King's Gambit [Priv. Elluka]

Su reverencia no era una buena señal. Se venía algo fuerte, algo que sabíamos que no íbamos a poder detener. Ya no sabía qué hacer, no tenía idea de cómo defenderme. "No te distraigas, Leia."
-¡Dragon Variation! -Ordené, dejándome guiar por la emperatriz. Mientras ellos daban su plegaria, clavamos nuestro cetro en el suelo, y con ello generamos un tablero gigante, de aproximadamente un kilómetro de lado, y un sinfín de espadas comenzaron a dispararse del suelo. Alzamos la mirada, y vimos sus cuerpos en el aire. No habíamos acertado. -Vaya, vaya... -Se quejó con ello Queen Chessmon, y al instante nos comenzamos a mover a una velocidad impresionante, que nunca hubiera dado por posible para nosotras. "Plan B."

Alzamos los brazos y del suelo nacieron cinco espadas de tres metros de alto en medio círculo. Enterramos un puño en el suelo, y más espadas pequeñas comenzaron a unirse a la labor de defendernos, todo en un par de segundos. Los chirridos del metal chocando eran abrumadores, pero de repente... Ya no podía escuchar nada, sólo invocaba espadas por reflejo.

"Peleaste bien, querida mía." La voz de Queen Chessmon resonó en el silencio.
"Peleamos bien."

La flor explotó, y las espadas comenzaban a derretirse capa por capa. Gritamos por el esfuerzo de seguir mandando protecciones constantemente.

"Sabía que no me equivoqué al elegirte, preciosa niña. Pocos son tan hábiles como para hacerle un rasguño a mi amado Lord Knightmon."
"¿Por qué suena como si te estuvieras rindiendo? Esto no ha acabado, Queen Chessmon. " Comencé a jadear, y grité nuevamente, ahora de pura frustración.
"No me he rendido, es sólo que mi tiempo se acabó." Y con esas palabras, nuestra energía se agotó. No pudimos hacer más contra el inminente daño por la explosión.

Quedé inconsciente por unos segundos, pero al despertar me reincorporé débilmente. Nuestras manos estaban bien, pero el nuestra armadura se derretía como helado en un día de verano. Nuestras piernas estaban abolladas, y el casco que mantenía oculto el misterio de nuestros ojos se agrietó.
-Esto... No... No ha... -No tenía aire ya. No sabía cómo seguiría luchando. -Les... Les agradezco, caballeros de... De la rosa. Lord Knightmon... -Ella habló. -Les aseguro que la próxima justa será nuestra. -Tosimos, y nuevamente caí inconsciente.




La batalla había terminado, y Elluka yacía tendida en el fino pasillo que se había resistido a la explosión, sin rastro alguno de Queen Chessmon. Todavía estaba temblando, no podía con mis manos. Miré al caballero que le hizo frente, y me pregunté en qué demonios estaba pensando.

Aterricé, y me quedé pasmado al ver a la chica. A pesar de que sus ropas estaban hechas trizas, su cabello permanecía intacto, impoluto. Era de un blanco más puro que la perfección, y parecía bendita al dormir. ¿Qué había pasado ahora? No recordaba esas joyas que llevaba, y era increíble que tampoco se les veía siquiera chamuscadas.
-Ah... -Se quejó cuando la tomé en brazos, y al entreabrir sus ojos, pude notar que eran tan rojos como un rubí.

Me mantuve en silencio cuando Fuji acarició la mejilla de la albina. Ya me había acostumbrado al hecho de que Luka le permitía a este hombre el tocarla, pero eso no quitaba el hecho que me movía de mis casillas la naturalidad con la que Fuji la trataba. Me molestaba todavía el que hubiera alguien tan cercano a ella.

Seguí con la mirada su mano en el aire, y lo vi abrir ese portal a la habitación en el palacio. Me removí cuando advirtió que era su habitación.
-¿No sabias donde...? Olvídalo. -Resoplé, y me fijé en que mi inconsciente Luka había hecho un gesto después de escuchar reír a Fuji. Me relajé con ello, pero me volví a estresar en cuanto pidió que dejara a Elluka en su habitación. Era mucho más prudente llevarla con sus doncellas para ser tratada.

