Night of Dreams [Priv. Scott]

El mercenario rio leve e hiso una aclaración muy rápida al escuchar a la pelirroja. “Nunca dije que lo deseara”. Eso fue todo, después decidió callar y mantener su vista clavada en la pelirroja para escuchar atentamente lo que fuera a decir. Conforme la escuchaba, más sentía inconformidad, tanto consigo mismo como con sus acciones. Podría decirse que comenzaba a sentir arrepentimiento, pero no lo era… ¿Qué seria? ¿Sería que esa sensación de no sentirse una marioneta por parte del diablo estaba volviendo a aparecer? De ser así, le agradaba ese sentimiento… era inconformidad, pero era su propia inconformidad, no la de terceros a los que tuviera que demostrar su valida. Pero fuese como fuese, se mantuvo en silencio hasta el final, donde llevo su mano zurda a la barbilla, subiéndola ligeramente para cubrir su boca mientras cerraba los ojos queriendo pensar en una respuesta a todo aquello… una respuesta adecuada. Estaba claro que ya no podía dar sus respuestas vagas y simples… esa conversación, esa “charla de insomnio” se había vuelto algo más… serio, por decirlo de algún modo. Tenía que pensar en cada respuesta, no solo para “complacer” la curiosidad de su compañera, sino también para responder sus dudas internas; aquellas que se había planteado muchas veces, pero que solo se sentía capaz de responder cuando era la pelirroja quien las hacía. Fuera como fuera, ya era momento de responder, y aunque no supiera si estaba preparado para eso, no se echaría para atrás, mucho menos en ese punto.

Sé que vivir con miedo impide que me arriesgue pero… la última vez que me arriesgue, literalmente casi mato a toda mi familia… Labramon y otros digimons… además de que caímos en un lugar bajo… demasiado bajo, y salir nos costó más de lo que uno estaría dispuesto a pagar –Aclaro, abriendo los ojos nuevamente y dejando caer su mano sobre sus piernas- si bien tienes razón en lo que dices… correr riesgos no ha sido nada bueno para mí y mis conocidos… es por eso que ahora solo puedo esperar esa oportunidad que me haga moverme sin darle tiempo a mi cerebro de procesar el miedo aunque… -se quedó mirándola un momento, completamente callado- (Quizás tú seas esa oportunidad…) quizás ser empujado también sea una opción, je… aunque bueno, nunca lo sabremos si no lo intentamos, ¿no?

Al decir eso, el mercenario volvió a callar, aunque esta vez, no para pensar en una respuesta, si no para hacer algo más. Apoyo sus piernas en el bordillo del suelo de madera y levanto ligeramente su yukata. Dejo ver su pierna enyesada, aunque al poco tiempo de dejarla expuesta, tomo el yeso entre sus manos y fue retirándolo poco a poco. Allí estaban las marcas de las garras de su compañero, pero no le importaba. Dejo el yeso de lado y froto su pierna ligeramente. Estaba algo roja y aun cubierta por algunos hilos del yeso, pero no parecía que tuviera nada serio. El pelinegro estiro las piernas y se bajó del suelo de madera para pisar tierra firme, entrando en el jardín completamente descalzo. Se giró para ver a la pelirroja un momento y estiro un brazo para ofrecerle la mano.

¿Te gustaría caminar en círculos por el jardín mientras charlamos? –pregunto tranquilo- no quisiera estar quieto tanto tiempo, menos ahora que siento la pierna en condiciones para caminar –Vio que la pelirroja acepto su ofrecimiento, por lo que tomo su mano y apretó ligeramente, tirando con suavidad del brazo de la contraria para ayudarla a levantarse- ahora, regresando a la conversación… no es que mi digivice no lo permita… si no lo permitiese, directamente, no podría transformarme en el lobo, o podría hacerlo pero al instante me separaría de Labramon… lo que ocurre es que… independientemente de la emoción, el digivice se agrieta… más que no lo permitiera… es que no lo resiste… -Comenzó a caminar junto a la pelirroja, observando su digivice- como si le faltara la fuerza para soportarlo… realmente no lo termino de comprender y… hace años que estoy en el mundo digital… desde que tengo 8 prácticamente…

