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El descubrimiento de las ruinas del Monasterio Draco, tallado en lo alto de una desolada montaña en el valle de los dragones, ha despertado un gran interés por todo el Digimundo. Principalmente porque según los tallados de la pared exterior dentro de las ruinas se encuentra un obre mágico que contiene en su interior la data y poder del treceavo Royal Kinght, la cual sera dada a quien reclame dicho objeto. Según la historia grabada en los murales, el obre fue dejado allí por el mismo Royal Kinght en caso de que su poder sea necesario para derrotar al mal que se alce en el futuro...por desgracia semejante premio también a llamado la atención de quienes usarían el poder para sus propias metas egoístas. Por lo que esta aventura ahora se a vuelto una carrera por ver quien consigue el gran premio.
6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
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三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Los monumentos seguían allí, como los recordaba, ajenos al paso del tiempo. Incluso la estatua derruida fue alzada, una vez más, restituida. Eran símbolos del orden y la paz en este mundo, y él solo un extranjero. Su existencia produjo cambios, sí, inclinaciones en una balanza donde la moral se veía en entredicho. Cualquiera podría juzgar sus aciertos y errores, pero el veredicto dependía del Juez más estricto: él. Las esculturas, testigos mudos, con su pétrea mirada asistían a su propio debate interno. Ya había pasado un año, y en esos trescientos sesenta y cinco días, ¿había marcado la diferencia? ¿Sus actos y obras servirían para paliar sus pecados?
En ese lugar comenzó todo. Fue cuando se transformó por vez primera, cuando sintió que su cuerpo no era suyo, y su mente fue ocupada por Bakemono. Recordó el temor, pensando que ese estadío sería eterno, y nada más lejos de la realidad. Fue un buen aliado, un compañero fiel, que solo quería avisarle, advertirle sobre el verdadero enemigo: Azazel. Aún residía en él aquel primigenio mal, mas no había perdido la cordura. Aunque tuvo que abusar de fármacos, voluntad e incluso magia, seguía vivo. Seguía siendo Roku.
No podía culpar a este de su proceder, pese a la influencia del demonio.Solo él era responsable, claro que, ¿quién era en realidad? Sacó su módulo de realidad aumentada, un simple cubo, capaz de proyectar datos visuales en tres dimensiones, destinado al trabajo, y activó la grabación de aquel evento. El baile donde se transformó en Dracumon. Siendo una celebración única, no era extraño ver que algunos medios, o de forma amateur, lo cubrieran o grabaran, permitiendo que algunos, como él, consiguieran recrear de este modo aquellos recuerdos.
Usó una máscara, lo recordaba. Bakemono portaba también una. Adam. Azazel. Benkei. Vidar, Seimei. ¿Cuántas identidades había asumido hasta la fecha? Verdaderamente, aquello sí que era una mascarada. Su mascarada. Recreó, en el aire, los rostros de estas identidades, pensando qué le definía, quién era su verdadera identidad. Durante unos segundos, le pareció notar que algo fallaba, pues aquellos lúmenes despidieron una luz inusual: roja, azul, negra, verde. Era extraño, casi como si el dispositivo fallara. Pero no le dio mayor importancia, presenciando, tranquilamente, aquel baile entre fantasmas, aquellas memorias de un tiempo más sencillo.
En ese lugar comenzó todo. Fue cuando se transformó por vez primera, cuando sintió que su cuerpo no era suyo, y su mente fue ocupada por Bakemono. Recordó el temor, pensando que ese estadío sería eterno, y nada más lejos de la realidad. Fue un buen aliado, un compañero fiel, que solo quería avisarle, advertirle sobre el verdadero enemigo: Azazel. Aún residía en él aquel primigenio mal, mas no había perdido la cordura. Aunque tuvo que abusar de fármacos, voluntad e incluso magia, seguía vivo. Seguía siendo Roku.
No podía culpar a este de su proceder, pese a la influencia del demonio.Solo él era responsable, claro que, ¿quién era en realidad? Sacó su módulo de realidad aumentada, un simple cubo, capaz de proyectar datos visuales en tres dimensiones, destinado al trabajo, y activó la grabación de aquel evento. El baile donde se transformó en Dracumon. Siendo una celebración única, no era extraño ver que algunos medios, o de forma amateur, lo cubrieran o grabaran, permitiendo que algunos, como él, consiguieran recrear de este modo aquellos recuerdos.
Usó una máscara, lo recordaba. Bakemono portaba también una. Adam. Azazel. Benkei. Vidar, Seimei. ¿Cuántas identidades había asumido hasta la fecha? Verdaderamente, aquello sí que era una mascarada. Su mascarada. Recreó, en el aire, los rostros de estas identidades, pensando qué le definía, quién era su verdadera identidad. Durante unos segundos, le pareció notar que algo fallaba, pues aquellos lúmenes despidieron una luz inusual: roja, azul, negra, verde. Era extraño, casi como si el dispositivo fallara. Pero no le dio mayor importancia, presenciando, tranquilamente, aquel baile entre fantasmas, aquellas memorias de un tiempo más sencillo.
- Tamer
- Faltas :Una por cada double.Prueba de Rol :ADigi Puntos :1060Ficha :NPCs :Nivel On Rol :Ancient spiritNivel On Rol de los Digi Aliados :Sven-Hyper SpiritIcono :Rango y Unidad :Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleRango y Unidad Digi Aliado :Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleInventario :
Roku Ginshô
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Ya no había nada que hacer. Lo había intentado todo, había investigado leyes, vacíos legales pero nada funcionó. Esa boda parecía imparable y QueenChessmon ya se había pronunciado, celebraría la boda en dos días, lo que firmaría el acuerdo de paz entre Royal Knights y el Metal Empire. Dos días. Ese era el tiempo que le quedaba de libertad antes de verse obligada a casarse con Aesgyr, alguien que la despreciaría y que sólo la veía como un medio para obtener poder. El sólo pensar en todo este asunto le impedía dormir bien, llevaba varias noches en las que necesitaba las infusiones que le preparaban en la base para poder descansar. Por si fuera poco, estaban esas pesadillas. Todas las noches soñaba algo similar. Un páramo seco y oscuro, sin luna, sin estrellas y con decenas de espíritus que se dedicaban a perseguirla sin descanso. Podía variar pero básicamente era ese mismo sueño, esa misma pesadilla.
Ese día, delegó las tareas del clan en Ulforce y dio la orden de que no se la molestase. Ni que la llamasen, ni que fueran a buscarla. Quería estar sola, así que atravesó un portal en dirección a la Ciudad Imperial. No pensaba huir, eso sería cobarde y debía asumir las consecuencias de sus actos. Lo único que pretendía con eso era estar alejada del ajetreo de la base y poder pensar en todo ese asunto. En lo que suponía tomar decisiones y las consecuencias que la habían llevado hasta esa situación.
Caminó por las calles. No llevaba ningún uniforme del clan. Unos vaqueros cortos y una camisa blanca, cuyas mangas llegaban a los codos, formaban su vestuario para aquella ocasión. El pelo lo llevaba suelto, meciéndose al viento a medida que avanzaba. Tenía la mirada baja, no caminaba con el orgullo típico de alguien de su posición, más bien, como alguien derrotada y que había perdido esperanza.
Su camino terminó por llevarla al lugar donde, tiempo atrás, se celebró aquél baile. Aún estaban aquellas estatuas, vigilantes que velaron por la celebración aquella noche. Fue una buena velada, a pesar de aquella interrupción, pudo disfrutar, fue feliz. La triste valquiria se sentó en un banco de madera de aquella inmensa plaza dónde tanta gente bailó, incluida ella. Se quedó observando el lugar, perdida en sus recuerdos.
Ese día, delegó las tareas del clan en Ulforce y dio la orden de que no se la molestase. Ni que la llamasen, ni que fueran a buscarla. Quería estar sola, así que atravesó un portal en dirección a la Ciudad Imperial. No pensaba huir, eso sería cobarde y debía asumir las consecuencias de sus actos. Lo único que pretendía con eso era estar alejada del ajetreo de la base y poder pensar en todo ese asunto. En lo que suponía tomar decisiones y las consecuencias que la habían llevado hasta esa situación.
Caminó por las calles. No llevaba ningún uniforme del clan. Unos vaqueros cortos y una camisa blanca, cuyas mangas llegaban a los codos, formaban su vestuario para aquella ocasión. El pelo lo llevaba suelto, meciéndose al viento a medida que avanzaba. Tenía la mirada baja, no caminaba con el orgullo típico de alguien de su posición, más bien, como alguien derrotada y que había perdido esperanza.
