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El descubrimiento de las ruinas del Monasterio Draco, tallado en lo alto de una desolada montaña en el valle de los dragones, ha despertado un gran interés por todo el Digimundo. Principalmente porque según los tallados de la pared exterior dentro de las ruinas se encuentra un obre mágico que contiene en su interior la data y poder del treceavo Royal Kinght, la cual sera dada a quien reclame dicho objeto. Según la historia grabada en los murales, el obre fue dejado allí por el mismo Royal Kinght en caso de que su poder sea necesario para derrotar al mal que se alce en el futuro...por desgracia semejante premio también a llamado la atención de quienes usarían el poder para sus propias metas egoístas. Por lo que esta aventura ahora se a vuelto una carrera por ver quien consigue el gran premio.
6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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-Skin hecho por Hardrock de The Captain Knows Best.
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
Entrelazando destinos [priv. Yatt]
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Entrelazando destinos [priv. Yatt]
Era sábado por la tarde en Japón, y Erza empezó a guardar su uniforme de trabajo. Había regresado al país del sol naciente hacia sólo un par de semanas, pero pronto encontró trabajo en una cafetería cercana a su casa. Aunque más que casa, era un piso alquilado, pequeño y sin nada que destacar. De todos modos, no buscaba nada más, tanto ella como su compañero digimon, pasaban la semana en el Mundo Digital y sólo regresaban al Mundo Humano para pasar el fin de semana.
Su compañero, un Elecmon al que ella llamó Arslan, se encontraba sentado en el sofá observando a su compañera prepararse para salir. Aquél nombre había sido algo nuevo para el digimon. No tenía un nombre propio y a Erza le parecía raro llamarlo por su especie, de modo que le buscó un nombre que le pareciera noble, ya que esa era la impresión que tenía de su compañero.
- Creo que debería acompañarte- dijo Arslan- si pasa algo y estoy aquí no podré ayudarte.
- Sólo voy a trabajar y estaré de vuelta en unas horas, no va a pasar nada- comentó Erza mientras cerraba la cremallera de la bolsa- además no quiero que te descubran.
- Al menos debería quedarme cerca de la cafetería- propuso- Nadie me verá, en las calles hay muchos sitios donde esconderme y esperar a que termines.
Erza estaba preocupada, Arslan acababa de recuperarse de sus heridas de cuando lo encontró malherido en la Selva Negra. Pero también sabía que su compañero no estaría muy tranquilo quedándose en el piso, ya lo dijo él mismo la semana pasada: “los minutos se me hicieron horas”.
- Está bien- cedió al final sonriendo- De todos modos, me vendrá bien que me acompañe alguien a la vuelta.
Dicho esto, y antes de salir, guardó su D-Arc en el bolsillo. Lo bueno era que Arslan conocía bien los distintos tipos de digivice y ya le había contado varias de las funciones que tenía. Lo único que le faltaba eran las cartas, que aún no había conseguido.
Tras varios minutos paseando por las calles, en los que Arslan seguía a Erza ocultándose debajo de los coches aparcados, la tamer llegó a la cafetería y saludó a sus compañeros mientras su jefe metía prisa, a partir de esa hora es cuando solían llegar los clientes. Sin perder tiempo, Erza se metió en un pequeño cuarto al fondo del local, que usaban para cambiarse, y se puso el uniforme. Lo bueno era que se sentía cómoda y le gustaba el diseño.
Al salir, llegaron algunos clientes, durante varias horas estaría sirviendo bebidas y aperitivos. No es que le entusiasmara el trabajo, a parte del uniforme, pero necesitaba el dinero para pagar el alquiler y para viajar por el Mundo Digital. Arslan le dijo que en la DigiCentral podía cambiar el dinero humano por bits, moneda de ese mundo.
Mientras, Arslan estaba oculto debajo de un coche no muy lejos del local donde trabajaba Erza. La espera seria larga, pero estaba más tranquilo sabiendo que estaba cerca de su tamer, y que podría ayudarla si lo necesitaba.
Su compañero, un Elecmon al que ella llamó Arslan, se encontraba sentado en el sofá observando a su compañera prepararse para salir. Aquél nombre había sido algo nuevo para el digimon. No tenía un nombre propio y a Erza le parecía raro llamarlo por su especie, de modo que le buscó un nombre que le pareciera noble, ya que esa era la impresión que tenía de su compañero.
- Creo que debería acompañarte- dijo Arslan- si pasa algo y estoy aquí no podré ayudarte.
- Sólo voy a trabajar y estaré de vuelta en unas horas, no va a pasar nada- comentó Erza mientras cerraba la cremallera de la bolsa- además no quiero que te descubran.
- Al menos debería quedarme cerca de la cafetería- propuso- Nadie me verá, en las calles hay muchos sitios donde esconderme y esperar a que termines.
Erza estaba preocupada, Arslan acababa de recuperarse de sus heridas de cuando lo encontró malherido en la Selva Negra. Pero también sabía que su compañero no estaría muy tranquilo quedándose en el piso, ya lo dijo él mismo la semana pasada: “los minutos se me hicieron horas”.
- Está bien- cedió al final sonriendo- De todos modos, me vendrá bien que me acompañe alguien a la vuelta.
Dicho esto, y antes de salir, guardó su D-Arc en el bolsillo. Lo bueno era que Arslan conocía bien los distintos tipos de digivice y ya le había contado varias de las funciones que tenía. Lo único que le faltaba eran las cartas, que aún no había conseguido.
Tras varios minutos paseando por las calles, en los que Arslan seguía a Erza ocultándose debajo de los coches aparcados, la tamer llegó a la cafetería y saludó a sus compañeros mientras su jefe metía prisa, a partir de esa hora es cuando solían llegar los clientes. Sin perder tiempo, Erza se metió en un pequeño cuarto al fondo del local, que usaban para cambiarse, y se puso el uniforme. Lo bueno era que se sentía cómoda y le gustaba el diseño.
- Uniforme:
Al salir, llegaron algunos clientes, durante varias horas estaría sirviendo bebidas y aperitivos. No es que le entusiasmara el trabajo, a parte del uniforme, pero necesitaba el dinero para pagar el alquiler y para viajar por el Mundo Digital. Arslan le dijo que en la DigiCentral podía cambiar el dinero humano por bits, moneda de ese mundo.
Mientras, Arslan estaba oculto debajo de un coche no muy lejos del local donde trabajaba Erza. La espera seria larga, pero estaba más tranquilo sabiendo que estaba cerca de su tamer, y que podría ayudarla si lo necesitaba.
- Tamer & Digimon
- Digi Puntos :63Nivel On Rol :RookieInventario :
Erza Scarlet
Re: Entrelazando destinos [priv. Yatt]
Se le hacía muy extraño caminar por las calles del mundo humano. Era curioso, pero pasaba más tiempo en Ciudad Central que en Tokyo. Y si tenía que ir, lo hacía en coche. El aire navideño se respiraba en las calles; luces, familias paseando y demás.
