy una “cosa”. Al menos, tú eres una inspiración para esta gente, una garantía de que tras los malos tiempos vendrán mejores. Se te piden sacrificios como garantía de que todo saldrá bien, la felicidad de uno frente a la de muchos -eran duras palabras, necesarias, eso sí-. En mi caso soy lo opuesto: un elemento negativo al que señalar y achacar el origen de estos males, y he de suponer que si sigo vivo, es porque mi muerte supondría o un mal mayor, o alguna creencia kármika de que quien lleve a cabo ese acto será el siguiente maldito, él mismo o su linaje. No es una competición de quién sufre más, ni qué destino está más “jodido”, hablando pronto y mal -todo el preámbulo me dejó pensar, y ya llegué a donde quería-. Con todo esto, quiero decir que ni mi condición ni tus acciones demuestran una mejoría en este lugar. Nos tienen controlado cuanto pueden, y más, controlando y dirigiendo nuestras vidas, y aunque se sigan estos dictámenes, ¿tú ves que la situación vaya a mejor? No, este pueblo oculta más, y no es una verdad agradable, como la promesa de prosperidad y alegría porque la Sacerdotisa y el Maldito cumplen con los designios de los dioses y el pueblo. Es una verdad que no quiere ser revelada, ¿y por qué? Lo más sencillo es pensar en la amenaza del status quo, pero es una comunidad aislada, fácil de mantener. ¿Para qué se requieren estas complicaciones? ¿Qué es lo que se pretende?

No quería agobiarla con más preguntas, y si bien podía estar escondiéndome algo, este último misterio le sería denegado, por lo obvio de que conocerlo podría provocar su pérdida de fe, su desobediencia o, inclusive, su traición. Entonces, ¿los malos tratos partían de que su deferencia hacia mi persona era vista como una lucha contra los intereses de su casta? ¿Era yo el responsable de esas heridas? Una desagradable sensación recorrió la boca de mi estómago, pero se apaciguó por la verdad innegable de que, independientemente de mi existencia, ella iba a contraer matrimonio contra su voluntad. Culparme de esta manipulación no serviría de nada, y no le hacia ningún bien ni a Higanbana ni a mí mismo. Me necesitaba cuerdo, cabal y preparado para poder pensar con la claridad necesaria para deducir QUÉ DEMONIOS pasaba.

Ella también tenía sospechas, y era algo natural para nosotros, quienes no queríamos ceñirnos a los deseos de Majinzawa. Y pese a eso, se insistía en que nos ciñéramos al guión dispuesto. Que me quedara en el hospital, sin hacer preguntas sobre mi familia o el accidente que provocó mi inconsciencia, y en su caso, que aceptara una boda con una persona por la que no procesaba sentimiento alguno. Los problemas quizás nacieran del hecho de que nos opusiéramos a esto, al carecer de voz. ¿Acaso estaba mal querer decidir por nosotros mismos?

Incluso con ello, no cambiaría el evento del Colmillo Blanco. Ella le confería una consciencia, algo tangible más allá de historias y creencias, es decir, una entidad con capacidad de pensamiento, y que supiera que actúa, por y para qué. De hecho, mi mente racional podía comprender este miedo, y es que incluso la ciencia, que explicaba la fiereza de los lobos y su sed de sangre, por medio de la evolución y adaptabilidad al medio de Majinzawa, no justificaba la selección de los ataques. ¿Una jauría de bestias hambrientas, enojadas por el mal clima y al borde de la inanición, y se dedicaban a merodear el pueblo, sin adentrarse en él? Y de hacerlo, ¿la única medida era una niña, o una mujer? ¿De verdad alguien pensaba que eso era viable, o mínimanente lógico?

Con todo esto, mis palabras podían darle el apoyo que necesitaba escuchar, un efecto quizás perjudicial. De aceptar su destino, sin oposición alguna, podría ser feliz. Una vida sin preocupaciones, al confiar las decisiones en un poder ajeno, sin dolores, pues estos correctivos nacían de la desobediencia. Solo pedían fe ciega y obediencia, pero los pluses eran indudablemente más tentadores que los contras. ¿Había que rendirse? La respuesta lógica era “sí”, y pese a ello, por mi parte iba a ser un “no”.