Su camino terminó por llevarla al lugar donde, tiempo atrás, se celebró aquél baile. Aún estaban aquellas estatuas, vigilantes que velaron por la celebración aquella noche. Fue una buena velada, a pesar de aquella interrupción, pudo disfrutar, fue feliz. La triste valquiria se sentó en un banco de madera de aquella inmensa plaza dónde tanta gente bailó, incluida ella. Se quedó observando el lugar, perdida en sus recuerdos.
- Tamer & Digimon
- Prueba de Rol :ADigi Puntos :642Cuentas :Ficha :Relaciones :Cronologia :NPCs :Nivel On Rol :Burst Mode/Future ModeNivel On Rol de los Digi Aliados :Draco: Ultimate [BlackMetalGreymon]
Kara: Rookie [Dorumon]Icono :Rango y Unidad :Sigrun Vinter
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)
Ulforce
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)Rango y Unidad Digi Aliado :Draco
Rango: Knight
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Sigrun Vinter
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Las figuras se desplazaban, conformando un espectáculo luminiscente. Recreando el baile, los fantasmas del pasado invitaban al recuerdo, y eso hacía Roku. Ahondando en su memoria, intentaba encontrar un fragmento de sí mismo, algo ya olvidado. La amenidad de la escena no aportaba nada a esta misión, e hizo que se separaran, ocupando toda la pista de baile. Muchas figuras, pero solo una le interesaba. Buscó entre los rostros enmascarados, y al poco, encontró lo que buscaba.
Seguía siendo llamativa, con aquel vestido de corte medieval, y ese antifaz tan azul como el cielo, que competía directamente con su mirada, al mismo tiempo glaciar y cálida. Era un buen recuerdo, pero debía atender al que fue su acompañante ese día, que no era otro que él. Usando tecnología que detectaba el movimiento, a partir de la imagen tridimensional podría extraer informaciones. Su ritmo cardíaco, la dilatación de sus pupilas, el volumen de oxígeno presente en sus pulmones, las respiraciones por minuto. Todos estos detalles de su pasado se manifestaban, por medio de ventanas, ante él. Contrastaba con otras similares, que recogían su salud actual.
-Así que esta es la diferencia -con el índice, recolocaba los cuadrados luminosos-. Entre ser un ignorante feliz y un conocedor condenado.
Una vez efectuado el estudio, empezó a pensar en cómo su estado degeneró desde aquel momento, desde aquella primera transformación. Dio una sonora palmada, y los espectros virtuales se deshicieron en partículas, que caían como la nieve, pareciendo pequeñísimas luciérnagas. Se miró las manos, ese anillo que le mantenía sano. Una de las maravillas de sus descubrimientos, creado a partir de ese ser sin nombre, el mayor de los misterios. Demasiado en qué pensar, pero algo turbó su calma.
-¿Sigrun?
No pudo guardar silencio, pues la pálida luz de las lunas y las estrellas se reflejaban en sus cabellos, dando una luminosidad que, aunque quisiera, no podría olvidar. Ella estaba allí, igual que aquella noche, pero muchas cosas habían cambiado. Demasiadas.
Seguía siendo llamativa, con aquel vestido de corte medieval, y ese antifaz tan azul como el cielo, que competía directamente con su mirada, al mismo tiempo glaciar y cálida. Era un buen recuerdo, pero debía atender al que fue su acompañante ese día, que no era otro que él. Usando tecnología que detectaba el movimiento, a partir de la imagen tridimensional podría extraer informaciones. Su ritmo cardíaco, la dilatación de sus pupilas, el volumen de oxígeno presente en sus pulmones, las respiraciones por minuto. Todos estos detalles de su pasado se manifestaban, por medio de ventanas, ante él. Contrastaba con otras similares, que recogían su salud actual.
-Así que esta es la diferencia -con el índice, recolocaba los cuadrados luminosos-. Entre ser un ignorante feliz y un conocedor condenado.
Una vez efectuado el estudio, empezó a pensar en cómo su estado degeneró desde aquel momento, desde aquella primera transformación. Dio una sonora palmada, y los espectros virtuales se deshicieron en partículas, que caían como la nieve, pareciendo pequeñísimas luciérnagas. Se miró las manos, ese anillo que le mantenía sano. Una de las maravillas de sus descubrimientos, creado a partir de ese ser sin nombre, el mayor de los misterios. Demasiado en qué pensar, pero algo turbó su calma.
-¿Sigrun?
No pudo guardar silencio, pues la pálida luz de las lunas y las estrellas se reflejaban en sus cabellos, dando una luminosidad que, aunque quisiera, no podría olvidar. Ella estaba allí, igual que aquella noche, pero muchas cosas habían cambiado. Demasiadas.
- Tamer
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Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
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Roku Ginshô
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Sigrun seguía sentada en aquél banco, pensando en cómo podría haber cambiado todo de haber tomado una decisión distinta. Si no hubiera atacado, QueenCheesmon no estaría cabreada y ahora no tendría que verse obligada a esa horrible boda. ¿Y si hubiese vencido? ¿Qué habría pasado si hubiese logrado derrotar a Cadejo? Probablemente también se hubiese librado de aquellos problemas. Ulforce no habría perdido el control y no habría habido bajas en el Metal Empire. Probablemente ahora se la conocería por “La Royal Knight que derrotó al Emperador del Caos” Es bonito soñar…
Pero la realidad era bien distinta. Cometió un error al ir a atacar y fue derrotada. Ahora debía aceptar esas consecuencias. Pero era difícil. Era difícil aceptar el ser despreciada por Aesgyr el resto de su vida, sabiendo que podrá controlarla con facilidad porque a la mínima que se revele, el nórdico romperá el acuerdo y el Metal Empire les declarará la guerra. Se escuchó una palmada pero ella no prestó atención a eso, ahora su mente solo podía hacer una cosa y era imaginarse cómo sería su vida en dos días.
Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas, en silencio. No quería ese destino, deseaba poder volver atrás y haber tomado una decisión distinta. Se sintió cobarde al pensar eso. ¿Lo era? Tal vez, de ser más cobarde, huiría. Pero, simplemente, no podía. Pronto escuchó una voz y durante un instante le vino a la mente aquél misterioso enmascarado. Aunque cuando miró a un lado fue a otra persona a la que encontró, pero siguió sorprendiéndose al encontrarlo allí.
- ¿Ginshô? ¿Qué… que haces aquí?- le preguntó apresurándose a secarse las lágrimas que notaba.
Conoció a Seimei en el Mundo Humano y, aunque se encontró con él varias veces, fue hace poco, en aquella isla, donde descubrió su apellido “Ginshô”. Realmente no se espera encontrarlo, ni a él ni a ningún conocido.
Pero la realidad era bien distinta. Cometió un error al ir a atacar y fue derrotada. Ahora debía aceptar esas consecuencias. Pero era difícil. Era difícil aceptar el ser despreciada por Aesgyr el resto de su vida, sabiendo que podrá controlarla con facilidad porque a la mínima que se revele, el nórdico romperá el acuerdo y el Metal Empire les declarará la guerra. Se escuchó una palmada pero ella no prestó atención a eso, ahora su mente solo podía hacer una cosa y era imaginarse cómo sería su vida en dos días.
Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas, en silencio. No quería ese destino, deseaba poder volver atrás y haber tomado una decisión distinta. Se sintió cobarde al pensar eso. ¿Lo era? Tal vez, de ser más cobarde, huiría. Pero, simplemente, no podía. Pronto escuchó una voz y durante un instante le vino a la mente aquél misterioso enmascarado. Aunque cuando miró a un lado fue a otra persona a la que encontró, pero siguió sorprendiéndose al encontrarlo allí.
- ¿Ginshô? ¿Qué… que haces aquí?- le preguntó apresurándose a secarse las lágrimas que notaba.
Conoció a Seimei en el Mundo Humano y, aunque se encontró con él varias veces, fue hace poco, en aquella isla, donde descubrió su apellido “Ginshô”. Realmente no se espera encontrarlo, ni a él ni a ningún conocido.