El paisaje que se extendía no era demasiado grande. Solo eran unos cuantos árboles, plantas, un pequeño estanque con un puente de madera enrojecida, y poco más; todo dentro de un rectángulo gigante que contenía todas las habitaciones de la posada. El cielo nocturno iluminaba junto con las 3 lunas, a aquellas figuras humanas mientras caminaban en círculos, llegando a una punta para girar a la derecha y seguir caminando hasta la otra punta para repetir el proceso infinitamente. No iban a ningún sitio, pero caminando el tiempo iba más rápido y era más gratificante. El pelinegro miraba hacia el frente mientras escuchaba las palabras de su acompañante, siempre guardando un tono de voz relativamente bajo para no despertar a cualquier otro huésped que pudiera estar allí. Observo su digivice momentáneamente y decidió guardarlo dentro de su yukata, mientras seguía caminando por el patio.

Todo es posible en este mundo… y no pongo en duda que quizás tengas razón sobre el comportamiento de mi digivice… pero, eso nos da otra pregunta difícil de responder, por no decir imposible… ¿Cómo debe cambiar o que se requiere para ello? Si realmente mi digivice busca cambiar para tolerar la carga emocional que representa BlackMetalGarurumon… ¿Qué necesito para que cambie antes de que se rompa? –Guardo silencio y suspiro leve, observando hacia el frente- lo cierto es que no lo sé… y que espero no tardarme demasiado para averiguarlo… aunque bueno, me tarde muchos años en despertar al lobo… jeje… -Suspiro levemente y se rasco la nuca- sí, llevo aquí desde que tengo 8 años… es una larga historia pero… al final fue Labramon quien me trajo, y no fue hasta después de un año de llegar, que mi digivice apareció… ¿curioso, no crees?

El pelinegro rio tranquilamente, apoyando con cuidado su pierna cuando llegaban a un terreno demasiado irregular o con muchas piedras por en medio. Si bien podía caminar y apoyar su pierna, no debía exagerar; él no era ningún súper humano, y claramente aun necesitaba descanso. Luego de un rato, el humano decidió cambiar un poco la ruta de la caminata, dirigiéndose al centro del jardín para subir al pequeño puente de madera. Era más una decoración que algo práctico y que se fuera a utilizar, pero aun así, estaba hecho para soportar el peso de varias personas, seguramente para aquellos que disfrutaran de ese tipo de lugares y situaciones. El humano se apoyó de espaldas en el barandal de madera, alzando ligeramente la pierna adolorida para ver las marcas. Se le escapo una pequeña risa al ver aquellas marcas, casi con nostalgia, mas no con dolor o enfado. Había escuchado la última pregunta de la pelirroja, pero decidió guardar silencio para pensar bien su respuesta. Él no tenía nada de lo que arrepentirse, ya que todo lo que hiso, lo llevo hasta allí pero… ¿sería realmente cierto? Quizás si había algo de lo que pudiera arrepentirse… pero, ¿realmente se arrepentiría de ello? No estaba del todo seguro… quería pensar que no pero pensaba que quizás, si lo hacía.

Sentía que se arrepentía de haber conocido a una persona que lo orillo a todo lo que había hecho hasta la fecha… pero… no podía arrepentirse de ello ya que había descubierto cosas de sí mismo que nunca se hubiera planteado. Amor, odio, tristeza, sufrimiento, felicidad, vacío. Demasiados sentimientos que no hubiera sentido como lo hiso, de no ser por esa persona en específico… a la que también sentía ganas de culpar por haberlo orillado a hacer tales actos como dar su alma al diablo. No podía arrepentirse del acto en si… pero ese pensamiento venia de manos del saber que esa persona, aun sabiéndolo, no dijo nada. Lo acepto fácilmente, y eso fue lo que verdaderamente dolió. Pensar en que había hecho tanto, y que aun aceptando la felicidad de la contraria… ¿ella no pudiera decir que intentaría ayudarla aunque fuera inútil? Eso dolía más que cualquier marca del infierno. Quizás por eso se arrepentía, porque hiso tanto para no lograr nada… pero no podía hacerlo, porque había experimentado cosas que aun a día de hoy agradecía… ¿Qué responder…? No lo sabía.

