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El descubrimiento de las ruinas del Monasterio Draco, tallado en lo alto de una desolada montaña en el valle de los dragones, ha despertado un gran interés por todo el Digimundo. Principalmente porque según los tallados de la pared exterior dentro de las ruinas se encuentra un obre mágico que contiene en su interior la data y poder del treceavo Royal Kinght, la cual sera dada a quien reclame dicho objeto. Según la historia grabada en los murales, el obre fue dejado allí por el mismo Royal Kinght en caso de que su poder sea necesario para derrotar al mal que se alce en el futuro...por desgracia semejante premio también a llamado la atención de quienes usarían el poder para sus propias metas egoístas. Por lo que esta aventura ahora se a vuelto una carrera por ver quien consigue el gran premio.
6 meses despues de la ultima carrera, un BanchoLeomon reune al viejo equipo de organizacion para dar un nuevo espectaculo, pero en esta carrera, el misterioso patrocinador ha enviado a un "Aspirante a Campeon" con un extraño y unico Digivice. ¿Que es lo que sucedera a lo largo del evento y como funciona este nuevo digivice?.
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-Skin hecho por Hardrock de The Captain Knows Best.
-Imagenes realizadas por Runari Wildy
y Sigrun Vinter
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y Sigrun Vinter
アリアの音に踊る人々(Personas bailando al son de un aria) [Priv: Alanna, Akira, Zadquiel y Runari aunque tenga dudas]
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アリアの音に踊る人々(Personas bailando al son de un aria) [Priv: Alanna, Akira, Zadquiel y Runari aunque tenga dudas]
Se atribuye a la música varias cualidades. En primer lugar, el deleite de una buena pieza, su función para evadirnos de la realidad al son de una melodía, la cual eleva nuestro espíritu en un disfrute concedido solo a los humanos. Antaño, se consideraba un regalo de los dioses, los primeros concertistas e intérpretes, que nos deleitaban con su arte como una forma de comunicar la vida mundana con la celestial, y se recuperó esto en el canto gregoriano. ¿Qué celebración, secular o religiosa, no es acompañada por los compases de una canción? Incluso los desfiles militares tienen sus propios acompañamientos musicales. Ya hasta los eventos deportivos se ven publicitados por el mismo arte, ya universal, omnipresente.
Por todo esto, no es extraño que la música tenga presencia incluso en los lugares de trabajo, un lugar alejado de la esfera ociosa, destinado únicamente a la productividad y la eficacia, pero donde esta fuerza tiene también cabida. Desde los estudios del mercado a la filosofía fordiana ya se indicó la efectividad que tiene la música en el ámbito laboral, justificando así la presencia de dispositivos que suplieran esta necesidad del alma, ya fuera a través del clásico tocadiscos, las diferentes radios o cadenas, e incluso desde el móvil. Lo que sí era extraño, en cambio, era que los trabajadores abandonaran sus funciones para mover sus cuerpos al ritmo de la serenata.
-A ver si lo he entendido...-indicaba Adam, aquel desconocido enmascarado que sumaba su actividad en el clan a la de varias divisiones- Esto no es un flashmob de esos, ¿verdad?
Supervisando una de las tantas actividades, le habían convocado al grupo Sur, el de Zuquiaomon, donde se había dado una extraña situación: todos en la planta estaban bailando, coordinados a la perfección, y él no sabía si el problema era de verdad o si le tomaban el pelo. En esos días, andaba inmerso en comprobar las funciones y atribuciones de las Cuatro Bestias, la división con mayor número de efectivos dentro de los US. Pero dudaba que la danza estuviera entre las labores del clan. Lo comprobó, y no lo estaban.
-Pues yo diría que no -afirmaba Bragi, presente en la misma sala-. Como han podido, nos mandaron una señal de socorro, y estudiando las ondas y tal, he sacado un par de cosas: que alguien puso la emisora, y como un virus, pasó a reproducirse por todos los equipos y dos, que es una música muy hortera.
-¿Y algo útil? ¿Como la procedencia? ¿O cómo liberarles de la hipnosis, o lo que sea, antes de que se disloquen algo?
-Supongo que acabando con la fuente de la señal. Al parecer, a los tipos de nuestro nivel no ejerce efecto alguno, peeero...-yendo a una pantalla de ordenadores, le mostró cómo estaba la situación-. He triangulado el foco en Shibuya, y llevan desde las tantas de la mañana... Así.
Un montón de gente danzaba sin freno o pudor alguno al ritmo de esa misma canción. La situación empeoraba varios niveles al afectar al mundo humano, y más por la problemática que supondría reescribir sus memorias y que olvidasen que una fuerza desconocida es estaba impulsando a danzar desenfrenadamente.
-Bueno, me llevo a Sven, localizamos al responsable, le partimos las rodillas y ponemos a salvo a todos, ¿no? -quería simplificar el caso, pues le desagradaba regresar a Shibuya, el barrio donde hace varios meses casi lo matan- Creo que a él también le irrita la canción, está mordisqueando la radio.
-Nnnno, hay un “pero” -no quería agriarle el humor-. Como son humanos y están siendo controlados, no podemos usar la fuerza bruta, por lo que para adentrarse allí y romper el control mental, debes generar una longitud de onda más poderosa que se imponga a la que les domina -imaginando que tras la máscara, Roku estaría alzando la ceja, lo explicó en cristiano-. Que para derrotarles debes bailar.
