King's Gambit [Priv. Elluka]

La llave en mi mano desencadenó a mi corazón, y le dio cuerda suficiente para bombear toda la sangre hacia mi rostro. Regresé la mano hacia mi, y clavé mis ojos en la sencilla llave, boquiabierta. No lo esperaba, mi pecho se llenó de una calidez que ya era muy familiar. Me puse feliz pensar que tenía una casa a dónde ir en el mundo humano.

No, era algo diferente.

Yo tenía un departamento en Japón también. Tenía a donde ir. Sin embargo, saber que un día podría llegar después de trabajar y ver a Fuji recibiéndome era tan emocionante que parecía pecaminoso. Tenía permitido ver los pasillos por los que Fuji alguna vez corrió como niño, el lugar que tanta ilusión le hacía. Esa llave era la entrada a un hogar, me estaba compartiendo su hogar.

Alcé la mirada entonces, y me encontré con su rostro acercándose al mío. Me besó, yo lo correspondí. Sin embargo, justo cuando cerré mis ojos fue que sus labios se apartaron de los míos. Fue efímero como un aliento, y estaba segura de que mi expresión desenmascaraba mi inconformidad.

No obstante, desvió su mirada. Estaba nervioso de nuevo. Su respiración era agitada. Fruncí el ceño y tomé con la zurda su mejilla. La intención que tenía era guiarlo con caricias, pero fallé al usar un poco más de fuerza de la que debería, y giré su rostro. Tomé su otra mejilla con la diestra; el índice y el anular aún sostenían la preciada llave, pero me aseguré de tener la firmeza suficiente. Coloqué mi frente contra la de él, y le sonreí.
-¿Y me darás un tour por la manzana? ¿Me presentarás con los vecinos? -Musité con suavidad, quería ahuyentar todas sus inseguridades. Sus ojos eran preciosos, y la posición que tenía me permitía verlos cuales joyas. Me ruboricé, lo sabía, pero pretendí que no era cierto. Me acerqué a su oído entonces. -Es el mejor regalo que me han hecho en la vida. -Le revelé el secreto, y dejé ir de su rostro para poder abrazarlo. Escondí el mío en su cuello. Una vez más quería llorar. Lo apreté entre mis brazos. ¿Cómo era posible ser tan feliz? Estaba avergonzada, estaba eufórica, estaba sintiendo tanto que mi corazón le pedía a mis ojos ayuda para aguantar tanto. -Merci beacoup. -Dije, pero mi voz tembló más de lo planeado. Había vuelto a llorar. ¿Era que ya podía permitirme ser así de afortunada?

Un matrimonio en proceso. Éramos un matrimonio en proceso. No había necesidad de decirlo, el sólo pensar cada palabra en esa oración me dejaba una dulce sensación, y un cosquilleo no se tardó en hacer presencia.

Quería decirle que no necesitaba un lugar grande dónde vivir, y que él era todo lo que quería. sin embargo, se le notaba tan ilusionado con la idea de buscar ese lugar perfecto que no tuve el corazón para decírselo. Esbocé una sonrisa al escuchar que ya lo tenía todo planeado. No esperaba menos de él.

Reí por lo bajo cuando se percató de su exuberante energía. Tenía mucho tiempo sin verle tan libre, quizás era víctima de los efectos posteriores a la adrenalina.
-Con los Union Savers... Hmm... -Me quedé pensativa un segundo. ¿Qué era apropiado revelar? Después de su liberación, lo único relevante había sido la llegada de Roku Ginshô. -Se puede decir que he tenido peculiares encuentros con mis superiores. Pero nada fuera de lo normal. Siguen sin agradarme, y creo que yo tampoco soy su soldado favorito. -Fruncí los labios y comencé a jugar con la llave entre mis dedos, moviéndola como si fuera un naipe. ¿Por qué seguía con ellos? Al percatarme de que me estaba amargando, negué con la cabeza para sacudirme esos pensamientos y proseguí sonriente. -Por la mañana temprano tengo acondicionamiento físico antes del desayuno, y creo que me tocaba coordinar el entrenamiento de las fuerzas a distancia después del desayuno. -Asentí, y me llevé una mano al mentón al concentrarme en mi intinerario, dejando de jugar por completo con la llave. -Después de comer me dedico al piano o a leer, y a veces me paseo por la ciudadela en las tardes para ver cómo funcionan las cosas. Aún no termino el lado sur... -Musité lo último, y me rasqué la mejilla con el índice. -Oh, a la hora del té acepto retos con mi tablero, pero es raro que venga alguien que no sea Julio. Claro, esto es porque me tomé una semana libre del clan. De no ser así, mi agenda es otra... -Seguía tan inmersa en que no faltara ni el más mínimo detalle, que, al momento en el que una idea me llegó, me sobresalté. -¿Te gustaría acompañarnos? Usualmente utilizamos una mezcla de la rutina Union Saver con otras cosas, sería demasiado enriquecedor para ambos entrenamientos. -Estaba emocionada, y quizás fue un tanto obvio al inclinarme hacia Fuji. No podía evitarlo, sentía que era una oportunidad única.