- Tamer & Digimon
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Kara: Rookie [Dorumon]Icono :Rango y Unidad :Sigrun Vinter
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Ulforce
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Sigrun Vinter
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Las manos, próximas a la cara. Mejillas, sonrojadas como manzanas. Mirada, vibrante, huidiza. Esa no era Sigrun, sino un pálido reflejo de la mujer que él conocía. ¿Dónde quedaban esos ojos afilados, tan piadosos como severos? ¿Donde esa piel blanca, impoluta, que solo contrastaba más con las cerúleas llamas? Y esos movimientos rápidos, hacia sus ojos, ¿lloraba? Definitivamente, aquella no era Sigrun, ninguna de las Sigruns que él conocía. No era la chica amable y gentil, amante de la naturaleza, que cuidaba a Maya como si fuera de su propia familia. Tampoco la valquiria que, con gesto firme, juzgaba los pecados de quienes la injuriaban.
Una sombra, proyectada por una llama cada vez más débil. Como si el frío del norte quisiera extinguir esa firme y crepitante voluntad, ese ardiente espíritu que le caracterizaba. Roku sintió piedad, y no le gustó. No quería que ella le despertara lástima, quería intercambiar unas palabras, poder recordar mejor aquellos recuerdos que él mismo enmarañaba con el misterio de las máscaras, seguir ese juego.
Pero sería vivir una mentira. Y ella se merecía la verdad.
-Mi advenimiento a este mundo fue, en comparación a otros, traumático. No dispuse de ninguna guía o tutela, ni mucho menos un compañero o recurso que me ayudara más allá de mis habilidades -se encogía de hombros, como si afrontara este hecho como una manifestación plena de su inutilidad-. El baile que aquí se celebró fue la primera vez que pude conocer la civilización de los digimons, es un mejor “primer momento” -abandonó el gesto, para inclinarse hacia ella, procurando una mejor comunicación-. De bestias que quisieron devorarme, a un buen grupo de amigos. Y así fue como dejé de tener miedo.
Lentamente, como si no quisiera espantar a un imaginario cervatillo, fue colocando la mano a la altura de esos ojos azules. Quería transmitir seguridad y confianza, atributos de los que carecía, pues sin respuestas para sus problemas, ¿cómo los iba a tener para los ajenos? Y pese a eso, quiso hacer el intento. Quizás eso era lo que necesitaba, desconectar un poco de todo.
-¿Te apetece pasear un rato? Hace una buena noche, y la pista no es lo único que edificaron.
Una sombra, proyectada por una llama cada vez más débil. Como si el frío del norte quisiera extinguir esa firme y crepitante voluntad, ese ardiente espíritu que le caracterizaba. Roku sintió piedad, y no le gustó. No quería que ella le despertara lástima, quería intercambiar unas palabras, poder recordar mejor aquellos recuerdos que él mismo enmarañaba con el misterio de las máscaras, seguir ese juego.
Pero sería vivir una mentira. Y ella se merecía la verdad.
-Mi advenimiento a este mundo fue, en comparación a otros, traumático. No dispuse de ninguna guía o tutela, ni mucho menos un compañero o recurso que me ayudara más allá de mis habilidades -se encogía de hombros, como si afrontara este hecho como una manifestación plena de su inutilidad-. El baile que aquí se celebró fue la primera vez que pude conocer la civilización de los digimons, es un mejor “primer momento” -abandonó el gesto, para inclinarse hacia ella, procurando una mejor comunicación-. De bestias que quisieron devorarme, a un buen grupo de amigos. Y así fue como dejé de tener miedo.
Lentamente, como si no quisiera espantar a un imaginario cervatillo, fue colocando la mano a la altura de esos ojos azules. Quería transmitir seguridad y confianza, atributos de los que carecía, pues sin respuestas para sus problemas, ¿cómo los iba a tener para los ajenos? Y pese a eso, quiso hacer el intento. Quizás eso era lo que necesitaba, desconectar un poco de todo.
-¿Te apetece pasear un rato? Hace una buena noche, y la pista no es lo único que edificaron.
- Tamer
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Roku Ginshô
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Se relajó un poco. Las palabras de Seimei la ayudaron a distraerse, fueron como un pequeño pero agradable oasis en ese desierto de miedos y preocupaciones. Aunque no le alegró saber que él lo pasó mal con la llegada al Mundo Digital, aunque su propia llegada tampoco es que fuera muy feliz tampoco. Si, conoció a Ulforce y ella tuvo la guía de varios en su camino. Pero el primer día también fue duro. Siempre es duro ver la muerte de alguien, más la de alguien que les salvó la vida. Él siguió hablando. Le contó que fue en el baile que se celebró dónde pudo conocer una cara más amable de este mundo.
Eso le hizo darse cuenta de algo, que él estuvo allí. Estuvo entre toda la gente que vino a disfrutar de aquella velada en honor a los Royal Knights. Repasó mentalmente lo que recordaba de aquella noche pero no veía su rostro. Todos iban con máscaras. Fue una lástima, pero también había mucha gente. Era probable que no llegaran a cruzarse.
- ¿Tú también fuiste a este baile? No tenía ni idea. - dijo sorprendida- Nos conocimos en el Mundo Humano, pero es curioso saber que, de habernos cruzado esa noche, podríamos habernos conocido antes- pensar eso le hizo esbozar una ligera sonrisa.
Seimei se acercó y le extendió su mano invitándola a dar un paseo. La valquiria no lo dudó y la aceptó, levantándose del banco, mostrándose dispuesta a acompañarle. Sólo quería pasar un buen rato y olvidarse de todo.
- Gracias, me vendrá bien un paseo- le dijo, con algunas dudas.
No por él. Ella no dudó en querer pasear, sólo dudaba de ser capaz de distraerse lo suficiente. ¿Acaso es posible olvidar, por un instante al menos, que la iban a obligar a casarse con alguien a quien odiaba? Estaba claro que no, era imposible. Sus pesadillas le recordaban esa sensación cada noche. La sensación de soledad, de verse atrapada en una situación de la que era incapaz de salir. En sus sueños eran sombras lo que la perseguían, en la realidad eran sus decisiones.
Eso le hizo darse cuenta de algo, que él estuvo allí. Estuvo entre toda la gente que vino a disfrutar de aquella velada en honor a los Royal Knights. Repasó mentalmente lo que recordaba de aquella noche pero no veía su rostro. Todos iban con máscaras. Fue una lástima, pero también había mucha gente. Era probable que no llegaran a cruzarse.
- ¿Tú también fuiste a este baile? No tenía ni idea. - dijo sorprendida- Nos conocimos en el Mundo Humano, pero es curioso saber que, de habernos cruzado esa noche, podríamos habernos conocido antes- pensar eso le hizo esbozar una ligera sonrisa.
Seimei se acercó y le extendió su mano invitándola a dar un paseo. La valquiria no lo dudó y la aceptó, levantándose del banco, mostrándose dispuesta a acompañarle. Sólo quería pasar un buen rato y olvidarse de todo.
- Gracias, me vendrá bien un paseo- le dijo, con algunas dudas.
No por él. Ella no dudó en querer pasear, sólo dudaba de ser capaz de distraerse lo suficiente. ¿Acaso es posible olvidar, por un instante al menos, que la iban a obligar a casarse con alguien a quien odiaba? Estaba claro que no, era imposible. Sus pesadillas le recordaban esa sensación cada noche. La sensación de soledad, de verse atrapada en una situación de la que era incapaz de salir. En sus sueños eran sombras lo que la perseguían, en la realidad eran sus decisiones.
- Tamer & Digimon
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Sigrun Vinter
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
No era la primera vez que las manos se encontraban. La primera vez dolió, pues con los dedos fracturados, el contacto reiteró la herida, además de las dudas y el atrevimiento por invitar a bailar a alguien que, sin duda, era de una posición social superior. La segunda, involucrándola a ella y Maya en una batalla, fue descarada y vulgar. Esta vez, sin embargo, no exigía nada, ni por compromiso ni a la fuerza, esperaba su respuesta. Y esta llegó. No pudo evitar sonreír, pues suponía un agradable cambio. Tenía miedo de haberse vuelto menos “persona” debido al contacto constante con monstruos, pero esta chispa de humanidad, este ligero arrebato, demostraba que aún le quedaba algo. Y esperaba que esa minúscula brasa pudiera llegar a Sigrun, para que volviera a refulgir como la estrella que, en otras ocasiones, había podido ver.
-Estuve con la banda, tocando -no le gustaba mentir así, pero no tenía opción-. Probablemente por eso no coincidimos. Pero sí que atendí a tu discurso. Bueno, y al de Ulforce -no sabía si era adecuado mencionarlo, pero siguió-, y al de Raikomaru. Bueno, a todos, aunque ya el caballero de blanco y el chico de la máscara dorada, a día de hoy, sigo sin saber quiénes son.
