El llamado del deber [priv. Elluka]

Apariencias
Aleron|Lion|Elluka

No sé qué diantres se metió en la cabeza de Elluka, o por qué estaba de tan buen humor, pero tuvo la brillante idea de viajar al mundo humano. La última vez que viajamos al mundo de los humanos, al regresar se encontró con un desgraciado y convenientemente poderoso ex-novio que terminaría volviéndola loca. Y la vez anterior regresó hecha un mar de lágrimas al querer hacerse la valiente y asistir a su propio y ficticio funeral. Definitivamente no traía nada bueno el regresar ahí.
-Quita esa cara larga. -Se quejó la pelirrosada. -Le amargarás el día a Lion. -Susurró, jalándome para alcanzar mi oído.
-Eso es imposible, Luka. -El muchacho de cabellos oscuros sonrió ampliamente. Detuvo su camino, y con ello, a nosotros. -Hablo de que Aleron quite la cara larga, claro, ni quitándote la armadura se lava esa amargura. -Elluka rió a carcajadas después de eso.
-¡Hasta pareces otro sin tanto negro encima! ¿Tanto te cambia el humor? -Protesté. Lion usualmente era estoico y silencioso, pero el viaje al mundo humano lo tenía tan emocionado que, efectivamente, parecía un personaje completamente nuevo.

Me ponía nervioso que hubiera tanta gente, sentía que sería descubierto en cualquier momento. La última vez que vine al mundo humano, venía en mi forma Rookie y Luka me hacía pasar como un peluche, o un juguete. El problema era que ahora éramos tres. Elluka nos sugirió eliminar los datos de nuestras armaduras para pasar desapercibidos como simples peatones, e hizo uso de su influencia en el Metal Empire para conseguir dichos catalizadores. Modificamos un poco nuestros rostros, y el resultado parecía ser mucho más que eficiente. Sin embargo... Me sentía incómodo por alguna razón.

Me distraje. Elluka soltó un grito, y el no tener a Excalibur en mi cinturón fue frustrante. Cuando caí en cuenta de que mi tamer estaba en el suelo, y que Lion la estaba ayudando a levantarse, la sangre me hirvió.
-¡Fíjate por dónde caminas! -Gruñí al chico de cabellos plateados. -¿Estás bien? -Ahora me dirigí a la rosada, y posé mi mano sobre su hombro izquierdo, tratando de averiguar si su cicatriz no había sido abierta.
-Tranquilo, Aleron. -Musitó con disgusto. En un santiamén cambió su expresión a su sonrisa política, y posteriormente a la viperina al notar que el muchacho buscaba desesperadamente algo. Conocía esa mirada de victoria, seguramente pensaba en cómo se desquitó sin mover un dedo. -Yo tampoco me fijé por dónde iba. -Canturreó, y caminó de manera espléndida hacia una bolsa de plástico, quizás la que había perdido el chico. Miró a Lion, indicándole que recogiera la susodicha, pero estaba tan ocupado viendo al muchacho con un ceño fruncido, que yo me vi obligado a recoger el ligero paquete. -¿Busca esto, monsieur? -Habló la princesa, apuntando con la cabeza hacia mi mano. -Aleron. -Me llamó, y yo atendí ofreciendo de regreso la bolsa, tratando de mantenerme lo más firme posible, como el oficial que era en realidad.

La repentina aparición de la chica con orejas de animal fue irritante. Podía casi palpar la inseguridad que irradiaba, su carencia de experiencia, y la inocencia con la que se atrevía a retarnos. Le dediqué una sonrisa tanto amplia como cariñosa, y suavemente tomé el hombro de Aleron para detenerlo antes de que diera alguna señal de hostilidad. Por Lion no me preocupaba, él no se movería a menos que se lo indicara. Sin embargo, no podía quitarle el derecho de seguir masticando con la mirada a aquél muchacho.

Arqueé una ceja al notarlo grosero, o más bien malagradecido con su amiga. No tenía idea de qué había de trasfondo, pero no podía tolerar ese tipo de desprecio a sus muy probablemente justificadas angustias. Con una señal de mi zurda, indiqué a Lion que se moviera de su lugar y me dispuse a retirarme de la escena sin más... Hasta que escuché que el chico se presentó.
-Tonto ha de ser. -Musitó con cierta mofa mi rubio amigo.
-Es una formalidad aquí, Aleron. -Le contesté con suma seriedad. Sin embargo, le daba toda la razón. Quizás estaba un poco oxidada en lo que correspondía al trato en el mundo humano, y mucho más en Japón, pero yo nunca hubiera dado mi nombre sin más. Tal vez era que yo era demasiado cautelosa, o quizás Kagura Tenshi era demasiado confiado, quien quiera que fuese. -Entonces les ofrezco mis disculpas, Kagura Tenshi, mademoiselle, por los inconvenientes. Mis hermanos tienden a reaccionar muy rápido.
-Dije con fingida preocupación, y les dediqué un sutil asentir de mi cabeza a modo de adorno. -Con su permiso. -Me excusé, y seguí con mi camino.

