Torneo de Año nuevo: Roku vs Leonardo (concurso)

por cadejo Mar Ene 31, 2017 8:22 pm

La música energética resuena por todo el estadio, los fuegos artificiales estallan llenando mas de alegría y emoción los gritos de animo de los espectadores de este memorable enfrentamiento de inicio del año.

Los contrincantes no tardan en salir por sus respectivos arcos de piedra, para encontrarse en las limitaciones del estadio de baldosas, una vez dentro con sus Spirits y/o Digimons en el nivel indicado, el piso empieza a brillar un una enorme semiesfera cubre todo el estadio. Este se transforma en un sub-espacio especial de este coliseo, proporcionando un escenario infinito y con ciertas características especiales, usando la información de las zonas existentes en el Digimundo. Mientras lo contrincantes solo pueden divisar como fueron llevados a estar áreas, los espectadores pueden seguir sus movimientos al observar los monitores o la semiesfera que ahora cubre el estadio, la cual sigue como si fueran cámaras de un evento, a los participantes.

Roku vs Leonardo

Estadio: Alcantarillado, una red de alcantarillas lleno de mugre, agua de desagüe.
Nivel: Ultimate

por Roku Ginshô Dom Feb 05, 2017 7:42 am

-Vamos, transfórmate -la voz es áspera, ronca, y el espacio cerrado que los rodea ahora ayuda a reverberar ese gruñido, ese “casi” aullido-. No pienso luchar contigo... Así -con un gesto de su cabeza, el digimon rookie indica la situación de su oponente: herido, roto, postergado a una silla de ruedas-. Acabemos cuanto antes, ¿quieres?
-...No -el susurro se hace voz por el resonar de la prisión pétrea-, no quiero -la prisión que es su cuerpo al menos le permite hablar-. Has dicho “no pienso luchar contigo”, así que estamos en tablas. Es una posición muy cómoda, ¿no crees? -intenta provocarlo, y funcionó.
-¡No juegues conmigo, genocida! -le señala, acusador, mostrando sus colmillos -¡Puedes tenerlos a todos engañados, pero sé qué eres en realidad! -la voz va incrementando, pasando de un deje infantil- ¡¿Crees que no me he dado cuenta?! ¡¡Aquella vez en el circo, intentabas ser un caballero, agradarla!! -al sonido de un adulto- ¡¡En el volcán fingiste salvarle de un problema que TÚ provocaste!! -al alarido de una bestia- ¡¡¿¿Y luego le dices que no es NADA para ti ??!! ¡¡¿A mi niña?!! ¡¡¿Qué te crees que eres, Ginshô?!!

La ira podría cegar a un animal salvaje, pero Leonardo no es tan incauto, tan estúpido de enfrentarse a él sin saber qué pretende. Ya lo ha visto luchar, sabe que puede adoptar múltiples formas, que engaña, que hace daño, que asesina... Que de los dos, él no es el monstruo. El sonido del fuego crepitante apagan, irónicamente, los gritos del digimon, y en esta, su etapa más poderosa, se abalanza contra el tullido. Un primer golpe, un jab, que dado con la extensión completa del brazo, le permitirá alejarse, mantener las distancias, si él actúa. El golpe no llega, es solo un aviso, un amago, un intento de que responda. Al ataque, o a sus palabras. Pero no reacciona, inmutable, en aquel armazón metálico, mirando al lobo negro, serio. Ve que no hay amenaza alguna, y ríe. Quizás eso sea lo que más duele. Se está riendo de él. De los suyos. De su clan. De su familia. De su niña.

El golpe conecta, no a plena potencia. Lo suficiente para que se calle. Su cuerpo maltrecho sobrevuela el escenario antes de hundirse en el fango. Ha sido con el otro brazo, pero ha intentado contenerse. Iba en serio que no podía pelear con él así, ni por las creencias que intentaba promover ni por sus gustos personales. Solo espera una reacción, una disculpa o una explicación. Pero en el fondo sabe que Roku no le dará nada de eso. Solo trae dolor.