… ¿sabes Selene…? Hay cosas realmente penosas y dolorosas que me han ocurrido en los últimos años… incluso en los últimos meses… pero… ni aun con todo eso en mente, podría cambiar nada… porque estoy seguro de que si lo hiciera –El humano rio ligeramente y giro la cabeza para ver a la pelirroja- de algún modo, no te habría conocido hoy en el pantano

El lugar se había vuelto, al parecer del pelinegro, una simple llanura. El silencio dominaba y solo había pequeñas corrientes de aire. El viento se introducía por las mangas de la yukata o por el cuello, revolviendo su interior para escapar por cualquier salida posible, inclusive por la misma entrada. Él se quedó observándola directamente, buscando refugio en los orbes azules que tenía por ojos, ignorando todo lo demás. Él no sabía si había hecho bien en decir lo que dijo, pero efectivamente así se sentía. Algo en esa mujer le hacía actuar sin precauciones… se sentía vulnerable, se sentía débil. Sabía que era débil y no lo ocultaba, a diferencia de otras personas. Buscaba una razón para sentirse así, pero todo iba al mismo punto: “no lo sé”. No respondió nada en ningún momento, simplemente se quedó viéndola, mientras sentía como su cuerpo se tensaba para no salir disparado en un acto involuntario. Estaba completamente forzado a permanecer quieto, expectante de cómo su propia alma escapaba de su cuerpo para intentar ver de cerca el alma de la chica. Rojo ardiente, determinado a reavivar las cenizas de su espíritu; azul paciente y profundo como el mar, y blanco puro en señal de honestidad. Eso era lo único que podía ver. Eso era lo único que podía sentir en ese instante.

Sentía al espadachín cruzar sus espadas a la altura de su cuello, queriendo mantenerlo controlado. El emperador de blanco apuntaba su sable al corazón. La bestia de la reina de hierro amenazaba con aplastarlo. Inclusive el propio demonio estaba allí, apuntando con su magnum justo en la mitad de su cabeza, con esa peculiar sonrisa de picardía en señal de que le divertía la situación. 4 espíritus eran necesarios para frenar el cuerpo del mercenario, quien solo pudo dejar escapar su alma para intentar tocar la de la chica, sin éxito. Inclusive la marca de su espalda amenazaba con arder y quemarlo, pero ni siquiera ella tenía la potencia suficiente para liberarlo de aquel trance. Parpadeo un par de veces, respirando profundamente, tratando de calmarse. Uno a uno los fantasmas invisibles desaparecieron lentamente, sabiendo que el cuerpo del pelinegro ya no haría nada estúpido y que de verdad pudiera hacerlo arrepentirse.

El aprovecho el momento para pensar en una respuesta… pero no la encontró; su alma seguía revoloteando a su alrededor, queriendo ver concretamente el alma determinada de la chica, pero sin conseguirlo.

¿Soy el primero…? Vaya… eso… no ayuda demasiado a que mi espíritu se tranquilice, je… -Rio levemente, apartando la mirada para ver al infinito, o más bien, atravesar con su mirada el propio puente para ver el agua del estanque- “¿Por qué?” es una pregunta muy general… tiene demasiadas formas de ser leída e interpretada, así como escuchada… “¿Por qué dije eso?” “¿Por qué siento eso?” “¿Por qué puedo decirlo con tanta seguridad?”… demasiadas variables… asique simplemente diré que… porque dejaste una huella en mi cabeza, y ahora ya no puedo imaginarme no habiéndote conocido… es como si los días previos a este fueran totalmente distantes… es más, ni siquiera puedo verme a mí mismo ayer… no sé por qué, pero me es difícil recordar con exactitud las cosas antes de que comenzaras a empujarme para avanzar, jeje…

Se giró para verla, sonrió notoriamente. Su alma regreso a su cuerpo; bastante alborotada, y ya nos sabía si era porque había visto lo que quería ver, o si porque la mente del pelinegro ya no procesaba la información del mismo modo, volviéndolo… una persona distinta a como era antes. Suspiro levemente y se rasco la nuca, sin nada más que poder añadir, por lo que recurrió a una táctica desesperada.

