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El descubrimiento de las ruinas del Monasterio Draco, tallado en lo alto de una desolada montaña en el valle de los dragones, ha despertado un gran interés por todo el Digimundo. Principalmente porque según los tallados de la pared exterior dentro de las ruinas se encuentra un obre mágico que contiene en su interior la data y poder del treceavo Royal Kinght, la cual sera dada a quien reclame dicho objeto. Según la historia grabada en los murales, el obre fue dejado allí por el mismo Royal Kinght en caso de que su poder sea necesario para derrotar al mal que se alce en el futuro...por desgracia semejante premio también a llamado la atención de quienes usarían el poder para sus propias metas egoístas. Por lo que esta aventura ahora se a vuelto una carrera por ver quien consigue el gran premio.
6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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-Skin hecho por Hardrock de The Captain Knows Best.
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
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私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
El hedonismo es la doctrina filosófica que entiende el acceso a la felicidad y, por lo tanto, al bien, a través de las experiencias sensoriales inmediatas, convirtiendo el placer como el medio principal para satisfacer las necesidades vitales, las inmediatas y aquellas más profundas, desde la simple alimentación hasta la respuesta a las dudas existenciales. Muchas personas malinterpretan esta postura vitalista reduciéndola solo a experiencias sexuales, y de este modo, deniegan ellas mismas el verdadero entendimiento hedónico de la vida. El simple hecho de sumergir los pies en un riachuelo tras una larga caminata, degustar manjares acompañado de amistades, o simplemente poder observar el cielo nocturno, todas estas experiencias permitían el acceso al placer, y por tanto, nos ayuda a alcanzar la felicidad, por medios inmediatos y propios que van más allá de la sociedad, de la familia o incluso de Dios.
La gracia de Yggdrassil y su generosidad cubrían las necesidades básicas de todos sus feligreses, pero eso no era placer, solo un medio. Esta fe busca la perfección manifestada en todas sus vertientes, y por ello su Dios ofrece el camino para alcanzar un cuerpo perfecto, en una mente perfecta. La infancia se pierde a los pocos días, la ley del más fuerte prima, y solo la evolución permite sobrevivir, imponerse, ser la justicia misma. Eso no es placer, es seguir una orden superior, el sistema perfecto escrito por quien posee el saber y el poder supremos. La lógica impone este sistema como la verdadera vía de la felicidad, y por tanto, cualquier violación de estos preceptos incurrirían en la infelicidad.
El hedonismo no existe en el digimundo. Su lógica no sigue el plan divino. No trae felicidad, no debería existir.
Pero entonces, ¿por qué existe el culto al cuerpo? Más allá de la fuerza, hablamos de la forma. La belleza es relativa, ya que los intereses de un individuo pueden distar de los de otro. En este caso, la hermosura para un digimon dotado de alas sería encontrar a alguien capaz de surcar libremente los cielos, y quien surca los mares buscará un compañero de viaje. Los dragones no considerarían bello a una bestia, cuyo pelaje podria arder en los volcanes que habitan, y del mismo modo, la artificialidad de una máquina horrorizaría a quien vive en los bosques. Con este pensamiento, es normal que la bellea se asocie a quienes pueden pertenecer a varias especies simultáneamente, y por este motivo, los caballeros reales constituyen el ideal máximo de gallardía, poder y belleza.
Más allá de esta idea de la belleza como algo práctico, y la universalidad de la fuerza como belleza, existía una más, una percepción alegada de esta utopía, y que buscaba escapar de la predisposición a entender el mundo que se imponía. La idea más cercana, para el entendimiento humano, era el ya mencionado hedonismo, defendiéndose que la belleza podía existir en cada lugar, en cada persona, en cada nivel... Rompiendo con la ideología predominante. Esta idea, por supuesto, fue foránea, y nadie mejor que Venusmon, de los Doce Olímpicos, para defender esta filosofía. Su culto, junto con los fieles a Bacchusmon, ignoraban lo práctico en pos de la hermosura inherente, universal. Un talento podía ser reconocido como bello, independientemente del origen, estatus o causa.
Al no estar ya en el mundo de Yggdrassil, estos dioses no oficiaban las festividades adscritas a su ideología, existiendo para ello sus cultos, fieles que mantenían vivas las tradiciones y su filosofía. En el caso de Venusmon, sus seguidores ocupaban el desierto, erigiendo un templo dedicado al placer y al culto de la belleza. Sus fiestas, destinadas a un placer hedónico y unitario, tenía como única norma la necesidad de cubrir la identidad, haciendo uso de vestimentas o máscaras, más habituales, para no menospreciar a nadie por sus orígenes. La más reconocida de estas se daba en un oasis, un vergel en medio de la nada cuyo nacimiento se atribuyó a la lágrima de Venusmon, quien al ver un páramo desolado no pudo evitar sufrir porque nada conmoviera su compasivo corazón.
En esta festividad, siguiendo la costumbre de la mascarada, los hombres portan ropajes negros, y las mujeres visten de blanco, dando una idea similar a las bodas más tradicionales, o incluso a la simbología yin yang, atendiendo cada atributo a una serie de rasgos que necesitan ser complementados por su opuesto. Además, independientemente del sexo, cada uno debía adornar sus prendas con motivos y decoración basada en las aves, tal vez por la idea de que el amor vuela libre, o por simple capricho de la diosa.
Conociendo esta festividad marginal (al ser ajena a Yggdrassil) por mero estudio, y queriendo disfrutar de la compañía de su cisne particular, Roku quiso concertar un encuentro entre ambos, ajeno a sus responsabilidades en el clan, para simplemente disfrutar de un día a solas. Las máscaras ayudarían a encubrir sus identidades y librarse de las molestas preguntas, y el hecho de que tuvieran culturas distintas le permitía jugar con su trasfondo. Tardó días en planificarlo todo, y más aún, en las máscaras. A diferencia de aquel baile donde la vio por vez primera, esta vez quería que los antifaces fueran algo más personal. Por ello, quiso darles formas en la fragua.
Estilizado, con brillos plateados y adornos simulando las plumas, el de ella se basaría en el cisne; en cambio, el suyo, más sobrio y oscuro, aludiría al cuervo. Para el pueblo vikingo, el cisne era la forma que las valquirias adoptaban para surcar los cielos, indicando a los marineros que las aguas eran seguras con su nado elegante; mientras que los japoneses narraban cómo el cuervo perdió su color blanco por descender al inframundo, acompañando a Izanagi en su gesta, similar al destino de Roku. Para las ropas, quiso imitar el estilo del Karasu-Tengu, el cuervo asceta, y por ello, se decantó por ropas de monje shugenja, sustituyendo sus colores por un azabache puro. No sabiendo las medidas de Sigrun, prefirió enviar una carta para no cometer errores:
“En las siguientes coordenadas se va a celebrar una fiesta de máscaras. Habrá bailes, banquete y otras actividades, además de que dura desde la mañana hasta el anochecer. Los hombres visten de negro, y las mujeres de blanco, y la ambientación es puramente grecolatina.
Ya sé que no es una festividad “legal”, por ser ajena a la religión de Yggdrassil, pero he pensado que puede ser una buena ocasión para estar un rato juntos, sin tener que preocuparnos por la prensa (creo que es el último lugar donde te buscarían). Espero verte allí para una velada más íntima que Yule.
Adjunto la máscara, espero que te guste, mi cisne.
Fdo: Tu cuervo”
La gracia de Yggdrassil y su generosidad cubrían las necesidades básicas de todos sus feligreses, pero eso no era placer, solo un medio. Esta fe busca la perfección manifestada en todas sus vertientes, y por ello su Dios ofrece el camino para alcanzar un cuerpo perfecto, en una mente perfecta. La infancia se pierde a los pocos días, la ley del más fuerte prima, y solo la evolución permite sobrevivir, imponerse, ser la justicia misma. Eso no es placer, es seguir una orden superior, el sistema perfecto escrito por quien posee el saber y el poder supremos. La lógica impone este sistema como la verdadera vía de la felicidad, y por tanto, cualquier violación de estos preceptos incurrirían en la infelicidad.
El hedonismo no existe en el digimundo. Su lógica no sigue el plan divino. No trae felicidad, no debería existir.
Pero entonces, ¿por qué existe el culto al cuerpo? Más allá de la fuerza, hablamos de la forma. La belleza es relativa, ya que los intereses de un individuo pueden distar de los de otro. En este caso, la hermosura para un digimon dotado de alas sería encontrar a alguien capaz de surcar libremente los cielos, y quien surca los mares buscará un compañero de viaje. Los dragones no considerarían bello a una bestia, cuyo pelaje podria arder en los volcanes que habitan, y del mismo modo, la artificialidad de una máquina horrorizaría a quien vive en los bosques. Con este pensamiento, es normal que la bellea se asocie a quienes pueden pertenecer a varias especies simultáneamente, y por este motivo, los caballeros reales constituyen el ideal máximo de gallardía, poder y belleza.
Más allá de esta idea de la belleza como algo práctico, y la universalidad de la fuerza como belleza, existía una más, una percepción alegada de esta utopía, y que buscaba escapar de la predisposición a entender el mundo que se imponía. La idea más cercana, para el entendimiento humano, era el ya mencionado hedonismo, defendiéndose que la belleza podía existir en cada lugar, en cada persona, en cada nivel... Rompiendo con la ideología predominante. Esta idea, por supuesto, fue foránea, y nadie mejor que Venusmon, de los Doce Olímpicos, para defender esta filosofía. Su culto, junto con los fieles a Bacchusmon, ignoraban lo práctico en pos de la hermosura inherente, universal. Un talento podía ser reconocido como bello, independientemente del origen, estatus o causa.