-... Me tomas el pelo, ¿no? Yo no bailo.
-Es la única manera, a no ser que se te ocurra otra ide...
-Usando los medios de difusión que disponemos, vender la idea de que es un evento de danza y canto, donde harán frente a un antagonista musical, y que es todo una iniciativa para integrar los gustos musicales de ambos mundos.
-... Odio cuando ni me dejas terminar la frase, pero sí, podría funcionar... -Bragi fue preparar los equipos de música portátiles para los participantes, además de contactar con quienes pudieran transmitir el mensaje por las redes sociales, la prensa, televisión y demás- Iros preparando vosotros.
Roku y Sven no sabían a lo que se refería, pero luego se hicieron a la idea. Para disimular que todo aquello era un evento controlado, tuvieron que vestirse para la ocasión. Y ya en Shibuya, se presentaron, a la espera de otros tamers y digimons en la estación de tren, con los atuendos que Bragi les había asignado: Sven portaba una cazadora de cuero roja con hombreras, decorada con líneas oscuras, y Roku, además de la máscara de Adam, visitó un traje que alternaba el azul en la camisa interior y el blanco en el chaqué y la corbata, además de portar un sombrero del mismo color con una cinta negra.
-Sven, recuerda que esto es un evento musical, así que nada de dañar a los civiles -le reprendía antes de empezar- ni de decirles que es una situación peligrosa.
-Entendido, pero si Sven va de payaso, más les vale vestir mal también.
-No vas de payaso, vas de... De...
No, ni idea de qué les había hecho vestir Bragi.
- Tamer
- Faltas :Una por cada double.Prueba de Rol :ADigi Puntos :1060Ficha :NPCs :Nivel On Rol :Ancient spiritNivel On Rol de los Digi Aliados :Sven-Hyper SpiritIcono :Rango y Unidad :Roku Ginshô (Adam Odysseum)
Rango: Holy General
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleRango y Unidad Digi Aliado :Sven
Rango: Teniente
División: Four Holy Beast
Unidad/Sub-division: North Shield TurtleInventario :
Roku Ginshô
Re: アリアの音に踊る人々(Personas bailando al son de un aria) [Priv: Alanna, Akira, Zadquiel y Runari aunque tenga dudas]
En el mundo existen mil formas de expresar algo, de contar historias o de mostrar sentimientos, cientos de lenguajes que todo el mundo, en mayor o menor medida, puede entender, comprender y disfrutar. Dentro de estos lenguajes, de estas formas de expresión, hay maestros que destacan entre otros, escritores que hacen que se erice el bello con una frase, pintores que hacen sonreír con un mero trazo, fotógrafos que logran lágrimas en un simple flash, actores que estremecen con sus mil caras, músicos que despiertan al público con una sola nota, y bailarines que encandilan con el primer giro. De todas estas, Alanna solo se sentía cómoda con una. Por mucho que hubiera aprendido a escribir desde bien pequeña, por mucho que el violín y el piano hicieran vibrar su piel, solo el baile conseguía que el corazón le latiera al compás de las notas, solo bailando sentía que era ella misma, lejos de madres odiosas, de amistades lejanas, de misiones desconocidas, el baile era lo que despertaba su mente y aplacaba su alma. Sin embargo, era selecta. Nunca se dignaba a bailar nada que no fuera de su gusto, rock, jazz, sonatas, minuetes, sinfonías, gavotes, cualquier música que se plantase frente a ella se volvía una pista donde danzar, saltando de nota a nota, pero, por supuesto, debía ser algo que ella considerase música. Por ejemplo, no consideraba el rap, parte de esta, era poesía con base sonora, pero música, nunca, lo mismo diría de los DJ, si le preguntasen, odiaba a esa gente que, sin componer realmente, se creían dueños del panorama discográfico del momento.
Tal vez por eso, cuando ese día salió del estudio de ballet, dispuesta a pasar un agradable día de compras, se puso los cascos agradeciendo la paz que su Ipad le otorgaba, en contra de la horrible cadencia que usualmente le llegaba desde las enormes pantallas del distrito de Shibuya. Las primeras notas de Wherever I May Roam de Metallica inundaron sus oídos con dejes de oriente, haciéndola sonreír mientras seguía andando hacia su primer destino, un pequeño café afrancesado medio escondido entre callejuelas. Tinkermon, tan sibarita como ella en el tema musical, dormitaba entre dulces, despertándose al olor del café cuando la camarera lo sirvió frente a la tamer.
Alanna sonrió viendo a la pequeña asomar por su bolso y mirarla con ojos de protesta, Campanella adoraba el té, en todas sus variantes, Alanna prefería el café, con creces, pero la hada siempre se empeñaba en que pidiera lo que ella prefería, obviando que solo el olor ya molestase a la humana. La bailarina bebió el café con gusto para levantarse y, tras pagar, emprender de nuevo el camino.
— Lo siento, lo siento.— murmuró con una sonrisa adentrándose en la jungla de asfalto.
El día era soleado y parecía que iba a merecer la pena pasar el tiempo fuera, aunque eso supusiera aguantar la masa, variopinta donde las hubiera, de gente que pululaba por el barrio. Había pasado ya por delante de la estatua de Hachiko cuando una molesta música comenzó a sonar por todos lados, algo mosca, se puso los cascos en las orejas y siguió andando, deteniéndose a mirar un escaparate, tarareando Sugar de System of a down, concentrada hasta que algo tiró de uno de sus cascos haciendola girar. Enfadada, buscó al culpable, encontrándose a una Campanella que señalaba, sorprendida, a su alrededor.