Miré a Lion, que ahora miraba detenidamente a la chica que se había sobresaltado. Estaba completamente inmerso en sus pensamientos, y arrugaba la nariz de vez en cuando.
-Lion. -Me detuve y llamé al muchacho de cabello azabache. Estaba casi clavado al suelo, como un gato acechando en la noche. -Andando. -Insistí, y esta vez me hizo caso. Se apresuró a colocarse a mi izquierda, y seguimos caminando.
-Huelen a datos. -Susurró. -Las orejas de animal están conectadas a su cabeza. No hay señales de diadema. -Continuó. Bufé en respuesta y me froté el entrecejo. Solo pedía un día libre, y me dejan ver un tamer imprudente al llegar.
-¿Me hago cargo? -El rubio sonrió de dientes, y ni siquiera me dio tiempo de responderle cuando se retiró.

Aleron regresó hacia los dos platinados, y habló con toda la confianza del mundo.
-Oye, me gustan tus orejas. ¿Puedo verlas? Quiero unas así para mi hermana. -Soltó con esa mirada de cazador, y su sonrisa de triunfo. Si eran lo bastante sagaces, se hubieran dado cuenta de que éramos un calco del otro. Cortados con la misma tijera, nuestros gestos eran familiares.

-¿Tesoro? -Cuestioné con honestidad, y me reí por pura inercia. Me parecía el argumento más tonto que podía haber escuchado. ¿El mundo humano la había corrompido tanto como para tener intereses tan banales como esos? Yo... Yo nunca vi a Elluka preocupada por algo así, simplemente no me cabía en la cabeza que su más grande tesoro fuese su cabellera. Quizás aquella chica falló al conocer féminas humanas. -Son simples células muertas... Crecen indiscriminadamente. -Susurré al pensar en voz alta. Me crucé de brazos, y me dispuse a contestar, pero al notar que la gente comenzaba a murmurar. Novatos pensé. -Tienes mucho pulmón para estar en problemas, chica. -Dije, y posé casualmente una mano sobre su cabeza. No, no había una diadema. Hice una señal a mis acompañantes para que se acercaran con la misma mano. -Les recomiendo no hacer mucho escándalo, antes que decida entregarlos a mis superiores. ¿Se entregarán por las buenas? ¿O debo pedir refuerzos? -Cuestioné, manteniendo mi volúmen regular en todo momento. Señalé a Elluka con la cabeza, que había caminado hasta colocarse a mi lado, y esta comenzó a jugar con un par de esposas y su dedo índice. Los murmullos de la gente aumentaron en contraste.

"¿Es un arresto?"

"¡Los delincuentes son cada vez más jóvenes!"

"¡Vámonos, vámonos!"

Esos eran los murmullos que lograba distinguir, pero estaba seguro de que habían muchos más de donde vinieron esos. Los humanos tienden a entrar en pánico cuando de leyes y delitos se trata. Sin necesidad de mentir para nosotros, ellos se habían colocado la soga al cuello.

Elluka tomó gentilmente la mano de la chica, y se dedicó a colocarle las esposas por la espalda.
-Intenta hacer un escándalo. -La reté con una sonrisa ladina. -Inténtelo.Yo tengo otro par, si las quieres. -Susurré al chico con seriedad.
-Un movimiento en falso y las cabezas volarán. -La peligrosa chica de rosa sonrió, tal como si los acabara de invitar a tomar el té con ella. Segura, honesta, tanto que era escalofriante. -Si son buenos, prometo que los regresaré a casa en una pieza. -Continuó, tomando el hombro de la jovencita. -Igualmente deben venir con nosotros. -Dio un suave impulso a la chica, sin despegar su mano, y comenzó a caminar hacia el exterior de la plaza.
-No hay nada que ver aquí. -Exclamé, ahuyentando a los curiosos que decidieron quedarse. Lion también los estaba guiando a seguir caminando con su habitual sentido político. Sea un gato, o sea un niño, ese tipo tenía un encanto natural para aquello.