Intentaba cambiar así la conversación. ¿Confesarle que él fue aquel chico? ¿Que aceptó el encargo de sustraerle información con la que, a futuro, atacarla? ¿Que solamente atendió a sus intereses personales? La pequeña llama de ilusión quedó apagada, como una vela de cumpleaños. Seguía siendo mezquino, ruin y peligroso. Bakemono solía evitar que manifestara ese lado suyo, pero ya no estaba. Esa fue la primera vez que se transformó en Dracumon, y aunque destrozó una de las esculturas, ayudó en aquella crisis, con la llegada de los dos monarcas. No mucho, solo ganó tiempo para evacuar a los civiles.
De haber sido egoísta, habría mirado solo su seguridad. Aunque no podía negar que Bakemono ayudó en gran parte. Él no sabía qué nivel ocupaban aquellos digimons, y sin pensarlo, profirió un puñetazo al primero que pilló. Podría haber muerto, tanto en aquella ocasión como tantas otras, pero no lo hizo. Y aquella noche, no estaba apostando su vida una vez más. Solo quería saber más de sí mismo, y de ella.
Porque seguía preguntándose los motivos de esas dos lágrimas.
-¡Ah, cierto! -se le escapó- También aquella vez en la iglesia cogí tu mano -seguía repasando cuántas veces iban ya-. Malinterpreté lo que te ocurría y te forcé a tocar la esfera. No fue adecuado, me disculpo.
Recordando esa vez, se sentía incómodo, ya que por la magia de aquel orbe pudo ver fragmentos de su vida. Una muestra de intimidad que ella no había permitido. Así, ya iban tres veces que ambas manos se encontraban, y dicho encuentro solo había generado confusión o dolor para Sigrun. En su fuero interno, Roku se prometió que, esta vez, esta noche, no le haría daño. Debía compensar esos errores de su pasado. La pregunta que cruzaba su pensamiento, no obstante, era “cómo”. Y no tenía la menos idea. La ayudó a incorporarse y, vagando sin rumbo, acabó donde había empezado: enfrente de esa estatua que él derruyó.
-¿Recuerdas cuando un tipo intentó aplastar a esos dos con aquella escultura? Que loco, ¿no? -no, sin lugar a dudas no sabía romper el hielo- ¿Salió en las noticias o algo? En aquel momento la lectura de digimoji no era mi fuerte, precisamente...
-Estuve con la banda, tocando -no le gustaba mentir así, pero no tenía opción-. Probablemente por eso no coincidimos. Pero sí que atendí a tu discurso. Bueno, y al de Ulforce -no sabía si era adecuado mencionarlo, pero siguió-, y al de Raikomaru. Bueno, a todos, aunque ya el caballero de blanco y el chico de la máscara dorada, a día de hoy, sigo sin saber quiénes son.
Intentaba cambiar así la conversación. ¿Confesarle que él fue aquel chico? ¿Que aceptó el encargo de sustraerle información con la que, a futuro, atacarla? ¿Que solamente atendió a sus intereses personales? La pequeña llama de ilusión quedó apagada, como una vela de cumpleaños. Seguía siendo mezquino, ruin y peligroso. Bakemono solía evitar que manifestara ese lado suyo, pero ya no estaba. Esa fue la primera vez que se transformó en Dracumon, y aunque destrozó una de las esculturas, ayudó en aquella crisis, con la llegada de los dos monarcas. No mucho, solo ganó tiempo para evacuar a los civiles.
De haber sido egoísta, habría mirado solo su seguridad. Aunque no podía negar que Bakemono ayudó en gran parte. Él no sabía qué nivel ocupaban aquellos digimons, y sin pensarlo, profirió un puñetazo al primero que pilló. Podría haber muerto, tanto en aquella ocasión como tantas otras, pero no lo hizo. Y aquella noche, no estaba apostando su vida una vez más. Solo quería saber más de sí mismo, y de ella.
Porque seguía preguntándose los motivos de esas dos lágrimas.
-¡Ah, cierto! -se le escapó- También aquella vez en la iglesia cogí tu mano -seguía repasando cuántas veces iban ya-. Malinterpreté lo que te ocurría y te forcé a tocar la esfera. No fue adecuado, me disculpo.
Recordando esa vez, se sentía incómodo, ya que por la magia de aquel orbe pudo ver fragmentos de su vida. Una muestra de intimidad que ella no había permitido. Así, ya iban tres veces que ambas manos se encontraban, y dicho encuentro solo había generado confusión o dolor para Sigrun. En su fuero interno, Roku se prometió que, esta vez, esta noche, no le haría daño. Debía compensar esos errores de su pasado. La pregunta que cruzaba su pensamiento, no obstante, era “cómo”. Y no tenía la menos idea. La ayudó a incorporarse y, vagando sin rumbo, acabó donde había empezado: enfrente de esa estatua que él derruyó.
-¿Recuerdas cuando un tipo intentó aplastar a esos dos con aquella escultura? Que loco, ¿no? -no, sin lugar a dudas no sabía romper el hielo- ¿Salió en las noticias o algo? En aquel momento la lectura de digimoji no era mi fuerte, precisamente...
- Tamer
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Roku Ginshô
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Estuvo con la banda, eso fue lo que dijo. Recordaba que hubo una, recordaba las canciones que sonaron aquella noche pero no se fijó en los integrantes. Eso no podía recordarlo bien. Aunque él sí que llegó a verla y oírla. En el discurso que dio, él estuvo atendiendo a sus palabras, aunque también escuchó al resto de miembros que dedicaron unas palabras.
- ¿Caballero de blanco? ¿Te refieres a Slayerdramon? Él es el gobernante de esta ciudad y quién organizó el baile en honor a nuestro clan- contestó, respondiendo a sus dudas- El otro… - intentó hacer memoria pero no hubo manera- No lo conozco. Aun llevando máscara si hubiese sido un Royal Knight me habría enterado de quien estuvo ahí.
Como si hubiese sacado un tema radicalmente distinto, Seimei habló de aquella vez que se encontraron en una iglesia de las zonas oscuras. Dijo que aquella vez también le había tomado la mano. Una sola palabra taladró la mente de Sigrun provocándole molestia: “Iglesia”. Un lugar dónde se suelen celebrar bodas, a dónde ella tendría que ir pronto. Por esa palabra, ni se percató de que Seimei parecía estar contando las veces que ambas manos se encontraron.
- No me menciones ninguna iglesia- le pidió, con la mirada baja- No estoy de humor para eso.
Se hizo el silencio y ella pareció enmudecer. Parecía que ya no tenía ganas de hablar y se la notaba con el ánimo bastante decaído. Como si lo poco que había podido animarse desde la llegada de Seimei, lo hubiese perdido. Había vuelto al principio, había abandonado el oasis y había vuelto al desierto de sus dudas y miedos.
Eso es lo que ellos querían…
Las sombras de sus pesadillas también la vigilaban en el “mundo real”. Allí no podían atacarla, al menos por ahora, solo se dedicaban a observarla sin que ella pudiera verles. Era como si estuviesen en otro plano, un lugar desde el que ella no podría notar su presencia si quiera. Ambos llegaron frente a la estatua derruida y ahora reparada y Seimei preguntó por el digimon que provocó su caída.
- ¿El digimon que les atacó? Era un Dracumon si no recuerdo mal…- se notaba que su tono era más triste que antes- Salió en algunos periódicos. Fue muy temerario, pero también muy valiente.
Volvió a enmudecer. De nuevo sus dudas y temores la rodeaban. No podía quitarse de la cabeza esa boda y la risa de Aesgyr al conseguir lo que quería. Poder, influencia… y a ella.
- ¿Caballero de blanco? ¿Te refieres a Slayerdramon? Él es el gobernante de esta ciudad y quién organizó el baile en honor a nuestro clan- contestó, respondiendo a sus dudas- El otro… - intentó hacer memoria pero no hubo manera- No lo conozco. Aun llevando máscara si hubiese sido un Royal Knight me habría enterado de quien estuvo ahí.
Como si hubiese sacado un tema radicalmente distinto, Seimei habló de aquella vez que se encontraron en una iglesia de las zonas oscuras. Dijo que aquella vez también le había tomado la mano. Una sola palabra taladró la mente de Sigrun provocándole molestia: “Iglesia”. Un lugar dónde se suelen celebrar bodas, a dónde ella tendría que ir pronto. Por esa palabra, ni se percató de que Seimei parecía estar contando las veces que ambas manos se encontraron.