-Levántate antes de que te ahogues en el lodo -lo desafía, con un gruñido-. El próximo golpe te dejará k.o.
-Sea pues, ¿eres una bestia? -el chico alza la cabeza, y le mira con esos ojos, sin brillo alguno- Pues te pelearé como tal. Dime... ¿Sabe Luna qué haces aquí? ¿Qué haces peleando... Conmigo?
-¡¡Ni te atrevas a mencionarla!! -de nuevo sobrevuela hasta donde está el humano, e intenta hundirle la cabeza con un pisotón, hacer que se calle- No... -no está, y sabe que el combate empieza ahora- ¡Da la cara, maldito! -sí, la carga del spirit es una maldición, pero tiene usos muy prácticos- ¿Es que no te cansas de esconderte? -sí, lo hace- He visto tus formas, ¡ninguna es discreta! ¿O es que acaso ahora te especializas en huir? -intentar olfatearlo en ese ambiente era imposible- ¡Algo tan grande no puede ser tan cobarde!

No lo ve, no se percata. De esas dos luces que le observan, en la oscuridad. El cazador está listo, y la presa donde él quiere. Un espacio cerrado, angosto, podría parecer una desventaja, mas nada más lejos de la realidad. El ambiente es húmedo, cargado, respirar cuesta, pero él no lo necesita. Los muros se ciernen sobre él, estupendo, pues sabe por dónde puede moverse, él abarca ese espacio. Andar sobre agua implica un mayor gasto de energía, más si usalos propulsores, y a él esto le da igual. Estar muerto no es una desventaja, no, más bien la carta ganadora. Skullbaluchimon es la opción adecuada para este combate.

Debe tener cuidado, el oído le debe de funcionar, y aún no sabe contra qué se está enfrentando. Calma, solo un poco más y... La patada llega, es el primer golpe. Lo proyectará hacia la parte delantera, y lo sepultará de un poderoso pisotón. Rápido, simple, y letal. Aquello estaba sentenciado. No, él ya le “vio las orejas al lobo”, sabía qué iba a hacer, lo oyó. No respiraba, no parpadeaba, no hacía nada, pero el fluir del agua, la ondas que generaban sus cuatro patas, alertaron a Leo, y aunque no supiera la forma exacta del digimon, el volumen brusco desplazado fue señal suficiente. Los dos antebrazos cubrieron el golpe, y el pulido metal soportó el embate, haciéndole, eso sí, moverse. Su mirada se clavó en el vientre del monstruo, y quiso gritar. Gritarle a Roku todo lo que había hecho, todo el daño provocado, todas las mentiras y medias-verdades dichas. Gritó, y gritó, pero ninguna palabra se oyó, solo el sonido de un aullido que golpeó aquella oscuridad, que ahogaba esos gritos.

Se dio cuenta de que algo pasaba con esa zona, que no lograba herirle. Los ataques eran engullidos, se precipitaban a una oscuridad infinita, sin dañar nada: ni piel, ni músculo, ni hueso... Solo oscuridad. Roku estaba, literalmente, vacío, y ese vacío amenazaba con engullir a Leonardo, pues el esqueleto se desplomaba, acercándose más y más a él. Quería engullirlo, enterrarlo, sentenciar así el combate. Leonardo no lo permitiría, ¡aún podía dar guerra!

Con un puñetazo, se clavó al suelo, y rotando como si fuera un tornillo, cambió el ángulo de sus propulsores, intentando escapar. Su velocidad era inferior a la de los demás MachGaogamon, pero no podía permitirse, ¡no podía perder! La distancia se recortaba. Aquella negrura exhalaba un vaho frío. Solo un poco más. Casi iba a rozarle. Pero escapo. Roku, yacente, tardaría en reincorporarse, y Leo debía atacar. Golpeó una de aquellas masas óseas que usaba para desplazarse la bestia, y con el otro puño emanó una corriente de viento bajo aquel mastodonte. La idea era crear un colchón de aire que permitiera moverlo pese a su ingente peso. Funcionó, aunque remover las aguas fecales le desagradaba, tardaría días en quitar ese olor del pelaje. Pero daba igual si podía darse el gusto de lo siguiente.