Oye Selene… tú… ¿Por qué tienes tanto interés en mí? Eres de las pocas personas que me hacen estas preguntas y que me obligan a pensar con cuidado mis respuestas, no por miedo a decir algo fuera de lugar… si no, por querer decirlo todo lo más claro posible… -Sonrió leve-

Nuevamente esa sensación recorrió su cuerpo. Una pequeña descarga que quería forzarlo a moverse, abalanzarse sobre la pelirroja y presionar su cuerpo contra el de ella en un abrazo. Quería buscar refugio en una desconocida, un refugio que no creía que vería nunca más. Vio la silueta de quien lo hirió junto a la pelirroja, y en un instante esa silueta se quebró igual que un cristal. Una corriente de aire golpeo su rostro, moviendo sus cabellos hacia atrás mientras que veía expectante como los ojos azules mostraban aguas turbulentas, pero también tranquilas, pacificas… una cruel trampa. Estaba siendo engañado para adentrarse en esas aguas y después hundirse por la potencia que presentarían al poco tiempo. No obstante, aunque veía clara la trampa… quería ir a ella… quería morir allí para renacer como alguien nuevo, como alguien dispuesto a salir adelante. Quería reír. Quería llorar. Quería gritar. Quería huir. Quería creer que la vida le estaba recompensando por todo lo que hiso y no funciono para nada ni nadie, mas solo le dio un sinfín de cargas que tener que sobrellevar sin ayuda de nadie.

Cuando la chica termino de hablar, el pelinegro simplemente se quedó estático. Todo su cuerpo se quedó tensado, incluso su rostro; forzándose a mantener la misma posición de todo lo que pudiera moverse. Sus ojos, su boca, sus manos e inclusive sus dedos. Se afirmó al barandal de madera firmemente, queriendo sofocar su impulso presionando sus manos contra la madera, pero siendo imposible. Nuevamente sintió a los fantasmas hacer todo lo que estaba en sus manos incorpóreas para mantener su cuerpo quieto… pero esta vez fue imposible. El respiro profundamente, sintiendo el ardor de su espalda aumentar; casi llegando al nivel de brillar para hacerlo reaccionar, pero sin conseguirlo. El pelinegro se quedó observando a la pelirroja por un momento, y no pudo evitar levantar la mano ligeramente, seguida del brazo hasta llegar al nivel de la cabeza de ella. Se quedó estático y finalmente, los fantasmas se desvanecieron, permitiendo que su mano se posara sobre los cabellos de la pelirroja, mientras una ligera risa escapaba de sus labios. Ese sentimiento… lo había sentido con una sola persona… la necesidad física de responder con una caricia en la cabeza, solo lo había sentido una vez; y aunque ahora era por una razón completamente distinta… sabía que ambas acciones tenían la misma interpretación.

… ¿te parece que voy a correr de quien me ha alegrado tanto el día? ¿O que tengo ganas de cruzar un puente? Aunque bueno, si es caminando y estas para seguir hablando, no tendría problemas… pero por ahora, prefiero quedarme aquí –Termino de frotar su mano por la cabeza de la pelirroja, regresándola hacia su espalda para sujetar el barandal de madera- me gusta que me hagas estas preguntas… que me hagas darle mil vueltas a lo mismo para intentar entender que rayos estoy diciendo, sintiendo y haciendo… si quisiera correr, creo que lo habría hecho en el mismo instante en que dijeron que mi pierna estaba bien y que solo necesitaba descansar… en cualquier caso, ya no importa… lo único que importa es que yo me quedo aquí, asique si quieres preguntar… pregunta con libertad, veamos si consigues que te cuente mis secretos –bromeo levemente, aflojando la presión de sus manos sobre la madera-

Lo cierto es que consideraba revelarle sus secretos, pero quería cerciorarse de que ella estaría dispuesta a saberlo, así como quería ver si realmente podía confiar en ella a tal nivel. Si bien sus emociones le decían que debía confiar; su experiencia previa no lo permitía. Quería estar seguro de que el puñal fuera dejado sobre la mesa o arrojado lejos; y la única forma de estar seguro de eso, seria esperar a que la pelirroja demostrara ese hecho.