- No me menciones ninguna iglesia- le pidió, con la mirada baja- No estoy de humor para eso.
Se hizo el silencio y ella pareció enmudecer. Parecía que ya no tenía ganas de hablar y se la notaba con el ánimo bastante decaído. Como si lo poco que había podido animarse desde la llegada de Seimei, lo hubiese perdido. Había vuelto al principio, había abandonado el oasis y había vuelto al desierto de sus dudas y miedos.
Eso es lo que ellos querían…
Las sombras de sus pesadillas también la vigilaban en el “mundo real”. Allí no podían atacarla, al menos por ahora, solo se dedicaban a observarla sin que ella pudiera verles. Era como si estuviesen en otro plano, un lugar desde el que ella no podría notar su presencia si quiera. Ambos llegaron frente a la estatua derruida y ahora reparada y Seimei preguntó por el digimon que provocó su caída.
- ¿El digimon que les atacó? Era un Dracumon si no recuerdo mal…- se notaba que su tono era más triste que antes- Salió en algunos periódicos. Fue muy temerario, pero también muy valiente.
Volvió a enmudecer. De nuevo sus dudas y temores la rodeaban. No podía quitarse de la cabeza esa boda y la risa de Aesgyr al conseguir lo que quería. Poder, influencia… y a ella.
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Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Apretó la mano con fuerza, dándose cuenta al poco de que solo faltaba perder el control. Respiro, entrelazando los dedos, procurando calmarse, como si de este modo se disculpara, sin palabras, de haber dicho aquello. Lo había estropeado todo, pues aún recordaba el final de aquella historia: la obligo a enfrentarse a su pasado, a memorias que hubiera sido mejor olvidar, como cuando casi perece en el hielo. Había sido un insensible.
-Disculpa -es lo único que pudo articular, quedándose pensativo-. Ya sé que aquella no fue precisamente una jornada ideal -al menos, él interpretaba así su situación, pensando cómo paliar el daño-. Creo que puedo solucionarlo. Vamos.
Una vez más, tiró de ella, repitiendo, como si de una vieja película se tratara, aquellas otras veces en las que realizó aquella misma acción. Cambiaba el escenario, cambiaba la ropa, pero nunca la intención. Siempre deseaba lo mismo: que volviera a sonreír. La única excepción, quizás, sería en aquel cumpleaños en el que la avisó de actividades inusuales, pero aquella historia acabó con ella comiendo tarta. Y eso era felicidad en estado puro, ¿no?
La llevó a la sombra de uno de esos pétreos titanes, pidiéndole unos segundos. Sacó de nuevo el cubo, ese dispositivo de realidad virtual capaz de proyectar imágenes en 3D, y configurando los datos que ya disponía, pensó en un posible entretenimiento. No se percató de esa oscuridad imperante, al menos, aún no. Porque en su lugar, una vez se aseguró de que todo estaba bien dispuesto, pulsó el botón. Y se hizo la luz.
De nuevo, los fantasmas del pasado danzaban, siguiendo el compás de una melodía inexistente. Intentando solventar esto, el chico acabó poniendo, en bucle, una de las canciones del baile. La calidad era peor de lo habitual, siendo una mera grabación y no la banda en directo, pero qué más daba. No era eso lo importante. Se colocó ante Sigrun, hizo una pequeña reverencia, y por segunda vez aquella noche, le ofreció su mano.
-Ya sé que no es lo mismo, pero aquella vez el baile se interrumpió, ¿no? Por ello... ¿Me concederías una pieza?
No esperaba que de este modo todos sus problemas desaparecieran. Solo quería distraerla, aunque fueran, unos minutos, pero sin pretensiones ocultas. Que se divirtiera, y cambiar ese recuerdo incompleto por uno más feliz.
-Disculpa -es lo único que pudo articular, quedándose pensativo-. Ya sé que aquella no fue precisamente una jornada ideal -al menos, él interpretaba así su situación, pensando cómo paliar el daño-. Creo que puedo solucionarlo. Vamos.
Una vez más, tiró de ella, repitiendo, como si de una vieja película se tratara, aquellas otras veces en las que realizó aquella misma acción. Cambiaba el escenario, cambiaba la ropa, pero nunca la intención. Siempre deseaba lo mismo: que volviera a sonreír. La única excepción, quizás, sería en aquel cumpleaños en el que la avisó de actividades inusuales, pero aquella historia acabó con ella comiendo tarta. Y eso era felicidad en estado puro, ¿no?
La llevó a la sombra de uno de esos pétreos titanes, pidiéndole unos segundos. Sacó de nuevo el cubo, ese dispositivo de realidad virtual capaz de proyectar imágenes en 3D, y configurando los datos que ya disponía, pensó en un posible entretenimiento. No se percató de esa oscuridad imperante, al menos, aún no. Porque en su lugar, una vez se aseguró de que todo estaba bien dispuesto, pulsó el botón. Y se hizo la luz.
De nuevo, los fantasmas del pasado danzaban, siguiendo el compás de una melodía inexistente. Intentando solventar esto, el chico acabó poniendo, en bucle, una de las canciones del baile. La calidad era peor de lo habitual, siendo una mera grabación y no la banda en directo, pero qué más daba. No era eso lo importante. Se colocó ante Sigrun, hizo una pequeña reverencia, y por segunda vez aquella noche, le ofreció su mano.
-Ya sé que no es lo mismo, pero aquella vez el baile se interrumpió, ¿no? Por ello... ¿Me concederías una pieza?
No esperaba que de este modo todos sus problemas desaparecieran. Solo quería distraerla, aunque fueran, unos minutos, pero sin pretensiones ocultas. Que se divirtiera, y cambiar ese recuerdo incompleto por uno más feliz.
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Roku Ginshô
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
No, no fue una jornada ideal ¿O tal vez si? Es verdad que lo pasó mal con algunos recuerdos que le mostró aquella esfera pero, ahora mismo, hubiese preferido ver esas imágenes de nuevo, a sufrir el destino que le habían preparado. Claro que Seimei no sabía eso, no podía saber lo que hacía sufrir a la valquiria le que le impedía sonreír de nuevo. Tiró de su mano y la llevó junto a una de esas estatuas que vigilaban la noche. ¿Qué pretendía? Sacó un pequeño cubo y, tras introducir algunos datos, se hizo la luz y el aparato empezó a mostrar imágenes en 3D del baile.
Las sombras, que habían estado rodeando a Sigrun, se alejaron de ella ante la aparición de ese objeto luminoso. No les gustaba la luz pero sobretodo no les gustaba la idea de que la valquiria estuviera distraída y no se centrase en sus miedos y dudas. Pero por ahora poco podían hacer, sólo observar.
Seimei añadió música con el dispositivo a ese baile mudo y, como si estuviese reproduciendo una escena de esa velada pasada le ofreció un baile. Obviamente no era lo mismo, la música no se escuchaba tan bien como si estuviese tocando la banda allí mismo. Pero, aun así, ella aceptó. Quería pasar un buen rato y olvidarse de lo que la atormentaba.
- Por supuesto- dijo esbozando una sonrisa que, por desgracia, no duró mucho rato, aún tenía muchas cosas rondando por su cabeza, cosas que ella temía.
Recordaba el baile y los pasos. En todo ese tiempo no los había olvidado. ¿Cómo olvidar los pasos de un baile del que tanto disfrutó? Lo único que era diferente era su pareja de baile. Eso le hizo volver a recordar al chico de la máscara y se preguntó dónde estaría ahora. Debía olvidar eso, tenía un baile en el que centrarse ahora. Un nuevo oasis al que huir.
Las sombras, que habían estado rodeando a Sigrun, se alejaron de ella ante la aparición de ese objeto luminoso. No les gustaba la luz pero sobretodo no les gustaba la idea de que la valquiria estuviera distraída y no se centrase en sus miedos y dudas. Pero por ahora poco podían hacer, sólo observar.
Seimei añadió música con el dispositivo a ese baile mudo y, como si estuviese reproduciendo una escena de esa velada pasada le ofreció un baile. Obviamente no era lo mismo, la música no se escuchaba tan bien como si estuviese tocando la banda allí mismo. Pero, aun así, ella aceptó. Quería pasar un buen rato y olvidarse de lo que la atormentaba.
- Por supuesto- dijo esbozando una sonrisa que, por desgracia, no duró mucho rato, aún tenía muchas cosas rondando por su cabeza, cosas que ella temía.