Al no estar ya en el mundo de Yggdrassil, estos dioses no oficiaban las festividades adscritas a su ideología, existiendo para ello sus cultos, fieles que mantenían vivas las tradiciones y su filosofía. En el caso de Venusmon, sus seguidores ocupaban el desierto, erigiendo un templo dedicado al placer y al culto de la belleza. Sus fiestas, destinadas a un placer hedónico y unitario, tenía como única norma la necesidad de cubrir la identidad, haciendo uso de vestimentas o máscaras, más habituales, para no menospreciar a nadie por sus orígenes. La más reconocida de estas se daba en un oasis, un vergel en medio de la nada cuyo nacimiento se atribuyó a la lágrima de Venusmon, quien al ver un páramo desolado no pudo evitar sufrir porque nada conmoviera su compasivo corazón.
En esta festividad, siguiendo la costumbre de la mascarada, los hombres portan ropajes negros, y las mujeres visten de blanco, dando una idea similar a las bodas más tradicionales, o incluso a la simbología yin yang, atendiendo cada atributo a una serie de rasgos que necesitan ser complementados por su opuesto. Además, independientemente del sexo, cada uno debía adornar sus prendas con motivos y decoración basada en las aves, tal vez por la idea de que el amor vuela libre, o por simple capricho de la diosa.
Conociendo esta festividad marginal (al ser ajena a Yggdrassil) por mero estudio, y queriendo disfrutar de la compañía de su cisne particular, Roku quiso concertar un encuentro entre ambos, ajeno a sus responsabilidades en el clan, para simplemente disfrutar de un día a solas. Las máscaras ayudarían a encubrir sus identidades y librarse de las molestas preguntas, y el hecho de que tuvieran culturas distintas le permitía jugar con su trasfondo. Tardó días en planificarlo todo, y más aún, en las máscaras. A diferencia de aquel baile donde la vio por vez primera, esta vez quería que los antifaces fueran algo más personal. Por ello, quiso darles formas en la fragua.
Estilizado, con brillos plateados y adornos simulando las plumas, el de ella se basaría en el cisne; en cambio, el suyo, más sobrio y oscuro, aludiría al cuervo. Para el pueblo vikingo, el cisne era la forma que las valquirias adoptaban para surcar los cielos, indicando a los marineros que las aguas eran seguras con su nado elegante; mientras que los japoneses narraban cómo el cuervo perdió su color blanco por descender al inframundo, acompañando a Izanagi en su gesta, similar al destino de Roku. Para las ropas, quiso imitar el estilo del Karasu-Tengu, el cuervo asceta, y por ello, se decantó por ropas de monje shugenja, sustituyendo sus colores por un azabache puro. No sabiendo las medidas de Sigrun, prefirió enviar una carta para no cometer errores:
“En las siguientes coordenadas se va a celebrar una fiesta de máscaras. Habrá bailes, banquete y otras actividades, además de que dura desde la mañana hasta el anochecer. Los hombres visten de negro, y las mujeres de blanco, y la ambientación es puramente grecolatina.
Ya sé que no es una festividad “legal”, por ser ajena a la religión de Yggdrassil, pero he pensado que puede ser una buena ocasión para estar un rato juntos, sin tener que preocuparnos por la prensa (creo que es el último lugar donde te buscarían). Espero verte allí para una velada más íntima que Yule.
Adjunto la máscara, espero que te guste, mi cisne.
Fdo: Tu cuervo”
- Tamer
- Faltas :Una por cada double.Prueba de Rol :ADigi Puntos :1060Ficha :NPCs :Nivel On Rol :Ancient spiritNivel On Rol de los Digi Aliados :Sven-Hyper SpiritIcono :Rango y Unidad :Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleRango y Unidad Digi Aliado :Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleInventario :
Roku Ginshô
Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Sigrun sonreía, leyendo la carta en la tranquilidad de su habitación, en la base de los Royal Knights. La leyó varias veces mientras pensaba en aquella nueva oportunidad de estar con él. Sus responsabilidades en el clan la mantenían ocupada y, aunque quisiese, no podía estar todos los días viéndole. Esa ocasión iba a ser diferente. Se dijo que ya había trabajado suficiente y que se tomaría el día libre. El exceso de trabajo no es bueno y ella lo sabía muy bien.
Dejó la nota a un lado de la cama donde estaba sentada, y pasó a desenvolver la máscara que le había enviado. Era preciosa. A Sigrun le encantó su diseño y no pudo resistirse a probársela en ese preciso instante y mirarse frente a un espejo. Se preguntó que dónde habría encontrado algo así. Ella no vio nada parecido cuando buscaba máscaras para el baile, ahora ya hace bastante tiempo. Debía darle las gracias por aquél regalo cuando lo viera, pero antes debía encargarse de algo muy importante: el traje. Abrió una pantalla holográfica para comprobar las coordenadas, y vio que correspondían a un oasis. Sin embargo no llevaría ropas para el desierto, debía buscar un vestido blanco para la ocasión.
Como en su armario no hubo nada que le gustó decidió ir de compras, por una zona comercial de las zonas imperiales. Idunn la acompañaba. Como su doncella, la sistermon noir awaken no se separaba de su señora. Además, a la valquiria le vendría bien su consejo. Por supuesto no le dijo donde era o si quiera el motivo. Al menos no el verdadero. Le dijo que unos amigos le habían invitado a una fiesta elegante en el Mundo Humano. Al fin y al cabo, la verdadera fiesta era considerada “ilegal” por parte de la religión de Yggdrassil y no quería problemas. De todos modos ella iba por Roku, sólo por él.
Tras un buen rato en una tienda de vestidos, Sigrun empezaba a darse por vencida. ¿Debería buscar en otra parte? Tal vez sería más sencillo buscando en el Mundo Humano. Por suerte, la voz de Idunn llamó su atención.
- Mi señora, probaos este- le dijo trayéndole un precioso vestido corto, blanco y con detalles de plumas.
Parecía el vestido de una bailarina, pero le gustó. Los detalles de las plumas harían juego con la máscara. Era la combinación perfecta y su talla perfecta, casi parecía hecho a medida. Ese día también se compró unas sandalias de estilo romano, plateadas y con poco tacón. No quería ir incómoda por el oasis. No sabría cómo estaría el suelo así que era mejor ir a lo seguro para no lastimarse un pie.
Cuando el día llegó usó las coordenadas de la carta para abrir un portal que la llevara directa hasta allí. Llevaba el vestido que compró y la máscara ya cubría su rostro. Además de eso, llevaba consigo una pequeña caja de mimbre en sus manos. Dentro había unos dulces cocinados por ella que quería regalar a Roku. Unos bollos noruegos de vainilla y crema, aunque Sigrun había decidido hacerlos más pequeños para que fuese más sencillo comerlos.
Y como medida de seguridad, su Digivice Burst iba consigo. Oculto bajo la falda y enganchado a su pierna derecha. Era más una costumbre que una necesidad real de protección. Es cierto que iba a ir sola a una zona desconocida, pero estaría Roku con ella y él usa DigiSpirits ¿Quién mejor para protegerla si las cosas salían mal?
Entró en el oasis, pasando de arena a una vegetación muy verde y viva. Se oía música y había algunos digimons y otros humanos. Hombres de negro y mujeres de blanco. Tal como ponía en la carta, pero todos llevaban máscara. ¿Cómo iba a reconocer a Roku entre aquella gente? En esa misma carta se despidió de ella como “su cuervo”. Debía de ser una pista. Si ella llevaba la máscara de un cisne, él debía llevar la de un cuervo. Aún así no era muy fácil ¿Y si algún otro tuvo la idea del cuervo? Se tranquilizó pensando que él ya había visto su máscara, que podría reconocerla con facilidad.
Decidió adentrarse más en el oasis, esperando encontrar a su cuervo.
Dejó la nota a un lado de la cama donde estaba sentada, y pasó a desenvolver la máscara que le había enviado. Era preciosa. A Sigrun le encantó su diseño y no pudo resistirse a probársela en ese preciso instante y mirarse frente a un espejo. Se preguntó que dónde habría encontrado algo así. Ella no vio nada parecido cuando buscaba máscaras para el baile, ahora ya hace bastante tiempo. Debía darle las gracias por aquél regalo cuando lo viera, pero antes debía encargarse de algo muy importante: el traje. Abrió una pantalla holográfica para comprobar las coordenadas, y vio que correspondían a un oasis. Sin embargo no llevaría ropas para el desierto, debía buscar un vestido blanco para la ocasión.
Como en su armario no hubo nada que le gustó decidió ir de compras, por una zona comercial de las zonas imperiales. Idunn la acompañaba. Como su doncella, la sistermon noir awaken no se separaba de su señora. Además, a la valquiria le vendría bien su consejo. Por supuesto no le dijo donde era o si quiera el motivo. Al menos no el verdadero. Le dijo que unos amigos le habían invitado a una fiesta elegante en el Mundo Humano. Al fin y al cabo, la verdadera fiesta era considerada “ilegal” por parte de la religión de Yggdrassil y no quería problemas. De todos modos ella iba por Roku, sólo por él.
Tras un buen rato en una tienda de vestidos, Sigrun empezaba a darse por vencida. ¿Debería buscar en otra parte? Tal vez sería más sencillo buscando en el Mundo Humano. Por suerte, la voz de Idunn llamó su atención.
- Mi señora, probaos este- le dijo trayéndole un precioso vestido corto, blanco y con detalles de plumas.
Parecía el vestido de una bailarina, pero le gustó. Los detalles de las plumas harían juego con la máscara. Era la combinación perfecta y su talla perfecta, casi parecía hecho a medida. Ese día también se compró unas sandalias de estilo romano, plateadas y con poco tacón. No quería ir incómoda por el oasis. No sabría cómo estaría el suelo así que era mejor ir a lo seguro para no lastimarse un pie.
Cuando el día llegó usó las coordenadas de la carta para abrir un portal que la llevara directa hasta allí. Llevaba el vestido que compró y la máscara ya cubría su rostro. Además de eso, llevaba consigo una pequeña caja de mimbre en sus manos. Dentro había unos dulces cocinados por ella que quería regalar a Roku. Unos bollos noruegos de vainilla y crema, aunque Sigrun había decidido hacerlos más pequeños para que fuese más sencillo comerlos.