Me ocultaban la verdad, me mentían, y era una sensación que no me gustaba, pero ella, ¿de verdad quería salir de aquí? Era lo más cercano a las deidades locales, una “privilegiada” a ojos de muchos. Y estaba renunciando a ello, ¿por mí?  ¿Era yo el que despertaba esa desconfianza y miedos hacia Majinzawa? Igual, la vez que cargué su cuerpo interrumpí algún tipo de preparativo o ceremonia, enturbiando la seguridad de todos.

Claro que, de no haberlo hecho, de haber ignorado ese cuerpecito en la nieve, ella estaría muerta, ya fuera por hipotermia o devorada por las alimañas. En sí, puedo entender que a partir de dicha situación ella estableciera un vínculo conmigo, no solo por el hecho de salvarle la vida, sino porque le demostré, aunque fuera sin pretenderlo, la capacidad de elegir. Una sacerdotisa inútil debería ser deshechada, pues de no poder establecer vínculos con los dioses, ¿qué función cumplía allí? La muerte debía ser la única solución, muerte que yo impedí. Así, le mostré que hay una opinión, un juicio, más allá de loque le había sido impuesto desde su concepción.

Quizás solo había cambiado su fidelidad al credo hacia mi persona, detalle que podia discernirse al ver como confiaba las reliquias del templo a la mínima. Más allá de esto, tema que debía tratar después, me preocupaba más saber qué era lo que ella quería, como persona, y no como herramienta. Por una parte, necesitaba todo el apoyo posible, pero quería que este naciera de la confianza, no de la deuda de un recuerdo pasado. La salvé porque quise hacerlo, no para que contrajera un deber moral para conmigo. Era ella la que debía decidir qué quería hacer, más allá de sus miedos e inquietudes, y yo no iba a decidir por ella.

-Yo voy al hospital, pero no puedo garantizarte  que vaya a abandonar este pueblo. Me siento engañado, que se me niega el acceso a la verdad, y por ello quiero saber qué pasa con Majinzawa -esto era cierto-. No veo el futuro, no sé si la respuesta me horrorizará o no, ¿entiendes? Solo quiero saber qué se oculta con tanto ahínco, y una vez lo sepa, tomaré mi decisión. Si tú has tomado la tuya, y quieres irte de aquí para huir del matrimonio, como amigo tuyo que soy, no dudaré en ayudarte. No puedo, sin embargo, decirte que todo saldrá bien y que me iré contigo, porque antes quiero saber las respuestas a todos los misterios que compila este pueblo. Y por último,  no sé qué quieres decir con si aquello no fue una alucinación. Si ya tienes sospechas de que “algo pasa”, te pido que las compartas, aunque solo sean ideas sin fundamento. Si no confías en mí lo suficiente para esto, no podré dejar que me acompañes.

Una vez aclarado esto, llegó la parte del manuscrito. Ella solo adaptó el texto transmitido de forma oral, pero eso no negaba el hecho de que me llegara de forma incompleta. Era importante centrarse en este detalle, que era el que motivaba mi regreso al hospital, así como acceder a mi expediente buscando las causas exactas de mi internamiento, ya fuera detalles sobre cómo me encontraron, o informaciones sobre mi estado en los primeros compases de la recuperación. Creo que de esto, lo más importante sería ver dónde se supone que estaba, con quién, y las circunstancias que se debieron dar ese día, ya fuera la hora, si llevaba encima algo extraño, o incluso quien me encontró.

Cualquier detalle serviría para refrescar mi memoria. Tengo memorias dormidas, y estas necesitan un estímulo, algo que me ayude a saber qué ha iniciado todo esto. ¿Qué hacía yo, supuestamente solo, vagando por la nada y a la interperie? No sonaba a algo propio de mí, y si bien de pequeño huía al bosque, ese hábito siempre respetaba regresar a casa antes de que la noche se hiciera cerrada. Por tanto, ¿qué me haría violar esta norma? ¿Huía de algo? ¿Alguien reclamó mi presencia? De momento, pensar en estas cosas seguía siendo inútil, pues por más que planteara y replanteara, nada iba a estar claro.