CRACK

Skullbaluchimon impactó contra el muro, restallando por el lugar esquirlas de hueso y roca por el lugar, dejando ondas en la acuosa superficie ante lo evidente: Roku había atravesado el muro, y Leonardo no iba a dejar el ataque ahí. Debía acabar allí la pelea. Por inercia, Roku seguía oscilando, y el lobo se aferró con su otra mano, incrementando el giro, estampando a la criatura contrala pared restante. Incrementando la velocidad, describía arcos amplios que iban acabando con esos odiosos espacios cerrados.

-¡¡GAOGA TORNADO!! -avanzando, siguió golpeando el cuerpo inerte de Roku contra los gruesos y fríos muros- ¡¡Ahora, caes!! -con un fuerte golpe, zambulló a Roku en las gélidas aguas, levantando una columna del fétido líquido- ¿Qué te ha parecido, monstruo? ¿Vas a hacer algo? -no se movía- Vamos, no me digas que se acabó, ¡¡te he visto pelear!! ¡¡Sé que puedes mucho más!! ¡¡¡Levántate!!! ¡¡¡¡Hazlo para que pueda volver a tumbarte!!!!
-No... No estoy inconsciente. No tengo consciencia -se volteaba lentamente-, tampoco hambre, frío, sueño -se recolocaba las articulaciones desplazadas por los golpes-, ni sensibilidad al dolor, ni remordimientos, nada -ya se comenzaba a levantar-. En esta forma, literalmente, no siento nada. ¿Y tú, qué sientes?
-Ganas de reventarte la cara. No soy así, ¡sé que no soy así! Pero tú eres la excepción... -volvía a prepararse para la contienda- ¿Sabes? Los monstruos solemos debatirnos entre nuestro lado animal, y nuestra humanidad. No es tan sencillo, dejar que la bestia gane trae remordimiento, duda, y dolor. Es una batalla constante entre lo que queremos hacer, y lo que debemos hacer, ¿pero tú? -escupió al agua, con amargura y desprecio- Tú solo engañas y destruyes. ¿Para qué? ¿Por qué? ¡¿Por quién?!
-Para ser una pelea, estás hablando mucho. ¿Sabes? Las palabras solo son una condena. ¿La burocracia, la política, las leyes? Excusas para que los débiles puedan hacer algo contra el fuerte -volvía a reír, con esa desagradable y cavernosa voz-. Los US sois un buen ejemplo de ello. “Eres malvado, en nombre de la justicia te rendirás”, ¿y luego qué? ¿Un juicio? ¿Lo encarceláis? ¿Y para qué? Sois animales jugando a ser humanos, y nosotros solo somos un juguete más, una excusa... -el sonido reverberaba más, por las paredes restantes no demolidas- Intentáis demostrar que evolucionáis, que sois mejores, ¿y qué? Eso sí que es un engaño. ¿Y sabes por qué lo sé? Mírame, mira lo que me ha hecho tu mundo, ¡mira en lo que me habéis convertido!

Alzándose de nuevo, intentó golpear a su presa, pero el escenario ahora jugaba a su favor. Sin restricciones en el espacio, podía volar evadiendo los golpes. Roku debía hundir sus patas en el agua para poder desplazarse, por lo que era más lento, mucho más lento. Leonardo tenía la ventaja, sobrevolando aquel infecto líquido y bordeando a la bestia gigante. Incluso podía castigar su cuerpo despidiendo poderosas ráfagas desde sus puños. Él no mostraba ningún síntoma de dolor, pero las hendiduras y quiebres que empezaba a manifestar indicaban que le estaba haciendo daño. Debia aprovechar. Recorrió una de las extremidades y, rostro frente a rostro, aulló. Amenazante, poderoso, la onda de choque abrió muchas heridas en Roku, que gruño desagradado por el hecho de no poder conectar ningún ataque. Leo se alejó volando antes de que las garras amenazaran con hundirse en su fresca carne.