— ¿Qué es todo esto?— Preguntó abriendo mucho sus grandes ojos marrones, sin comprender nada.
— Cuando ha empezado a sonar esa música han empezado a bailar... bueno, así. — Explicó el hada sin salir de su asombro, forzándose a no moverse del bolso, por si acaso.
— ¿Es un espectáculo? igual va a haber una petición de matrimonio.— Se entusiasmo la chica mirando a su alrededor en busca de la feliz pareja, juntando las manos con una palmada.
— No lo creo, esta música molesta.— protestó la digimon frunciendo el ceño y Alanna no pudo estar más de acuerdo, era un ritmo pegadizo, pero a ella no es que estuviera llamándola a bailar precisamente, prefería volver a ponerse sus cascos.
Esperó que la música se detuviera mientras caminaba a lo largo de las calles mirando dentro de los comercios, donde también la gente se movía de forma más bien ridícula y espasmódica. Era todo muy extraño, y, para colmo, el sonido se volví más fuerte a medida que se acercaban a un edificio que parecía temblar con el "chunda chunda" de la canción.
Miró a Campanella deteniéndose, dejando reposar la cadera en la pared, cansada de tanta caminata infructuosa, y recibió un asentimiento como respuesta. Frustrada porque ni en un día de calma podía deshacerse de los líos de digimons se abrochó hasta arriba la chaqueta de cuero rojo, ocultando así la camiseta blanca de tirantes y encaminó sus pasos de botines negros de tacón hacia el lugar del que parecía llegar la señal, rezando por no tener que hacer demasiada tontería, unos vaqueros no eran precisamente una prenda cómoda para meterse en una pelea.
Tal vez por eso, cuando ese día salió del estudio de ballet, dispuesta a pasar un agradable día de compras, se puso los cascos agradeciendo la paz que su Ipad le otorgaba, en contra de la horrible cadencia que usualmente le llegaba desde las enormes pantallas del distrito de Shibuya. Las primeras notas de Wherever I May Roam de Metallica inundaron sus oídos con dejes de oriente, haciéndola sonreír mientras seguía andando hacia su primer destino, un pequeño café afrancesado medio escondido entre callejuelas. Tinkermon, tan sibarita como ella en el tema musical, dormitaba entre dulces, despertándose al olor del café cuando la camarera lo sirvió frente a la tamer.
Alanna sonrió viendo a la pequeña asomar por su bolso y mirarla con ojos de protesta, Campanella adoraba el té, en todas sus variantes, Alanna prefería el café, con creces, pero la hada siempre se empeñaba en que pidiera lo que ella prefería, obviando que solo el olor ya molestase a la humana. La bailarina bebió el café con gusto para levantarse y, tras pagar, emprender de nuevo el camino.
— Lo siento, lo siento.— murmuró con una sonrisa adentrándose en la jungla de asfalto.
El día era soleado y parecía que iba a merecer la pena pasar el tiempo fuera, aunque eso supusiera aguantar la masa, variopinta donde las hubiera, de gente que pululaba por el barrio. Había pasado ya por delante de la estatua de Hachiko cuando una molesta música comenzó a sonar por todos lados, algo mosca, se puso los cascos en las orejas y siguió andando, deteniéndose a mirar un escaparate, tarareando Sugar de System of a down, concentrada hasta que algo tiró de uno de sus cascos haciendola girar. Enfadada, buscó al culpable, encontrándose a una Campanella que señalaba, sorprendida, a su alrededor.
— ¿Qué es todo esto?— Preguntó abriendo mucho sus grandes ojos marrones, sin comprender nada.
— Cuando ha empezado a sonar esa música han empezado a bailar... bueno, así. — Explicó el hada sin salir de su asombro, forzándose a no moverse del bolso, por si acaso.
— ¿Es un espectáculo? igual va a haber una petición de matrimonio.— Se entusiasmo la chica mirando a su alrededor en busca de la feliz pareja, juntando las manos con una palmada.
— No lo creo, esta música molesta.— protestó la digimon frunciendo el ceño y Alanna no pudo estar más de acuerdo, era un ritmo pegadizo, pero a ella no es que estuviera llamándola a bailar precisamente, prefería volver a ponerse sus cascos.
Esperó que la música se detuviera mientras caminaba a lo largo de las calles mirando dentro de los comercios, donde también la gente se movía de forma más bien ridícula y espasmódica. Era todo muy extraño, y, para colmo, el sonido se volví más fuerte a medida que se acercaban a un edificio que parecía temblar con el "chunda chunda" de la canción.
Miró a Campanella deteniéndose, dejando reposar la cadera en la pared, cansada de tanta caminata infructuosa, y recibió un asentimiento como respuesta. Frustrada porque ni en un día de calma podía deshacerse de los líos de digimons se abrochó hasta arriba la chaqueta de cuero rojo, ocultando así la camiseta blanca de tirantes y encaminó sus pasos de botines negros de tacón hacia el lugar del que parecía llegar la señal, rezando por no tener que hacer demasiada tontería, unos vaqueros no eran precisamente una prenda cómoda para meterse en una pelea.