Se sorprendió mirando a una joven pareja con un hijo pequeño que señalaba las luces y sonriendo. A veces no podía evitar intentar figurarse cómo hubiera sido su vida si hubiera decidido dejar Japón, olvidar Digital I.N.C... sí, quizás en esos momentos tendría una esposa y un hijo también. Pero se conocía a sí mismo, y no sería capaz de dormir tranquilo sabiendo que en algún lugarm, algún chiquillo inocente estaba siendo secuestrado para servir como sujeto de pruebas.
Ambiente navideño. Familia. Sonrió. Esos días en los que uno decidía estar con las personas a las que más quería. Era una época agridulce para él, así que prefería relajarse con partidas de billar y un poco de alcohol. Caminó hasta su cafetería favorita "Il sassofono grigio". Traducido "El saxofón gris". El dueño, un italiano afincado en Japón, dirigía este pub en el que había unas características salas con billar, además de estar ambientado con música jazz y luces tenues. Un local con bastante clase pero pequeño. Además de las mesas del propio local, contaba con tres salas privadas de billar y otras tres V.I.P, en las que había gramola, sofá y demás comodidades. Contaba con una terraza en la acera, y una especie de balcón adosado a una de las salas V.I.P. Esa era la de Travis. La tenía alquilada indefinidamente para ir cuando quisiera.
Aún no había caído el atardecer. Travis se sorprendió de ver bastante gentío utilizando la terraza. Parecía que añadir pequeños aperitivos y platillos ligeros procedentes de Italia con los que acompañar los cócteles y cafés había sido muy fructífero.
Mascarpone estaba, como siempre, en la barra. Era el dueño del local, entrado en años pero de gesto interesante, y muy profesional. No le gustaba estar lejos de la barra, así que ante la nueva oleada de clientes necesitaba nuevo personal.
Con sólo verla de acá para allá, ya sabía que se trataba de la nueva camarera. Iba algo distraido, y por poco la tiró al entrar, si no fuera porque él se puso de puntillas y se giró para evitar un desastre. "¡Disculpa, señorita! ¡Ánimo con la jornada!" le dijo, guiñándole un ojo, viendo cómo el contenido de las copas en la bandeja tintineaba. Mascarpone pagaba bien, pero era muy exigente: "Recuerde, nuestro local tiene sello propio de calidad en el servicio. Hay quien considera que estamos dentro de la oferta de cafeterías de lujo. El servicio tiene que ser tan perfecto como la comida." Además de eso, hacía que los camareros usasen palabras básicas en italiano, como el saludo -saluti-, el provecho -buon appetito- y el trato de señor y señora -signore y signora-.
Se quedó unos segundos observando el uniforme. ¡Ah, hacía tanto tiempo que no había una camarera en el lugar! Pero se obligó a apartar la vista, no quería quedar como un pervertido, aunque le pareció bastante guapa. Con una sonrisa animada por el ajetreo, Travis empujó la puerta de cristal para entrar. El sonido del jazz le envolvió. Sonaba una tonada alegre, por ser aún la tarde. Era curioso como a medida que anochecía las canciones de jazz tomaban un aire menos animado y más elegante, pero era cierto que "Il sassofono grigio" de día y el "Il sassofono grigio" de noche era un local casi distinto, pues según la hora el perfil de cliente que venía cambiaba. "Por la tarde, tenemos jovenzuelos que quieren echar un par de partidas al billar y beber un café como pausa en una tarde de compras. Pero por la noche, nuestros clientes son señores de negocios que buscan un ambiente de descanso y relajación, así que nada de griterío ni correr, y lo más importante, hay que hacer que se sientan bien atendidos" solía explicar Mascarpone.
Travis se sentó en uno de los taburetes delante de la barra, y Mascarpone lo saludó con un:
-Buon pomeriggio, signore.
-¡Ciao Mascarpone! Vaya, tienes la terraza a rebosar. ¿Ya le estás apretando las tuercas a la chica nueva?
-¿Ya ha reparado en ella, signore?
-¡Claro! Está que no para. A este paso, no resistirá ni dos fines de semana trabajando aquí.
-Prefiero cambiar semanalmente de camarera a quedarme con alguien que no sigue las reglas del negocio ni entiende la esencia del "sassofono grigio"-fue lo único que dijo. Mascarpone odiaba la idea de llevar un bar en el que las cosas no se hicieran con absoluta profesionalidad, pues decía que su local no era una cantina de carretera.
-No te culpo por pensar así. Todos los que somos habituales venimos precisamente por eso, pero aún así casi me la como, a la pobre. Ella iba corriendo, y yo distraído.
-Coppola, dicen que las mujeres a las que te comes normalmente vienen a que las termines de devorar, y no veo a la chica por aquí-bromeó Mascarpone. Travis no solía llevar a parejas al lugar, pero el hombre era viejo amigo del chico, y estaba enterado de sus andanzas.
Travis rió:
-¡Ah, mi fama me precede! Ponme una de soda y whiski antes de abrirme mi sala, prego.
-¿No conduce hoy, Signore?-repuso Mascarpone, sirviéndole lo pedido al joven, pero con mirada inquisitiva.
-Me apetecía una copa. Pero tendré que ir andando, no quiero hacerle un bollo al coche-Travis removió el interior del vaso que Mascarpone le deslizó.
-Ah, siempre se me olvida su extraña manía de no soportar ir en un taxi-rió el barman. El pelicastaño tenía una manía particular; le costaba mucho estar en un coche y no ser el conductor. Los Coppola siempre le ofrecían chófer particular cuando el joven iba de visita a la residencia familiar en Italia, pero simplemente, Travis no podía-¿Y esta apetencia tiene algo que ver con que sean las épocas próximas a la navidad? Por cierto, mencionándolo, ¿irá este año a Italia?
-Algo así. No creo que vaya este año a Italia-Travis tomó un trago largo, notando el sabor amargo del whisky entre las burbujas de la gaseosa. Cuando la camarera peliroja pasó cerca de la barra Mascarpone aprovechó para pedirle que fuera preparando la sala VIP número 3 y que bajara a acompañar al señor cuando estuviera lista.
-¿Algún compromiso profesional, o vuelve a sus conquistas, Signore?
-No, esa época se acabó. Pero sí, tengo una especie de "compromiso"; sé de alguien que pasará estas fiestas sola, y quería darle una sorpresa. No es como si tuviéramos algo, pero es...-Travis miró el fondo del vaso, y esbozó una expresión amable que sorprendió a Mascarpone. Aquel barman había "visto" crecer a Travis desde que dejó el nombre de Ezzio Coppolla, y conocía por encima y sin detalle que Lissandro Coppola, viejo amigo suyo, se había metido en problemas que habían obligado al chico cambiar de nombre. Como un cura, se limitaba a escuchar sin juzgar las confesiones de sus parroquianos, sabiendo cuando parar de preguntar. Se sorprendió de notar un tono dubitativo y avergonzado en el seguro joven que antaño presumía de sus conquistas amorosas-...bueno, quiero cuidarla. Nadie lo hace, y es fantástica. Tiene sus cosas, pero... de verdad, quiero cuidarla.
Travis se guardó para sí mismo el "quisiera que ella también cuidara de mí" mientras apuraba la copa.