La noche avanzo lento, pero aunque hubiera avanzado rápidamente, al entender del pelinegro, no habría diferente a la realidad. El mercenario respondió a las dudas y preguntas que la pelirroja le planteaba; siempre con un tono tranquilo, intentando no volver a tener aquellas batallas internas. No quería que su alma volviera a escapársele y dejarlo allí plantado como una estatua mientras su cerebro trataba de recuperar el control de la situación. Los fantasmas no volvieron a aparecer, e inclusive la marca del infierno dejo de arder de un instante a otro. Él no lo comprendía; nunca había cesado tan abruptamente en el pasado; siempre ardía y dolía como en el primer instante, producto del poder de quien realizo la marca… pero en ese momento dejo de existir en su espalda. No entendía porque, pero no le importaba; era un regalo muy preciado dejar de sentir ese símbolo en su espalda. Hubo cierto asombro cuando el mercenario dijo que toda moneda humana tenia valor en el mundo digital, y que dependiendo del tipo de moneda, podría valer más o menos. Fue algo complicado, muy matemático y con demasiadas variables; y aunque el pelinegro podía comprenderlo porque su mente se lo permitía y porque ya estaba acostumbrado al sistema monetario del mundo digital, no pareció quedar del todo claro en la mente de la pelirroja, aunque bueno, quizás el simplemente se explicó fatal; prefería pensar que se trataba de eso.

La siguiente pregunta que respondió en esa noche, fue ciertamente la más difícil de todas, ya que aquella batalla interna… fue por ella. Él pudo responder cualquier cosa en ese momento, cualquier mentira, pero sabía que no podía mentir. No podía mentir sobre algo de lo cual él no tenía idea alguna de porque ocurrió. Simplemente se limitó a decir “Del tipo que solo los Badass de mi calibre pueden tener” a modo de broma, pero también queriendo decir que él no sabía qué tipo de lucha habría sido exactamente. ¿Lucha sentimental? ¿Lucha por deber? ¿Lucha por honor? ¿Lucha por decencia? Todas eran igualmente validas pero no podían ir juntas. Solo respondió que ya no importaba, porque al final de todo; no se repetiría nunca más. Los fantasmas aceptaron su debilidad ante el espíritu del humano; y aun cuando podían hacerlo añicos y tomar el cuerpo como un títere cuando se les diera la gana, algo marcaba una diferencia que indicaba que nunca lo conseguirían como ellos quisieran.

Después de aquella pregunta, todas fueron relativamente sencillas, por no decir que las respuestas no tenían que ser tan rebuscadas, algo que el pelinegro agradecía, ya que no quería pensar en que debía indagar tanto en su propia mente para saber aquello. “¿Por qué los ayudo?”, simplemente porque así lo quiso; vio algo y decidió ayudar, y luego de saber a quién ayudo, decidió empeñarse un poco más en la tarea; los motivos de esto último, prefirió quedárselos. “¿Su dolor más grande?”; no pudo responder sin contra-preguntar “¿físico, mental o emocional?”. Respondiendo a su edad simplemente dijo que 20 años, y que dentro de un mes aproximadamente cumpliría los 21. El si dormía poco o no, prefirió reír entredientes y decir “Curiosa pregunta… en fin, sigamos hablando”. Realmente quería decir que efectivamente dormía poco, pero dejarlo a la libre interpretación le resultaba ligeramente más interesante. “¿Color favorito?”, esa estuvo por responderla, pero cuando escucho un comentario aparte. Rio leve y volvió a apoyar su mano en la cabeza de la pelirroja para revolver un poco sus cabellos, respondiendo “Lo siento, pero aunque me quede de maravilla el negro, mi color favorito es el azul violáceo del cielo”. “¿Algo que prefiriera evitar?”, sencillamente dijo que los abrazos.