- Tamer & Digimon
- Digi Puntos :41Ficha :Cronologia :Nivel On Rol :Rookie Spirit
Alanna Tale
Re: アリアの音に踊る人々(Personas bailando al son de un aria) [Priv: Alanna, Akira, Zadquiel y Runari aunque tenga dudas]
Pequeños destellos de luz pasaban rapidamente, uno tras otro, iluminando por instantes aquel habitaculo metalico el cual era uno de los tantos vagones de un tren subterraneo. El vagon parecia desierto, solo se encontraban un par de personas alli, lo cual era normal en aquellas horas de la madrugada. Un ansiano yacia dormido a lo largo de uno de los amplios acientos del tren, un abrigo de cuero le hacia de cobija y producia unos roquidos capaz de escucharse desde el otro lado de la andante sala. Por otro lado, un hombre trajeado de actitud seria el cual portaba una notebook. Rapidamente presionaba teclas las cuales producian un sonido el cual colisionaba con los ronquidos del anciano. Por ultimo, en uno de los asientos del medio, se encontraba un joven de cabellos rubios blancuscos los cuales brillaban a medida que la luz entraba en el habitaculo. Su aspecto era el de una persona cansada, somniolenta y decaida.
Ya falta poco... - Murmuro procurando que nadie alli pudiera escucharlo. Lo comprobo, el anciano seguia durmiendo y el hombre de traje seguia metido en su trabajo. - Pronto recuperaremos lo que es nuestro...
Zadquiel habia conseguido regresar al mundo humano a penas hace unas semanas. En el tiempo transcurrido entendió que los bastardos que asesinaron a sus padres ahora eran los dueños de la empresa aludiendo que los tres, sus padres junto con el, habian muerto en un ataque terrorista en la sede central de la organización. Su plan era simple, hacerlos sufrir y recuperar lo suyo. La idea de venganza le recorria las entrañas, cada vez mas intensamente desde su arribo a su mundo junto con una inmensa ansiedad que no le permitía apartar su mente de otra emoción. Sabia que ahora era capaz de hacerlo. Necesitaba un buen plan pero ahora que contaba con Hackmon, la forma evolucionada de Koromon, podría realizar un pequeño atentado contra los asesinos de sus padres. Era cierto que Hackmon no se encontraba en una de las etapas mas poderosas de los digimon sin embargo un dragon escupe fuego era suficiente para acabar con cualquier ser humano normal.
Con sumo cuidado busco en los bolsillos de su jean para sustraer de el un curioso objeto el cual podría pasar fácilmente por un celular extraño. Se trataba de su digivice. En la pantalla de este podía verse el rostro deprimido de Hackmon y era de esperarse. Nunca había estado desacuerdo con los deseos de venganza de Zad, incluso intento hacerlo desistir sin ningún tipo de resultado, pero su lealtad era mas fuerte haciendo que lo acompañase hasta las ultimas consecuencias.
¿Falta mucho? - Acompaño la pregunta con un pequeño bostezo. No le preocupaba que los demas lo escucharan hablar desde el digivice.
Un par de horas. Bajaremos en Shibuya... - No pretendían atacar la empresa en ese instante, las cosas debían ser planeadas minuciosamente. Necesitaba un lugar donde dormir, ropa, comida, dinero, etc. Desde que llegaron al mundo humano no tenían nada, por esa razón escogió Shibuya. El distrito era muy concurrido y una zona comercial muy activa por lo que robar allí seria fácil. No era que se enorgulleciera de eso pero no podia recurrir al dinero de sus cuentas bancarias, si lo hacia mostraría que había regresado ademas las cuentas de un muerto deben estar congeladas y el estaba "legalmente muerto".
Unas horas mas tarde.
Finalmente arribaron a Shibuya. Las calles estaban repletas de personas las cuales se movían de aquí para allá. Muchas de estas yendo a sus puestos de trabajo, otras solo recorrían las calles desde temprano. El clima era por demás agradable lo cual justificaba mas el amontonamiento de gente. No era algo que le encantase a Zadquiel sin embargo era el motivo principal por el que concurrió a aquel barrio en particular.
Mientras se abría paso entre la muchedumbre, poco a poco se retiro el saco que portaba y continuo avanzando con este en uno de sus brazos. Hasta pasar por una tienda la cual tenia ropa de exhibición en las afueras. Tranquilamente se situo proximo a uno de los percheros que se encontraban a la vista y una vez distraído el vendedor, procurando que nadie lo vea, intercambio el saco por una chaqueta y se aparto cuidadosamente al tiempo que se colocaba la nueva prenda.
Zad...¿eso no es robar? - Interrogo una vocesita desde su bolsillo.
Cuando tenga dinero vendré y pagare por lo que me lleve. Ademas, el saco que deje es importado de no se donde. Seguramente vale en su estado mucho mas que esta chaqueta... - Se justifico. - Pero por favor no repitas nada de esto que estoy haciendo...
Ahora solo necesitaba un poco de dinero. Odiaba tener que robarle directamente los bienes a otras personas, se sentía como el tipo de persona que despreciaba sin embargo no tenia mayores posibilidades en su condición. Prosiguió con la caminata buscando una potencial victima hasta que se topo con una buena opción. Se trataba de una joven de cabellos castaños, de figura estilizada, muy bien arreglada y de rasgos faciales muy delicados. Llevaba consigo un bolso que fue lo que Zad analizo primero, la probabilidad de encontrar allí un monedero o billetera que ayude a su situación ¿Con que así se siente un criminal? se comento para si mismo.