La camarera les avisó de que la sala estaba lista. Travis no pudo evitar preguntar entre susurros: "¿Cuál es su nombre?".
-Creía que estaba en época de abstinencia, Signore.
Travis guiñó un ojo, y juntó las manos, imitando el gesto de una monja:
-No rompería mis votos tan fácilmente. Sólo lo preguntaba porque estaba acostumbrado sólo a ver tu sosa cara por aquí, Mascarpone. Aunque no se pueda tocar, se aprecia la presencia femenina...-el pelicastaño añadió a tono de broma-No es algo con lo que puedas competir, aunque seas el mejor barman que conozco.
Mascarpone comenzó a limpiar el vaso vacío con gesto resignado.
-Tengo más clientela que de costumbre.
-¿Y te quejas? Pensé que un bar en Japón sin un maneki-neko en la barra estaba destinado a morir-comentó Travis.
-No es una queja. Pero mis nervios no son capaces de atender a los que venís por la noche después del jaleo de la tarde.
-Eh, si tu clientela habitual somos un encanto. Pero reconozco que que sea esa camarera quien traiga las bebidas hasta las salas, será una gozada. Anda, ponme otra, que me la llevo yo mismo para no cargar a la chica.
Mascarpone rió levemente y le puso otra copa de soda y whisky a Travis.
-Un placer charlar, Mascarpone-dijo Travis, llevándose en una mano otro vaso con soda y whisky, y esperando a Erza.
-El placer es mío, Signore. Erza, acompaña al caballero a su sala VIP, por favor.
La zona de las salas de billar era la más tranquila. Una alfombra roja de terciopelo sobre el parqué amortiguaba el sonido de los pasos y conducía a la segunda planta, donde estaban las salas de billar VIP. Un cordel de terciopelo negro cerraba el paso a la escalera, cordel que Erza debería apartar.
Travis caminaba con las manos en los bolsillos. No pudo evitar preguntar.
-Erza, ¿verdad? ¿Se ha echo muy duro hoy? Mascarpone puede ser algo exigente, pero no es mala persona. Además, a partir de esta hora, todo se irá tranquilizando e incluso podrás disfrutar del jazz y del ambiente-agitó la copa, con gesto distraído-¿Quieres un sorbito? Estás sudando de tanto ir y venir.
Se sorprendió mirando a una joven pareja con un hijo pequeño que señalaba las luces y sonriendo. A veces no podía evitar intentar figurarse cómo hubiera sido su vida si hubiera decidido dejar Japón, olvidar Digital I.N.C... sí, quizás en esos momentos tendría una esposa y un hijo también. Pero se conocía a sí mismo, y no sería capaz de dormir tranquilo sabiendo que en algún lugarm, algún chiquillo inocente estaba siendo secuestrado para servir como sujeto de pruebas.
Ambiente navideño. Familia. Sonrió. Esos días en los que uno decidía estar con las personas a las que más quería. Era una época agridulce para él, así que prefería relajarse con partidas de billar y un poco de alcohol. Caminó hasta su cafetería favorita "Il sassofono grigio". Traducido "El saxofón gris". El dueño, un italiano afincado en Japón, dirigía este pub en el que había unas características salas con billar, además de estar ambientado con música jazz y luces tenues. Un local con bastante clase pero pequeño. Además de las mesas del propio local, contaba con tres salas privadas de billar y otras tres V.I.P, en las que había gramola, sofá y demás comodidades. Contaba con una terraza en la acera, y una especie de balcón adosado a una de las salas V.I.P. Esa era la de Travis. La tenía alquilada indefinidamente para ir cuando quisiera.
Aún no había caído el atardecer. Travis se sorprendió de ver bastante gentío utilizando la terraza. Parecía que añadir pequeños aperitivos y platillos ligeros procedentes de Italia con los que acompañar los cócteles y cafés había sido muy fructífero.
Mascarpone estaba, como siempre, en la barra. Era el dueño del local, entrado en años pero de gesto interesante, y muy profesional. No le gustaba estar lejos de la barra, así que ante la nueva oleada de clientes necesitaba nuevo personal.
Con sólo verla de acá para allá, ya sabía que se trataba de la nueva camarera. Iba algo distraido, y por poco la tiró al entrar, si no fuera porque él se puso de puntillas y se giró para evitar un desastre. "¡Disculpa, señorita! ¡Ánimo con la jornada!" le dijo, guiñándole un ojo, viendo cómo el contenido de las copas en la bandeja tintineaba. Mascarpone pagaba bien, pero era muy exigente: "Recuerde, nuestro local tiene sello propio de calidad en el servicio. Hay quien considera que estamos dentro de la oferta de cafeterías de lujo. El servicio tiene que ser tan perfecto como la comida." Además de eso, hacía que los camareros usasen palabras básicas en italiano, como el saludo -saluti-, el provecho -buon appetito- y el trato de señor y señora -signore y signora-.
Se quedó unos segundos observando el uniforme. ¡Ah, hacía tanto tiempo que no había una camarera en el lugar! Pero se obligó a apartar la vista, no quería quedar como un pervertido, aunque le pareció bastante guapa. Con una sonrisa animada por el ajetreo, Travis empujó la puerta de cristal para entrar. El sonido del jazz le envolvió. Sonaba una tonada alegre, por ser aún la tarde. Era curioso como a medida que anochecía las canciones de jazz tomaban un aire menos animado y más elegante, pero era cierto que "Il sassofono grigio" de día y el "Il sassofono grigio" de noche era un local casi distinto, pues según la hora el perfil de cliente que venía cambiaba. "Por la tarde, tenemos jovenzuelos que quieren echar un par de partidas al billar y beber un café como pausa en una tarde de compras. Pero por la noche, nuestros clientes son señores de negocios que buscan un ambiente de descanso y relajación, así que nada de griterío ni correr, y lo más importante, hay que hacer que se sientan bien atendidos" solía explicar Mascarpone.
Travis se sentó en uno de los taburetes delante de la barra, y Mascarpone lo saludó con un:
-Buon pomeriggio, signore.
-¡Ciao Mascarpone! Vaya, tienes la terraza a rebosar. ¿Ya le estás apretando las tuercas a la chica nueva?
-¿Ya ha reparado en ella, signore?
-¡Claro! Está que no para. A este paso, no resistirá ni dos fines de semana trabajando aquí.
-Prefiero cambiar semanalmente de camarera a quedarme con alguien que no sigue las reglas del negocio ni entiende la esencia del "sassofono grigio"-fue lo único que dijo. Mascarpone odiaba la idea de llevar un bar en el que las cosas no se hicieran con absoluta profesionalidad, pues decía que su local no era una cantina de carretera.
-No te culpo por pensar así. Todos los que somos habituales venimos precisamente por eso, pero aún así casi me la como, a la pobre. Ella iba corriendo, y yo distraído.
-Coppola, dicen que las mujeres a las que te comes normalmente vienen a que las termines de devorar, y no veo a la chica por aquí-bromeó Mascarpone. Travis no solía llevar a parejas al lugar, pero el hombre era viejo amigo del chico, y estaba enterado de sus andanzas.