El lobo no se percató, la trampa ya estaba preparada. No podía estar volando siempre, necesitaba descansar. Tras tantos golpes, deducía que Roku estaría aturdido, que no pudiera moverse tanto por miedo a abrir más sus heridas, de agravar sus daños. Roku no sentía dolor, y por ello, dejaba que le golpease. Leo necesitaba repostar, respirar unos segundos. Sus pies ya ondeaban en el líquido. Como él quería. Abriendo sus fauces, liberó un aire helado, mientras aprovechaba sus piernas traseras para impulsarse. No había muros, pero él haría esa función. Sus gigantescas patas cercaban a Leonardo, cortando su huida. Si sobrevolaba hacia los lados, le esperaba una de aquellas mortíferas zarpas, y hacia arriba la mandíbula y colmillos de la bestia. Ir hacia delante solo lo precipitaría a la peligrosa negrura, y hacia atrás el vapor acabaría afectándole. Todos los movimientos acababan en su final. Jaque mate.

La carne se helaba, y podía sentir la cristalización de su sangre. Gritó, pero sin expeler ningún ataque, simplemente le dolía. Tanto el cuerpo, como el alma. No podía moverse, y Roku lo sabía. Se iba acercando más y más. Notaba frío, pero un frío más desagradable. Era miedo. La oscuridad se iba acercando. Todo se apagaba. Vacío. Y nada.

¿Leo?

Estaba bien, y era extraño.Ya no había hielo. Solo negrura, pero no dolor. Dio algunos pasos. Y nada. Intentó olfatear y oir, pues era obvio que la vista no iba a funcionar. Nada. Avanzó, intentó encontrar algo, pero no había NADA. ¿A qué jugaba Roku? O acaso es que estaba... ¿Muerto? No, no podía morir, ellas le necesitaban, tenía cosas que hacer, ¡aún no había limpiado su nombre! ¡no era un US respetable! ¡ni le había dicho a Luna lo orgulloso que estaba de ella! ¡ni a Flora lo que sentía...! No, ellas no le necesitaban, era él quien las quería a su lado. No quería perderlas, no así...

-¿Luna, Flora? -musitó- ¿Hola? -una sombra, un esbozo, se movió delante de él- ¿Quién eres? -intentó seguirla -¡¿Quién eres?!-intentó seguirla corriendo- ¡¡Muéstrate!!

La persecución prosiguió unos minutos, y de forma progresiva, casi sin poder darse cuenta, la nieve iba tintando el lugar, y los árboles espesaban la zona. Era como aquella vez, en el parque, en Url. Estaba tan guapa... No, no había tiempo para eso. ¿Qué hacía allí? ¿Qué sentido tenía aquello? Era una artimaña de Roku, otra broma. En la nieve, pudo verlos. Pétalos. Era ella.

-¡¡Flora!!

Aceleró el ritmo. No había tiempo para pensar. La risa de Roku, de nuevo, le ensordecía, le enfurecía. Se estaba riendo de él, jugando con sus emociones. Otra sombra en los árboles. ¿Roku? Iba a hacerle daño a Flora. Debía impedirlo, más rápido. Tenía que hacerlo. No, no podía. El frío le atenazaba, no era tan rápido como Ulforce, si solo, si solo fuera más fuerte. La risa. Había otra manera. No le gustaba, pero la había. Atacó a aquello que le acechaba, a quien se reía. A Roku. ¿Ginshô? No, no era él. Tampoco Flora. Una caperuza de pétalos blancos, que se tornaban en rojo, como una rosa. Ah, rojo, el color de la sangre. De la sangre humana.

-No...-no pudo evitar llorar- Por favor... No...

La risa de Roku iba ganando fuerza, levantando vapor desde la nieve, que se condensaba en el propio humano. Tranquilamente, se acercaba a aquel cuerpo sin vida, y al asesino. Sonreía, cómo no, pues había dado donde más dolía. Ciertamente, él no hizo nada. Fue Leo el brazo ejecutor, y eso era lo que despertaba tantísimo daño en su corazón.

-Mi niña...
-A esto me refería, hipócrita -aplaudía por el papel que había desempeñado Leo-. Lo dijiste antes, “tenemos una bestia adentro”, y esta nunca puede ser derrotada. Todos los digimons sois monstruos, peligros, amenazas -imitando al digimon en un principio, lo señalaba-. Que acabéis con la humanidad solo es cuestión de tiempo. Yo combato fuego con fuego, ¿y tú? Solo engañas a la bestia que tienes dentro, ¿verdad?