Sin embargo, al ver su platinado cabello, me pensé las cosas dos veces. Tenía varias preguntas qué hacerle a Fuji, y antes de entregar a la niña a las doncellas, debía asegurarme de qué era lo que había pasado. Terminé ingresando por el portal después de el susodicho y Lily.

Deposité a la princesa en la cama, del lado opuesto a donde Raikomaru había tomado asiento. Tomé su temperatura, chequé su pulso, y todo parecía ir normal en ella. Probablemente las consecuencias de su trabajo hoy le cobrarían hasta mañana.
-¿Necesitas ayuda? -Pregunté por cortesía, mirando al caballero y sus heridas. Me estiré las mejillas hacia abajo, y gruñí al acercarme. -Olvídalo, te voy a tratar esos rasguños de todas formas. Luka se pondrá a llorar si se entera que no hice nada. -Me excusé de inmediato, y sin vergüenza alguna quité los improvisados vendajes en su pierna. -Con permiso. -Musité, y acerqué mi mano a la extremidad ajena, comenzando a pasar mi energía bendita a ella.

-¿Qué era lo que estabas buscando, Fuji? -Le pregunté con una voz grave, fijando mi vista en los tejidos que se cerraban a mi comando. -Sé que te retuviste más de la mitad de ese encuentro. Elluka es talentosa, pero sigue siendo inexperta. -Cada vez bajé más mi voz, temeroso de que ella pudiera escucharme y golpearme por ese comentario. -¿Por qué?

Eso le fue pedido. Tenía una idea muy grande de quién era entonces la mente maestra tras el encuentro. Elluka me había comentado la relación entre Queen Chessmon y Lord Knightmon, lo recordaba. Me molestaba. No me agradaba que todo esto pareciera arreglado como destino, porque todo era ya demasiada casualidad.

Se acercó a Elluka, y mis cabellos se pusieron en punta al notar su mano reposar en su pecho. Ni siquiera me molesté en mirar a otro lado.
-¡No la...! -Gruñí, pero parecía ser inútil. Ella volvió a hacer un sutil gesto en respuesta a las llamas ajenas, e incluso noté como recuperaba color. -...toques. -Finalicé susurrando para mi mismo ante mi terquedad.

Lily entró nuevamente con una vajilla ajena al palacio. Ella permanecía muda, y comencé a preguntarme si algo le había pasado. A pesar de ello, parecía estar en perfecta sincronía con Fuji, siendo que él entendía cada uno de sus gestos. Ella se retiró, y la seguí con la mirada. Podía imaginarme que su devoción por este caballero era tan grande como la mía por Luka, pero no entendía cómo éramos tan diferentes entonces.

Fuji volvió a hablar, y devolví mi mirada a él de inmediato. Sonreí ladino ante lo dicho y me crucé de brazos.
-Si Luka es la doncella, entonces yo soy el dragón que resguarda su torre. -Contesté primeramente, y tomé el té ofrecido. Esa era la fragancia que tanto le gustaba a Elluka, y por ello me permití apreciarla un segundo más. Después de ello, volví a hablar. -Gracias por la confianza, de verdad lo aprecio. -Me ajusté la voz. -Pero yo no confío en tí. Eres demasiado peligroso, Raikomaru, y no me gusta nada. Yo sé que eres un monstruo. -Proseguí, y di un sorbo al té. La cálida sensación al probarlo siempre era relajante, y eso me ayudaba a no querer arrancarle la cara. Ah, chico listo. pensé al respecto. -Sin embargo... A Elluka no parece molestarle, sino al contrario, y eso es un problema.