Travis rió:
-¡Ah, mi fama me precede! Ponme una de soda y whiski antes de abrirme mi sala, prego.
-¿No conduce hoy, Signore?-repuso Mascarpone, sirviéndole lo pedido al joven, pero con mirada inquisitiva.
-Me apetecía una copa. Pero tendré que ir andando, no quiero hacerle un bollo al coche-Travis removió el interior del vaso que Mascarpone le deslizó.
-Ah, siempre se me olvida su extraña manía de no soportar ir en un taxi-rió el barman. El pelicastaño tenía una manía particular; le costaba mucho estar en un coche y no ser el conductor. Los Coppola siempre le ofrecían chófer particular cuando el joven iba de visita a la residencia familiar en Italia, pero simplemente, Travis no podía-¿Y esta apetencia tiene algo que ver con que sean las épocas próximas a la navidad? Por cierto, mencionándolo, ¿irá este año a Italia?
-Algo así. No creo que vaya este año a Italia-Travis tomó un trago largo, notando el sabor amargo del whisky entre las burbujas de la gaseosa. Cuando la camarera peliroja pasó cerca de la barra Mascarpone aprovechó para pedirle que fuera preparando la sala VIP número 3 y que bajara a acompañar al señor cuando estuviera lista.
-¿Algún compromiso profesional, o vuelve a sus conquistas, Signore?
-No, esa época se acabó. Pero sí, tengo una especie de "compromiso"; sé de alguien que pasará estas fiestas sola, y quería darle una sorpresa. No es como si tuviéramos algo, pero es...-Travis miró el fondo del vaso, y esbozó una expresión amable que sorprendió a Mascarpone. Aquel barman había "visto" crecer a Travis desde que dejó el nombre de Ezzio Coppolla, y conocía por encima y sin detalle que Lissandro Coppola, viejo amigo suyo, se había metido en problemas que habían obligado al chico cambiar de nombre. Como un cura, se limitaba a escuchar sin juzgar las confesiones de sus parroquianos, sabiendo cuando parar de preguntar. Se sorprendió de notar un tono dubitativo y avergonzado en el seguro joven que antaño presumía de sus conquistas amorosas-...bueno, quiero cuidarla. Nadie lo hace, y es fantástica. Tiene sus cosas, pero... de verdad, quiero cuidarla.
Travis se guardó para sí mismo el "quisiera que ella también cuidara de mí" mientras apuraba la copa.
La camarera les avisó de que la sala estaba lista. Travis no pudo evitar preguntar entre susurros: "¿Cuál es su nombre?".
-Creía que estaba en época de abstinencia, Signore.
Travis guiñó un ojo, y juntó las manos, imitando el gesto de una monja:
-No rompería mis votos tan fácilmente. Sólo lo preguntaba porque estaba acostumbrado sólo a ver tu sosa cara por aquí, Mascarpone. Aunque no se pueda tocar, se aprecia la presencia femenina...-el pelicastaño añadió a tono de broma-No es algo con lo que puedas competir, aunque seas el mejor barman que conozco.
Mascarpone comenzó a limpiar el vaso vacío con gesto resignado.
-Tengo más clientela que de costumbre.
-¿Y te quejas? Pensé que un bar en Japón sin un maneki-neko en la barra estaba destinado a morir-comentó Travis.
-No es una queja. Pero mis nervios no son capaces de atender a los que venís por la noche después del jaleo de la tarde.
-Eh, si tu clientela habitual somos un encanto. Pero reconozco que que sea esa camarera quien traiga las bebidas hasta las salas, será una gozada. Anda, ponme otra, que me la llevo yo mismo para no cargar a la chica.
Mascarpone rió levemente y le puso otra copa de soda y whisky a Travis.
-Un placer charlar, Mascarpone-dijo Travis, llevándose en una mano otro vaso con soda y whisky, y esperando a Erza.
-El placer es mío, Signore. Erza, acompaña al caballero a su sala VIP, por favor.
La zona de las salas de billar era la más tranquila. Una alfombra roja de terciopelo sobre el parqué amortiguaba el sonido de los pasos y conducía a la segunda planta, donde estaban las salas de billar VIP. Un cordel de terciopelo negro cerraba el paso a la escalera, cordel que Erza debería apartar.
Travis caminaba con las manos en los bolsillos. No pudo evitar preguntar.
-Erza, ¿verdad? ¿Se ha echo muy duro hoy? Mascarpone puede ser algo exigente, pero no es mala persona. Además, a partir de esta hora, todo se irá tranquilizando e incluso podrás disfrutar del jazz y del ambiente-agitó la copa, con gesto distraído-¿Quieres un sorbito? Estás sudando de tanto ir y venir.
- Tamer & Digimon
- Faltas :1Prueba de Rol :ADigi Puntos :402Ficha :Nivel On Rol :RookieNivel On Rol de los Digi Aliados :Leonardo
Champion
Icono :Rango y Unidad :Luna Naitoenjeru
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule
Flora
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule
Rango y Unidad Digi Aliado :Leonardo
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TortuleInventario :
Luna Kobayashi
Re: Entrelazando destinos [priv. Yatt]
Arslan seguía bajo el coche, esperando a que Erza terminara de trabajar. Estaría más cómodo en el pequeño sofá del piso, pero quería asegurarse de que Erza no corría peligro de ningún modo. El digimon no se sentía muy seguro en el mundo humano, habían logrado escapar de Alemania sin que Digital Inc. los interceptara, pero Japón también tenía sus peligros. Por eso prefería no alejarse de su tamer. Arslan supuso que, de no haber encontrado ese acceso a la Zona D en el país germano, les habría sido imposible llegar a Japón.
- Esos tipos seguro que controlaban los aeropuertos de todo el país- pensó el digimon- Nos habrían atrapado antes de poder subir al avión. Puede que incluso lo hubiesen derribado en pleno vuelo para deshacerse de nosotros.
Arslan suspiró, sería todo más sencillo si fueran a vivir al Mundo Digital, aunque había algo que incluso lo hacía desconfiar de su propio mundo. Darkdramon lo mató en el Mundo Digital, y lo siguiente que recordaba es estar en unas instalaciones de Digital Inc. en Alemania. ¿Cómo lograron recuperar sus datos? La única posibilidad que se le ocurría era que, durante el ataque de las quimeras, hubiese habido gente de esa organización, ocultos en la propia Ciudad Central. Aunque también podría ser que algún tamer trabajase para ellos.
Ambas posibilidades eran igual de espeluznantes, lo único que tenía claro era que habían tenido al enemigo paseándose delante de sus narices.
Pensar en Ciudad Central le hizo pensar también en la que fue su familia: los Union Saver. Lo último que había averiguado de ellos, era que se estaban esforzando en restaurar los daños del ataque y que iban a muy buen ritmo con las reparaciones. Escuchar eso lo hizo sentirse orgulloso de sus antiguos agentes, pero se entristeció al escuchar las bajas que había habido ese día. ¿Cómo estarán llevando eso? ¿Habrían encontrado ya a alguien que ocupara su puesto?