Ahora que bien lo ponía Fuji, no pude evitar volver a pensarme por qué seguía del lado de un clan que yo no podía terminar de respetar, ni donde era bien recibida del todo. ¿Y si me dedicara un poco más al Metal Empire? ¿Qué tan perjudicial podría ser que decidiera vivir aquí y no allá? Si bien, tenía cierto aprecio por los jóvenes reclutas del clan, mi relación con el resto de los pilares no era la mejor cuidada. Crucé miradas entonces con Fuji, mi rostro seguía compungido por haber pensado en lo agrio. Pero todo eso se esfumó con una sonrisa al verle desviar la mirada. ¿Estaba avergonzado? Y me terminé ruborizando en cuanto fui testigo de su ladina sonrisa, que era como una flecha directa al corazón, una vez más.

Me aproximé a su rostro entonces, tener al frente ese gesto suyo era encantador, quería verlo más. Antes de darme cuenta, mi intención de verlo se transformó en el querer besar sus labios una vez más. Sin embargo, en cuanto escuché la puerta abrirse entré en pánico al sentirme descubierta y me erguí cual si un hielo se hubiese resbalado por mi espalda. Poco me faltó para levantar los brazos en señal de vasallaje, ¿pero qué le iba a hacer? no esperaba que alguien interrumpiera.

Por estar tan ocupada en mis delirios y pavores me tomó un poco más de lo usual el caer en cuenta de lo que iba la conversación, y el distinguir que quienes habían interrumpido habían sido Iris y Lily. Suspiré de alivio, pero me volví a tensar en cuanto la primera comenzó a molestar con insinuaciones. ¿Por qué fue que me afectó tanto? Si con lo poco que le sabía, debía esperarme un comentario de esa índole. La combinación de embarazosas situaciones me comenzó a marear y la migraña estaba entregándome su tarjeta de presentación nuevamente.

-Será... Será un placer entonces tener ambas tropas. -Me costó enlazar una oración y disimular mi incomodidad al mismo tiempo, aunque creo que lo logré bien al final. Me puse en pie con suma torpeza, pero ahora se la adjudiqué a mi cansado cuerpo. Entrenar en este estado mañana..., me quejé para mis adentros. -Creo que procederé a mi habitación entonces, no quiero que me atrapen charlando con el enemigo en caso de que por la mañana los peones declaren la guerra. -Sonreí a Fuji, y di un tembloroso paso, mis piernas seguían un tanto adormecidas. Uff, debimos habernos desgastado mucho más de lo que pensé. Me reincorporé tras tomar aire y procedí a caminar con un poco más de naturalidad en dirección a la puerta. -Merci beacoup. -Hice una profunda reverencia con dedicación a mi favorita de sus asistentes. Le agradecía el haber ayudado a llegar hasta este momento. Creía que de no ser por Lily y sus diligentes cuidados, el camino habría sido diferente entre nosotros. Le agradecía estar para él cuando yo no estaba, y el ser tan leal como nadie podría ser. Quería decirlo, pero las palabras no me nacían de los labios, creía que era más sentido el demostrarle mi respeto así.

Me erguí y sonreí ladina a Iris entonces como único gesto. Procedí al umbral de la puerta y tomé el marco al ver a Fuji. -Bonne nuit, chéri. -Me ajusté la voz, y me despedí moviendo ligeramente mi mano en el aire. -Je t'aime. -Dije con suavidad, creyendo que era lo único que me quedaba por decir en el día en el que tantas revelaciones hice, y tantas cosas descubrí. Le dediqué un feliz gesto una última vez, y procedí a caminar por el pasillo.

Lo había olvidado por completo, pero agradecí que nadie se percató en el momento de mi detalle en la mesa de noche. Tal como al inicio había pedido a un peón, la nota en la mesa de noche no tendría qué pasar desapercibida al estar junto a la más fina rosa de mi jardín. En el cajón habría dejado para él las partituras de la pieza que resonaba en mi cabeza cada vez que pensaba en él. Yo la titulé En el nombre del amor, ágape, y, aunque dudaba que él reconociera la melodía, en mi corazón quedaría que era la canción con la que me encomendé a él.



"Bienvenido a casa, mon amour."