Poco a poco intento acercarse a la joven a medida que esta desempeñaba sus actividades y justo en el momento mas oportuno algo lo interrumpió. Una extraña melodía proveniente de algún lugar provoco que se sobresaltara. Pero no fue solamente esto, la gente de los alrededores comenzó a moverse espasmódicamente. No podía ser un show de calle, por lo general había gente que se encargaba de que el espacio este disponible para que los bailarines puedan llevar a cabo su labor, ademas cada quien parecía tener una concepción distinta de la danza que debía realizar. Por un segundo Zad creyó que su cuerpo quería acompañar al resto de las personas lo cual provoco que se tapara los oídos rápidamente.
¿La joven? ¿Donde estaba? Para sorpresa de el joven rubio, esta se había colocado unos auriculares y parecía dirigirse en dirección al origen del sonido. ¿Estaría relacionada con aquella extraña situación? Obviamente Zadquiel deseaba averiguarlo por lo que procurando ser lo mas discreto posible se dispuso a seguirla.
Ya falta poco... - Murmuro procurando que nadie alli pudiera escucharlo. Lo comprobo, el anciano seguia durmiendo y el hombre de traje seguia metido en su trabajo. - Pronto recuperaremos lo que es nuestro...
Zadquiel habia conseguido regresar al mundo humano a penas hace unas semanas. En el tiempo transcurrido entendió que los bastardos que asesinaron a sus padres ahora eran los dueños de la empresa aludiendo que los tres, sus padres junto con el, habian muerto en un ataque terrorista en la sede central de la organización. Su plan era simple, hacerlos sufrir y recuperar lo suyo. La idea de venganza le recorria las entrañas, cada vez mas intensamente desde su arribo a su mundo junto con una inmensa ansiedad que no le permitía apartar su mente de otra emoción. Sabia que ahora era capaz de hacerlo. Necesitaba un buen plan pero ahora que contaba con Hackmon, la forma evolucionada de Koromon, podría realizar un pequeño atentado contra los asesinos de sus padres. Era cierto que Hackmon no se encontraba en una de las etapas mas poderosas de los digimon sin embargo un dragon escupe fuego era suficiente para acabar con cualquier ser humano normal.
Con sumo cuidado busco en los bolsillos de su jean para sustraer de el un curioso objeto el cual podría pasar fácilmente por un celular extraño. Se trataba de su digivice. En la pantalla de este podía verse el rostro deprimido de Hackmon y era de esperarse. Nunca había estado desacuerdo con los deseos de venganza de Zad, incluso intento hacerlo desistir sin ningún tipo de resultado, pero su lealtad era mas fuerte haciendo que lo acompañase hasta las ultimas consecuencias.
¿Falta mucho? - Acompaño la pregunta con un pequeño bostezo. No le preocupaba que los demas lo escucharan hablar desde el digivice.
Un par de horas. Bajaremos en Shibuya... - No pretendían atacar la empresa en ese instante, las cosas debían ser planeadas minuciosamente. Necesitaba un lugar donde dormir, ropa, comida, dinero, etc. Desde que llegaron al mundo humano no tenían nada, por esa razón escogió Shibuya. El distrito era muy concurrido y una zona comercial muy activa por lo que robar allí seria fácil. No era que se enorgulleciera de eso pero no podia recurrir al dinero de sus cuentas bancarias, si lo hacia mostraría que había regresado ademas las cuentas de un muerto deben estar congeladas y el estaba "legalmente muerto".
Unas horas mas tarde.
Finalmente arribaron a Shibuya. Las calles estaban repletas de personas las cuales se movían de aquí para allá. Muchas de estas yendo a sus puestos de trabajo, otras solo recorrían las calles desde temprano. El clima era por demás agradable lo cual justificaba mas el amontonamiento de gente. No era algo que le encantase a Zadquiel sin embargo era el motivo principal por el que concurrió a aquel barrio en particular.
Mientras se abría paso entre la muchedumbre, poco a poco se retiro el saco que portaba y continuo avanzando con este en uno de sus brazos. Hasta pasar por una tienda la cual tenia ropa de exhibición en las afueras. Tranquilamente se situo proximo a uno de los percheros que se encontraban a la vista y una vez distraído el vendedor, procurando que nadie lo vea, intercambio el saco por una chaqueta y se aparto cuidadosamente al tiempo que se colocaba la nueva prenda.
Zad...¿eso no es robar? - Interrogo una vocesita desde su bolsillo.
Cuando tenga dinero vendré y pagare por lo que me lleve. Ademas, el saco que deje es importado de no se donde. Seguramente vale en su estado mucho mas que esta chaqueta... - Se justifico. - Pero por favor no repitas nada de esto que estoy haciendo...
Ahora solo necesitaba un poco de dinero. Odiaba tener que robarle directamente los bienes a otras personas, se sentía como el tipo de persona que despreciaba sin embargo no tenia mayores posibilidades en su condición. Prosiguió con la caminata buscando una potencial victima hasta que se topo con una buena opción. Se trataba de una joven de cabellos castaños, de figura estilizada, muy bien arreglada y de rasgos faciales muy delicados. Llevaba consigo un bolso que fue lo que Zad analizo primero, la probabilidad de encontrar allí un monedero o billetera que ayude a su situación ¿Con que así se siente un criminal? se comento para si mismo.