Y como medida de seguridad, su Digivice Burst iba consigo. Oculto bajo la falda y enganchado a su pierna derecha. Era más una costumbre que una necesidad real de protección. Es cierto que iba a ir sola a una zona desconocida, pero estaría Roku con ella y él usa DigiSpirits ¿Quién mejor para protegerla si las cosas salían mal?
Entró en el oasis, pasando de arena a una vegetación muy verde y viva. Se oía música y había algunos digimons y otros humanos. Hombres de negro y mujeres de blanco. Tal como ponía en la carta, pero todos llevaban máscara. ¿Cómo iba a reconocer a Roku entre aquella gente? En esa misma carta se despidió de ella como “su cuervo”. Debía de ser una pista. Si ella llevaba la máscara de un cisne, él debía llevar la de un cuervo. Aún así no era muy fácil ¿Y si algún otro tuvo la idea del cuervo? Se tranquilizó pensando que él ya había visto su máscara, que podría reconocerla con facilidad.
Decidió adentrarse más en el oasis, esperando encontrar a su cuervo.
- Vestido de Sigrun:
- Los dulces noruegos (más pequeños):
- Tamer & Digimon
- Prueba de Rol :ADigi Puntos :642Cuentas :Ficha :Relaciones :Cronologia :NPCs :Nivel On Rol :Burst Mode/Future ModeNivel On Rol de los Digi Aliados :Draco: Ultimate [BlackMetalGreymon]
Kara: Rookie [Dorumon]Icono :Rango y Unidad :Sigrun Vinter
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)
Ulforce
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)Rango y Unidad Digi Aliado :Draco
Rango: Knight
Unidad: Dragons DestroyersInventario :
Sigrun Vinter
Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Los minutos pasaban volviéndose horas, y él se impacientaba. No tenía certeza de que ella apareciese, pese a que su único deseo era poder pasar, aunque fuera, unas horas con ella, sin intrigas, amenazas o conspiraciones. Solo ellos dos conociéndose, pasando el rato, como una pareja normal. Claro que ninguno de los dos podría ser etiquetado como “normal”, pues ella era la cabeza visible de la mayor organización religiosa y militar en dicho mundo, y él, bueno, aún se preguntaba a veces cómo identificarse. Seguía siendo humano, sí, conservaba su fisionomía, su forma de pensar y ver el mundo, por lo que al menos, en ese aspecto seguía siendo “él”.
¿Cómo le afectaba la corrupción, pues? Los fuertes dolores, la podredumbre que asaltaba su cuerpo, era una enfermedad para su físico, paliada por el poder santo prestado. Su cuerpo fallaba, pero podía sobreponerse al dolor. Las pesadillas y alucinaciones afectaban a su mente, un mal que fue decreciendo a medida que su dominio aumentaba, pues pudo silenciar las voces de los caídos al imponerse no como un verdugo, sino como el soberano que permitía su existencia dentro de ese otro mundo, el reino constituido por el propio demonio.
Alzó su espada contra otros, se notaba más violento contra el mundo, contra las personas, al no ser un elegido, al tener que cargar con un legado que no eligió. ¿Eso era cierto? No, él mismo se reafirmó al querer portar esas cadenas. La maldición de Azazel acababa con él. Pero el poder que utilizaba era el de ese mismo mal, para defender sus ideales y su vida portaba una calamidad que cada vez se hacía más fuerte. Pero en el propio spirit habitaban otras presencias que se habían mantenido puras durante eras, los tres quienes, en un momento u otro, quisieron brindarle parte de su poder. Gaiomon le otorgó la espada de Musyamon, y Kuzuhamon le dio acceso a SkullBaluchimon, incluso Bakemono le dio su propio cuerpo como etapa, un diablillo que no podía corromperse más.
La tutela del samurai y la sacerdotisa le había hecho mejor, más fuerte, pues las enseñanzas de ambos se sumaban a sus propias disciplinas, y tanto el kendo como el omnyodo incrementaban su entendimiento de ese mal, y de su propia existencia. Más allá del portador de la maldición, del nuevo Azazel, quería saber quién era él, y por qué quería asumir ese yugo. ¿Para proteger a los débiles? No era tan altruista. ¿Por honor? Podría ser solo su orgullo. ¿Por ella?
No, no podía evitar pensar que contra más se acercaba a ella, más riesgos asumían. Y pese a esto, ¿por qué su empeño en formalizar su unión? ¿Qué pretendía con eso? Tal vez ganarse el reconocimiento como un tamer más, o simplemente se sentía atraído por los rasgos exóticos de la chica. ¿Tan simple era? No, conocía su filosofía, nunca asumiría un riesgo por algo tan mundano. Simplemente, a su lado se sentía bien. ¿Pero por qué? Representaba todo lo que él no era: sincera, heroica, gallarda... Justamente, lo que se espera de un tamer, y de una santa. SI ella era la luz, él podría resumirse como la sombra que proyecta esa lumbre.
Y entonces, de dónde nacía ese sentimiento, qué motivaba la fuerza de seguir intentando entender lo que impulsaba su voluntad. Puede que, pese a sus diferencias, el motivo de su fuerza nacía del mismo deseo: hacer lo correcto. Siendo ambos simples mortales, accedieron a servir a fuerzas que escapaban de su control, asumiendo un riesgo que chocaría con el innato instinto de supervivencia. Ella para traer de nuevo a uno de los Santos Caballeros, y él para retener a un Demonio cuya existencia solo podía vaticinarse como una calamidad. Quizás, por la ley del magnetismo, los opuestos se atraen, lo positivo va hacia lo negativo.
Claro que en esencia, eran iguales. Comparados con los poderes que canalizaban, no dejaban de ser dos chicos normales, con aficiones, gustos, preocupaciones. Quizás por eso, ambos desearan, puede que egoístamente, olvidar durante unos minutos quiénes eran, y simplemente disfrutar de ese dulce pecado, que era el amor.
En estas ensoñaciones distraía su mente, cuando sus sentidos no pudieron ignorar los motivos de aquella fiesta. Gran parte de su asistencia era para entender esa filosofía, ese gusto por la vida y el placer. Las vestimentas, respetando los colores que distinguían los sexos, abarcaban una amplia gama de civilizaciones y gustos, desde la sobriedad de un tuxedo, a los más complicados encajes victorianos. Era sorprendente que en un simple culto al cuerpo, se contemplaran tantísimas ideas e interpretaciones de la elegancia.
Le sorprendió gratamente ver un ejercicio que efectuaban algunos adeptos, que del mismo modo que un pavo real, se exhibían, probablemente para despertar curiosidad y atracción hacia posibles parejas e intereses, o puede que simplemente, para disfrutar. El ejercicio consistía en combinar armoniosamente movimientos al son de la música con manifestaciones de poder bruto. Ya fuera liberar un elemento y controlar sus formas, o partir rocas haciendo uso de la fuerza bruta. Le gustó la idea, por lo que decidió sumarse a ella. Sus ropas no cambiaron, pero sí su tamaño, puesto que al no ser el atuendo propio de Musyamon, no se transformó con él. Desenvainando su espada, liberó las llamas negras que cobraron el aspecto de un fiero dragón, que se alzó hacia los cielos rugiendo.
Pensó que con esta señal, Sigrun le localizaría, en caso de que ya hubiese arribado. El fuego, cobrando un tono violáceo, recordaba a las llamaradas de Belphemon, pero no era garantía de que supiera que era él quien lanzaba la señal. ¿Cómo hacer el mensaje más evidente? Viéndole serpentear, lo primero que ideó fue trazar su nombre en el cielo, claro que en esencia era una idea estúpida, gritando a voces la identidad de su amada. Escribir en digimoji un mensaje sería igualmente estúpido, y emplear kanji...Había estado suficiente tiempo con ella para saber que lo más probable es que pensara que era un dibujo en el cielo antes que una palabra.
¿Qué opciones quedaban entonces? ¿Usar el alfabeto latino? De acuerdo, pero, qué mensaje. “Valquiria” empezaba con V, misma letra que portaba Ulforce en su pecho. Además, el propio nombre de Sigrun aludía a la “Victoria”, palabra que, de nuevo, comenzaba por V. El dragón trazaba ya esta figura, pero tal vez por el subconsciente, o por mera torpeza, parte de este fuego colocó una figura semejante a un tres sobre la letra.
-Qué cursi...
Dijo, viendo el resultado, y sintiendo cierto reparo en el resultado.
¿Cómo le afectaba la corrupción, pues? Los fuertes dolores, la podredumbre que asaltaba su cuerpo, era una enfermedad para su físico, paliada por el poder santo prestado. Su cuerpo fallaba, pero podía sobreponerse al dolor. Las pesadillas y alucinaciones afectaban a su mente, un mal que fue decreciendo a medida que su dominio aumentaba, pues pudo silenciar las voces de los caídos al imponerse no como un verdugo, sino como el soberano que permitía su existencia dentro de ese otro mundo, el reino constituido por el propio demonio.
Alzó su espada contra otros, se notaba más violento contra el mundo, contra las personas, al no ser un elegido, al tener que cargar con un legado que no eligió. ¿Eso era cierto? No, él mismo se reafirmó al querer portar esas cadenas. La maldición de Azazel acababa con él. Pero el poder que utilizaba era el de ese mismo mal, para defender sus ideales y su vida portaba una calamidad que cada vez se hacía más fuerte. Pero en el propio spirit habitaban otras presencias que se habían mantenido puras durante eras, los tres quienes, en un momento u otro, quisieron brindarle parte de su poder. Gaiomon le otorgó la espada de Musyamon, y Kuzuhamon le dio acceso a SkullBaluchimon, incluso Bakemono le dio su propio cuerpo como etapa, un diablillo que no podía corromperse más.