Pero, regresando al manuscrito, lo protegía una caja de madera, cuya única posibilidad de apertura nacía en su gemela, que guarecía la llave. La primera solución que pensé fue depositar la caja en el suelo, y reventarla de un pisotón. Sería la vía rápida, y aunque en sí el papel se deformaría por mi pie, el castigo del tiempo podría haberlo hecho tremendamente frágil, y cabía la posibilidad de que deshiciera por el golpe, riesgo que, por supuesto, no podía permitirme. Lástima, el no poder nunca permitirme el lujo de lo sencillo, a veces irritaba, pero al menos en esta ocasión había instrucciones.

Al mismo tiempo que se me iba explicando la historia de estas, la imposibilidad de abrirlas y demás, me resultó curioso que la principal careciera de la media Luna que, se supone, iba engarzada en el casco, teniendo la segunda dicha figura, pero en la boca del samurai. Por probar, junté la abertura con ese característico saliente, esperando una respuesta de las cajas. Igual, esa solución, tan simple que era obviada, podría ser la correcta.

Las pistas para abrir la caja se encontraban divididas en dos. Por una parte, tres cajas incrustadas en el interior de esta, cada una con una tabla que la diferenciaba del resto, o no, ya que teníamos “oro” e “incienso” como elementos, pero la última solo sumaba ambos, llamándose “incienso y oro”. Reiterando los partícipes en la ecuación, qué era lo que se pretendía. Aquí entraba la segunda parte del acertijo, la tabla trasera, la cual contenía un fragmento de la historia. O al menos, eso pensé, pues mencionaba de nuevo los seis viajes del tal Benkei, pero no había una garantía de que su relato contuviera este fragmento. Me refiero, si nadie conocía la historia completa, eso solo podría ser un mensaje atendiendo al acetijo, y nada más.

En sí, mencionaba que el Sol recibió como presente el oro, en agradecimiento a su luz, y como producto de su función aparecían mencionados la verde hierba y las flores. Entonces, si levantara la tabla que pone “sol”, debería haber motivos florales. La Luna, en cambio, no tenía un referente tan claro, pues hablaba de los “abandonados”, ¿tendría que buscar entonces una silueta negra, una figura humanoide, o algo mínimamente humano? Y con las estrellas, igual, hablaba de “corazones”, y dudo que dentro me encontrara uno humano, ¿no? Espero que no, a saber si con formol o algún preparado especial habían conseguido meter un corazón en la caja.

Bueno, que tras las tablas o tablas me encontraría una ilustración era una presunción mía. Podría haber un objeto (espero que el corazón no acabe siendo uno) y que cada caja registre un “peso”, por lo que al colocarlos en el sitio correspondiente, la caja  me dejaría acceder a la llave. Pero esto supondría tres objetos de distinto peso, un sistema interno que permitiera balancear esta magnitud, y el hecho de que para “falsearlo” bastaría con aplicar presión sobre las tres zonas hasta escuchar un sonido de apertura.

Me refiero, todo esto es solo para indicar que la idea más simple era la de las ilustraciones, pues el sistema de peso tenía demasiadas fallas para garantizar la seguridad del escrito. Atendiendo ahora a que, debajo de estas, habría un dibujo, símbolo o palabra, solo podía levantar una y a partir de ahí, deducir los presentes que recibieron la Luna y las Estrellas.  Y regresando de nuevo a esta pesquisa, me percaté de otro elemento que unificaba a los tres, y era la luz.

Una luz “fuerte”, una “suave”, y la otra, por ser un conjunto, “numerosa”. Quizás esto fuera lo que encontraría dentro de las cajas. Este cúmulo de deducciones eran simples especulaciones, pero había que contemplar todas las posibilidades antes de aventurar la respuesta correcta. Al fin y al cabo, si intentaba desplazar dos a la vez, se cerraría, y aún no tenía idea de por dónde empezar. ¿Qué debería vislumbrar primero? La única pista en cuanto a la narración, es el presente recibido por el Sol: oro.

Higanbana dijo que el templo, donde estábamos ahora, se edificó en la montaña más alta. ¿Y eso a qué atendía? En los templos se quema incienso como ofrenda, entonces... ¿He de asociar la ofrenda al templo? ¿Y con qué astro iría? Deparé en que, simplemente, era una pista más a la que aludía la tabla trasera. Pero era información irrelevante, pues no me esclarecía la solución.