Recordaba el baile y los pasos. En todo ese tiempo no los había olvidado. ¿Cómo olvidar los pasos de un baile del que tanto disfrutó? Lo único que era diferente era su pareja de baile. Eso le hizo volver a recordar al chico de la máscara y se preguntó dónde estaría ahora. Debía olvidar eso, tenía un baile en el que centrarse ahora. Un nuevo oasis al que huir.
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Sigrun Vinter
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Del mismo modo, aceptó sonriendo, extendiendo su diestra hacia la suya. Igual que aquella vez, ya estaban en la pista de baile. Pero esta vez, no le tembló el pulso. No había intenciones secretas, ni mentiras, y solo pretendía alargar esa cálida sensación que turbaba su calma, esa anomalía simple y feliz que despertaba, como un rayo de sol vespertino, su felicidad. Una mera sonrisa. El sentimiento de sentirse útil de inmediato, sin grandes metas, sin redención, sin culpa, sin sacrificios.
Lo que Mukuro “Roku” Ginshô podía ofrecer, prescindiendo de máscara, truco o engaño.
Con decisión, cogió su mano, entrelazando los dedos. La siniestra se posó en la cadera, y aunque seguía sin ser un denostado bailarín, con suavidad, empezó a seguir el compás. Con la misma torpeza casual, sus pasos intentaban seguir el ritmo, mas en esta nueva ocasión hubo una abismal diferencia: confianza. El chico confiaba en sí mismo, en que podía hacerla sonreír de nuevo. Y por ello, no dudaba, aunque cometiera errores.
-Perdona la rudeza -decía, mirándola directamente a los ojos-. Nunca he practicado bailes de salón en serio -y luego, con intención claramente pícara, añadió-. Seguro que tus acompañantes en aquella ocasión fueron mejores bailarines.
Siendo solo una broma, intentaba despertar en ella, de nuevo, esa alegría que motivara una sonrisa. Pensando cómo alejar esa tristeza, tuvo una idea. Imitando ese paso típico, hizo que Sigrun rotara, alejándose de él, extendiendo al máximo su brazo. No acabó aquí su plan, pues hizo que la valquiria chocara con uno de los fantasmas luminiscentes, que al colisionar, se deshizo en partículas de luz. Y como brillante nieve, como luciérnagas nocturnas, descendieron en una lluvia arcoiris. El colorido espectáculo siguió, pues al no detener el vals, muchos más pasaron de participantes a luces, a diminutas estrellas que recorrían el oscuro manto de la noche.
-¿Qué te parece?
Dijo, esperando unos segundos para que la máquina entendiera la falta de participantes, reiniciando la grabación inicial, volviendo a estar rodeados de aquellos seres sin rostros, aquellas luces en esa noche cerrada.
Lo que Mukuro “Roku” Ginshô podía ofrecer, prescindiendo de máscara, truco o engaño.
Con decisión, cogió su mano, entrelazando los dedos. La siniestra se posó en la cadera, y aunque seguía sin ser un denostado bailarín, con suavidad, empezó a seguir el compás. Con la misma torpeza casual, sus pasos intentaban seguir el ritmo, mas en esta nueva ocasión hubo una abismal diferencia: confianza. El chico confiaba en sí mismo, en que podía hacerla sonreír de nuevo. Y por ello, no dudaba, aunque cometiera errores.
-Perdona la rudeza -decía, mirándola directamente a los ojos-. Nunca he practicado bailes de salón en serio -y luego, con intención claramente pícara, añadió-. Seguro que tus acompañantes en aquella ocasión fueron mejores bailarines.
Siendo solo una broma, intentaba despertar en ella, de nuevo, esa alegría que motivara una sonrisa. Pensando cómo alejar esa tristeza, tuvo una idea. Imitando ese paso típico, hizo que Sigrun rotara, alejándose de él, extendiendo al máximo su brazo. No acabó aquí su plan, pues hizo que la valquiria chocara con uno de los fantasmas luminiscentes, que al colisionar, se deshizo en partículas de luz. Y como brillante nieve, como luciérnagas nocturnas, descendieron en una lluvia arcoiris. El colorido espectáculo siguió, pues al no detener el vals, muchos más pasaron de participantes a luces, a diminutas estrellas que recorrían el oscuro manto de la noche.
-¿Qué te parece?
Dijo, esperando unos segundos para que la máquina entendiera la falta de participantes, reiniciando la grabación inicial, volviendo a estar rodeados de aquellos seres sin rostros, aquellas luces en esa noche cerrada.
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Roku Ginshô
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Seimei sujetó su mano y al tiempo que su otra mano se situaba en su cintura, ella colocaba la suya en su hombro. El baile inició y, aunque él cometía algunos errores podía seguir el ritmo sin mayores problemas.
- No pasa nada. Yo antes tampoco tenía mucha idea de bailes de salón. Tuve que perfeccionarlo varias semanas antes del baile que se celebró aquí.- le dijo cuándo se disculpó.
Justo después se comparó con sus acompañantes de aquella noche. Comparaba sus dotes de baile. Es verdad que tuvo la ocasión de ver buenos bailarines en la distancia pero a ella sólo se acercó una persona y fue ese misterioso enmascarado del que nunca supo su nombre. Él, sea quien sea, tampoco era un gran bailarín de hecho cometía algunos errores y se le notaba nervioso.
- Sólo una persona bailó conmigo aquella vez. Al igual que tú, también cometía algunos errores pero tu bailas con más seguridad que él- le contó, mostrando de nuevo una pequeña sonrisa, aunque desapareció pronto.- No me preguntes por su nombre porque yo también lo ignoro. Nunca llegó a presentarse ni se quitó la máscara en ningún momento. Pensé en preguntarle por su nombre pero fue justo cuando entraron esos dos digimons.
Siguió danzando entre aquellos fantasmas. Aunque aún tenía en mente esas preocupaciones, estaba disfrutando de la compañía de Seimei, de hecho, no podía pensar en una mejor compañía. Simplemente bailando con él ya le bastaba pero por lo visto el chico aún tenía un as en la manga para mejorar la noche. Unos pasos más y un giro. Sigrun chocó con uno de esos fantasmas que danzaban y se deshizo en puntos de luz que cayeron como si de una lluvia se tratara. Ella lo observó impresionada pero sin detener el baile, por lo que chocó con más y la lluvia se convirtió en un bello espectáculo de luces que los iluminaba a ambos.
- Es precioso. - dijo mientras las luces se reflejaban en sus ojos, unos ojos que ya no parecían tristes e incluso estaba sonriendo y era una sonrisa sincera que no desapareció como las otras- Gracias, Seimei.- le agradeció mirando a sus ojos, casi sin palabras para expresarlo pero ¿Pero acaso hacen falta palabras?
La valquiria había alcanzado la felicidad ¿Qué podía desear más esa noche? Tenía la mejor compañía, el mejor baile y ahora un bello espectáculo de luces. No podía ser más feliz y, aunque su vocecilla interna le decía que no sería para siempre ella no la escuchaba. Al menos por los próximos minutos, solo existía el presente.
- No pasa nada. Yo antes tampoco tenía mucha idea de bailes de salón. Tuve que perfeccionarlo varias semanas antes del baile que se celebró aquí.- le dijo cuándo se disculpó.
Justo después se comparó con sus acompañantes de aquella noche. Comparaba sus dotes de baile. Es verdad que tuvo la ocasión de ver buenos bailarines en la distancia pero a ella sólo se acercó una persona y fue ese misterioso enmascarado del que nunca supo su nombre. Él, sea quien sea, tampoco era un gran bailarín de hecho cometía algunos errores y se le notaba nervioso.
- Sólo una persona bailó conmigo aquella vez. Al igual que tú, también cometía algunos errores pero tu bailas con más seguridad que él- le contó, mostrando de nuevo una pequeña sonrisa, aunque desapareció pronto.- No me preguntes por su nombre porque yo también lo ignoro. Nunca llegó a presentarse ni se quitó la máscara en ningún momento. Pensé en preguntarle por su nombre pero fue justo cuando entraron esos dos digimons.
Siguió danzando entre aquellos fantasmas. Aunque aún tenía en mente esas preocupaciones, estaba disfrutando de la compañía de Seimei, de hecho, no podía pensar en una mejor compañía. Simplemente bailando con él ya le bastaba pero por lo visto el chico aún tenía un as en la manga para mejorar la noche. Unos pasos más y un giro. Sigrun chocó con uno de esos fantasmas que danzaban y se deshizo en puntos de luz que cayeron como si de una lluvia se tratara. Ella lo observó impresionada pero sin detener el baile, por lo que chocó con más y la lluvia se convirtió en un bello espectáculo de luces que los iluminaba a ambos.