La tutela del samurai y la sacerdotisa le había hecho mejor, más fuerte, pues las enseñanzas de ambos se sumaban a sus propias disciplinas, y tanto el kendo como el omnyodo incrementaban su entendimiento de ese mal, y de su propia existencia. Más allá del portador de la maldición, del nuevo Azazel, quería saber quién era él, y por qué quería asumir ese yugo. ¿Para proteger a los débiles? No era tan altruista. ¿Por honor? Podría ser solo su orgullo. ¿Por ella?
No, no podía evitar pensar que contra más se acercaba a ella, más riesgos asumían. Y pese a esto, ¿por qué su empeño en formalizar su unión? ¿Qué pretendía con eso? Tal vez ganarse el reconocimiento como un tamer más, o simplemente se sentía atraído por los rasgos exóticos de la chica. ¿Tan simple era? No, conocía su filosofía, nunca asumiría un riesgo por algo tan mundano. Simplemente, a su lado se sentía bien. ¿Pero por qué? Representaba todo lo que él no era: sincera, heroica, gallarda... Justamente, lo que se espera de un tamer, y de una santa. SI ella era la luz, él podría resumirse como la sombra que proyecta esa lumbre.
Y entonces, de dónde nacía ese sentimiento, qué motivaba la fuerza de seguir intentando entender lo que impulsaba su voluntad. Puede que, pese a sus diferencias, el motivo de su fuerza nacía del mismo deseo: hacer lo correcto. Siendo ambos simples mortales, accedieron a servir a fuerzas que escapaban de su control, asumiendo un riesgo que chocaría con el innato instinto de supervivencia. Ella para traer de nuevo a uno de los Santos Caballeros, y él para retener a un Demonio cuya existencia solo podía vaticinarse como una calamidad. Quizás, por la ley del magnetismo, los opuestos se atraen, lo positivo va hacia lo negativo.
Claro que en esencia, eran iguales. Comparados con los poderes que canalizaban, no dejaban de ser dos chicos normales, con aficiones, gustos, preocupaciones. Quizás por eso, ambos desearan, puede que egoístamente, olvidar durante unos minutos quiénes eran, y simplemente disfrutar de ese dulce pecado, que era el amor.
En estas ensoñaciones distraía su mente, cuando sus sentidos no pudieron ignorar los motivos de aquella fiesta. Gran parte de su asistencia era para entender esa filosofía, ese gusto por la vida y el placer. Las vestimentas, respetando los colores que distinguían los sexos, abarcaban una amplia gama de civilizaciones y gustos, desde la sobriedad de un tuxedo, a los más complicados encajes victorianos. Era sorprendente que en un simple culto al cuerpo, se contemplaran tantísimas ideas e interpretaciones de la elegancia.
Le sorprendió gratamente ver un ejercicio que efectuaban algunos adeptos, que del mismo modo que un pavo real, se exhibían, probablemente para despertar curiosidad y atracción hacia posibles parejas e intereses, o puede que simplemente, para disfrutar. El ejercicio consistía en combinar armoniosamente movimientos al son de la música con manifestaciones de poder bruto. Ya fuera liberar un elemento y controlar sus formas, o partir rocas haciendo uso de la fuerza bruta. Le gustó la idea, por lo que decidió sumarse a ella. Sus ropas no cambiaron, pero sí su tamaño, puesto que al no ser el atuendo propio de Musyamon, no se transformó con él. Desenvainando su espada, liberó las llamas negras que cobraron el aspecto de un fiero dragón, que se alzó hacia los cielos rugiendo.
Pensó que con esta señal, Sigrun le localizaría, en caso de que ya hubiese arribado. El fuego, cobrando un tono violáceo, recordaba a las llamaradas de Belphemon, pero no era garantía de que supiera que era él quien lanzaba la señal. ¿Cómo hacer el mensaje más evidente? Viéndole serpentear, lo primero que ideó fue trazar su nombre en el cielo, claro que en esencia era una idea estúpida, gritando a voces la identidad de su amada. Escribir en digimoji un mensaje sería igualmente estúpido, y emplear kanji...Había estado suficiente tiempo con ella para saber que lo más probable es que pensara que era un dibujo en el cielo antes que una palabra.
¿Qué opciones quedaban entonces? ¿Usar el alfabeto latino? De acuerdo, pero, qué mensaje. “Valquiria” empezaba con V, misma letra que portaba Ulforce en su pecho. Además, el propio nombre de Sigrun aludía a la “Victoria”, palabra que, de nuevo, comenzaba por V. El dragón trazaba ya esta figura, pero tal vez por el subconsciente, o por mera torpeza, parte de este fuego colocó una figura semejante a un tres sobre la letra.
-Qué cursi...
Dijo, viendo el resultado, y sintiendo cierto reparo en el resultado.
- Tamer
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Roku Ginshô
Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
La valquiria se adentró más en el oasis mientras observaba al resto de tamers y digimons, hasta ahora no había tenido suerte en su búsqueda del cuervo. Cuando creía ver aquella ave negra en la máscara de alguien, se daba cuenta de que no era lo que buscaba. Una máscara de águila, un ibis e incluso vio una de algún tipo de loro. Suspiró un poco desilusionada ¿Estaría realmente allí? Debía de estarlo. Fue Roku quién la citó en ese lugar, no entendía porque no tendría que aparecer. A no ser que hubiese ocurrido algo que le hubiese impedido llegar. No, era mejor no pensar en eso. Iba a encontrarlo, estaba segura.
Empezó a pensar en las cosas que le habían pasado recientemente. Su cargo al frente de los Royal Knights le hacía estar siempre pendiente del clan y de sus obligaciones. Se había ganado enemigos y había zonas del Mundo Digital a las que no podía ir sin escolta o para evitar cualquier tipo de repercusión. Sin embargo al lado de Roku no se sentía así. Sentía que toda esa presión desaparecía y que podía sentirse como una chica normal. Era agradable dejar de ser la valquiria de vez en cuando para ser solo Sigrun. Por esa razón, sentía que esos momentos a solas con él debía aprovecharlos, atesorarlos y dejar de lado cualquier preocupación.
No sería difícil dejar de lado las preocupación aquél día, la música resonaba por el lugar y hacia que algunos se acercaran y bailaran. Se había formado un pequeño coro de improvisados bailarines en torno a aquella orquesta. Los músicos tocaban instrumentos que parecían de la antigua grecia o puede que de roma. Una mujer tocaba una lira mientras estaba sentada en un banco de madera, acompañándola un joven tamer tocaba una especie de flauta doble. También había dos digimons, debían de ser sus compañeros tocando panderetas. En conjunto, lograban una melodía agradable que evocaba tiempos antiguos. Sigrun se quedó unos minutos escuchándola, hasta que algo se elevó a los cielos captando su atención. Un dragón de fuego negro volaba y parecía querer dibujar algo en las alturas. Pudo distinguir una V. Un dragón y una V, debía de ser un aviso de que Roku estaba por la zona. Sin embargo, a penas había comenzado a caminar hacia allí cuando vio que las llamas seguían dibujando pero esta vez no fue capaz de distinguir que era.
- ¿Es un…. tres? – intentó adivinar la valquiria mentalmente.
Cuando llegó a la zona vio a varios digimons compitiendo con sus habilidades pero sólo uno de ellos captó su interés. Un Musyamon con ropajes negros y una máscara. Un cuervo. ¿Pero sería el ave que estaba buscando? Repasó mentalmente las formas en las que había visto a Roku transformarse. En el Mundo Humano lo vio adoptar esa forma. Sonrió, era muy posible que fuera él. Se acercó más a la zona pero puesto que meterse donde los digimon competían no sería muy buena idea, se acercó hasta donde pudo y se colocó en un lugar visible apartada de la gente. El cisne había encontrado a su cuervo.
Empezó a pensar en las cosas que le habían pasado recientemente. Su cargo al frente de los Royal Knights le hacía estar siempre pendiente del clan y de sus obligaciones. Se había ganado enemigos y había zonas del Mundo Digital a las que no podía ir sin escolta o para evitar cualquier tipo de repercusión. Sin embargo al lado de Roku no se sentía así. Sentía que toda esa presión desaparecía y que podía sentirse como una chica normal. Era agradable dejar de ser la valquiria de vez en cuando para ser solo Sigrun. Por esa razón, sentía que esos momentos a solas con él debía aprovecharlos, atesorarlos y dejar de lado cualquier preocupación.
No sería difícil dejar de lado las preocupación aquél día, la música resonaba por el lugar y hacia que algunos se acercaran y bailaran. Se había formado un pequeño coro de improvisados bailarines en torno a aquella orquesta. Los músicos tocaban instrumentos que parecían de la antigua grecia o puede que de roma. Una mujer tocaba una lira mientras estaba sentada en un banco de madera, acompañándola un joven tamer tocaba una especie de flauta doble. También había dos digimons, debían de ser sus compañeros tocando panderetas. En conjunto, lograban una melodía agradable que evocaba tiempos antiguos. Sigrun se quedó unos minutos escuchándola, hasta que algo se elevó a los cielos captando su atención. Un dragón de fuego negro volaba y parecía querer dibujar algo en las alturas. Pudo distinguir una V. Un dragón y una V, debía de ser un aviso de que Roku estaba por la zona. Sin embargo, a penas había comenzado a caminar hacia allí cuando vio que las llamas seguían dibujando pero esta vez no fue capaz de distinguir que era.
- ¿Es un…. tres? – intentó adivinar la valquiria mentalmente.
Cuando llegó a la zona vio a varios digimons compitiendo con sus habilidades pero sólo uno de ellos captó su interés. Un Musyamon con ropajes negros y una máscara. Un cuervo. ¿Pero sería el ave que estaba buscando? Repasó mentalmente las formas en las que había visto a Roku transformarse. En el Mundo Humano lo vio adoptar esa forma. Sonrió, era muy posible que fuera él. Se acercó más a la zona pero puesto que meterse donde los digimon competían no sería muy buena idea, se acercó hasta donde pudo y se colocó en un lugar visible apartada de la gente. El cisne había encontrado a su cuervo.