Al momento en que los dos prisioneros escaparon, detuve a Aleron y Lion, extendiendo mis dos brazos, y con la mirada clavada al origen del alboroto, tres Meramon.
-Será fácil recuperarlos, primero anden a resolver esto. -Les indiqué, y comencé a caminar a un pasillo, formado por dos edificios. Mis dos hermanos me siguieron, y sonreí al pelinegro. -Te explico cómo funcionan las cosas, Lion. -Era su primera misión no-planeada como Union Saver. No era que no confiara en su intelecto, era el más sabio de los tres de nosotros, pero su escuela era angustiante. Al igual que Aleron, y al igual que yo, Lion resuelve los conflictos luchando a muerte, no era como si el Dark Area diera muchas opciones. -No matar a menos que tu vida esté en peligro. Puedes herir a discreción, pero trata de que no sean humanos, son muy frágiles en este mundo.
-Mira, y aprende. -Le sonrió el rubio. Lion puso los ojos en blanco en respuesta, y yo reí por lo bajo.
-Deja que Aleron se deshaga rápido de Meramon. Si quieres, puedes observar y anotar, pero preferiría que tú te encargues de desviar a los civiles. -Dije, tomando mi D-Scanner con la diestra. El chico azabache parecía molesto por su papel, pero no se quejó. Simplemente asintió con la cabeza.
-¿Qué haremos con los exhibicionistas? -Cuestionó. Alcé ambos brazos, y me estiré la espalda. No pude evitar sonreír al pensar la cara que pondrían cuando les pusiera las manos encima. Suspiré al relajar mi cuerpo, y con un ademán pasé cientos de cadenas de datos sobre el escáner.
-¡Hyper Spirit! -Exclamé. Con un destello, mi cabello comenzó a tornarse de plata, y mis ojos azules pasaron a ser del color del rubí. Las cadenas rodearon mi cuerpo, y entonces me había transformado en Lady Devimon. Una audible risa se escapó, y la adrenalina corrió por mi cuerpo. -Esos son míos, alcáncenme cuando terminen con el problema. -Finalicé, y me fundí en las sombras del edificio. Con un gran salto, me paré en el techo del edificio, permitiéndome observar la escena.

Había pocos transeúntes ya, Lion no debía hacer mucho trabajo. Aleron se había arrancado el amuleto del Metal Empire, y había vuelto a su forma de Holy Angemon. Empuñando a Excalibur con ambas manos, y acercó lentamente al grupo de flamas que provocaba los destrozos.
-¿Podemos resolver esto hablando? -Preguntó desganado el arcángel. Negué con la cabeza, divertida por la situación. Para ser un emisario de la paz, le encantaba resolver todo con batallas. -Digan que no. -Sonrió.

Me dediqué a buscar a la distancia a los fugitivos, en el suelo. No había nada en los alrededores, así que concluí que deberían estar en el interior de algún edificio. Me dispuse a bajar, pero al alzar la mirada los divisé en un edificio aledaño. Actuar rápido antes de que escapen. Volar hasta allá sería muy lento sin alas, pero Angewomon sería demasiado llamativa. Quedarme como la Encantadora era la mejor opción. Sólo tendría cuidado de no derretirlos. Cargué contra aquel edificio, y sin problemas llegué con un salto.
-¡Uno, dos, tres por Kagura Tenshi y su digimon que están en el techo! -Me burlé de ellos, y les lancé mis cadenas, enredándolos con ellas, mi Stun Whip. -Si se mueven, se activa el aturdidor. No se siente bonito. -Les advertí. -No me gusta ser la policía mala, ¿saben? Pero me están orillando a eso.

-Tch. Pensé que eran completos novatos. ¿Son de esos que se creen héroes? -Sonreí ladina, y apreté mi agarre en las cadenas. -Si me dieran una moneda por cada tamer que dice hacer algo útil, no tendría que trabajar en este mundo. -Suspiré, y sosteniendo las cadenas, me acerqué al borde del edificio. Aleron estaba persiguiendo a los Meramon por los aires, y de repente desapareció de mi vista. -Los Union Saver se encargarán eventualmente de los digimon descarrilados en este mundo. No hacen mucha diferencia. Sin embargo, ¿han pensando en las consecuencias de una apariencia tan peligrosa? -Miré a la chica, e hice una mueca de disgusto. -Hay gente muy mala allá afuera, y ustedes quieren jugar a llamar la atención. Mientras se exponen de maneras estúpidas, -Dije, y llevé mis manos a la cabeza, imitando las orejas. -hay gente vigilándolos, esperando el momento correcto para atraparlos y experimentar con ustedes. -Lion pasó de largo, y siguió desviando a los curiosos con amables peticiones. -Y me dan más trabajo a mí. ¿Quieren hacer algo que sí ayuda? Dejen de hacer tonterías de esas. -Los miré, y tomé a ambos encadenados con las manos. -Con su permiso. -Volé al edificio del frente, y de ese mismo salté para ir al siguiente.