- Es precioso. - dijo mientras las luces se reflejaban en sus ojos, unos ojos que ya no parecían tristes e incluso estaba sonriendo y era una sonrisa sincera que no desapareció como las otras- Gracias, Seimei.- le agradeció mirando a sus ojos, casi sin palabras para expresarlo pero ¿Pero acaso hacen falta palabras?
La valquiria había alcanzado la felicidad ¿Qué podía desear más esa noche? Tenía la mejor compañía, el mejor baile y ahora un bello espectáculo de luces. No podía ser más feliz y, aunque su vocecilla interna le decía que no sería para siempre ella no la escuchaba. Al menos por los próximos minutos, solo existía el presente.
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Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Claro que no sabía el nombre del enmascarado. No tenía el valor de decirle la verdad, ni mucho menos, su identidad. Al menos, en ese tiempo pasado. Intentaba sonsacarle información, aprovecharse de las máscaras y la galantería, y por más que buscara excusas, fue mezquino. Las dobles intenciones, del mismo modo que una espada de doble filo, se afianzaba en su espíritu, hiriendo el ánimo y voluntad, como el viento erosiona las montañas año tras años. ¿Cuánto tiempo había pasado sin confesarle aquello que hizo? Un año, demasiado tiempo. Solo era un cobarde. Y debía echarle valor.
Le dedicó una mirada, tan cálida, que su determinación quedó asolada, derruida. ¿Cómo mirar a esos ojos y confesarle lo que de verdad hizo, lo que pretendía? Ella ya tenía bastantes problemas, una humana entre digimons que solo velaban por el digimundo, anteponiendo sus deberes a su propia vida. Pensó en cuánto haría que ella no veía a su familia, y luego recordó su situación. Probablemente, le habrían dado por muerto, superando ya los meses de ausencia. De nuevo, un cobarde. No podía dejar las cosas así, no podía seguir siendo tan débil. Debía hacer algo, ser mejor ahora que su “yo” del pasado.
-”Seimei” solo es un seudónimo -respondía, cogiendo el cubo holográfico-. Lo utilizo para que no me puedan buscar en bases de datos ni me registren. De hecho, “Abe no Seimei” es parte del folclore japonés. ¿Recuerdas aquella vez en cuando ese cumpleaños tan raro? Pensé que alguien se daría cuenta -se encogió de hombros, burlón, pues Abe no Seimei era reconocido como el más grande omnyouji, una figura que hasta se estudiaba en los colegios-. Pero no fue así. Un disfraz que confundió a muchos. Uno de tantos.
Trasteando con las opciones, proyectó una nueva imagen. Esta vez, una esfera, que se extendía por encima de ellos, e imitaba el cielo nocturno. Las estrellas no encajaban, quedando un extraño panorama. Y es que aquella imagen no era del digimundo, sino una captura de lo que Roku llamaba “hogar”. Verlo, le hacía recordar sus orígenes, afianzar su identidad y, dejando atrás sus preocupaciones y presente, relajarse.
Aquellas falsas estrellas empezaron a rotar, tranquilamente, muy, muy despacio, y el chico, viviendo el momento, se acercó hasta Sigrun. Cogió su mano de nuevo. Estaba tranquilo. Esa imagen siempre le ayudaba a afianzar su voluntad. Pasó a admirar aquellas dos estrellas gemelas, que como Rahu y Ketu, competían con sus brillos en el fulgor celestial, y es que sus ojos eran las más esplendorosas lumbres. Se inclinó hacia ella, queriendo ver más de cerca esas dos joyas, y con los labios más cerca de lo que pretendía, tomo aire, y dio el paso.
-Mi verdadero nombre es Mukuro “Roku” Ginshô, Sigrun. Encantado.
Le dedicó una mirada, tan cálida, que su determinación quedó asolada, derruida. ¿Cómo mirar a esos ojos y confesarle lo que de verdad hizo, lo que pretendía? Ella ya tenía bastantes problemas, una humana entre digimons que solo velaban por el digimundo, anteponiendo sus deberes a su propia vida. Pensó en cuánto haría que ella no veía a su familia, y luego recordó su situación. Probablemente, le habrían dado por muerto, superando ya los meses de ausencia. De nuevo, un cobarde. No podía dejar las cosas así, no podía seguir siendo tan débil. Debía hacer algo, ser mejor ahora que su “yo” del pasado.
-”Seimei” solo es un seudónimo -respondía, cogiendo el cubo holográfico-. Lo utilizo para que no me puedan buscar en bases de datos ni me registren. De hecho, “Abe no Seimei” es parte del folclore japonés. ¿Recuerdas aquella vez en cuando ese cumpleaños tan raro? Pensé que alguien se daría cuenta -se encogió de hombros, burlón, pues Abe no Seimei era reconocido como el más grande omnyouji, una figura que hasta se estudiaba en los colegios-. Pero no fue así. Un disfraz que confundió a muchos. Uno de tantos.
Trasteando con las opciones, proyectó una nueva imagen. Esta vez, una esfera, que se extendía por encima de ellos, e imitaba el cielo nocturno. Las estrellas no encajaban, quedando un extraño panorama. Y es que aquella imagen no era del digimundo, sino una captura de lo que Roku llamaba “hogar”. Verlo, le hacía recordar sus orígenes, afianzar su identidad y, dejando atrás sus preocupaciones y presente, relajarse.
Aquellas falsas estrellas empezaron a rotar, tranquilamente, muy, muy despacio, y el chico, viviendo el momento, se acercó hasta Sigrun. Cogió su mano de nuevo. Estaba tranquilo. Esa imagen siempre le ayudaba a afianzar su voluntad. Pasó a admirar aquellas dos estrellas gemelas, que como Rahu y Ketu, competían con sus brillos en el fulgor celestial, y es que sus ojos eran las más esplendorosas lumbres. Se inclinó hacia ella, queriendo ver más de cerca esas dos joyas, y con los labios más cerca de lo que pretendía, tomo aire, y dio el paso.
-Mi verdadero nombre es Mukuro “Roku” Ginshô, Sigrun. Encantado.
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Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Observó el espectáculo mientras danzaba bajo aquellas hermosas luces, unas luces que mantenían lejos las sombras de sus miedos, de sus dudas. Casi se había olvidado de ellas, ya ni siquiera estaba en su mente la boda y el acuerdo de paz con el Metal Empire. Había dejado de existir para ella, porque solo atendía a la lluvia de luces. Pero el baile cesó y la valquiria observó a su acompañante. Le dijo que “Seimei” el nombre por el que ella lo conocía, no era más que un seudónimo, un nombre falso. ¿Debería molestarse por eso? Tal vez sería lo normal, la había engañado pero a ella le pareció que sería exagerar. Al fin y al cabo explicó que era para que no lo pudieran registrar. No podía molestarse por eso. No si lo hacía por su propia seguridad. ¿Aunque porque tenía esa necesidad? ¿Habría alguien vigilándolo? Él le explicó el origen del nombre de Seimei, lo cierto es que le habría sido imposible percatarse.
- Por desgracia, aun se me escapan muchas cosas de la cultura japonesa. Habría sido imposible para mi darme cuenta de ese detalle- se excusó.
¿Cuál era su nombre entonces? Quiso preguntarlo pero lo vio toquitear botones en ese dispositivo y decidió esperar para ver con qué la sorprendía esta vez. Los bailarines se desvanecieron y en su lugar apareció otro firmamento, en una esfera sobre ellos. Intentó reconocer las estrellas pero no eran las del Mundo Digital ¿Acaso eran las estrellas del Mundo Humano? Llevaba ya un tiempo sin ver esas estrellas, seguía manteniendo contacto con su familia pero no había tenido ocasión de ir allí y mucho menos de disfrutar de ese cielo tan familiar.
Se percató de que “Seimei”, aunque ahora sabía que ese no era su nombre, se acercó, e incluso demasiado. Tomó de nuevo su mano y se inclinó hacia ella, acercando su rostro al suyo. Sintió que su pulso se aceleraba y que sus mejillas se sonrojaban bastante, su piel clara las delataba aún más ¿Por qué se acercó tanto? ¿Qué pretendía? ¿Acaso iba a besarla? Estaba muy nerviosa, no sabía si era mejor retirarse o no. ¿Pero quería realmente alejarse? No estaba segura d lo que quería, una parte de ella quería que se acercara más.