- Tamer & Digimon
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Sigrun Vinter
Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Tras mandar la señal, un grupo se le acercó, pues haber empleado una técnica, algo puramente violento, pero para algo tan hermoso como dibujar en los cielos, había sorprendido a muchos. La facilidad con la que desencadenó el torrente de llamas, el pulso para maniobrar sin que las ascuas molestaran a los demás, y lo precioso del dibujo, sumándose a esto el contraste del azul impoluto con el azabache del fuego, logró lo que deseaba: una señal clara. Lástima que para los blancos equivocados.
Del grupo que le rodeó, había muchas féminas, quienes preguntaban curiosas el propósito de su acción. Querían saber qué le motivaba a hacer eso, si su amor era tan pasional como el fuego, si solo quería mostrar su fuerza, si estaba solo... Y más voces que se iban superponiendo, una tras otra, convirtiendo las palabras en un eco desordenado e irritante. ¿Tan difícil era para estas ignorarlo?
-Disculpen, señoritas, pero no...-no tenía idea de qué pregunta o frase debía responder, no se callaban- ¡Disculpen pero...! -tampoco encontraba palabras para excusarse, ni sabía qué estaba haciendo mal- ¡¿Pueden callarse unos segundos?!
Ya empezaba a notar miradas de odio (¿o envidias?) de los otros artistas marciales, por lo que se podía deducir, enfurecidos por ese robo de las atenciones y favores de las damas. A él no podía importarle menos dicho interés, no pretendía opacar a nadie, ni le interesaba conquistar o sorprender a esas mujeres. El único motivo por el que estaba allí era para estar unas horas con Sigrun, y tener una cita normal. Sin preocuparse de que sepan quién es ella, o que alguna misión de urgencia los separe. Cogerse de la mano, pasear, hablar de cualquier banalidad... Simplemente eso.
-Si las palabras no sirven -apreciando las hostilidades, agarró el mango de su espada para defenderse, si hubiera necesidad, y aunque todas repetían el mismo atuendo, solo ella contrastaba el dorado de sus cabellos con lo níveo de sus ropajes- quizás las acciones...
No pudo acabar la amenaza, enmudecido ante el vestido que ella portaba. Perdiendo todo el interés por los demás, aislándose del mundo, atendiendo solo a aquella figura casi etérea que iluminaba su horizonte. Por fin estaba allí, apenas a unos metros de él, y ensimismado como estaba en su deseo, un estallido de fuego negro deshizo su transformación, regresando a la figura de un simple humano. Irónicamente, no podía ser la apariencia más adecuada para caminar con su diosa.
Por otra parte, el corro adoptó cara de asco, pues la antropofilia no estaba tan extendida en el digimundo como muchos pensaban, o simplemente porque los rasgos de Roku no tasaban con sus gustos, que empezaron a callar, y hasta a irse. Ignorando todo esto, él se acercó a ella, e incluso tuvo el osado pensamiento de, como tantas otras veces, sostener su mano y mirarla a los ojos, perdiendo la noción del tiempo en aquellos orbes azules. No lo hizo, pero si buscó su mirada solo para decir.
-Hola -y querría haber gozado de mayor elocuencia en esos primeros segundos, recitando poesía o sorprendiéndola con un comentario ingenioso-, estás muy guapa.
Soso, aburrido, mundano y hasta estúpido. Aún con esto, sincero, y enamorado.
Del grupo que le rodeó, había muchas féminas, quienes preguntaban curiosas el propósito de su acción. Querían saber qué le motivaba a hacer eso, si su amor era tan pasional como el fuego, si solo quería mostrar su fuerza, si estaba solo... Y más voces que se iban superponiendo, una tras otra, convirtiendo las palabras en un eco desordenado e irritante. ¿Tan difícil era para estas ignorarlo?
-Disculpen, señoritas, pero no...-no tenía idea de qué pregunta o frase debía responder, no se callaban- ¡Disculpen pero...! -tampoco encontraba palabras para excusarse, ni sabía qué estaba haciendo mal- ¡¿Pueden callarse unos segundos?!
Ya empezaba a notar miradas de odio (¿o envidias?) de los otros artistas marciales, por lo que se podía deducir, enfurecidos por ese robo de las atenciones y favores de las damas. A él no podía importarle menos dicho interés, no pretendía opacar a nadie, ni le interesaba conquistar o sorprender a esas mujeres. El único motivo por el que estaba allí era para estar unas horas con Sigrun, y tener una cita normal. Sin preocuparse de que sepan quién es ella, o que alguna misión de urgencia los separe. Cogerse de la mano, pasear, hablar de cualquier banalidad... Simplemente eso.
-Si las palabras no sirven -apreciando las hostilidades, agarró el mango de su espada para defenderse, si hubiera necesidad, y aunque todas repetían el mismo atuendo, solo ella contrastaba el dorado de sus cabellos con lo níveo de sus ropajes- quizás las acciones...
No pudo acabar la amenaza, enmudecido ante el vestido que ella portaba. Perdiendo todo el interés por los demás, aislándose del mundo, atendiendo solo a aquella figura casi etérea que iluminaba su horizonte. Por fin estaba allí, apenas a unos metros de él, y ensimismado como estaba en su deseo, un estallido de fuego negro deshizo su transformación, regresando a la figura de un simple humano. Irónicamente, no podía ser la apariencia más adecuada para caminar con su diosa.
Por otra parte, el corro adoptó cara de asco, pues la antropofilia no estaba tan extendida en el digimundo como muchos pensaban, o simplemente porque los rasgos de Roku no tasaban con sus gustos, que empezaron a callar, y hasta a irse. Ignorando todo esto, él se acercó a ella, e incluso tuvo el osado pensamiento de, como tantas otras veces, sostener su mano y mirarla a los ojos, perdiendo la noción del tiempo en aquellos orbes azules. No lo hizo, pero si buscó su mirada solo para decir.
-Hola -y querría haber gozado de mayor elocuencia en esos primeros segundos, recitando poesía o sorprendiéndola con un comentario ingenioso-, estás muy guapa.
Soso, aburrido, mundano y hasta estúpido. Aún con esto, sincero, y enamorado.
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Roku Ginshô
Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Cuando parecía que habían dejado de competir quiso acercarse, pero fue entonces cuando vio un grupo de digimons femeninas rodear a Roku y agobiándole a preguntas. A la valquiria no le gustó nada ver aquello, ¿acaso no podían dejarlo en paz? Quería intervenir, pero no vio manera de lograr que se apartasen y dudaba que las palabras sirviesen. Tampoco podía usar el digisoul, aquellas llamas eran su seña de identidad y no podía estropear aquél día. Por mucho que le molestase lo único que podía hacer era esperar a que Roku se deshiciera de ellas.
Por fin lo logró, al final fue tan sencillo como regresar a su forma humana, por lo visto aquellas digimons no parecían muy interesadas en los humanos. Un alivio para el cisne al ver que su cuervo se acercaba a ella. Le dedicó unas palabras simples, muy simples pero para Sigrun fue suficiente como para hacerla sonreír.
- Tú también estás muy guapo- le dijo sintiéndose también nerviosa- Muchas gracias por la máscara, me gusta mucho, y te felicito por tu exhibición de llamas, ha sido impresionante el dragón y la “v”, aunque no entendí el porqué del tres.
Aún seguía dándole vueltas a aquél extraño tres que había visto en el cielo. ¿Qué podría ser y que podría significar? De haber sido un dos podría haber hecho referencia a ellos. Pensó que tal vez podría ser un dibujo pero con esa forma poco se le ocurría que no tuviera que ver con la figura serpentina de un dragón o tal vez de una serpiente. Aquél pequeño misterio despertaba su curiosidad.
Sigrun aún sujetaba aquella cesta de mimbre en sus manos, pero ahora que tenía a Roku delante se había olvidado por completo que la llevaba. No se consideraba una persona olvidadiza pero ¿Acaso aquél día no tenía justificación para serlo? No tenía que preocuparse por nada más que de estar con él. Nada de entrenamientos, misiones. Absolutamente nada más.
Y mientras que Sigrun había olvidado su existencia, un dulce aroma empezó a salir por aquella caja de mimbre.
Por fin lo logró, al final fue tan sencillo como regresar a su forma humana, por lo visto aquellas digimons no parecían muy interesadas en los humanos. Un alivio para el cisne al ver que su cuervo se acercaba a ella. Le dedicó unas palabras simples, muy simples pero para Sigrun fue suficiente como para hacerla sonreír.
- Tú también estás muy guapo- le dijo sintiéndose también nerviosa- Muchas gracias por la máscara, me gusta mucho, y te felicito por tu exhibición de llamas, ha sido impresionante el dragón y la “v”, aunque no entendí el porqué del tres.
Aún seguía dándole vueltas a aquél extraño tres que había visto en el cielo. ¿Qué podría ser y que podría significar? De haber sido un dos podría haber hecho referencia a ellos. Pensó que tal vez podría ser un dibujo pero con esa forma poco se le ocurría que no tuviera que ver con la figura serpentina de un dragón o tal vez de una serpiente. Aquél pequeño misterio despertaba su curiosidad.
Sigrun aún sujetaba aquella cesta de mimbre en sus manos, pero ahora que tenía a Roku delante se había olvidado por completo que la llevaba. No se consideraba una persona olvidadiza pero ¿Acaso aquél día no tenía justificación para serlo? No tenía que preocuparse por nada más que de estar con él. Nada de entrenamientos, misiones. Absolutamente nada más.
Y mientras que Sigrun había olvidado su existencia, un dulce aroma empezó a salir por aquella caja de mimbre.
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Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Estaba claro que su oratoria perdía enteros, así como la característica facilidad de diálogo y amplio vocabulario, cuando ante él se colocaba la valquiria. Con Sigrun, las palabras emergían, sabía qué quería decirle, pero pronto se sumaban otras tantas, y de ahí las frases se hacían confusas, pasando a un torbellino incomprensible que amenazaba con engullirle, y las primeras palabras desaparecían, naufragando en esas aguas, cada vez más inciertas y oscuras, perdiendo la noción original, y su garganta enmudecía, del mismo modo que si luchase contra esa metafórica tormenta, que le acallaba. Algo tan sencillo, como el miedo a no saber qué decir, constituía para él una lucha por la supervivencia, porque verdaderamente, le dolía no poder enfrentarse a ese terror.