No le escuchaba. Estaba ahí, pero no estaba. ¿Pensaba? No, no había lugar para los pensamientos. Solo rabia. Contra sí mismo, contra lo que era, contra esa bestia que no podía controlar. ¿Qué era? ¿Qué fue? ¿Qué estaba destinado a ser? Un monstruo. Y lo sabía. El sollozo pasó a lamento, y el lamento, a grito. Un desagradable aullido que obligó a Roku tapar sus oídos. Leo sacaba todo el aire de sus pulmones, una y otra vez, sin saber qué hacer, solo gritar. El mundo se empezaba a quebrar, pues las ondas sónicas castigaban los huesos ya abiertos por las anteriores acometidas.

La pesadilla se retorcía. Skullbaluchimon herido, no podía aprisionar mucho más tiempo al MachGaogamon oscuro. No sentía dolor, pero el tener que soltar a su presa, le desagradaba. No podía retenerlo, así que lo liberó, alejándose de aquella voz que le golpeaba. Ambos estaban malheridos. Roku seguía perdiendo fragmentos de su cascarón de hueso a medida que se movía. Leo apartaba el pelo congelado e intentaba recuperar la sensibilidad. Se miraron. Se desafiaron. El combate no debería alargarse más.

Pero Leo tosió. Veneno. Otra de las cualidades de SkullBaluchimon. La ponzoña se simulaba con el aire fétido, como una amenaza invisible. ¿Cuándo comenzó a liberarlo? ¿Desde el principio? Eso, aquel mundo de pesadilla, las burlas, los ataques verbales. Roku no jugaba limpio, nunca. La toxina inundaba su ser, agolpeándole, iniciando un terrible malestar. Se tambaleaba, pero no caía.

-Así que acaba de este modo, ¿no? -sonreía- ¿Sabes? Es liberador saber que esto termina de una vez. No me debe de quedar mucho, así que, si no te importa, que hablen mis puños.
-Adelante. Ven.

Reactivando sus propulsores, Leonardo se precipitó hacia Roku. ¿La garra rasgó su carne? Le daba igual, ya estaba condenado. Un puñetazo poderoso. ¿Otro zarpazo? ¿Y? Un directo, un gancho. ¿Sus pulmones amenazaban con colapsar? No importaba, ya nada importaba. Leonardo estaba vacío, con un único pensamiento: “debe caer”. Otro golpe, y otro. Roku retrocedía, no podía alcanzarlo. Era más rápido, más ágil. Saltaba entre las piernas de la bestia. Un nuevo directo. Genuflexión. Ya iba a caer. Daba igual el torneo, daban igual ellos. Se lo debía. A ella. Le haría que se disculpara.

Con todas sus fuerzas, un tornado nació de su puño, hundiéndose en el cráneo de Skullbaluchimon, haciendo que este cayera a las apestosas aguas. Leo contempló su proeza. Todo aquel cuerpo era ya hueso partido, no había parte sana. De las grietas emanaba oscuridad y frío, y se tambaleaba, intentando recuperarse. ¿Cuántos golpes había dado? ¿Cuánto tiempo pasó? La vista se le nublaba, pero pudo verlo. La pierna derecha de su enemigo estaba sana. Roku no intentaba atacarle, solo desviar su atención, que no atacara a esa parte. Una broma final que, de nuevo, había sufrido. Respiró, resignado, pues ya no le quedaban fuerzas.

-¿Sabes lo peor de todo, Roku? -sonreía- Sé que le has hecho daño a Luna, y a Flora. Sé que tienes tus razones, todos las tenemos, no actuamos por “nada” -tosía esputos negros-. Pero lo que de verdad me dolió fue... Que me caías bien. Pensé que por fin mi niña conocería a un buen amigo, y parecías alguien agradable -la tos iba a peor-. Por eso, la decepción pasó a odio. Ojalá nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, de verdad. Supongo que esto es un adiós, ¿no?
-Sí...-declaró la bestia, levantando su pata- Es hora de que nos dejemos de juegos.