Seguía con la misma duda inicial. Si el Sol recibió el oro, y otro el incienso, ¿quién acababa teniendo ambos presentes? ¿Benkei recicló los regalos? ¿No tendría más sentido un tercer obsequio? Normal que nadie de su familia, durante generaciones, haya podido abrir la dichosa caja...

Releyendo el texto, caí en algo, y eran los tornillos que unían la madera a la caja. Las dimensiones de las tablas que la componían debían de ser de dimensiones semejantes, salvo esta parte, que adosaba la pista. Así, si lograba extraerla, accedería a una parcela de madera más fina, y por tanto, fácil de quebrar. Sí, era hacer trampas, pero la culpa era suya por aunar sinsentidos en este puzzle. Repito: si no se ha podido abrir en eras, considero que ya cualquier método es válido para acceder a la llave.

-Bueno, la caja se puede ir resolviendo a medida que avancemos -trasteaba con ella, fingiendo entender su funcionamiento-. Habrá que ir preparados, ¿puedes conseguir herramientas, o algo que me pueda servir de ganzúa? Si tenemos que buscar los documentos, y no nos hacemos con las llaves del lugar, necesitaré algo que me permita forzar los cierres -tras esto, releí el acertijo, pensando-. Y creo que he encontrado un modo de resolverlo.

El mecanismo de cierre solo funcionaba con la parte accesible, no con este “hueco” que podría improvisar. Eso sí, por respeto a quienes lo intentaron antes que yo, supongo que debería intentar una solución más “justa”.  El primer paso lógico era desvelar el “oro”, que fue regalado al Sol, y ver si se correspondía con esto, aunque ciertamente, despertaba mi interés la caja B, por eso del oro y el incienso. Todo esto daba igual, ya que eligiera la que eligiese, al levantar se supone que el interior no correspondería, así que mejor partir de la que se supone era la única que tenía una certeza.

Levanté la caja A, la del oro, sabiendo que, si estaban desordenadas, dentro no habría ningún sol. Luego habría que adivinar qué fallaba y, por supuesto, asignar bien el resto. Sería ir un poco a ciegas, pero la situación no sorprendía, pues en aquel maldito pueblo ya parecía que ese era el modo natural de proceder. Probaría un poco este sistema, y en caso de ver la imposibilidad de su resolución, aprovecharía cualquier descuido de Higanbana para extraer la madera, y la supuesta llave. No querría discutir sobre si es una reliquia, que si pertenece al templo, sus años de antigüedad... Todo eso daba lo mismo, solo quería ver qué guardaba, y si esto atendía a nuestra situación actual.

Esperando a Higanbana, cogí la espada y empecé a practicar, dando algún que otro golpe al aire, probando el peso de esta. Despreocupado, sin énfasis, la sostuve en la diestra y la zarandee un par de veces, haciendo como que existía un enemigo invisible frente a mí. Antes de darme cuenta, mi mano restante se sumó a los embates, propiciando más fuerza a estos. Era curioso, porque era natural, y era extraño, porque no era ningún espadachín.

La esgrima es un arte marcial reservado a la nobleza, y a fines elevados, como el honor o los deberes sagrados. Que Higanbana supiera no sería extraño, ¿pero yo? ¿Quién querría enseñarme? Nadie, por supuesto, y aún así, sabía la distancia entre ambas manos, el diferente agarre del mango, la posición exacta de la espada... E incluso las katas: con la espada en una perpendicular con mis ojos y los del oponente, ligeramente adelantada, “Agua”, que sirve tanto para el ataque como la defensa, en un armonioso flujo; el mango por encima de mi, la más agresiva, de amplios movimientos, “Fuego”; lo opuesto, la punta apuntando al suelo, mis manos cerca de la cadera, dedicada a la defensa, “Tierra”; con las manos en una horizontal con la testa, permite el ataque y la defensa, dejando aperturas, sí, pero con mayor fuerza que el agua, y es la “Madera”; por último, con mi flanco al enemigo, y la espada en una perfecta línea con mi propia cadera, el estilo más difícil de leer, el “Hierro”.