Mientras tanto, Erza servía bebidas en la terraza de la cafetería sin parar, casi se tropezó con un cliente que entraba al local. Por suerte, solo fue un pequeño susto y logró mantener la bebida dentro de las copas. Después de terminar con la terraza, paso dentro del local para limpiar las mesas. Como no estaba muy lejos de la barra, escuchó parte de la conversación entre su jefe y el chico, que calculaba que debía de tener una edad similar a la suya, con el que casi tropieza fuera. No prestó mucha atención, ya ella estaba centrada en su faena. Pero si logró entender algo de que aquél año no pensaba ir a Italia.
- ¿Es italiano?- pensó Erza.
Italia… recordaba una vez de niña vio una imagen del Coliseo de Roma, en un libro de historia. Un día les dijo a sus padres que quería ver aquel edificio tan grande. “Iremos ahorrando para poder ir algún año a verlo” le dijo su madre aquella vez. Pero aquello nunca llegó a suceder, nunca fueron en familia a ver aquél edificio que parecía querer desafiar el paso del tiempo.
Una lágrima solitaria cayó sobre la mesa pero Erza pronto la barrió con el trapo. Aunque tuvo que detenerse para secar sus ojos, no tenía tiempo para dejarse llevar por los recuerdos. Tenía trabajo que hacer.
Justo en ese momento su jefe le pidió que fuera a preparar una de las salas VIP del local. Concretamente la número 3. Erza asintió y fue allí para cumplir con lo mandado. Encendió las luces, acomodó los cojines del sofá, colocó correctamente las bolas en la mesa de billar y encendió la música de la sala. Siempre a un volumen agradable, como había insistido su jefe.
Una vez hecho todo se fue hacia a puerta, pero antes dio una mirada a la sala repasando mentalmente todo lo que había hecho, para asegurarse de que no le faltaba nada. Luego bajó de nuevo y avisó de que la sala estaba lista.
Acompañó al cliente a su sala, apartando el cordón de terciopelo negro que había antes de subir las escaleras. Por el camino, el chico fue hablándole. Parecía alguien amable, e incluso le ofreció un sorbo de la copa.
- Gracias, signore. Pero no bebo en horas de trabajo- le respondió antes de abrir la puerta de su sala VIP y cederle educadamente el paso.
A Erza, aquellas palabras en italiano que había tenido que aprender le sonaban forzadas. No lograba que sonasen con naturalidad, le daba la sensación de que su acento alemán las estropeaba de cierta manera. No sabía si era manía suya o no, su jefe parecía aceptarlo pero estando en presencia de un cliente que parecía italiano siempre intentaba exigirse más con las palabras.
Cerró la puerta y se quedó en la sala, por si el chico quería pedir algo más. Realmente tenía razón, a partir de ahora podría relajarse un poco, pero quería dar lo mejor de sí, aunque aquél no fuera el trabajo de sus sueños.
“De mayor quiero trabajar en algo que pueda ayudar a otras personas” dijo en su día la Erza de niña. Trabajos como los que ejercieron sus padres. Su padre fue bombero y su madre policía. Todos los días ayudaban a personas en apuros, y ella los admiraba mucho, quería parecerse a ellos. Pero aquél desgraciado accidente le separó para siempre…
De nuevo sintió como sus ojos se humedecían y tuvo que hacer un gran esfuerzo por contener las lágrimas. Sin poder evitarlo, se llevó la mano derecha al hombro izquierdo, allí donde tenía su tatuaje en forma de hada. Aquello siempre le recordaba que ella no estaba sola, que de algún modo sus padres seguían con ella.
- Y ahora además tengo a Arslan a mi lado…- pensó Erza para tratar de animarse a si misma.
- Esos tipos seguro que controlaban los aeropuertos de todo el país- pensó el digimon- Nos habrían atrapado antes de poder subir al avión. Puede que incluso lo hubiesen derribado en pleno vuelo para deshacerse de nosotros.
Arslan suspiró, sería todo más sencillo si fueran a vivir al Mundo Digital, aunque había algo que incluso lo hacía desconfiar de su propio mundo. Darkdramon lo mató en el Mundo Digital, y lo siguiente que recordaba es estar en unas instalaciones de Digital Inc. en Alemania. ¿Cómo lograron recuperar sus datos? La única posibilidad que se le ocurría era que, durante el ataque de las quimeras, hubiese habido gente de esa organización, ocultos en la propia Ciudad Central. Aunque también podría ser que algún tamer trabajase para ellos.
Ambas posibilidades eran igual de espeluznantes, lo único que tenía claro era que habían tenido al enemigo paseándose delante de sus narices.
Pensar en Ciudad Central le hizo pensar también en la que fue su familia: los Union Saver. Lo último que había averiguado de ellos, era que se estaban esforzando en restaurar los daños del ataque y que iban a muy buen ritmo con las reparaciones. Escuchar eso lo hizo sentirse orgulloso de sus antiguos agentes, pero se entristeció al escuchar las bajas que había habido ese día. ¿Cómo estarán llevando eso? ¿Habrían encontrado ya a alguien que ocupara su puesto?
Mientras tanto, Erza servía bebidas en la terraza de la cafetería sin parar, casi se tropezó con un cliente que entraba al local. Por suerte, solo fue un pequeño susto y logró mantener la bebida dentro de las copas. Después de terminar con la terraza, paso dentro del local para limpiar las mesas. Como no estaba muy lejos de la barra, escuchó parte de la conversación entre su jefe y el chico, que calculaba que debía de tener una edad similar a la suya, con el que casi tropieza fuera. No prestó mucha atención, ya ella estaba centrada en su faena. Pero si logró entender algo de que aquél año no pensaba ir a Italia.
- ¿Es italiano?- pensó Erza.
Italia… recordaba una vez de niña vio una imagen del Coliseo de Roma, en un libro de historia. Un día les dijo a sus padres que quería ver aquel edificio tan grande. “Iremos ahorrando para poder ir algún año a verlo” le dijo su madre aquella vez. Pero aquello nunca llegó a suceder, nunca fueron en familia a ver aquél edificio que parecía querer desafiar el paso del tiempo.
Una lágrima solitaria cayó sobre la mesa pero Erza pronto la barrió con el trapo. Aunque tuvo que detenerse para secar sus ojos, no tenía tiempo para dejarse llevar por los recuerdos. Tenía trabajo que hacer.
Justo en ese momento su jefe le pidió que fuera a preparar una de las salas VIP del local. Concretamente la número 3. Erza asintió y fue allí para cumplir con lo mandado. Encendió las luces, acomodó los cojines del sofá, colocó correctamente las bolas en la mesa de billar y encendió la música de la sala. Siempre a un volumen agradable, como había insistido su jefe.
Una vez hecho todo se fue hacia a puerta, pero antes dio una mirada a la sala repasando mentalmente todo lo que había hecho, para asegurarse de que no le faltaba nada. Luego bajó de nuevo y avisó de que la sala estaba lista.