Poco a poco intento acercarse a la joven a medida que esta desempeñaba sus actividades y justo en el momento mas oportuno algo lo interrumpió. Una extraña melodía proveniente de algún lugar provoco que se sobresaltara. Pero no fue solamente esto, la gente de los alrededores comenzó a moverse espasmódicamente. No podía ser un show de calle, por lo general había gente que se encargaba de que el espacio este disponible para que los bailarines puedan llevar a cabo su labor, ademas cada quien parecía tener una concepción distinta de la danza que debía realizar. Por un segundo Zad creyó que su cuerpo quería acompañar al resto de las personas lo cual provoco que se tapara los oídos rápidamente.
¿La joven? ¿Donde estaba? Para sorpresa de el joven rubio, esta se había colocado unos auriculares y parecía dirigirse en dirección al origen del sonido. ¿Estaría relacionada con aquella extraña situación? Obviamente Zadquiel deseaba averiguarlo por lo que procurando ser lo mas discreto posible se dispuso a seguirla.
- Chaqueta Robada:
- Tamer & Digimon
- Faltas :Ya está muerto, solo que aún no lo sabeDigi Puntos :25Inventario :
Zadquiel
Re: アリアの音に踊る人々(Personas bailando al son de un aria) [Priv: Alanna, Akira, Zadquiel y Runari aunque tenga dudas]
Hoy era uno de esos días, en que deseo jamás haber puesto un pie fuera de la cama. No estaba pasando por un mal momento, tampoco uno estresante a pesar de que se acercaban algunos exámenes, y de alguna forma había logrado no meterse en problemas por pasar demasiado tiempo en el mundo digital, en cualquiera de las dos formas posibles. Solo, había llegado ese día del mes donde había luna sangrienta, lo que provocaba que sus hormonas dominaran cualquier sentido de la razón, sin mencionar que tenía el humor de un pitbull con rabia.
Y aun así estaba aquí, muy lejos de casa caminando entre un mar de gente, cuando lo último que quería hacer en estos momentos era moverse. Pero se preguntarán, ¿Por qué demonios estaba fuera de la cama cuando claramente no quería? Pues simple, la obligaron a salir de su cuarto por el resto del día, más bien la echaron. Al parecer, tuvo la desgracia de sincronizarse con su madre por lo que significaba que tanto su padre como su hermano tenían que lidiar con dos seres rabiosos, los cuales, si interactuaban por más de cinco segundos, terminaría seguramente en una gran catástrofe.
Y aquí estaba, evitando que dos fuerzas de la naturaleza chocaran, pero no estaba sola, siempre tenía a Haku a su lado, pero por supuesto que este estaba tan alejado de ella como la correa se lo permitía, sin dudas quería evitar salir lesionado en lo que duraba el día.
Llevaba un año viviendo con ella y aun no podía predecir cuándo lanzaría un ataque, al menos no lo haría mientras estuviera comiendo algo con exageradas cantidades de azúcar, así que, por su seguridad, debía estar atento a que los caramelos nunca se le acabaran.
Pero, cuanto más caminaban, más podía sentir que esta vida se le acabaría pronto y era solo por el hecho de que Runari estaba literalmente arrastrándolo mientras jalaba de la correa, esta debía ser una de las peores formas de morir. Pero por suerte o desgracia, ella se frenó de golpe.
-Necesito comprar algunas cosas. -Sin más soltó la correa y entro a la tienda más cercana, dejando al lagarto solo y recuperando del arrastre.
Estos fueron sin duda los cinco minutos más cortos en la vida del pobre digimon, ya que salió demasiado pronto de la tienda con unas bolsas que con suerte ayudarían a pasar el día con más calma. Aunque por la cara de la chica, no estaba muy feliz que digamos.
-¿Te encuentras bien?.-Pregunto tratando de asegurar su bienestar.
-¿Te parece que me encuentro bien?.-Había un tono muy hostil en su voz. Pero para suerte de Haku, en vez de un ataque, solo vio como ella se tragaba unas pastillas con agua.-Maldito dolor de cabeza.
Solo había una cosa peor que estar indispuesta, la cual era estarlo y sufrir al rato de un dolor de cabeza. Estaban en Japón, un país que adoraban en silencio y aun así no podía evitar sentir que se encontraba en la maldita "Las vegas".
Por el bien de su cabeza y evitar ponerse de un humor peor, se colocó unos tapones para los oídos, con suerte y con ayuda de las pastillas, todos los malestares se le pasarían al rato. Ahora solo necesitaba buscar un banco en el cual sentarse y estar en calma por el resto del día. Por supuesto que no sería así, el movimiento de las personas llamo su atención, como si ver diferentes personas bailando a un ritmo dispar, como si cada quien siguiera una canción.
Bueno, no le haría daño echar un vistazo, no pasaría nada malo siempre y cuando no se moviera demasiado.
Y aun así estaba aquí, muy lejos de casa caminando entre un mar de gente, cuando lo último que quería hacer en estos momentos era moverse. Pero se preguntarán, ¿Por qué demonios estaba fuera de la cama cuando claramente no quería? Pues simple, la obligaron a salir de su cuarto por el resto del día, más bien la echaron. Al parecer, tuvo la desgracia de sincronizarse con su madre por lo que significaba que tanto su padre como su hermano tenían que lidiar con dos seres rabiosos, los cuales, si interactuaban por más de cinco segundos, terminaría seguramente en una gran catástrofe.