Las cinco posiciones básicas del kendo, basado en los cinco elementos del shintoísmo, en un circuito de creación, destrucción y dominación. Podía conocer, de un modo vago, la simbología detrás de todo esto, así como la teoría que constituía el pilar del kenjutsu moderno. Lo cual no tenía sentido. Yo nunca he practicado esta clase de esgrima. ¿O sí? ¿Había dojos de kenjutsu en Majinzawa? Y de ser así... ¿Yo estaba apuntado? ¿O era autodidacta?

-Es innegable...-acababa de demostrar que conocía los fundamentos- Que me defiendo con la espada... bueno, puede servirme contra personas, pero dudo que un palo me defienda de un lobo.

O sí, quién sabe. Siendo un objeto del templo, estaba claro que normal no era. No por las bendiciones, salmos y demás, no creo en esas supercherías. Es solo que, si se ha conservado todo este tiempo, y no se ha desmenuzado, debía, como era ya costumbre, guardar algún secreto.

Recuento:
Roku Ginshô

Roku Ginshô
Tamer
Tamer

Faltas :
Una por cada double.

Prueba de Rol :
A

Digi Puntos :
1060

Ficha :

NPCs :

Nivel On Rol :
Ancient spirit

Nivel On Rol de los Digi Aliados :
Sven-Hyper Spirit

Icono :
Union Saver: Organizacion mundial e interdimencional destinada a proteger, mantener el orden y justicia en ambos mundos

Rango y Unidad :
Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Rango y Unidad Digi Aliado :
Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Turtle

Inventario :
Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10 Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Data10
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Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Empty Re: Maldito [Misión: Roku Ginshô]

Mensaje por Luna Kobayashi Sáb Mayo 20, 2017 6:40 pm

“¿Qué es Majinzawa?” Era la gran cuestión, una pregunta sin respuesta, de momento. A juzgar por la mirada de Higanbana, ella también se lo preguntaba así que no estaba solo en sus cavilaciones y cuestiones. Lo más espeluznante era que cada vez la respuesta estaba más lejos y era más ominosa y extraña.

—Por muchos años me hice la pregunta. No sé responderte aunque cuente con todo tipo de historias sobre cómo se edificó el primer edificio del pueblo. Yo también me lo pregunto, y he pensado todo tipo de respuestas, pero al final... creo que ya, a este punto, lo único que importa es irme. No quiero saber nada más de esta jaula entre las montañas. Quiero saber qué hay fuera, cómo se vive, ganarme la vida, hacer amigos... ¡incluso comprar mi propia ropa y verme más... bueno, más guapa!

Para ser sacerdotisa eran unos deseos bastante sencillos y mundanos. Podría llegar a ser o muy ñoño o tremendamente tierno.

—¡Esta vez, quiero tener la valentía de hacerlo de veras! ¡Yo... lo intenté, pero no tuve el valor! Quizás leo demasiadas historias... pero sentí mucho miedo. Sentí que me desharía en pétalos y sangre con sólo poner un pie fuera de Majinzawa, como decía en una historia.

¿Así que la sacerdotisa también había sentido ese terror creciente al alcanzar los límites del lugar? Mukuro aún lo recordaba. Esa sensación de pánico que le hizo retroceder, incluso siendo alguien eminentemente científico. Sí, fue justo antes de caer al lago. Sentía que enloquecería, que su mente se quebraría como una rama siendo pisoteada. No era justo como lo había descrito Higanbana, pero el factor común del terror estaba ahí.

Majinzawa estaba rodeada por montañas y bosques frondosos y eso hacía una especie de límite geográfico muy difícil de saltar. Existía una carretera para ir “afuera” pero el estado de esta, que se abría paso entre montañas muy altas, reflejaba el desinterés de los pueblerinos en salir de allí. A ellos, no se les había perdido nada fuera y Majinzawa gozaba del privilegio de ser capaz de autoabastecerse. Además, algo le decía a Mukuro que probablemente no sería tan sencillo como buscar un coche y conducir, no sólo por encontrar un coche en un pueblo en el que apenas había tecnología -en la comisaría sólo se disponía de uno, casi siempre en el garaje porque no era práctico moverse por el pueblo con él- sino que además, la carretera era territorio de las piedras que caían de las laderas de la montaña.