Resoplé y miré de soslayo a la dama dormida. Su respiración era más tranquila que antes, y ahora parecía más descansando que inconsciente. Me sentí un poco más tranquilo.
-Nadie se merece amarla, espero que te quede bien claro. -Comenté con una voz grave y llena de espectral seriedad. -Se lo dije a Scott, se lo dije a Julio, y te lo digo ahora. Todos ustedes son una bola de hipócritas, y los odio a los tres. -Esbocé una sonrisa descarada, y volví a beber con serenidad. -Sin embargo, no puedo lograr que Luka los odie. Siempre los termina amando más. En especial a tí. -Sí, de alguna forma lo podía asegurar. Algo en mí siempre me decía que el amor de Elluka era puro, y sólo crecía. Lo podía sentir. -Ahí está mi más grande fallo. No puedo protegerla de tí, su más grande debilidad. Qué va, si intentara matarte ahora, probablemente alguno de tus lacayos tendría mi digicore puesto en una caja en un par de minutos. Soy celoso, mas no estúpido. -Admití, y chasqueé la lengua con desdén. Me giré un poco, y me fijé completamente en la albina. Yo la amaba más que cualquier ser en el universo, ella era sagrada y pura, y seguramente me ahorcaría de escuchar todo lo que le estaba soltando a su querido príncipe. Suspiré y regresé a ver a Raikomaru. -Ella ya no necesita un guardián. Tal vez hace un año todavía lo necesitaba... No, como seis meses quizás. Pero no ahora. ¿No lo has notado? Desde su escenita en Ciudad Imperial, algo cambió en ella.

Se había logrado meter en mis nervios. Dejé la taza en la mesa de noche con un pequeño estruendo que derramó un par de gotas, y me aproximé a Fuji con paso apresurado.
-No cambies el tema, Raikomaru. -Solté entredientes. -Sé bien que no necesitas mi opinión, pero es mía, y soy libre de gritarla si quiero. -Comencé a bajar la voz poco a poco, notando que Elluka se había reacomodado. Temía despertarla si seguía alterándome. -Nunca he considerado a Elluka débil, pero siempre ha necesitado que la protejan. Ella necesitaba ser protegida de sí misma. Ella sabía que se haría daño estando cerca de tí, pero es terca. -Mi respiración era pesada, y podía sentir rechinar los dientes cada vez que chocaban para hablar. Debía calmarme... Pero no podía.

Me recliné hasta quedar a la altura del rostro ajeno. Sus ojos eran orgullosos, seguros, y venenosos. Ella también tenía una mirada así cuando quería poner ese acto de policía mala. Ya me había quedado claro de dónde lo había imitado.
-Tch... -Chasqueé la lengua, y me reincorporé. -Elluka tenía pesadillas, y un té no podía evitarlo. Despertaba buscando a Lune, y no me reconocía. Cuando caía en cuenta de su realidad, lloraba. Lloraba toda la noche. Y yo sufría con ella, pero me permitía estar a su lado. -Me crucé de brazos, y traté de contar silenciosamente para no romperme en ira. -Ella decía que de no ser porque yo estaba con ella, ya hubiera enloquecido. Esto se repetía frecuentemente por las noches, hasta llegar a ser casi diario. -Tras dejar pasar unos segundos en silencio, suspiré y terminé tomando asiento, habiéndome calmado finalmente. -Esa fragilidad emocional suya siempre fue su peor enemigo, pero yo estaba ahí para vencerlo.

-Cuando ella me habló de tí por primera vez, hasta me alegré. -Confesé. Recordar el rostro de niña ilusionada que puso me trajo una sensación dulce. -Sin embargo, cuando empezó a sufrir por tí, mi opinión cambió. -Cerré un puño por debajo de la mesa, haciendo presión al enfocar mi enojo en él. -Ella no salió de ese infierno para ser infeliz, y que lo fuera era tú culpa, y la de Scott. -Apoyé un codo sobre la mesa, y descansé mi frente sobre la muñeca, exasperado. -Pero cuando llegó el momento decisivo, sufrió mucho más cuando pensó que habías muerto. Nunca la había visto tan desesperada. Esa vez casi me pide permiso para ir a detener tu corrupción... -La cabeza me comenzó a doler. Rememoré los ojos hinchados de la pelirrosa, suplicándome en silencio que no interviniera. Ahora yo era el que quería llorar. -Yo no quería ver esa tonta mirada de nuevo, así que decidí que dejaría de protegerla, y respetaría sus decisiones. Y resulta que tú fuiste una de esas.