Acompañó al cliente a su sala, apartando el cordón de terciopelo negro que había antes de subir las escaleras. Por el camino, el chico fue hablándole. Parecía alguien amable, e incluso le ofreció un sorbo de la copa.
- Gracias, signore. Pero no bebo en horas de trabajo- le respondió antes de abrir la puerta de su sala VIP y cederle educadamente el paso.
A Erza, aquellas palabras en italiano que había tenido que aprender le sonaban forzadas. No lograba que sonasen con naturalidad, le daba la sensación de que su acento alemán las estropeaba de cierta manera. No sabía si era manía suya o no, su jefe parecía aceptarlo pero estando en presencia de un cliente que parecía italiano siempre intentaba exigirse más con las palabras.
Cerró la puerta y se quedó en la sala, por si el chico quería pedir algo más. Realmente tenía razón, a partir de ahora podría relajarse un poco, pero quería dar lo mejor de sí, aunque aquél no fuera el trabajo de sus sueños.
“De mayor quiero trabajar en algo que pueda ayudar a otras personas” dijo en su día la Erza de niña. Trabajos como los que ejercieron sus padres. Su padre fue bombero y su madre policía. Todos los días ayudaban a personas en apuros, y ella los admiraba mucho, quería parecerse a ellos. Pero aquél desgraciado accidente le separó para siempre…
De nuevo sintió como sus ojos se humedecían y tuvo que hacer un gran esfuerzo por contener las lágrimas. Sin poder evitarlo, se llevó la mano derecha al hombro izquierdo, allí donde tenía su tatuaje en forma de hada. Aquello siempre le recordaba que ella no estaba sola, que de algún modo sus padres seguían con ella.
- Y ahora además tengo a Arslan a mi lado…- pensó Erza para tratar de animarse a si misma.
- Tamer & Digimon
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Erza Scarlet
Re: Entrelazando destinos [priv. Yatt]
La pila de libros era tan numerosa que casi tapaba la vista de Luna. Prácticamente tenía que alzar la vista sobre ellos para ver por dónde iba. Realizar las prácticas universitarias en una biblioteca no sólo implicaba ordenar libros y encargarse de préstamos sino que también acarreaba ciertas tareas más engorrosas -sobre todo si se tenía a un alumno en prácticas al lado que usar de recadero-. Había tenido que recoger un encargo de libros nuevos en una librería que posteriormente se iban a sumar al catálogo de la biblioteca. “Y adivina quién se tiene que encargar del traslados. Supongo que querían ahorrarse unos yenes y ya que tienen a una chica de los recados...”.
Las calles estaban muy animadas. Hacía frío, pero la gente se armaba con abrigos y ya eso no suponía ningún tipo de problema. Luna no iba en extremo abrigada -no se imaginaba tener que lidiar con el peso de los libros y colocarse bien una chaqueta y bufanda al mismo tiempo-, sólo llevaba un jersey de lana y bajo él, una camisa formal cuyo cuello y mangas sobresalían por encima de la lana de color beige. Las calles así le hacían sentir un poco agobiada. No era como si no pudiera caminar si había gente, pero se sentía menos cómoda. Probablemente, al pasar por delante de esa terraza atestada de gente - “¿Una cafetería italiana?”se preguntó- apretaría el paso todo lo posible.
Fue cuestión de tiempo que la pila de libros se volviera insostenible, así que se le cayeron. En principio se cayó uno, pero al agacharse para recuperarlo toda la pila de libros se deshizo y se precipitó por toda la acera.
Quería que la tierra la tragase. O que en su defecto, como pasaba en las películas, algún caballeroso chico guapo y joven le ayudase a recogerlo. Pero no se abrió una zanja en la tierra y se produjo una desaparición súbita, tampoco conoció a nadie a raíz de ese tropezón. Algún que otro peatón le tendió un libro, mientras que Luna se apresuraba a recogerlos, muerta de vergüenza. Quería recogerlos e irse, pero tenía que comprobar que estaban todos, así que comenzó a contarlos mentalmente. Faltaban tres. No podían haber ido muy lejos -ni que tuvieran patas- así se se agachó tratando de ver si alguno estaba en un rincón apartado de la vista. Fue recogiéndolos, y cuando localizó con la mirada el último, que había caído bajo un coche, tuvo que ponerse de rodillas en el suelo y alargar la mano para alcanzarlo. No conseguía alcanzarlo del todo, así que directamente se agachó aún más para mirar debajo del coche.
Se encontró con que una criatura -lo que alguien ajeno a los digimon habría calificado como un conejo mutante rojo- estaba bajo el coche. “¡Ay!” exclamó Luna que por el susto al sobresaltarse se golpeó la cabeza con el espejo retrovisor del coche. Ella sabía que era un digimon -claro, si vivía con dos, y uno de ellos era una planta-reptil- pero nunca había visto a un digimon de esa especie.
-¿Qué haces ahí abajo? ¡Podrían verte!-dijo, agachándose se nuevo, y mirando hacia los lados con nerviosismo. No era usual ver un digimon pupular por el mundo humano-¿Estás solo?
* * *
El italiano dejó la copa en la mesa colocaba justo al lado de un sofá. No querría salpicar sobre la mesa de billar. Mascarpone lo mataría... aunque le costaba imaginar al frío barman con cara de enfado.
-Permíteme una pregunta. ¿De dónde eres? Ya sabes, el acento-mientras tanto, Travis colocaba la piña, o en términos más mundanos, colocaba las bolas en posición para jugar a una modalidad distinta al billar normal. Al contrario de lo que la gente suele creer, hay toda una extensa ramas de juegos de billas. El italiano tenía la suficiente práctica para no necesitar el triángulo metálico que se utilizaba normalmente para ayudarse a colocar bien las bolas.
“Creo que hoy jugaré un Bola 9” pensó. Era una variante del billar en el que el objetivo era encestar la bola nieve, pero con la salvedad de que había que golpear primero la bola de menor número. Se acercó hacia el expositor de tacos, que descansaban en la pared, de forma horizontal, como si se tratase de una exposición de espadas medievales, y cogió “el de siempre”
Las calles estaban muy animadas. Hacía frío, pero la gente se armaba con abrigos y ya eso no suponía ningún tipo de problema. Luna no iba en extremo abrigada -no se imaginaba tener que lidiar con el peso de los libros y colocarse bien una chaqueta y bufanda al mismo tiempo-, sólo llevaba un jersey de lana y bajo él, una camisa formal cuyo cuello y mangas sobresalían por encima de la lana de color beige. Las calles así le hacían sentir un poco agobiada. No era como si no pudiera caminar si había gente, pero se sentía menos cómoda. Probablemente, al pasar por delante de esa terraza atestada de gente - “¿Una cafetería italiana?”se preguntó- apretaría el paso todo lo posible.
Fue cuestión de tiempo que la pila de libros se volviera insostenible, así que se le cayeron. En principio se cayó uno, pero al agacharse para recuperarlo toda la pila de libros se deshizo y se precipitó por toda la acera.