Todo iba realmente bien, y aunque la última pregunta no sabía cómo responderla, ya que él pocas veces se había parado a pensar en sí mismo, aguardo a que la pelirroja terminara de hablar. La segunda pregunta que vino después le resulto complicada. No podía responder con la verdad, y no quería simplemente callarse. Para su fortuna, la pelirroja dijo que no se molestaría si le respondía que no podía contar algo así. Quiso sonreír leve, pero prefirió no hacerlo. La siguió tranquilamente hasta el pasillo de madera, notando un cambio en el ambiente… un cambio curioso, pero que le resultaba muy familiar. Se sentó junto a Selene y observo el jardín tranquilamente.

No sé qué podría desear en este momento… pocas veces me he parado a pensar en mí mismo o en lo que pudiera querer… déjame pensarlo un momento y responderé –Se estiro tranquilamente, sin apartar su mirada del jardín- y sobre lo otro… lo siento Selene, pero no es un asunto que pueda decir fácilmente… es complicado, sin mencionar que pesado y algo doloroso… quizás en algún tiempo, pero por ahora no diré nada… -Siempre mantuvo ese aire tranquilo, observando hacia el frente sin basilar- y bueno… creo que ahora te toca responder… aunque acordemos un poco las cosas… ¿color favorito? ¿Problemas para dormir? ¿Cumpleaños? La edad la descubriré cuando me digas tu cumpleaños y asista a darte un regalo de mi parte –bromeo, aunque también decía la verdad. Guardo un momento de silencio y se le dibujo una sonrisa- ¿sabes Selene…? Ya sé que deseo en este momento… -callo un instante y levanto la mirada para ver el techo- deseo que BR deje de estar escondida y salude de una vez… en serio, siento que me vigilas desde hace rato y ya empieza a incomodar
Pfs… me haces ver como una acosadora frente a tu amiga, que malo, pero está bien –Del techo emergió una sombra, de ojos azules, con su brazo izquierdo y pecho vendados completamente. Se giró y se cruzó de bazos- un gusto, soy BR

La mujer zorro pareció sonreír ligeramente al ver a la humana, cerrando los ojos e inclinando la cabeza ante su invitación para sentarse. Realmente estaba saludando, mas no iba a aceptar sentarse, ya que no tenía esa necesidad. Una cazadora no podía cansarse por algo tan simple como viajar un par de kilómetros, aunque bueno, la pelirroja no lo sabía asique era normal su ofrecimiento. El humano rio levemente cuando escucho el pequeño chiste de la pelirroja sobre que le vendría bien algo de rojo en su vida. Tanto el como la mujer zorro captaron el sentido del chiste; aunque solo le hiso gracia al primero, ya que la segunda por su lado guardo silencio. Si bien no tenía problemas con ese tipo de chistes, en ese momento no le encontraba la gracia… quizás porque apenas si sabía de la existencia de la pelirroja, y quería asegurarse de muchas cosas antes. Pocos humanos le habían dejado clara la idea de que no eran una amenaza para el estado emocional del pelinegro. BR no le dio demasiadas vueltas, simplemente ignoraría el chiste y se centraría en lo que ahora le resultaba más importante: saber quién era “Selene”.

Jeje… un salto de 3 metros no necesita de mucha habilidad que digamos… si quieres puedo saltar de un árbol de 20 metros y entonces empezaremos con la habilidad básica que se puede tener –bromeo tranquila, llevando sus brazos a los muslos, mientras alzaba la vista ligeramente para sonreír- no te preocupes, no estoy cansada, tengo muchos pasatiempos que ayudan a que mi condición me permita aguantar viajes largos
Eso no quita que tanto ella como yo tengamos curiosidad de saber cómo diste conmigo… la llamada no duro más de 2 minutos como para que pudieras localizarla o reconocer tu entorno –la mujer zorro solo respondió con una sonrisa- o no… parece que diste con algo para buscar…
Esa yukata tiene un símbolo de los Jungle Troopers en el pecho, con eso pude descartar muchos lugares –Afirmo tranquilamente, acercándose al dúo- además hice unas llamadas y localice tu digivice, asique el resto fue solo correr y correr hasta llegar… no te imaginas la cantidad de presas que deje por el camino pero… bueno, tu eres más importante –Aseguro, subiendo al suelo de madera para apoyarse contra la puerta a las espaldas de ambos humanos- por cierto, nadie sabe que estoy aquí, asique guarden silencio