Me puse de pie una vez más, y miré fijamente a los ojos del caballero sagrado. Sentía el cuerpo hirviendo, y la cabeza a punto de explotar.
-Todo lo que he dicho y hecho ha sido por Elluka, y porque la amo. Mi amor por ella es más grande que el que cualquiera pueda ofrecerle. Porque yo la conozco mejor que a la palma de mi mano, me siento con el derecho de juzgar quién es adecuado para amarla. -No tenía intenciones de bajar mi voz esta vez. Mi pecho estaba inflado, y estaba tan orgulloso que agité mis alas por inercia, soltando un par de plumas con ello. -Aunque termine siendo un simple observador, yo ya acepté ese destino. Yo la necesito cerca. -Exclamé, con un porte que no sabía de dónde había salido. -Y yo te pregunto a tí, Fuji Raikomaru, ¿quién eres para amarla?
-¿Aleron? -Era ella. La sangre me bajó a los pies. ¿Había escuchado todo? Me giré para verla.

Su cabello seguía siendo tan blanco y brillante como la luna, pero sus ojos habían vuelto al azul que tan bien recordaba. Estaba confundida, adormilada. Sonreí, y de repente, algo se encendió en mi pecho. Ardía como fuego, y las plumas de mis alas me cubrieron por completo.

Al volver en mis sentidos, noté que mi estatura había decrecido. Ya no tenía alas, no sentía su movimiento. Tampoco podía ver, pero estaba seguro de la locación de todo, podía sentirlo. Ya... Ya conocía ese sentimiento. Esta era mi verdadera forma.
-¿Estás bien? -Me aproximé a Luka y le tomé ambas manos. Estaban sorprendentemente tibias. Ella asintió, y se fijó sonriente en el caballero.

Tomé la perfecta rosa y la deposité en mi regazo tras acariciar sus pétalos. Sentía la tensión de Aleron al cruzar miradas con Fuji, pero estaba tan agotada que decidí dejarlo pasar. Ya sabía bien su postura respecto a Fuji, y el saber que habían charlado me daba ideas de su genio, pero no me metería en sus asuntos.

Logré sentarme, pero eso no evitó que hiciera una mueca al quejarme. El dolor muscular era impresionante, nunca me había sentido tan apaleada.
-Por ahora, el té es más que suficiente, merci chéri. -Extendí mi mano, y Aleron me pasó la taza con sumo cuidado, y en silencio. Arqueé una ceja al notar que ni la bandeja ni la taza pertenecían al palacio. Iba a preguntar por ello, pero entonces me percaté de la nueva forma de mi ángel. Había estado tan adormilada, que había dado por sentado que Aleron era el mismo de siempre. -Aleron tú...
-Ya te dijeron que ahorres energía, hablar te hará gastar aliento de más, y te vas a desmayar o algo. -Me tajó con brutalidad en sus palabras, pero su sonrisa era extrañamente pacífica y amorosa. No podía explicarme cómo era posible.

Miré a Fuji, confundida. La plática debió ser más que interesante entonces. Aspiré el aroma del té, y bebí de él. Después de tremendo esfuerzo, no me sorprendía que el té me supiera a ambrosía. Suspiré ante la calidez, y relajé los hombros.
-Si eso fue jugar, de verdad que deseo no tener que enfrentarnos en el campo de batalla. -Reí, y me retorcí un poco por el dolor en mi abdomen. -Te ves mucho mejor que hace rato, ¿dormí mucho? -Miré sonriente al vendado rubio, pero fruncí el ceño al verlo palidecer. -¿Aleron? -Lo llamé, pero no me respondió. El tenía su vista fija en la nada, y su mano palpaba mi anular izquierdo. ¿No podía ver? -¿Esto? -Extendí la mano hacia él, con toda y orgullosa intención de mostrar mi anillo, y miré a Fuji una vez más. Al ver sus ojos, la sonrisa regresó a mí.
-¿Que es...? -Su voz era tan baja que supuse que no estaba preguntando realmente.