Pero más allá de la penumbra abisal, de esa tormenta que solo existía en sus pensamientos, se sobreponía una guía, un punto de referencia que seguía alumbrando su horizonte, rompiendo la oscuridad de esas oscuras nubes. Sigrun era su faro, y lo que sentía por ella no podía perecer por algo tan banal como las palabras, y aunque la duda o el miedo le enmudeciera, como ya dijo antes, siempre podría actuar.
Cogió su mano, aquella que no cargaba la cesta, y posó el anverso de esta sobre su palma, haciendo que la de Sigrun apuntara al cielo. La diestra, aquella que Roku no estaba usando, se sumó a esta tarea, e imitando un pincel, usó el índice para trazar por la mano de la chica. Intentó hacerlo con suavidad, y aunque distaba mucho de la pericia de un cirujano, pues él no era ningún artista ni mucho menos, se esforzó en deslizar la punta del dedo, rozando ambas pieles con sumo cuidado.
-Pues, en un principio, pretendía hacer solo la V, pensé que sería el dibujo más reconocible, por tu compañero y, bueno -acabó de delinear la letra-, tu título. Luego intenté controlar el vuelo del dragón, pero de un modo inconsciente, tracé ese “tres” que dices sobre la consonante -ahora, repitió el patrón, como un “sombrero” para la letra-. Y quedó esto. Cuando mi hermana me explicaba el lenguaje de los móviles, queda un dibujo como “<3”, que puede verse como un corazón de lado.
Y acabó así, dándose cuenta de que mantener el contacto sin más explicación que dar le hacía verse ridículo. ¿Volver a la distancia? Sería lo más cortés, sí, aunque supusiera regresar a la situación inicial. Y teniendo la mentalidad de un guerrero, renunciar a una posición ventajosa es algo que nunca haría, por lo que tiró, con cierta fuerza, de la mano de Sigrun, para que su cuerpo se acercara más a él. Cerró la ruta de huida con su brazo, apresándola contra él, y una vez se aseguró del férreo control impuesto, no dudó en besarla.
Era un atrevimiento, incluso algo violento. Era el turno de Sigrun, que podría quejarse de ese ataque, pero antes de que Roku esperase la respuesta, un aroma dulce llegó a su nariz, y preguntándose el origen de este, aproximó su nariz al cuello de la chica, olfateando del mismo modo que un perro, antes de decir:
-¿Eso que huele es tu perfume? Esta vez no es de vainilla.
Pero más allá de la penumbra abisal, de esa tormenta que solo existía en sus pensamientos, se sobreponía una guía, un punto de referencia que seguía alumbrando su horizonte, rompiendo la oscuridad de esas oscuras nubes. Sigrun era su faro, y lo que sentía por ella no podía perecer por algo tan banal como las palabras, y aunque la duda o el miedo le enmudeciera, como ya dijo antes, siempre podría actuar.
Cogió su mano, aquella que no cargaba la cesta, y posó el anverso de esta sobre su palma, haciendo que la de Sigrun apuntara al cielo. La diestra, aquella que Roku no estaba usando, se sumó a esta tarea, e imitando un pincel, usó el índice para trazar por la mano de la chica. Intentó hacerlo con suavidad, y aunque distaba mucho de la pericia de un cirujano, pues él no era ningún artista ni mucho menos, se esforzó en deslizar la punta del dedo, rozando ambas pieles con sumo cuidado.
-Pues, en un principio, pretendía hacer solo la V, pensé que sería el dibujo más reconocible, por tu compañero y, bueno -acabó de delinear la letra-, tu título. Luego intenté controlar el vuelo del dragón, pero de un modo inconsciente, tracé ese “tres” que dices sobre la consonante -ahora, repitió el patrón, como un “sombrero” para la letra-. Y quedó esto. Cuando mi hermana me explicaba el lenguaje de los móviles, queda un dibujo como “<3”, que puede verse como un corazón de lado.
Y acabó así, dándose cuenta de que mantener el contacto sin más explicación que dar le hacía verse ridículo. ¿Volver a la distancia? Sería lo más cortés, sí, aunque supusiera regresar a la situación inicial. Y teniendo la mentalidad de un guerrero, renunciar a una posición ventajosa es algo que nunca haría, por lo que tiró, con cierta fuerza, de la mano de Sigrun, para que su cuerpo se acercara más a él. Cerró la ruta de huida con su brazo, apresándola contra él, y una vez se aseguró del férreo control impuesto, no dudó en besarla.
Era un atrevimiento, incluso algo violento. Era el turno de Sigrun, que podría quejarse de ese ataque, pero antes de que Roku esperase la respuesta, un aroma dulce llegó a su nariz, y preguntándose el origen de este, aproximó su nariz al cuello de la chica, olfateando del mismo modo que un perro, antes de decir:
-¿Eso que huele es tu perfume? Esta vez no es de vainilla.
- Tamer
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Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Roku tomó su mano libre y en la palma de esta empezó a trazar con su dedo el mismo dibujo que antes había hecho en el cielo. Le explicó el motivo de la V, su título de “Valquiria”, Ulforce. Quedó bastante claro porque decidió usar esa letra, pero cuando empezó a explicarle el motivo de ese “tres” se sintió bastante tonta por no haberse dado cuenta antes.
- Con la de veces que vi ese dibujo por internet y no supe reconocerlo- dijo, lamentándose no haber sido más rápida - Debería haber…
Sintió que Roku tiró de ella, atrayéndola hacia él y que con el brazo libre la mantuvo así. Antes de que Sigrun pudiera decirle algo, cualquier cosa, él la besó. La había atraído hacia él bruscamente y se encontraba “atrapada” entre aquél abrazo y sus labios. Podría haberse quejado de eso, podría haberse apartado y haberse molestado por su actitud. Pero no pudo. Eran contadas las veces que podían estar los dos juntos sin preocuparse por nada ni nadie más, y ella se sentía bien así. Tan cerca suyo.
El beso terminó cuando un olor pareció distraer a Roku, que empezó a olfatearle el cuello. En ese momento ella no se imaginaba que estaba buscando un olor, pensó que el cuervo sólo jugaba un poco. Se relajó pero no se acordó de la caja de mimbre que sostenía con una sola mano y que empezó a tambalearse. Intentando hacer uso de todos los reflejos que pudo, soltó la mano de Roku y, aunque tuvo que soltarse de ese abrazo, logró poner a salvo la cesta a la que sujetó con ambas manos.
- Por poco…- dijo respirando aliviada, antes de situarse de nuevo delante de él- No quería venir con las manos vacías, así que pensé que sería buena idea traer algún dulce. Los he hecho yo misma.
Abrió la caja para mostrarle el contenido, los dulces se habían movido un poco pero estaban bien, seguían envolviendo el aire en ese aroma dulce. La valquiria estaba un poco nerviosa, esperando su respuesta.
- Con la de veces que vi ese dibujo por internet y no supe reconocerlo- dijo, lamentándose no haber sido más rápida - Debería haber…
Sintió que Roku tiró de ella, atrayéndola hacia él y que con el brazo libre la mantuvo así. Antes de que Sigrun pudiera decirle algo, cualquier cosa, él la besó. La había atraído hacia él bruscamente y se encontraba “atrapada” entre aquél abrazo y sus labios. Podría haberse quejado de eso, podría haberse apartado y haberse molestado por su actitud. Pero no pudo. Eran contadas las veces que podían estar los dos juntos sin preocuparse por nada ni nadie más, y ella se sentía bien así. Tan cerca suyo.
El beso terminó cuando un olor pareció distraer a Roku, que empezó a olfatearle el cuello. En ese momento ella no se imaginaba que estaba buscando un olor, pensó que el cuervo sólo jugaba un poco. Se relajó pero no se acordó de la caja de mimbre que sostenía con una sola mano y que empezó a tambalearse. Intentando hacer uso de todos los reflejos que pudo, soltó la mano de Roku y, aunque tuvo que soltarse de ese abrazo, logró poner a salvo la cesta a la que sujetó con ambas manos.
- Por poco…- dijo respirando aliviada, antes de situarse de nuevo delante de él- No quería venir con las manos vacías, así que pensé que sería buena idea traer algún dulce. Los he hecho yo misma.
Abrió la caja para mostrarle el contenido, los dulces se habían movido un poco pero estaban bien, seguían envolviendo el aire en ese aroma dulce. La valquiria estaba un poco nerviosa, esperando su respuesta.
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Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Tan sencillo, que parecía nacer de los pensamientos más pueriles, motivado por un capricho básico garabateado por la propia pasión, ausente de cualquier lógica más que el impulso animal, sobreponiéndose a esa lógica, la cual se convertía en una espada, usada para combatir a un mundo que le parecía básico, egoísta, sucio. Nunca disfrutó de los sentimentalismos que imponían sus caprichos sobre la mente, las cargas que la gente se imponía, aludiendo a una razón superior y universal, un Logos que lo explicaba todo, pero siendo solo una máscara de Eros, quien de forma burlona jugaba con las mentes humanas. Acallando la voluntad, la individualidad, los sentimientos emergían como una bruma que impedía caminar por uno mismo, y el amor se presentaba como una guía a esta confusión: dependías de la voz del otro para seguir el camino de la vida, teniendo que confiar ciegamente en que sus palabras serán sinceras, del mismo modo que esa persona depositará en ti su fidelidad.