El pelinegro rio tranquilamente, realmente no se sentía sorprendido por la determinación que podía demostrar la Renamon de pelaje oscuro si se trataba de dar con él. Lo más probable seria que no se sintió cómoda cuando este llamo para decir que se quedaría en algún sitio para descansar; fuera o no grave, ella no podía sentirse cómoda con una noticia así. Observo de reojo la pierna del humano y vio las marcas de las garras. Arqueo una ceja y después miro de reojo a la humana; simplemente por ver, no dedico ningún tipo de mirada, ni lastimosa, enfadada o amenazadora, como mucho curiosa.

No hace falta que dejen de conversar por mí, ya veré como introducirme sola al tema de conversación –aseguro tranquila, mientras cerraba los ojos. Era gracioso que con un gesto como ese, se fundiera casi con la poca iluminación; quizás si su pelaje blanco también fuera negro, ya no se vería de ninguna forma-

“24 de Diciembre, anotado” fue lo que menciono el pelinegro en cuanto escucho esa respuesta. Ciertamente faltaba bastante para que esa fecha llegara, pero tampoco le importaba, eso le daba bastante tiempo de margen para pensar en algún buen regalo. Durante el proceso, la Kitsune de pelaje negro se quedó observando atentamente a la humana. Analizaba sus gestos, palabras, movimientos, todo; no porque no sintiera que hubiera algún tipo de confianza, si no que ya no tenía una confianza tan plena como creía en los humanos. Durante algún tiempo pensó que todos los humanos podían tener su lado confiable, pero por varios eventos de ese mismo año, dicho pensamiento fue sujeto a cambios y quiebres muy forzados. Ahora siempre veía del mismo modo a los humanos nuevos: indiferente pero amable. No les desearía ningún tipo de mal, tampoco esperaría lo mejor de ellos, pero si intentaría mostrarse amable para intentar marcar una línea, donde dependiendo del comportamiento de uno, podría cruzarse o no.

Fuese como fuese, cuando la pelirroja pregunto sobre la forma en que se conocieron el pelinegro marcado y la zorra de pelaje negro, esta última arqueo una ceja con curiosidad. No esperaba esa pregunta, al menos no tan rápido. Si bien sabía que en algún momento, por instinto más que por otra cosa, le harían esa pregunta, estaba claro que no lo esperaba tan rápido. Una minúscula sonrisa se le dibujo. “Interesante” pensó para sí misma mientras re direccionaba la mirada hacia el mercenario, que veía con atención a la pelirroja, quizás buscando una respuesta o solo esperando a que una respuesta ajena llegara. Al final, la Renamon suspiro y dejo escapar una pequeña risa, saliendo de su “escondite” para responder, justo al momento en que le hicieron una pregunta directa.

La pregunta es interesante, pero está mal echa… no es “como se ganó nuestra lealtad”, si no “como nos demostró que podemos confiar en el”… no somos soldados, ni sirvientes ni nada como eso, no nos movemos por lealtad, nos movemos por confianza –Aclaro tranquilamente- no obstante, lo de cómo se ganó mi preocupación… bueno, dejare que él cuente la primera parte de la historia, al fin y al cabo, es mejor así
Bueno, la historia realmente es corta… cuando tenía 9 años aproximadamente, termine con Labramon deambulando por una zona desértica, allí nos encontramos con una pequeña Viximon, la forma bebe de BR… ella estaba lastimada y cansada, asique decidimos llevarla a casa –El pelinegro giro la cabeza para ver a la digimon de pelaje oscuro- un baño y almuerzo más tarde, se encontraba como nueva, aunque incapaz de evolucionar, pero al menos viviría un día más… y así, por unas cuantas semanas estuvimos dándole un techo y comida, hasta que desapareció y reapareció como una Renamon ordinaria de pelaje amarillo –Rio levemente y exhalo levemente- desde entonces, es ella la que nos ofrece comida y cuidados médicos, jeje… digamos que se convirtió en nuestra “hermana-madre”
Y supongo que aquí es donde comienza la segunda parte de esta historia –Bromeo tranquila mientras se sentaba detrás de ambos humanos- Cuando volví a poder evolucionar y tomar esta forma, me quede porque efectivamente me sentía en deuda, aunque a la larga más que una deuda, me sentía como en casa… cuidar de la familia, y así fue con casi todos los que estamos en casa… algunos están por otras razones, pero al final, todos somos “leales” a Scott porque él nos demostró que es un humano confiable y que cumple lo que promete