Lo de los accidentes geográficos era algo normal, pero... ¿realmente había también otro tipo de barrera? ¿Una especie de barrera sobrenatural que quebraba la sanidad mental de quien se aproximaba? ¿El precio a pagar para salir de Majinzawa era, en sentido completamente literal, la cordura?

—Me sorprende. Pensé que también querrías irte, independientemente de los misterios que hay. ¿Por qué estar en un lugar en el que te tratan mal, tan peligroso para ti...? Si comprendes lo que está empezando a ocurrir, sabrás por qué quiero irme cuanto antes de aquí, y por qué quiero que vengas conmigo. Arreglaríamos todo para que tus padres no vuelvan, no quiero que nada malo les ocurra, tampoco. Tú has sufrido la locura de esta gente que te ha dado de lado por años sin razones lógicas... ¿qué harán contigo si ya no tienen miedo de mi porque he perdido mi posición? Podría quedarme, aunque me encierren e intentar interceder, intentar... ¡lo haría, si eso te asegurara una vida normal y agradable dentro del pueblo! Pero no he visto a mi madre en años y su voz y opinión se ha volatilizado, se ha perdido... la mía, siendo una sacerdotisa tan nefasta, sería completamente ignorada. No podré protegerte—Higanbana parecía preocupada, y en cierto modo, tenía motivos... al fin y al cabo, una vez perdiera su “rango” se sacerdotisa, no tendría ningún tipo de lazo con la gente del pueblo: la adoración no era signo de afecto, y nadie se opondría a lo que el sacerdote decidiera sólo por estima a Higanbana. Por no hablar que le esperaba quedarse apartada de todo y todos, hasta el día de su muerte. Curioso, tenía adoradores, pero en realidad, a excepción de Mukuro había estado sola hasta el momento. Ante las dudas de Mukuro sobre la alucinación, añadió—No es que no confíe en ti. Pero...¿cómo voy a decirte que me da miedo que los muertos se levanten sin que pienses que soy una lunática?

Algo más allá de Mukuro supo que alguien odiaba esa palabra, pero fue un cosquilleo tremendamente suave, casi imperceptible. Por su parte, la sacerdotisa tuvo que tomarse unos instantes, y sus gestos nerviosos se habían multiplicado: a pesar de su correcta posición al momento de estar sentada, con la cabeza bien alta y porte señorial, sus dedos se entrelazaban entre sí, fréneticos, y su rostro estaba lo suficientemente pálido para parecer que estaba maquillado de blanco como el de una geisha.

—Cada vez que aparece Colmillo Blanco, hay hechos que hacen daño a quienes viven aquí. Mencionaste esos cadáveres en el lago antes, y en teoría esos cadáveres fueron rescatados del lago... recibieron un rito digno antes de ser enterrados en el camposanto, ¡yo misma se lo di! ¡Es imposible que se hallen aún en el lago!—tiró con fuerza de la manga de su propio traje de miko, varias veces—Pero... pero también vi lo que tú. Al principio creí que eran las ondas del agua, que eran imaginaciones, que... no sé, sugestión de grupo o algo así, pero, ¿cómo ibas a alucinar con gente e información que no ha podido llegar a tus oídos? ¡Muy pocos lo sabían! ¡Fueron muy explícitos en decirle a la única que vio algo que debía guardar el secreto, además, Sanae es una persona discreta!—bastante discutible, pero Mukuro se imaginaba que había recibido una fuerte presión—Ella no lanzaría rumores así, estaba muy afectada... incluso vino a compartir sus inquietudes conmigo y con mi instructor. ¡Si se corriera la voz con que en realidad esa familia apareció ahogada en el lago, la gente estaría aterrada...!