¿El amor te hacía débil? Eso pensaba él, no de forma tan abierta, viendo la dependencia y esa fe ciega como unas cadenas demasiado pesadas. Más que esa necesidad, lo que le irritaba era la mentira, fingir que eres el ideal que la otra persona busca, cambiar para sus intereses, ignorando los tuyos, decidiendo tú algo que ya han decidido por ti. Veía en ese pensamiento, en el amor, una excusa, debilidad, renegando de tu esencia por... ¿Por qué? No atacaba a la idea de lo emocional, renegar de ese instinto innato, sino a la interpretación romántica de esa experiencia. Siempre la vio tonta, y hasta ridícula. Entonces, si así pensaba, ¿de dónde nacía ese punzante dolor, cuando ella se alejaba? Alargó las manos, intentando acortar una distancia que le parecía infinita, hasta que pudo sentir de nuevo el tacto, cerniendo sus dedos por los brazos de Sigrun. ¿Dependía de ella? Quizás, quizás se había hecho más maleable, y por tanto, débil, como si una febril dolencia aquejara su pensamiento. Por una parte, odiaba verse así, claro que de ahí encontraba fortaleza. No quería verse como una mena blanda esperando a ser forjada, quería aporrear ese metal hasta conseguir una mejor versión de sí mismo, no siguiendo lo que Sigrun, u otros, quisieran de él, sino que estos le quisieran precisamente por ser... Él.
Y por ello, la besó. Fue rápido, como una caricia, retirándose en un suspiro. No había necesidad de una mayor pasión, solo quería demostrar esa fortaleza, que había encontrado en ella, el deseo de ser mejor. Por él, sí, pero también por ella.
-Estoy nervioso, Sigrun -fue lo que pudo articular-. Soy una persona a la que le gusta tener el control sobre todo, siempre con un plan en la recámara por si el resto falla -sus dedos punteaban por la blanca piel, como si tañese un instrumento-. Con esto, he intentado ser espontáneo, improvisar. Ya que no tenemos el tiempo que quisiéramos, aprovechar la ocasión que se ha dado con este evento. Ahora mismo, el miedo me ha quitado el hambre. Es difícil de explicar, es... Es como un torbellino.
No podía explicarle todo el monólogo que habia surgido, como magma emergiendo de una herida de la Tierra, sobre el amor y la estupidez humana, sobre renegar de su identidad por otros designios. No cayó ante Azazel, ni ante la Compañía, menos por el clan, o por todas aquellas personas que había conocido por sus viajes. Claro que, ¿acaso Roku no era una máscara? Siempre que tenía un problema, se escondía tras una de esas personalidades, papeles asignados a un medio y tarea, queriendo asumir que todas ellas formaban parte de su verdadera identidad, ocultando un miedo eterno e infantil a asumir méritos y fracasos. No podía simplemente decir “Sí, soy Seimei”, “Me llaman Vidar”, “Soy Adam de los US”, y añadir “pero también soy Roku”. Otra excusa más, un apodo numérico nacido de una tradición, de un fracaso, que oculaba ese nombre auténtico, “Mukuro”, invisible tras el apellido y el honorífico... Un engaño más ¿Quería seguir así? ¡Por supuesto que no!
-Mira, están bailando -la música, improvisada, llegaba sin problema, con unos compases vinculados al bebop del jazz posguerrero, acompañando a bailarines esporádicos que interpretaban los compases al estilo que les parecía más cómodo-. ¿Y si abrimos el apetito con un poco de movimiento? -cada uno seguía a los instrumentos con variados estilos- ¿Me acompañas?
Y extendió la mano, acudiendo a ese recuerdo de un primer baile, donde ella dirigió. Esto no era tan elegante ni solemne, podría ser su oportunidad de imponerse como la voz imperante, pero no quería eso. Ceder, sin renegar, permitir, y a la vez mandar. Del mismo modo que en las férreas katas, quería adaptarse a ella, aportando su estilo, buscando respuestas a todas esas dudas e incógnitas que pugnaban por grabarse, a fuego, en su cerebro. ¿Quién era él? ¿Quién quería ser? ¿Qué más daba eso? Ahora iba, sencillamente, a disfrutar del presente.
¿El amor te hacía débil? Eso pensaba él, no de forma tan abierta, viendo la dependencia y esa fe ciega como unas cadenas demasiado pesadas. Más que esa necesidad, lo que le irritaba era la mentira, fingir que eres el ideal que la otra persona busca, cambiar para sus intereses, ignorando los tuyos, decidiendo tú algo que ya han decidido por ti. Veía en ese pensamiento, en el amor, una excusa, debilidad, renegando de tu esencia por... ¿Por qué? No atacaba a la idea de lo emocional, renegar de ese instinto innato, sino a la interpretación romántica de esa experiencia. Siempre la vio tonta, y hasta ridícula. Entonces, si así pensaba, ¿de dónde nacía ese punzante dolor, cuando ella se alejaba? Alargó las manos, intentando acortar una distancia que le parecía infinita, hasta que pudo sentir de nuevo el tacto, cerniendo sus dedos por los brazos de Sigrun. ¿Dependía de ella? Quizás, quizás se había hecho más maleable, y por tanto, débil, como si una febril dolencia aquejara su pensamiento. Por una parte, odiaba verse así, claro que de ahí encontraba fortaleza. No quería verse como una mena blanda esperando a ser forjada, quería aporrear ese metal hasta conseguir una mejor versión de sí mismo, no siguiendo lo que Sigrun, u otros, quisieran de él, sino que estos le quisieran precisamente por ser... Él.
Y por ello, la besó. Fue rápido, como una caricia, retirándose en un suspiro. No había necesidad de una mayor pasión, solo quería demostrar esa fortaleza, que había encontrado en ella, el deseo de ser mejor. Por él, sí, pero también por ella.
-Estoy nervioso, Sigrun -fue lo que pudo articular-. Soy una persona a la que le gusta tener el control sobre todo, siempre con un plan en la recámara por si el resto falla -sus dedos punteaban por la blanca piel, como si tañese un instrumento-. Con esto, he intentado ser espontáneo, improvisar. Ya que no tenemos el tiempo que quisiéramos, aprovechar la ocasión que se ha dado con este evento. Ahora mismo, el miedo me ha quitado el hambre. Es difícil de explicar, es... Es como un torbellino.
No podía explicarle todo el monólogo que habia surgido, como magma emergiendo de una herida de la Tierra, sobre el amor y la estupidez humana, sobre renegar de su identidad por otros designios. No cayó ante Azazel, ni ante la Compañía, menos por el clan, o por todas aquellas personas que había conocido por sus viajes. Claro que, ¿acaso Roku no era una máscara? Siempre que tenía un problema, se escondía tras una de esas personalidades, papeles asignados a un medio y tarea, queriendo asumir que todas ellas formaban parte de su verdadera identidad, ocultando un miedo eterno e infantil a asumir méritos y fracasos. No podía simplemente decir “Sí, soy Seimei”, “Me llaman Vidar”, “Soy Adam de los US”, y añadir “pero también soy Roku”. Otra excusa más, un apodo numérico nacido de una tradición, de un fracaso, que oculaba ese nombre auténtico, “Mukuro”, invisible tras el apellido y el honorífico... Un engaño más ¿Quería seguir así? ¡Por supuesto que no!
-Mira, están bailando -la música, improvisada, llegaba sin problema, con unos compases vinculados al bebop del jazz posguerrero, acompañando a bailarines esporádicos que interpretaban los compases al estilo que les parecía más cómodo-. ¿Y si abrimos el apetito con un poco de movimiento? -cada uno seguía a los instrumentos con variados estilos- ¿Me acompañas?
Y extendió la mano, acudiendo a ese recuerdo de un primer baile, donde ella dirigió. Esto no era tan elegante ni solemne, podría ser su oportunidad de imponerse como la voz imperante, pero no quería eso. Ceder, sin renegar, permitir, y a la vez mandar. Del mismo modo que en las férreas katas, quería adaptarse a ella, aportando su estilo, buscando respuestas a todas esas dudas e incógnitas que pugnaban por grabarse, a fuego, en su cerebro. ¿Quién era él? ¿Quién quería ser? ¿Qué más daba eso? Ahora iba, sencillamente, a disfrutar del presente.
- Tamer
- Faltas :Una por cada double.Prueba de Rol :ADigi Puntos :1060Ficha :NPCs :Nivel On Rol :Ancient spiritNivel On Rol de los Digi Aliados :Sven-Hyper SpiritIcono :Rango y Unidad :Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleRango y Unidad Digi Aliado :Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleInventario :
Roku Ginshô
Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Sigrun se sentía bien, se sentía completamente feliz y que su vida era plena. Hacía mucho tiempo que no sentía así con alguien. Su primera y última relación no acabó bien, acabó sintiéndose un trapo viejo que podían tirar cuando ya no servía. Con Roku era todo lo contrario, sentía que la apreciaba de verdad y que tanto sus actos como sus palabras eran ciertas, que podía confiar en él. De hecho si no tuviera confianza con él, acudir a aquella cita sin Ulforce, en medio de un desierto aislado y con genta alrededor que seguramente no creía en Yggdrassil sería impensable para alguien de su posición. Cualquiera en el clan pensaría que todo aquello tenía toda la pinta de ser una emboscada, pero Sigrun no.
Le sonrió mientras le hablaba intentando trasmitirle calma y que se sintiera más cómodo. No le molestaba que no tuviese apetito para probar los dulces, eso era secundario. Además aún quedaba mucho día por delante, ya tendría ocasión de darle a probar ese postre.
Cerca, no sólo la música era un espectáculo, improvisados bailarines acudían para mostrar sus pasos al resto de asistentes. Roku, cómo aquél día, le ofreció su mano para bailar juntos.
- Por supuesto- dijo ilusionada.
Ilusionada, ella depositó la cesta en un banco cercano y avanzó con su cuervo hacia la música antes de darse cuenta de un detalle muy importante. No se había preparado ningún baile. En aquella velada en honor a los Royal Knights, ella practicó el baile bastante tiempo antes de la fecha y cuando se encontró con Roku, 365 días después, aún recordaba los pasos. ¿Y ahora? ¿Qué iba a bailar ahora?
- Creo, que ahora la que está nerviosa soy yo- le confesó- No me preparé ningún baile.