Deseaba que de verdad fuera una bomba. Por un momento pensé en esa posibilidad, y que sería mucho mejor opción. Sin embargo, el sentir el sutil puchero de Elluka se llevó todas esas esperanzas como ventarrón a las hojas.

Fruncí el seño y solté la mano de la chica lentamente, dirigiéndome a Raikomaru posteriormente. Era alto, muy alto. Antes podía verlo a los ojos fácilmente, pero ahora yo podía sentir que el vector de los suyos descendía para conmigo. No obstante, no me sentía débil a comparación. Me sentía reemplazado, desplazado, y tal vez acababan de romper mi corazón (si debía llamar a este sentimiento de alguna forma), pero nunca impotente.
-Tal vez serás su decisión, pero... -Me detuve en seco. Pero yo no te la entregaré quería decir. Estaba consciente de la cara que Luka estaba poniendo. Estaba preocupada. Estaba girando el anillo con sus dedos. Suspiré. ¿Por qué tenía que ser lo mismo siempre? Quería llorar. Quería golpearlo. Me habían robado.

Tragué saliva, y me dirigí a la puerta sin más preámbulo. No tenía en mente algo qué decir sin que pudiera herir a Elluka como colateral. Posé la mano sobre el agarre de la puerta, y entonces llegaron las palabras adecuadas.
-No retiro lo que dije. Pero más vale que me hagas hacerlo, Fuji. -Dije, pero no podía dar la cara al hacerlo. Si lo hacía, me enojaría tanto que iba a olvidar qué decir.
-Aleron. -Ella me llamó, pero sabía bien que no tenía palabras para dirigirme. -No te...
-Tomaré aire. Es una noticia muy grande. -Giré un poco el cuello, y le dediqué una sonrisa. -Estoy feliz por tí. -Por más que lo pareciera, no mentí. Ella había puesto su felicidad por encima de todo, y eso me alegraba. Por fin tomaba una decisión exclusivamente para ella y su futuro. Me llené de un sabor agridulce, y traté de no apretar el mango de la puerta. -Dame tiempo para asimilar esto, te voy a apoyar de todas maneras. -Confesé, pero seguía más concentrado en la presencia de Raikomaru que en la de ella. Mantenía mi palabra. Yo la iba a apoyar en su decisión... Sin embargo, me costaba aceptar de buena manera el cuán diferentes iban a ser las cosas de ahora en adelante, mucho más que ahora.

Por un momento, pude sentir algo tibio. Algo como lo que yo sentí antes de que Elluka despertara, en forma de dos flamas. Comprendía ya el significado de aquello. Conocía ahora el tipo de fuego que era su amor, pero no me duró mucho. Perdí la concentración y ya no pude percibirlo más. -No voy a hacer de su niñera, tienes un gato para eso. -Más que broma, fue sarcasmo lo que se me escapó. Abrí la puerta.
-Sabes que serás el primero en ofrecerte. -Me contestó con su tono de siempre, y yo cerré la puerta lentamente tras mi salida.




Fruncí los labios hacia dentro cuando Aleron se fue. Quería ir tras él, pero no era lo prudente. Debía dejarlo respirar, y que por la mañana me hiciera todas las caras que quisiera.
-Ha sido muy difícil para él desde que llegó. -Miré a Fuji, y palmeé la cama a mi lado, invitándolo a acercarse. Tomé la rosa nuevamente, y me dediqué a distraerme con la aterciopelada textura de sus pétalos. -No te pido que lo comprendas, pero sí que lo perdones. -Mis cejas se inclinaron hacia arriba y suspiré al tomarme el entrecejo. Sin embargo, sonreí casi al instante. No pude evitarlo, me puse a pensar en ese amargado ángel queriendo peinar a una niña, o poniendo un curita en el raspón de un niño.