Parecía que se esclarecía todo lo sucedido a la familia de Takeshi. Aunque probablemente Higanbana no habría querido decir tanto, se notaba que el tema le había tocado personalmente. Nada de lobos, esa gente se había ahogado en el lago... eso significaba que el doctor Hiraneki, por extensión, había mentido. Quizás en aras de no desatar el pánico en el pueblo o porque el padre de Higanbana lo había amenazado. Mukuro se percató de que, la sombra de ese hombre era larga y sinuosa: no era un dictador explícito, pero todo lo que estaba descubriendo lo tintaba como la verdadera autoridad de Majinzawa. Definitivamente, estaba vivo allí porque Higanbana había amenazado abiertamente a su padre. Para bien o para mal, hasta que ella tuviera una hija, estaban sometidos a sus “caprichos”. ¿Retos y castigos exagerados para que, por miedo al dolor, cejase en el intento de darle su favor al maldito? No le extrañaría ni lo más mínimo si resultaba que estaban tratando con ese tipo de sacerdote.

Eso dejaba algo en el aire: ¿iba a correr peligro una vez el padre de Higanbana la sustituyera por una hija? ¿Se encontraría a alguien intentando matarlo, o peor aún, a alguien intentando matar a sus padres? Entendió la prisa por el casamiento que tenía el padre de Higanbana. Y entendió aquella frase: “...si comprendes lo que está empezando a ocurrir, sabrás por qué quiero irme cuanto antes de aquí, y por qué quiero que vengas conmigo. Arreglaríamos todo para que tus padres no vuelvan, no quiero que nada malo les ocurra, tampoco.”Ellos nunca habían sido tratados mal explícitamente pero la posibilidad de que se cebasen con ellos era muy real. Imaginar a sus padres “desapareciendo” a causa de los lobos, o a causa de un incendio...¿o si habían desaparecido ya...?

¿Por qué ocurrían en aquel sitio, todas esas cosas horribles? ¿Era casualidad, o aquel lugar volvía a la gente hacia un fanatismo que los llevaba a dejar atrás toda su humanidad?

—El doctor Hiraneki dijo que los informes de lesiones no presentaban nada extraño. Dijo que probablemente esa mujer se arrojó con sus hijos, y ellos no se resistieron porque confiaban demasiado en su madre como para pensar que ella les iba a hacer algún daño. “Sólo pudieron comenzar a entender que su madre los estaba asesinando cuando apenas les quedaba aire en sus pulmones”, recuerdo que dijo... no me extraña que Takeshi se haya marchitado así. Sigo recordando esas palabras y estremeciéndome... a Takeshi, simplemente, tuvieron que romperle.

Un largo silencio. Higanbana realmente parecía apenada, y Mukuro alcanzó a pensar que, tal y como la conocía, se sentía muy culpable y se estaba preguntando si su poco talento como sacerdotisa había matado a esa mujer y esos niños. Quizás -al menos hasta saber que se iba a tener que casar obligada y recluir de por vida- ella no rechazaba su cargo porque quisiera otro camino o por los castigos físicos -Mukuro había visto que Higanbana había tenido que levantar campanas de un peso de cinco kilos para limpiarlas, sabía que a pesar de su apariencia, estaba fuerte como un buey-, sino porque no se sentía con lo que se necesitaba. Mukuro calculó y en ese momento ella debía ser muy pequeña, casi al inicio del momento en el que la memoria empieza a forjar recuerdos.

La sacerdotisa decidió que era el mejor momento para buscar lo que él había pedido, probablemente porque necesitaba serenarse: a ese paso, se iba a romper ella solita la manga del traje de miko.

Cuando la sacerdotisa se fue, Mukuro abrió la caja que supuestamente, según la engañosa etiqueta -bajo las cuales no había nada-, correspondía al oro. Dentro de la caja que abrió, tal y como había presupuesto y decían las instrucciones, no había oro; lo que había, era incienso. Él no había esperado algo tan literal, pero lo importante era otra cosa: el incienso ya no podía estar por sí solo y sin mezclarse con el oro en ninguna otra caja.

La caja hizo un ruido pesado y fuerte, y el viejo mecanismo bloqueó la apertura del resto de cajas para evitar seguir abriéndolas, tal y como explicaban las instrucciones. Ahora, se acercaba el momento crítico: para desbloquearla, era cuestión de recolocar las planchas metálicas que hacían de etiquetas en los huecos de las otras dos cajas correctamente. Si se colocaban bien, en teoría, el mecanismo desbloquearía las cajas y entonces, podrían conseguir el ornamento en forma de media luna que hacía de llave para la caja que realmente querían abrir.