No sabía que hacer ahora o qué sería apropiado con aquella música. Tenía ganas de bailar con él, pero no sabía ni siquiera como empezar. Por si fuera poco, el hecho de que hubiera gente mirando a quienes bailaban no ayudaba a que Sigrun pensara con claridad. ¿Y si se ponía a bailar y luego no sabía cómo seguir? ¿Y si se reían si cometía algún error? Arrastraba ese miedo escénico a actuar desde niña, miedo que con los discursos desaparecía pero si se trataba de hacer algo que no tuviese bien preparado de antes se ponía nerviosa.
Le sonrió mientras le hablaba intentando trasmitirle calma y que se sintiera más cómodo. No le molestaba que no tuviese apetito para probar los dulces, eso era secundario. Además aún quedaba mucho día por delante, ya tendría ocasión de darle a probar ese postre.
Cerca, no sólo la música era un espectáculo, improvisados bailarines acudían para mostrar sus pasos al resto de asistentes. Roku, cómo aquél día, le ofreció su mano para bailar juntos.
- Por supuesto- dijo ilusionada.
Ilusionada, ella depositó la cesta en un banco cercano y avanzó con su cuervo hacia la música antes de darse cuenta de un detalle muy importante. No se había preparado ningún baile. En aquella velada en honor a los Royal Knights, ella practicó el baile bastante tiempo antes de la fecha y cuando se encontró con Roku, 365 días después, aún recordaba los pasos. ¿Y ahora? ¿Qué iba a bailar ahora?
- Creo, que ahora la que está nerviosa soy yo- le confesó- No me preparé ningún baile.
No sabía que hacer ahora o qué sería apropiado con aquella música. Tenía ganas de bailar con él, pero no sabía ni siquiera como empezar. Por si fuera poco, el hecho de que hubiera gente mirando a quienes bailaban no ayudaba a que Sigrun pensara con claridad. ¿Y si se ponía a bailar y luego no sabía cómo seguir? ¿Y si se reían si cometía algún error? Arrastraba ese miedo escénico a actuar desde niña, miedo que con los discursos desaparecía pero si se trataba de hacer algo que no tuviese bien preparado de antes se ponía nerviosa.
- Tamer & Digimon
- Prueba de Rol :ADigi Puntos :642Cuentas :Ficha :Relaciones :Cronologia :NPCs :Nivel On Rol :Burst Mode/Future ModeNivel On Rol de los Digi Aliados :Draco: Ultimate [BlackMetalGreymon]
Kara: Rookie [Dorumon]Icono :Rango y Unidad :Sigrun Vinter
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)
Ulforce
Rango: Hand of the King y Holy Knight
Unidad: Todo el clan (Blue Thunder Dragons)Rango y Unidad Digi Aliado :Draco
Rango: Knight
Unidad: Dragons DestroyersInventario :
Sigrun Vinter
Re: 私の白鳥 (Mi cisne) [Priv: Sigrun Vinter]
Esperando la respuesta a su proposición, pudo notar cierta viscosidad nerviosa naciendo de sus manos, nacida más de sus emociones que de aquel Sol cruel. No había duda, tenía las emociones a flor de piel, y era una situación que despertaba en él sentimientos contradictorios: por una parte, él se consideraba un hombre de razón, con la necesidad de tenerlo todo bajo control, imperando su criterio y modos sobre el resto de variables; pero por otro, no podía negar ese movimiento incontrolable que impulsaba la pasión, acallando la férrea voluntad que siempre procuró y sustituyendo ese filtro por un torbellino de pensamientos inconexos. Le horrorizaban ambos extremos, pues no quería negar lo que sentía, ni tampoco dejarse dominar por sus impulsos animales, obligándose a respirar lenta y pausadamente, intentando poner en orden sus ideas y, lo más importante, limpiando su mano con un pañuelo, acabando con ese molesto sudor.
Le dijo que sí, o eso parecía atendiendo solo a sus palabras. Percibió una nota de duda en su voz, un timbre agudo tan molesto como una nota mal acompasada. “No me preparé ningún baile”, era la frase que motivó su pesquisa, ya que no entendía esa declaración. Él no conocía los entretenimientos populares en los jóvenes de su edad, más allá de lo que su capacidad de observación le dejaba conocer, y si bien no tenía reparos en acudir a locales con conocidos o amistades, siempre al amparo de la noche, para disfrutar del fin de la jornada con alguna bebida o conversación amena, nunca encontró disfrute a los bailes de pista, y menos cuando la modalidad consistía en agolparse muchos en un espacio tan reducido que acababa con cualquier intento de acrobacia. No obstante, con lo poco que sabía de esos pasatiempos juveniles, encontraba que no era necesario conocer una coreografía para bailar, siendo todo más esporádico y jovial.
¿Acaso le desagradaba el baile? ¿O la compañía? No se contemplaba a sí mismo como el problema, pues de existir algún rencor u odio, ella ni habría acudido a la cita. Por ello, analizaba el contexto, e igual el problema tenía que ver con el clima, pues era cierto que la vez que pudieron bailar era de noche y soplaba la brisa, mientras que ahora estaban en el desierto. O quizás, la falta de un orden o estilo en la danza fuera lo que le molestara, prefiriendo los compases de la danza clásica. ¿Puede que le asaltase el miedo a revelar su identidad? Que alguien asociara sus movimientos a los de su verdadera identidad. Aquellas eran las posibilidades que barajaba su raciocinio, y no podía saber más sin acudir al recurso de la conversación, opción descartada, no por timidez o nerviosismo, por el obvio motivo de no querer incomodarla más ahondando en sus preocupaciones. Quería que la velada fuera agradable.
-No hemos preparado nada -su tono era apagado, no pudiendo ocultar la preocupación de que ella no se mostrara alegre por el baile-, pero eso no es un problema -y sin esperar su respuesta, le cogió de la mano, procurando cierta delicadeza-. Así podemos ser sinceros y esporádicos -dos problemas que tenía grabados a fuego en su personalidad, la necesidad de ocultar y de seguir sus reglas-, y creo que encontré una alternativa más agradable. Ven conmigo.
Y optó por una solución que, aunque a primera vista fuera más aburrida, consideró más acertada como primera actividad. Un mero paseo por las orillas del oasis, la zona más verde y fresca del lugar. La brisa ayudaría a que ambos se relajaran, y la sensación térmica se combatía gracias a la humedad naciente. Además, los brotes de hierba que decoraban el paisaje ayudaban a improvisar un picnic una vez asaltara el hambre. Y ahora, mirándole a esos ojos tan azules como la naturaleza del lugar, dijo.
-Aquí no hay tanta gente ahora mismo, ya que de momento parece que no hay actividades -y entrelazando los dedos, intentaba acercarla hacia él-. ¿Te parece que vayamos paseando y charlemos un rato?
Le dijo que sí, o eso parecía atendiendo solo a sus palabras. Percibió una nota de duda en su voz, un timbre agudo tan molesto como una nota mal acompasada. “No me preparé ningún baile”, era la frase que motivó su pesquisa, ya que no entendía esa declaración. Él no conocía los entretenimientos populares en los jóvenes de su edad, más allá de lo que su capacidad de observación le dejaba conocer, y si bien no tenía reparos en acudir a locales con conocidos o amistades, siempre al amparo de la noche, para disfrutar del fin de la jornada con alguna bebida o conversación amena, nunca encontró disfrute a los bailes de pista, y menos cuando la modalidad consistía en agolparse muchos en un espacio tan reducido que acababa con cualquier intento de acrobacia. No obstante, con lo poco que sabía de esos pasatiempos juveniles, encontraba que no era necesario conocer una coreografía para bailar, siendo todo más esporádico y jovial.
¿Acaso le desagradaba el baile? ¿O la compañía? No se contemplaba a sí mismo como el problema, pues de existir algún rencor u odio, ella ni habría acudido a la cita. Por ello, analizaba el contexto, e igual el problema tenía que ver con el clima, pues era cierto que la vez que pudieron bailar era de noche y soplaba la brisa, mientras que ahora estaban en el desierto. O quizás, la falta de un orden o estilo en la danza fuera lo que le molestara, prefiriendo los compases de la danza clásica. ¿Puede que le asaltase el miedo a revelar su identidad? Que alguien asociara sus movimientos a los de su verdadera identidad. Aquellas eran las posibilidades que barajaba su raciocinio, y no podía saber más sin acudir al recurso de la conversación, opción descartada, no por timidez o nerviosismo, por el obvio motivo de no querer incomodarla más ahondando en sus preocupaciones. Quería que la velada fuera agradable.
-No hemos preparado nada -su tono era apagado, no pudiendo ocultar la preocupación de que ella no se mostrara alegre por el baile-, pero eso no es un problema -y sin esperar su respuesta, le cogió de la mano, procurando cierta delicadeza-. Así podemos ser sinceros y esporádicos -dos problemas que tenía grabados a fuego en su personalidad, la necesidad de ocultar y de seguir sus reglas-, y creo que encontré una alternativa más agradable. Ven conmigo.
Y optó por una solución que, aunque a primera vista fuera más aburrida, consideró más acertada como primera actividad. Un mero paseo por las orillas del oasis, la zona más verde y fresca del lugar. La brisa ayudaría a que ambos se relajaran, y la sensación térmica se combatía gracias a la humedad naciente. Además, los brotes de hierba que decoraban el paisaje ayudaban a improvisar un picnic una vez asaltara el hambre. Y ahora, mirándole a esos ojos tan azules como la naturaleza del lugar, dijo.
-Aquí no hay tanta gente ahora mismo, ya que de momento parece que no hay actividades -y entrelazando los dedos, intentaba acercarla hacia él-. ¿Te parece que vayamos paseando y charlemos un rato?
- Tamer
- Faltas :Una por cada double.Prueba de Rol :ADigi Puntos :1060Ficha :NPCs :Nivel On Rol :Ancient spiritNivel On Rol de los Digi Aliados :Sven-Hyper SpiritIcono :Rango y Unidad :Roku Ginshô (Adam Odysseum)
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División: Four Holy Beast
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