Descargó su peso en un último golpe. Al retirar la extremidad, debajo se encontraba un BlackGaomon, inconsciente. No lo había matado, no quería matarlo. Con dificultad, arrastrándose, rechinando los castigados huesos, Roku buscó su silla, y la movió. De nuevo, en esa prisión de carne, de nuevo, siendo simplemente él.

-Ahora estás inconsciente...-se movía en aquellos metales hasta él- Y no me importa reconocerlo. No escogí a Skull por su fuerza, ni por el escenario. Tampoco por ser una bestia. Lo escogí porque, en esa forma, mi pensamiento es más animal -se inclinaba hacia el rookie-. No pienso más que en cazar, es decir, no hay dudas, ni remordimientos, ni nada. Yo... Lamento haberos hecho daño, de verdad. Lo... Lo siento. Ahora soy una persona, debería saber qué decir pero... Lo siento...

“Algo” caía al agua, enturbiándola. Se anunció al ganador, el escenario desaparecía. Y aquel tipo, enfermo, postergado a una silla, daba idea de todo, menos de un ganador.

por Luna Kobayashi Vie Mar 03, 2017 3:44 pm

Leonardo miró de reojo a Ginsho. La mugre de la zona de alcantarillado hacía que el chico tiuviera que dar tirones a la rueda de su silla para avanzar, sin embargo, lo hacía. Sus brazos seguían fuertes. Postergado en una silla, parecía ser que aquel mal que lo aquejaba había avanzado rápidamente.

-Deberías retirarte. Luna se angustiaría mucho si te viera así, y encima, arriesgando la vida en una pelea estúpida de concurso-Leonardo no pudo evitar suspirar y fruncir el ceño mientras se ajustaba los guantes y escuadriñaba a Roku Ginshô- ¿Es que no te importa esa gente esté preocupada por ti?

-Te tenía por alguien menos hablador, Leonardo. En cuanto a retirarme, no es algo que vaya a suceder-fue lo que dijo el chico, con ese usual gesto serio que le caracterizaba, aunque a juzgar cómo lo miraba, parecía ligeramente ofendido, aunque aquel único ojo sano pareció demostrar cierto remordimiento o incomodidad-Y eso es.. cosa suya.

-Yo solo intentaba hacerte desistir de esta tontería, pero tú mismo has dicho que no estás dispuesto a hacerlo, así que no tenemos más que decirnos-el cuerpo del rookie se agrandó y cambió para dejar paso a BlackMachGaogamon, que miró a su rival, esperando a que se preparase. Ginshô se esperaba que el cánido no hiciera ningún tipo de movimiento sucio, como atacar su cuerpo humano. Aunque no fueran los mejores amigos, ambos sentían cierto respeto mutuo, así que Ginshô agarró el D-Scanner, y los códigos digitales dieron paso al aquel cuerpo de multiples brazos. El vapor de agua se aremolinaba alrededor de Asuramon, cuyas flamas en los pies evaporaban aquel agua lodosa.

Cada uno a un lado del largo curso del alcantarillado, se miraron unos instantes antes de que los torpedos de la espalda de Leonardo se encendieran para avanzar hacia el chico, puño en alto. Aunque pudo pararlo se vio en la obligación de usar dos de sus brazos para hacerlo, Leonardo había puesto energía en aquel primer golpe, y la mantenía. Aquel cánido era más fuerte y robusto que rápido, y aunque Ginshô podía leer sus movimientos con facilidad, seguían siendo movimientos lanzados con fuerza, así que Ginshô en lugar de apresurarse, prefería esperar hasta ver una brecha clara hacia BlackMachGaogamon. Otro puñetazo de Leonardo iba dirigido a su cara, sin embargo Ginshô se dio cuenta de un detalle. El brazo que Leonardo tenía libre era el derecho. Comprendió que pretendía sorprenderlo con un golpe sorpresivo. Con los brazos extra bloqueó un segundo golpe, un puñetazo que Leonardo dirigía a la barbilla de asuramon. Ginshô podía ver con claridad cómo Leonardo alzaba la rodilla para propinarle un rodillazo en el abdomen, así que con su última mano libre lo paró.