La Renamon guardo silencio un instante para escuchar atentamente el planteamiento de la humana pelirroja. Sonrió levemente, puesto le parecía alguien atenta y con un sentido lógico, pero que quizás aún no comprendía algunas cosas; al menos así lo veía la digimon. Ella suspiro levemente y se rasco la nuca un instante. Pensó en muchas formas de responder a esa pregunta, pero sintió que todas serian una falta de respeto, puesto implicaban una broma cruel o un sarcasmo extremista que podía rozar la agresión verbal. No se sentía en confianza como para que le hablaran como ella pudo hablar, ni mucho menos ella conocía lo suficiente a la pelirroja como para hablarle de ese modo, como lo haría con otros humanos o digimons, por ejemplo el pelinegro.

Realmente no, era una expresión realmente… porque la pregunta que formulaste daba a entender esos 2 conceptos más que “amigos” o “compañeros”… pero ciertamente, existen casos de humanos que usan a los digimons como sirvientes o como armas –La digimon guardo silencio un instante y creo un pequeño cristal de hielo, sumamente afilado- Selene, hay algo que no has considerado en la ecuación… los humanos están, por lo menos en su mundo, en la parte más alta de la cadena alimenticia, pudiendo unirse para doblegar especies inferiores que carecen del conocimiento suficiente para defenderse correctamente

Se levantó de su lugar, lanzando el cristal de hielo contra los arboles del centro del jardín. Espero unos segundos y cayeron un par de ramas de los árboles, cortadas de forma limpia y directa. Obviamente ese cristal había cortado completamente aquellas ramas. Una vez hiso aquella demostración, se cruzó de brazos y miro de reojo a la humana.

No sé si sabrás esto o no, pero los digimons que tienen un compañero humano, DEPENDEN completamente del mismo… es una relación simbiótica por así decirlo… el humano ofrece poder para que el digimon evolucione, y este ofrece protección de los múltiples peligros del mundo digital –La digimon suspiro levemente- hay humanos que se aprovechan de esa dependencia, influyendo miedo en aquellos que son sus compañeros, para que se vuelvan meras herramientas… he visto casos donde eso es llevado a tal punto, en que los digimons no temen asesinar a sangre fría a gente inocente… tanto humanos como digimons que apenas pueden evolucionar
Eso es verdad –Interrumpió el pelinegro cerrando los ojos- y aunque te cueste figurártelo, si ha habido un humano que pudo tener todo un ejército, todo por miedo a lo que él podía hacer… pero hace tiempo que desapareció, asique no deberíamos de preocuparnos… en principio, realmente todos somos diferentes asique no se sabe exactamente
El punto es que esas cosas pueden ocurrir… son raras, pero pueden ocurrir –La Renamon rio ligeramente y volvió a sentarse tranquilamente- ahora, sobre si he visto o no a humanos hacerlo, realmente no… Scott es de los pocos humanos que conozco, pero según él, ya ha pasado por esa experiencia y sabe de lo que habla… en una historia completamente distinta, gracias a èl mi pelaje es negro natural
Ella antes usaba tinte humano para teñirse, luego encontramos un modo de que su pelaje se volviera negro natural, jeje… aunque tuvimos que caminar demasiado para lograrlo