Busqué con la mirada a Aleron, ya debía de haber acabado con los digimon... Pero estaban muy dispersos. No había manera de que pudiera abrir un portal que pudiera succionar a los tres.
-¿Necesita ayuda, oficial? -Le grité. Aleron me mostró la lengua, y se elevó hasta nuestro nivel. -Nuevo plan. Abre el portal aquí y mantenlo. -Señalé con la cabeza el resto del techo.
-Como... Como ordenes. -El santo arcángel me respondió con dificultad, haciendo su esfuerzo por no enojarse.
-Ustedes dos. -Llamé a los encadenados, y los liberé. -¿Ven el Meramon de allá? -Señalé con la mirada aquel digimon que incendiaba la base del edificio departamental. -Desháganse de él, y del incendio, y no los arrestaré. -Con un chasquido de dedos, una sombra se dirigió hacia el que hacía amague de atentar contra el autobús, y lo cubrió por completo.-Poison. -Susurré. Alcé el rostro, y volví a mirar al dúo dinámico. -Como traten de escapar, a tu compañera le pasará eso. Créanme que no es problema encontrarlos. -Proseguí sonriente, y señalé al digimon que agonizaba. Cuando la sombra se separó del Meramon, de este sólo quedó su DigiTama. -Andando. -Les indiqué, cruzada de brazos.

La sombra se dirigió ahora hacia el Meramon del restaurante. Lo cubrió, y en un santiamén sus datos se vieron forzados a reformarse en un huevo. Bajé de la instalación a recuperar ambos DigiTama, y regresé en pocos minutos.
-¿Confías en ellos? -Aleron trazó un círculo en el suelo con Excalibur. Este comenzó a brillar, y pronto podía ver las zonas iniciales a través de él.
-No realmente. -Confesé, y deposité los tamas en el portal. -Pero, ¿qué va? No pierdo nada dando oportunidades. -Sonreí, y me senté al borde edificio.
-Te estás ablandando. -Se burló.

Me comenzaba a sentir agotado de mantener el portal abierto tanto tiempo, pero debía seguir fuerte. Si Elluka les había dejado la tarea a aquellos dos, estaba seguro de que no era por pereza. Mi niña era un libro lleno de misterios, y poco a poco perdía la capacidad de leerla.
-¿Estás bien? -Preguntó el ángel caído. -Si estás cansado, yo puedo...
-No, no. -La interrumpí. -Esto no es nada. -Mentí, pero no quería que ella se arriesgara a un Double Spirit de ese tamaño. La última vez que lo hizo, su herida se abrió y entró de nuevo en recuperación. No podía permitirlo, aun si me costaba mi fase perfecta.
-Vale, vale. -Elluka me sonrió, y volvió a vigilar el progreso de los prisioneros.

Los minutos pasaron, y ellos regresaron con el Tama en manos. Elluka lo tomó en brazos, con la calidez de un bebé.
-Merci. -La demonio depositó el huevo en el portal, y finalmente lo pude cerrar. Suspiré. Estaba jadeando como si hubiera entrenado todo el día. Me tiré al suelo, y me dediqué a valorar la fresca brisa nipona. Elluka regresó a su forma humana y caminó hasta mi, se acuclilló, y me acarició la cabellera cual si fuese un niño pequeño. La miré. No parecía herida, y era reconfortante. -¿Y esa cara larga? Guarden las quejas para el final, que aún no han terminado. -Habló a Kagura y Renamon con una sequedad contrastante con sus gestos de ángel. -Si no van a apagar el incendio, por lo menos ayuden a evacuar. -Sentenció, y posteriormente suspiró.

La semidiosa se acercó el brazalete de oro a los labios, y se ajustó la voz.
-Lion, ¿me copias? -Habló a la pieza comunicadora, cortesía del Metal Empire. Lion y yo teníamos uno en el amuleto que nos ayudaba a mantener los datos de las armaduras a raya.
-Te copio, Luka. -Contestó. -Puedo oler el incendio, ¿dónde están?
-En camino al edificio. -Se rió y dedicó una sonrisa al muchacho y su compañera. -Consígueme un botiquín de primeros auxilios, y al departamento de bomberos. Nos vemos en el incendio.
-Entendido. -La voz de Lion mantenía la neutralidad que tanto lo caracterizaba, diferente a la siempre melodiosa Clockworker. La pelirrosada presionó su accesorio, y bajó su brazo.
-Cuento contigo. -Se dirigió a mi con aquello, y sabía a lo que se refería. Me puse en pie, me estiré. Lo que me faltaba, pensé. Tomé en brazos a mi compañera, y me dispuse a bajar del edificio. -Andando, ustedes dos. Los voy a vigilar de cerca esta vez. -Sonrió nuevamente, y volé en suave picado hacia el edificio que lentamente era poseído por las llamas.