Y aquí estaba, evitando que dos fuerzas de la naturaleza chocaran, pero no estaba sola, siempre tenía a Haku a su lado, pero por supuesto que este estaba tan alejado de ella como la correa se lo permitía, sin dudas quería evitar salir lesionado en lo que duraba el día.
Llevaba un año viviendo con ella y aun no podía predecir cuándo lanzaría un ataque, al menos no lo haría mientras estuviera comiendo algo con exageradas cantidades de azúcar, así que, por su seguridad, debía estar atento a que los caramelos nunca se le acabaran.
Pero, cuanto más caminaban, más podía sentir que esta vida se le acabaría pronto y era solo por el hecho de que Runari estaba literalmente arrastrándolo mientras jalaba de la correa, esta debía ser una de las peores formas de morir. Pero por suerte o desgracia, ella se frenó de golpe.
-Necesito comprar algunas cosas. -Sin más soltó la correa y entro a la tienda más cercana, dejando al lagarto solo y recuperando del arrastre.
Estos fueron sin duda los cinco minutos más cortos en la vida del pobre digimon, ya que salió demasiado pronto de la tienda con unas bolsas que con suerte ayudarían a pasar el día con más calma. Aunque por la cara de la chica, no estaba muy feliz que digamos.
-¿Te encuentras bien?.-Pregunto tratando de asegurar su bienestar.
-¿Te parece que me encuentro bien?.-Había un tono muy hostil en su voz. Pero para suerte de Haku, en vez de un ataque, solo vio como ella se tragaba unas pastillas con agua.-Maldito dolor de cabeza.
Solo había una cosa peor que estar indispuesta, la cual era estarlo y sufrir al rato de un dolor de cabeza. Estaban en Japón, un país que adoraban en silencio y aun así no podía evitar sentir que se encontraba en la maldita "Las vegas".
Por el bien de su cabeza y evitar ponerse de un humor peor, se colocó unos tapones para los oídos, con suerte y con ayuda de las pastillas, todos los malestares se le pasarían al rato. Ahora solo necesitaba buscar un banco en el cual sentarse y estar en calma por el resto del día. Por supuesto que no sería así, el movimiento de las personas llamo su atención, como si ver diferentes personas bailando a un ritmo dispar, como si cada quien siguiera una canción.
Bueno, no le haría daño echar un vistazo, no pasaría nada malo siempre y cuando no se moviera demasiado.
Runari Wildly
Re: アリアの音に踊る人々(Personas bailando al son de un aria) [Priv: Alanna, Akira, Zadquiel y Runari aunque tenga dudas]
Vuelta al mundo Humano. Parecía lo normal en los días sucesivos a aquél acontecimiento que marcaría al bailarín de por vida. Siempre que tenía un hueco libre, viajaba a las profundidades del maravilloso mundo donde había conocido a Arsene, el pequeño dinosaurio que reposaba en lo que parecía ser un teléfono móvil pero que, si se le prestaba más atención, se trataba de lo que los entendidos en el tema denominaban: "Digivice". Se encontraba en uno de los vagones de una criatura llamada Trailmon, quien era, a su vez, uno de los métodos más sencillos de utilizar para viajar al llamado Digimundo o Mundo Digital. Este mundo se trataba, dicho de una forma sencilla, de un lugar completamente opuesto pero, a la vez, idéntico a La Tierra. La información de la que disponía Akira era poca, pues no había establecido contacto con nadie más especializado que los sabios de uno u otro pueblo. Pero sabía perfectamente que había organizaciones mucho más poderosas en el mundo de Arsene de las que había conocido: sería de necios pensar lo contrario y mucho más con un mundo tan próspero como ése. Y estaba seguro que no todas esas organizaciones eran buenas.
El dispositivo de colores azabache y escarlata perfectamente mezclados comenzó a brillar. Eso significaba que su compañero le reclamaba, por lo que retiró sus auriculares de color rojo y escuchó lo que el saurio carmesí tenía que decir.
¿Qué ocurre?- preguntó, mientras se ajustaba uno de sus guantes que compartía tonalidades con sus cascos. No había peligro de conversar con una criatura digital, pues todos los que viajaban en un Trailmon eran un Tamer, o un Digimon o sabía de la existencia de cualquiera de los dos anteriormente mencionados.
¿Por qué esta vez volvemos tan pronto?- preguntó a través de la pantalla del Digivice aquél pequeño ser digital, quien seguía sosteniendo aquél micrófono de pie que era casi tan alto como él.
Prometí a mamá visitarla. Hoy es el aniversario de su boda con papá- a pesar de que sus heridas ya habían sanado, el recuerdo que aún guardaba de su progenitor fallecido le quitó las ganas de seguir conversando más acerca del tema, por lo que prosiguió callado.
¿Quieres hablar de ello?- preguntó, interesado, el Digimon que decía que se convertiría en el mayor cantante del Mundo Digital.
No- cortó tajante el muchacho, mientras, para calmar sus nervios, jugaba con uno de sus mechones de cabello azabache ligeramente rizado.
Pasaron unos tres cuartos de hora en los que el muchacho había vuelto a colocarse sus auriculares, no porque estuviese enfadado con su compañero, esa no era la causa. Sino porque estaba pensando qué clases de pasos podría ensayar a la hora de bailar una determinada música.