Si no, habría que intentar forzar el mecanismo o emular el peso de cada etiqueta -Mukuro, al cogerlas, había notado que cada una tenía un peso distinto incluso si aparentemente las planchas metálicas que hacían de etiquetas eran iguales, así que esto evidenciaba que el mecanismo funcionaba por peso y perfectamente podía falsearlo tal y como pensó- o simplemente, dejarlo ir y dirigirse al hospital tal y como Mukuro quería. 

Pasó un rato hasta que Higanbana trajo un par de horquillas junto a unos cuantos alambres. Probablemente eran suyas, para el pelo, y unos alambres... Higanbana no pudo evitar encogerse levemente de hombros y decir que era lo que más o menos había encontrado, al menos, que pudieran llevar encima sin que nadie sospechase nada. “Un martillo... digamos que llamaría mucho la atención”pensaba ella. Mientras entraba en el cobertizo estaba empezando a decir que lamentaba no encontrar nada más útil, pero él parecía absorto practicando con Shiratori-maru. Así que, sin querer interrumpirlo se limitó a apoyarse en el umbral de la puerta del cobertizo, mirándolo, aún sorprendida por lo que había ocurrido con el libro y aún más sorprendida al ver aquel talento natural para empuñar la antigua Shiratori-maru... si aquello fuera uno de los cuentos e historias que leía, Mukuro resultaría ser la reencarnación de un valiente samurái, o un descendiente de un guerrero asesinado injustamente. Él ejecutaba cada kata con la que las gaviotas surcaban los cielos o las cigarras cantaban, como si llevase practicando toda una vida... no, como si simplemente estuviera en él. De haberlo sabido antes, le habría pedido que le enseñase: prefería aprender kendo antes que los bailes rituales, y era igual de bonito que ver.

—Sí que habéis congeniado—Higanbana rió levemente y aunque dijo la siguiente frase con una sonrisa chistosa, realmente parecía contenta en contraste a las venideras pésimas circunstancias. Al fin y al cabo, a ella le gustaba pasar tiempo con Mukuro—A este paso me pondré celosa, Mukuro. Pero, le darás mejor uso a Shiratori-maru del que se le daba aquí... al fin y al cabo, las espadas están hechas para ser blandidas. Aunque no me imaginaba que practicabas kendo, ni que lo hacías tan bien ... es como observar una cascada; fluido y natural—era normal, en Majinzawa no había ningún dojo...así que aquello era talento o capacidad de aprender sin maestros. A este punto, la sacerdotisa se llevó el índice a la mejilla, y dijo—Espero que no resulte que seas un espíritu samurái disfrazado de mi amigo.


Caja C- Etiqueta errónea: “Incienso”.
Caja A-Etiqueta errónea: “Mezcla: Incienso y oro”.
Caja B-Etiqueta errónea: “Oro”. CONTENIDO REAL: Incienso.



Off:
1)Ahora, a partir del contenido que has abierto, puedes deducir qué etiquetas van en las otras.
A lo mejor no me expliqué bien, pero no hace falta que identifiques a qué astro es cada caja. Si a raíz de resolver el puzzle lo haces, te daré puntos, pero el requisito es que coloques las etiquetas en su posición correcta.

2) Ahí tienes material para reflexionar -para darte pie a no dejar el post en únicamente la resolución del puzzle-. Tienes libertad para meter flash-backs con Higanbana u otros personajes del pueblo, siempre que no contradigan lo dicho hasta ahora.

3) Seguimos sin palabras prohibidas hasta nuevo aviso. 

-Cons: 35+10=45
-Cord: 65
Luna Kobayashi

Luna Kobayashi
Tamer & Digimon
Tamer & Digimon

Faltas :
1

Prueba de Rol :
A

Digi Puntos :
402

Ficha :

Nivel On Rol :
Rookie

Nivel On Rol de los Digi Aliados :
Leonardo
Maldito [Misión: Roku Ginshô] - Página 2 Gaomon
Champion


Icono :
Union Saver: Organizacion mundial e interdimencional destinada a proteger, mantener el orden y justicia en ambos mundos

Rango y Unidad :
Luna Naitoenjeru
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Flora
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Rango y Unidad Digi Aliado :
Leonardo
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule

Inventario :
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