Quería que la tierra la tragase. O que en su defecto, como pasaba en las películas, algún caballeroso chico guapo y joven le ayudase a recogerlo. Pero no se abrió una zanja en la tierra y se produjo una desaparición súbita, tampoco conoció a nadie a raíz de ese tropezón. Algún que otro peatón le tendió un libro, mientras que Luna se apresuraba a recogerlos, muerta de vergüenza. Quería recogerlos e irse, pero tenía que comprobar que estaban todos, así que comenzó a contarlos mentalmente. Faltaban tres. No podían haber ido muy lejos -ni que tuvieran patas- así se se agachó tratando de ver si alguno estaba en un rincón apartado de la vista. Fue recogiéndolos, y cuando localizó con la mirada el último, que había caído bajo un coche, tuvo que ponerse de rodillas en el suelo y alargar la mano para alcanzarlo. No conseguía alcanzarlo del todo, así que directamente se agachó aún más para mirar debajo del coche.
Se encontró con que una criatura -lo que alguien ajeno a los digimon habría calificado como un conejo mutante rojo- estaba bajo el coche. “¡Ay!” exclamó Luna que por el susto al sobresaltarse se golpeó la cabeza con el espejo retrovisor del coche. Ella sabía que era un digimon -claro, si vivía con dos, y uno de ellos era una planta-reptil- pero nunca había visto a un digimon de esa especie.
-¿Qué haces ahí abajo? ¡Podrían verte!-dijo, agachándose se nuevo, y mirando hacia los lados con nerviosismo. No era usual ver un digimon pupular por el mundo humano-¿Estás solo?
* * *
El italiano dejó la copa en la mesa colocaba justo al lado de un sofá. No querría salpicar sobre la mesa de billar. Mascarpone lo mataría... aunque le costaba imaginar al frío barman con cara de enfado.
-Permíteme una pregunta. ¿De dónde eres? Ya sabes, el acento-mientras tanto, Travis colocaba la piña, o en términos más mundanos, colocaba las bolas en posición para jugar a una modalidad distinta al billar normal. Al contrario de lo que la gente suele creer, hay toda una extensa ramas de juegos de billas. El italiano tenía la suficiente práctica para no necesitar el triángulo metálico que se utilizaba normalmente para ayudarse a colocar bien las bolas.
“Creo que hoy jugaré un Bola 9” pensó. Era una variante del billar en el que el objetivo era encestar la bola nieve, pero con la salvedad de que había que golpear primero la bola de menor número. Se acercó hacia el expositor de tacos, que descansaban en la pared, de forma horizontal, como si se tratase de una exposición de espadas medievales, y cogió “el de siempre”
- Tamer & Digimon
- Faltas :1Prueba de Rol :ADigi Puntos :402Ficha :Nivel On Rol :RookieNivel On Rol de los Digi Aliados :Leonardo
Champion
Icono :Rango y Unidad :Luna Naitoenjeru
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield Tortule
Flora
Rango: Soldado
División: Four Holy Beast
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Rango y Unidad Digi Aliado :Leonardo
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División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TortuleInventario :
Luna Kobayashi
Re: Entrelazando destinos [priv. Yatt]
Arslan seguía distraído, pensando en la gente que dejó atrás, cuando escuchó que se caían un montón de libros justo al lado del coche bajo el que se ocultaba. Uno de ellos cayó frente a él. Miró nervioso a ambos lados, buscando otro coche que estuviese aparcado cerca para cambiar de escondite pero no había ninguno. El tiempo se acababa, un brazo buscaba el libro que se cayó pero no lo alcanzaba, solo era cuestión de tiempo que terminara por mirar. Y así sucedió. Una humana de pelo oscuro se asomó buscando el libro, él se quedó muy quieto, sorprendido. Conocía la humana, era una agente de los Union Saver, Luna, tamer de Floramon y de un Gaomon llamado Leonardo. Recordaba haber leído personalmente sus informes de misiones cuando Leonardo se unió al equipo.
No le reconoció, lo que era lógico ella estaba acostumbrada a verle por la base como Imperialdramon, no como Elecmon. Por el momento actuaría como si no la conociera, era lo mejor. El clan debía aprender a vivir sin él. Aunque fuese doloroso.
- ¿No te sorprendes? Debes de ser tamer entonces- dijo en voz baja para que la gente no lo escuchara, fue entonces cuando vio un coche aparcar cerca- Así es incómodo hablar, sé que hay un callejón cerca. Allí podremos hablar más cómodamente. Te esperaré allí.
Usando el vehículo recién aparcado como “puente”, fue pasando bajo los coches hasta que salió, ocultándose rápidamente en un callejón. Se subió sobre unas cajas de madera abandonadas, así estaría a la altura de los ojos de Luna más o menos. Miró a su alrededor, para ser un callejón estrecho estaba bastante limpio, lo único eran esas cajas de madera, pero al menos no era basura, así que su olfato no sufriría por ello.
Ahora sólo quedaba esperarla. Realmente tenía ganas de hablar con un agente y enterarse más en detalle de cómo iban las cosas por el clan. Los echaba de menos… ¿Le echarían de menos a él?
…
Tras dejar la copa en la mesa, el italiano le preguntó por su procedencia. Se puso un poco nerviosa. Lo sabía. El acento había estropeado el italiano. Se relajó un poco y respiró antes de contestar, normalmente no charlaba con los clientes más que lo necesario pero supuso que no estaría mal una charla.
- Soy de Berlín. Bueno… en realidad nací aquí en Japón pero cuando me adoptaron me llevaron a otro país. Me he criado en Alemania desde muy pequeña, tanto que ya tengo el acento de allí.
Observó cómo colocaba las bolas de billar, la mayoría veía que necesitaban la ayuda de ese triángulo metálico pero él se las apañaba bastante bien sin él. Debía de ser todo un profesional.
- ¿Y usted, signore? ¿Es italiano? – le preguntó siguiendo las formas de tratar a los clientes como dijo su jefe- Me pareció escuchar algo de su conversación… n-naturalmente no pretendía escuchar – se apresuró a aclarar.
No le reconoció, lo que era lógico ella estaba acostumbrada a verle por la base como Imperialdramon, no como Elecmon. Por el momento actuaría como si no la conociera, era lo mejor. El clan debía aprender a vivir sin él. Aunque fuese doloroso.
- ¿No te sorprendes? Debes de ser tamer entonces- dijo en voz baja para que la gente no lo escuchara, fue entonces cuando vio un coche aparcar cerca- Así es incómodo hablar, sé que hay un callejón cerca. Allí podremos hablar más cómodamente. Te esperaré allí.
Usando el vehículo recién aparcado como “puente”, fue pasando bajo los coches hasta que salió, ocultándose rápidamente en un callejón. Se subió sobre unas cajas de madera abandonadas, así estaría a la altura de los ojos de Luna más o menos. Miró a su alrededor, para ser un callejón estrecho estaba bastante limpio, lo único eran esas cajas de madera, pero al menos no era basura, así que su olfato no sufriría por ello.
Ahora sólo quedaba esperarla. Realmente tenía ganas de hablar con un agente y enterarse más en detalle de cómo iban las cosas por el clan. Los echaba de menos… ¿Le echarían de menos a él?