El muchacho, portando el Digivice en el que dormitaba en ese preciso instante el Shoutmon, salió del vagón al llegar a su parada. No tardó mucho en salir de la estación por el enorme ascensor tubular hasta salir a la "auténtica" estación de Shibuya, la que utilizaban los humanos ordinarios, ajenos a la existencia del universo paralelo. La lista de reproducción se encontraba reproduciendo la misma canción en bucle, para hacerse a la idea de cómo crear una nueva obra de la danza.
No tardó mucho tiempo hasta que se detuvo en una máquina donde, tras introducir en la ranura correspondiente varias monedas, ésta le entregó lo que parecía ser una lata de refresco. Un refresco de uva, para ser exactos, una bebida que Akira adoraba. Nada más darse la vuelta para proseguir con el camino que le llevaría a su casa, se percató de que todos y cada uno de los viandantes se encontraban bailando descoordinadamente. Al quitarse los cascos, ruido, porque no había otra forma de describir ese sonido, le llegaron a los oídos, haciendo que el japonés volviese a ponerse su protección auditiva como si de un acto reflejo fuese.
¿Qué porquería es ésta?- pensó mientras apretaba los puños y se dirigía hacia el origen de la señal, siguiendo a todos esos zombies que danzaban de forma extraña. No tenía ningún problema en que la gente tuviese mal gusto y escuchasen ese tipo de música. Pero un ruido tan alto podía llegar a molestar a los peatones... Y a Akira, como amante de la música, le incomodaba especialmente. Sin embargo, a medida que se acercaba, más y más gente se unía a esa extraña danza producida sin ninguna duda, por ese sonido anteriormente escuchado- ¿Es la canción de moda, acaso?- el camino que estaba siguiendo era, además, un atajo para llegar a la casa de su madre. En un principio, quería descubrir el origen pero, al poco, cambió de parecer puesto que sabía que, si se entretenía, llegaría tarde.
El dispositivo de colores azabache y escarlata perfectamente mezclados comenzó a brillar. Eso significaba que su compañero le reclamaba, por lo que retiró sus auriculares de color rojo y escuchó lo que el saurio carmesí tenía que decir.
¿Qué ocurre?- preguntó, mientras se ajustaba uno de sus guantes que compartía tonalidades con sus cascos. No había peligro de conversar con una criatura digital, pues todos los que viajaban en un Trailmon eran un Tamer, o un Digimon o sabía de la existencia de cualquiera de los dos anteriormente mencionados.
¿Por qué esta vez volvemos tan pronto?- preguntó a través de la pantalla del Digivice aquél pequeño ser digital, quien seguía sosteniendo aquél micrófono de pie que era casi tan alto como él.
Prometí a mamá visitarla. Hoy es el aniversario de su boda con papá- a pesar de que sus heridas ya habían sanado, el recuerdo que aún guardaba de su progenitor fallecido le quitó las ganas de seguir conversando más acerca del tema, por lo que prosiguió callado.
¿Quieres hablar de ello?- preguntó, interesado, el Digimon que decía que se convertiría en el mayor cantante del Mundo Digital.
No- cortó tajante el muchacho, mientras, para calmar sus nervios, jugaba con uno de sus mechones de cabello azabache ligeramente rizado.
Pasaron unos tres cuartos de hora en los que el muchacho había vuelto a colocarse sus auriculares, no porque estuviese enfadado con su compañero, esa no era la causa. Sino porque estaba pensando qué clases de pasos podría ensayar a la hora de bailar una determinada música.
El muchacho, portando el Digivice en el que dormitaba en ese preciso instante el Shoutmon, salió del vagón al llegar a su parada. No tardó mucho en salir de la estación por el enorme ascensor tubular hasta salir a la "auténtica" estación de Shibuya, la que utilizaban los humanos ordinarios, ajenos a la existencia del universo paralelo. La lista de reproducción se encontraba reproduciendo la misma canción en bucle, para hacerse a la idea de cómo crear una nueva obra de la danza.
No tardó mucho tiempo hasta que se detuvo en una máquina donde, tras introducir en la ranura correspondiente varias monedas, ésta le entregó lo que parecía ser una lata de refresco. Un refresco de uva, para ser exactos, una bebida que Akira adoraba. Nada más darse la vuelta para proseguir con el camino que le llevaría a su casa, se percató de que todos y cada uno de los viandantes se encontraban bailando descoordinadamente. Al quitarse los cascos, ruido, porque no había otra forma de describir ese sonido, le llegaron a los oídos, haciendo que el japonés volviese a ponerse su protección auditiva como si de un acto reflejo fuese.
¿Qué porquería es ésta?- pensó mientras apretaba los puños y se dirigía hacia el origen de la señal, siguiendo a todos esos zombies que danzaban de forma extraña. No tenía ningún problema en que la gente tuviese mal gusto y escuchasen ese tipo de música. Pero un ruido tan alto podía llegar a molestar a los peatones... Y a Akira, como amante de la música, le incomodaba especialmente. Sin embargo, a medida que se acercaba, más y más gente se unía a esa extraña danza producida sin ninguna duda, por ese sonido anteriormente escuchado- ¿Es la canción de moda, acaso?- el camino que estaba siguiendo era, además, un atajo para llegar a la casa de su madre. En un principio, quería descubrir el origen pero, al poco, cambió de parecer puesto que sabía que, si se entretenía, llegaría tarde.
- Tamer & Digimon
- Prueba de Rol :ADigi Puntos :67Nivel On Rol :UltimateInventario :
Akira Kurusu
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