Ambos podían verse los ojos, mirándose con intensidad y diciéndole al otro que no recularía sin palabras. La fuerza ejercida por la fuerza de los golpes de blackmachgaogamon y la defensa inamovible de asuramon les hacía jadear y sudar.

El primer forcejeo terminó cuando Leonardo propinó un cabezazo a Ginshô, tras el cual, Leonardo emitió un aullido con una onda sónica que dejó a Asuramon con un intenso pitido en el oído. Le devolvió la gentileza lanzando flamas -pequeñas a drede- desde sus puños dirigidas a los ojos del cánido, que se quejó y se llevó los puños a los ojos. Por un lado el cánido veía con dificultad, y por otro Asuramon sufría de una sordera parcial.

Asuramon embistió a Leonardo, emitiendo ondas de calor que llenaban el ambiente. Leonardo, por sus parte, usó la fuerza de sus propulsores para evitar que la embestida le tirase al suelo. Dos de las manos de Asuramon se aferraron a su abdomen y comenzaron a constreñir a Leonardo que comenzó a jadear, y que sacando fuerzas del dolor y de saber que probablemente quería romperle una costilla, agarró los brazos que restantes que asuramon iba a usar para golpearle, justo desde las muñecas, y apoyándose en sus propios hombros, comenzó a retorcerlos. Lo que se conocía en lucha libre como un “armbreaker”.

-Un doble K.O no te conviene, Leonardo. Si quieres tener otro intercambio y la oportunidad de que yo no acierte, vas a tener que soltarme-le advirtió Roku.

-Lo mismo va para ti. Vamos a tener que soltarnos si no queremos eliminarnos ambos, o deshacer esto de alguna manera-fue lo que dijo Leonardo, antes de realizar un barrido con las piernas y provocar que asuramon cayera sobre el agua. Al estar siendo agarrado, él también cayó.

Ginshô se levantó primero, y de sus manos brotaron bolas de fuego hacia Leonardo, que aunque las pudo esquivar volando con los propulsores, se golpeó y cayó al suelo. Parecía que Ginshô tenía la ventaja, el fuego usado en cada movimiento había desgastado a Leonardo poco a poco. Ginshô aprovechó el momento, inmovilizando con sus manos a Leonardo, cuyo pelaje estaba parcialmente quemado. Ambos luchadores estaban llenos de lodo por la lucha sin cuartel. Leonardo emitió un vórtice de aire directamente a la cara de asuramon para librarse de la presa, con tal fuerza que Ginshô dio con su espalda contra la pared. Esta vez fue Leonardo quien se levantó antes y le arrolló con un rodillazo en la cara. Luego tuvo que caer de rodillas al suelo, jadeando, pero mientras Roku se levantaba Leonardo gritó para tirar de su propio cuerpo. Aferró la cabeza de Azuramon en un candado, resistiendo el forcejeo de sus múltiples brazos, que no respondían muy bien debido al atontamiento que el rodillazo había prococado a Asuramon. Leonardo se apresuró a colocar la barbilla de Asuramon sobre su propio hombro y dejarse caer al suelo y transmitir el impacto a través de su hombro, para luego levantarlo y dejar caer el abdomen de Asuramon sobre su rodilla.

Se había terminado. Asuramon volvió a su forma humana, y Leonardo cayó de rodillas, aún en su forma perfecta. Tras unos segundos, volvió a ser Gaomon, jadeando de cansancio, sentía que le faltaba el aire y que un pòco de sangre le recorría la barbilla. Había sido intenso, y ambos habían terminado completamente embarrados, y de hecho pasaron unos tres minutos recuperando el aliento cada uno por su lado.

Leonardo oyó el rodar de las ruedas de la silla en el agua aproximándose. Se sorprendió de ver que Roku se había subido él mismo a la silla, y que ahora le extendía una mano, de manera formal. Leonardo se levantó, y le apretó la mano de manera firme. En ese momento, si no fuera por toda aquella suciedad que tenían encima, parecerían dos hombres de negocio saludándose.

-Bien combatido.

-Sigue así, Leonardo.