…
Tras dejar la copa en la mesa, el italiano le preguntó por su procedencia. Se puso un poco nerviosa. Lo sabía. El acento había estropeado el italiano. Se relajó un poco y respiró antes de contestar, normalmente no charlaba con los clientes más que lo necesario pero supuso que no estaría mal una charla.
- Soy de Berlín. Bueno… en realidad nací aquí en Japón pero cuando me adoptaron me llevaron a otro país. Me he criado en Alemania desde muy pequeña, tanto que ya tengo el acento de allí.
Observó cómo colocaba las bolas de billar, la mayoría veía que necesitaban la ayuda de ese triángulo metálico pero él se las apañaba bastante bien sin él. Debía de ser todo un profesional.
- ¿Y usted, signore? ¿Es italiano? – le preguntó siguiendo las formas de tratar a los clientes como dijo su jefe- Me pareció escuchar algo de su conversación… n-naturalmente no pretendía escuchar – se apresuró a aclarar.
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Erza Scarlet
Re: Entrelazando destinos [priv. Yatt]
Luna se quedó mirando la rapidez con la que el digimon conejo corría de auto en auto hasta perderse en el callejón al que la había citado. Luna dejó las bolsas en el suelo, y miró al digimon de arriba a abajo, tratando de averiguar si estaba herido. No sería la primera vez que un digimon terminaba en el mundo humano, completamente confundido y solo. Independientemente de que fuera U.S o no, probablemente echaría una mano si se diera el caso. Ni siquiera cuando desconocía el mundo digital había podido negarse a socorrer al pequeño digimon brote que se terminó convirtiendo en Floramon.
-Si sabes qué es un tamer, supongo que no estás solo...-le dijo. Pero bueno, las posibilidades eran infinitas: podía tener tamer y haberse perdido entre el laberinto de gente que era Tokyo-¿Estás bien? ¿Tienes sed, o algo así? ¿Qué hacías ahí escondido?
Luna suspiró.
-Es peligroso. Algunos humanos se podrían asustar y otros podrían...-no continuó la frase. Se quedó pensando en Digital INC, preguntándose si cazaban digimons cuan perrros sin collar para sus experimentos.
* * *
-¡Berlín! De hermosas tierras nacen hermosas gentes, y las tierras germanas son sublimes-Travis no pudo levantar las cejas con gesto de nostalgia. Sí, en esos momentos en los que aún se llamaba Ezzio y sus padres seguían vivos. París era la más visitada, y su madre no se había privado, ni siquiera cuando estaba a poco de tener a su pequeño... y por eso Travis terminó naciendo en París-A mis padres les encantaba viajar por toda Europa, y aunque su destino preferente era París, también visitaban a menudo Berlín. Aunque bueno, ellos eran de recorrerse de cabo a rabo Europa... ¿has visitado Rothenburg en Baviera? Es un pueblo medieval precioso.
Le dio otro trago a la copa, mientras oía a Erza justificarse por su acento. A decir verdad, tampoco había que poner el grito en el cielo: los propios japoneses pronunciando inglés no eran precisamente los mejores.
-Ah, pero el acento alemán es bastante resultón y atrativo, si me lo permites. Seguro que tienes a los chicos japoneses locos y bajo tus faldas-el sonido del palo resonó al golpear la bola, a la par que Travis se agachaba sin demasiado esfuerzo y con gesto relajado-Es mucho mejor que el acento italiano que me gastaba, aunque es una práctica extendida odiar tu propia manera de hablar.
Cuando le preguntó, Travis se reincorporó con una risita leve, apoyando la cadera en el filo de la mesa y el palo de billar en el suelo mientras reía entre dientes:
-¿Tanto se me nota? Sí. Nací allí, pero los vientos de la vida me han traído aquí, a Tokio. A esta mesa de billar. Y a conocer a gente maravillosa en el camino-aunque en su voz había cierto matiz galán y bromista, destacaba más su buen humor-Eso ayuda a sobrellevar mejor la nostagia de estar en tierras extranjeras.
Al oír la disculpa de Erza, Travis hiz un leve gesto:
-Oh, no te preocupes. Yo soy el primero en meterme en asuntos ajenos, tengo esa mala maña...-a modo de broma añadió, como si se hubiera olvidado de con quién hablaba, e incluso gesticuló-¡Fíjate, hoy le pregunté a mi camarera de dónde era y le hice perder tiempo!
-Si sabes qué es un tamer, supongo que no estás solo...-le dijo. Pero bueno, las posibilidades eran infinitas: podía tener tamer y haberse perdido entre el laberinto de gente que era Tokyo-¿Estás bien? ¿Tienes sed, o algo así? ¿Qué hacías ahí escondido?
Luna suspiró.
-Es peligroso. Algunos humanos se podrían asustar y otros podrían...-no continuó la frase. Se quedó pensando en Digital INC, preguntándose si cazaban digimons cuan perrros sin collar para sus experimentos.
* * *
-¡Berlín! De hermosas tierras nacen hermosas gentes, y las tierras germanas son sublimes-Travis no pudo levantar las cejas con gesto de nostalgia. Sí, en esos momentos en los que aún se llamaba Ezzio y sus padres seguían vivos. París era la más visitada, y su madre no se había privado, ni siquiera cuando estaba a poco de tener a su pequeño... y por eso Travis terminó naciendo en París-A mis padres les encantaba viajar por toda Europa, y aunque su destino preferente era París, también visitaban a menudo Berlín. Aunque bueno, ellos eran de recorrerse de cabo a rabo Europa... ¿has visitado Rothenburg en Baviera? Es un pueblo medieval precioso.
Le dio otro trago a la copa, mientras oía a Erza justificarse por su acento. A decir verdad, tampoco había que poner el grito en el cielo: los propios japoneses pronunciando inglés no eran precisamente los mejores.
-Ah, pero el acento alemán es bastante resultón y atrativo, si me lo permites. Seguro que tienes a los chicos japoneses locos y bajo tus faldas-el sonido del palo resonó al golpear la bola, a la par que Travis se agachaba sin demasiado esfuerzo y con gesto relajado-Es mucho mejor que el acento italiano que me gastaba, aunque es una práctica extendida odiar tu propia manera de hablar.
Cuando le preguntó, Travis se reincorporó con una risita leve, apoyando la cadera en el filo de la mesa y el palo de billar en el suelo mientras reía entre dientes:
-¿Tanto se me nota? Sí. Nací allí, pero los vientos de la vida me han traído aquí, a Tokio. A esta mesa de billar. Y a conocer a gente maravillosa en el camino-aunque en su voz había cierto matiz galán y bromista, destacaba más su buen humor-Eso ayuda a sobrellevar mejor la nostagia de estar en tierras extranjeras.
Al oír la disculpa de Erza, Travis hiz un leve gesto:
-Oh, no te preocupes. Yo soy el primero en meterme en asuntos ajenos, tengo esa mala maña...-a modo de broma añadió, como si se hubiera olvidado de con quién hablaba, e incluso gesticuló-¡Fíjate, hoy le pregunté a mi camarera de dónde era y le hice perder tiempo!
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Luna Kobayashi
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