Arqueé la ceja en cuanto el chico regresó. Reprimí una mueca de disgusto ante sus gestos poco elegantes, y me dediqué a acomodar la gasa en la quemadura de una muchacha. En cuanto mi trabajo terminó, me puse en pie y miré al chico en el suelo.
-Bien hecho. -Dije, esbozando una media sonrisa. Me acuclillé entonces, y neutralicé mi rostro nuevamente. -Pero fue muy lento. Tuvieron suerte de que no hubieran materiales explosivos, o hubiesen muerto ahí. Y tontamente arriesgaste la vida de la niña al lanzarte. -Concluí. Me volví a parar al escuchar las sirenas de los camiones de bomberos. Aseguré la localización de Lion, quién estaba vendando el tobillo de un niño. Alcé la mano para llamar su atención, y este asintió con la cabeza. -Tus movimientos son erráticos, y no tienes encanto alguno al andar. -Volví a dirigirme a Kagura Tenshi, de brazos cruzados. -Se nota demasiado que careces de un plan de ataque; o quizás lo tienes, pero no es lo suficientemente firme como para resistir cambios debido a emergencias. Eso te lleva a arriesgar. -Miré entonces al estanque, haciendo referencia a su última hazaña. Suspiré y me tomé el entrecejo. ¿Por qué me molestaba en decirle esto? No era mi incumbencia, y aun así estaba metiéndome. -Arregla esos detalles, la práctica hace al maestro. Y, por piedad, asegúrate de que Renamon se mantenga en las sombras cuando te acompañe, o que por lo menos use una apariencia convincente. -Finalicé. Lion volvió hasta mi con un paso acelerado, y un oficial se quedó con las puras ganas de interrogarlo. Le sonreí con dulzura, y acomodé su despeinada cabellera. -Bien, suerte, Kagura Tenshi. -Me despedí vagamente. Debía retirarme antes de que los policías comenzaran a tomar testimonios.

Y así lo hice. Caminé varias cuadras de regreso al centro comercial. Y Lion y yo nos escondimos a un costado de las instalaciones.
-Aleron. -Llamé al arcángel, y este bajó del cielo hasta mi frente. Lo notaba aún agotado. -Vuelve a tu forma Rookie, yo te llevaré. -Le ordené. Él asintió a regañadientes, y me entregó el amuleto del Metal Empire. Con un destello, volvió por primera vez en mucho tiempo a su forma de Terriermon. Se le veía bastante aliviado, y eso me relajaba también. Miré entonces al silencioso muchacho, y este me extendió el estuche con mis gafas. Sonreí al haber sido leída, y me quité los lentes de contacto. Los dejé en el estuche, y tomé los lentes para ponérmelos tras parpadear varias veces. Lion guardó de nuevo el paquete en su bolsillo, y yo me hice una coleta alta con una liga. No era el cambio de apariencia radical que acostumbraba, pero era suficiente como para no ser reconocida de inmediato por los testigos del arresto que aún vagaran por la plaza.

Tomé al Terriermon en brazos, y nos adentramos de nuevo en el lugar. Y, efectivamente, no parecía haber muchas miradas sobre nosotros. Comencé a andar sin rumbo aparente, presa de mis propios pensamientos.

¿Qué recuerdos eran aquellos? Yo fui torpe e inexperta alguna vez. Alguna vez anduve por la vida sin preocupaciones, y sin deberes qué atender. Sólo era una tamer buscando un nuevo hogar. Scott llegó a mí, o quizás yo llegué a él, y la comodidad formó parte de mi estilo de vivir. Él me dejó hacer lo que más me gustaba, y, sin nada a cambio, me permitió ser una más de ellos. Y así aprendí de ellos, terminé aprendiendo a amar y añorar. Un escalofrío de remordimiento recorrió mi espalda. Había sido malagradecida con ellos. Con Fuji al frente, es imposible mirar hacia otro lado, es imposible ver las necesidades de los demás. Estoy locamente enamorada de él, el que alguna vez me enseñó mi camino, mon maître. Mi maestro también me aceptó tal y como era, torpe e inexperta, dulce, torpe e inexperta. ¿En qué momento me volví así? Miré al inmóvil Terriermon, y luego al chico de cabellos azabache. Mis protectores ahora eran mis protegidos. Tragué saliva al pensar qué tan fácilmente cambiaban los roles.