Pero no hubo contacto, sus rostros no se encontraron. Él se detuvo y en vez de un beso, le dejó unas palabras. Su nombre, su nombre completo.
- Mukuro… -lo repitió dándose unos instantes a sí misma para tratar de calmarse y pensar en esas palabras y no en lo que podía haber pasado. Le pareció un buen nombre- ¿Roku? Es… es “seis” ¿no?
Dudaba, su japonés era lo justo para defenderse al hablar pero estaba segura de que aquello era un número. Tampoco es que le molestase e incluso le resultaba original. Le gustaba. Al fin y al cabo, su apellido era literalmente “Invierno”. No le parecía algo raro.
- Por desgracia, aun se me escapan muchas cosas de la cultura japonesa. Habría sido imposible para mi darme cuenta de ese detalle- se excusó.
¿Cuál era su nombre entonces? Quiso preguntarlo pero lo vio toquitear botones en ese dispositivo y decidió esperar para ver con qué la sorprendía esta vez. Los bailarines se desvanecieron y en su lugar apareció otro firmamento, en una esfera sobre ellos. Intentó reconocer las estrellas pero no eran las del Mundo Digital ¿Acaso eran las estrellas del Mundo Humano? Llevaba ya un tiempo sin ver esas estrellas, seguía manteniendo contacto con su familia pero no había tenido ocasión de ir allí y mucho menos de disfrutar de ese cielo tan familiar.
Se percató de que “Seimei”, aunque ahora sabía que ese no era su nombre, se acercó, e incluso demasiado. Tomó de nuevo su mano y se inclinó hacia ella, acercando su rostro al suyo. Sintió que su pulso se aceleraba y que sus mejillas se sonrojaban bastante, su piel clara las delataba aún más ¿Por qué se acercó tanto? ¿Qué pretendía? ¿Acaso iba a besarla? Estaba muy nerviosa, no sabía si era mejor retirarse o no. ¿Pero quería realmente alejarse? No estaba segura d lo que quería, una parte de ella quería que se acercara más.
Pero no hubo contacto, sus rostros no se encontraron. Él se detuvo y en vez de un beso, le dejó unas palabras. Su nombre, su nombre completo.
- Mukuro… -lo repitió dándose unos instantes a sí misma para tratar de calmarse y pensar en esas palabras y no en lo que podía haber pasado. Le pareció un buen nombre- ¿Roku? Es… es “seis” ¿no?
Dudaba, su japonés era lo justo para defenderse al hablar pero estaba segura de que aquello era un número. Tampoco es que le molestase e incluso le resultaba original. Le gustaba. Al fin y al cabo, su apellido era literalmente “Invierno”. No le parecía algo raro.
- Tamer & Digimon
- Prueba de Rol :ADigi Puntos :642Cuentas :Ficha :Relaciones :Cronologia :NPCs :Nivel On Rol :Burst Mode/Future ModeNivel On Rol de los Digi Aliados :Draco: Ultimate [BlackMetalGreymon]
Kara: Rookie [Dorumon]Icono :Rango y Unidad :Sigrun Vinter
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)
Ulforce
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)Rango y Unidad Digi Aliado :Draco
Rango: Knight
Unidad: Dragons DestroyersInventario :
Sigrun Vinter
Re: 三六五 (Trescientos sesenta y cinco) [Priv: Sigrun Vinter]
Contemplando ese mirar azul, se sentía en calma, hundiéndose en aquel profundo océanos, como si no pudiera escapar de la marea, como si no quisiera resistirse a ella. La fuerza de los elementos impulsaban sus actos, y sin poder dejar de mirar esos zafiros, hipnotizado por ese rostro, quiso más. Las mejillas, como manzanas, añadieron una nota de color en Sigrun, y Roku la notó. Radiante, como fruta que induce al pecado, atacó aún más la distancia, aunque una voz en su cabeza dijera “no”. Sentía que nadaba a contracorriente, que luchaba contra ese pensamiento. Su nariz contactó con la de la chica. No, con la de la mujer. Solo unos centímetros más, y tendría lo que quería.
Su pulso, acelerado, martilleaba sus sienes. La sangre le indicaba que estaba vivo, notando un agradable y reconfortable calor. ¿Acaso aquello era deseo? Creía notar en ella la misma pasión, ¿lo deseaba también? Sería solo un segundo, un beso, y luego la eternidad. Tendría a Sigrun. ¿Qué más necesitaba? Nada, solo quería, por una vez, atender al presente, a ese mismo momento, sin pasado ni futuro, disfrutar de la vida. Los labios, a punto de encontrarse, creyó sentir su aliento.
Por su propio pensamiento, o como si el destino así lo quisiera, sonó una nueva melodía. Lenta, clásica, invitaba al abrazo, y así procedió. Sus manos, explorando ese terreno desconocido, la espalda de aquella doncella, acercándola hacia él, acorralándola. Dio un último suspiro, iba a hacerlo, estaba decidido a ello.
“Sigrun”
Era lo único que podía pensar. Y antes de dar ese paso, uno que no permitiría arrepentimiento alguno, dudó. Ella era fiel a Yggdrassil, él un traidor a su causa; ella nunca había mentido, él solo había mentido; ella resplandecía como un azulado sol, él vagaba en las sombras; ella amaba ese mundo, él lo odiaba. No merecía forzar, no merecía imponer. No era nadie para decidir por los dos. Y mucho menos, sin saber qué sentía ella, y aunque fuera recíproco, ¿qué pasaría? ¿regresarían a casa para olvidar a esos monstruos? ¿evadir responsabilidades y compromisos? No, él no podía hacerlo. Seguía estando poseído por aquella macabra fuerza, una carga solo suya. Y además...
… ¿Qué era Sigrun para él?
La cercanía había obnubilado sus sentidos, y su juicio. Casi cometió un fatal error. Rectificó, sin romper el abrazo, apoyando su cabeza sobre el hombro de la chica. No quería que viera su rostro, uno desnudo de cualquier máscara o engaño. Ira, tristeza, impotencia, confusión, dolor... Todo eso, en una sola mirada. Todo eso, en Roku.
Su pulso, acelerado, martilleaba sus sienes. La sangre le indicaba que estaba vivo, notando un agradable y reconfortable calor. ¿Acaso aquello era deseo? Creía notar en ella la misma pasión, ¿lo deseaba también? Sería solo un segundo, un beso, y luego la eternidad. Tendría a Sigrun. ¿Qué más necesitaba? Nada, solo quería, por una vez, atender al presente, a ese mismo momento, sin pasado ni futuro, disfrutar de la vida. Los labios, a punto de encontrarse, creyó sentir su aliento.
Por su propio pensamiento, o como si el destino así lo quisiera, sonó una nueva melodía. Lenta, clásica, invitaba al abrazo, y así procedió. Sus manos, explorando ese terreno desconocido, la espalda de aquella doncella, acercándola hacia él, acorralándola. Dio un último suspiro, iba a hacerlo, estaba decidido a ello.
“Sigrun”
Era lo único que podía pensar. Y antes de dar ese paso, uno que no permitiría arrepentimiento alguno, dudó. Ella era fiel a Yggdrassil, él un traidor a su causa; ella nunca había mentido, él solo había mentido; ella resplandecía como un azulado sol, él vagaba en las sombras; ella amaba ese mundo, él lo odiaba. No merecía forzar, no merecía imponer. No era nadie para decidir por los dos. Y mucho menos, sin saber qué sentía ella, y aunque fuera recíproco, ¿qué pasaría? ¿regresarían a casa para olvidar a esos monstruos? ¿evadir responsabilidades y compromisos? No, él no podía hacerlo. Seguía estando poseído por aquella macabra fuerza, una carga solo suya. Y además...
… ¿Qué era Sigrun para él?
La cercanía había obnubilado sus sentidos, y su juicio. Casi cometió un fatal error. Rectificó, sin romper el abrazo, apoyando su cabeza sobre el hombro de la chica. No quería que viera su rostro, uno desnudo de cualquier máscara o engaño. Ira, tristeza, impotencia, confusión, dolor... Todo eso, en una sola mirada. Todo eso, en Roku.
- Tamer
- Faltas :Una por cada double.Prueba de Rol :ADigi Puntos :1060Ficha :NPCs :Nivel On Rol :Ancient spiritNivel On Rol de los Digi Aliados :Sven-Hyper SpiritIcono :Rango y Unidad :Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleRango y Unidad Digi Aliado :Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleInventario :
Roku Ginshô
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